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Entrevista a Jorge Ramos Tolosa, investigador y especialista en Historia de Israel y Palestina

«El holocausto se instrumentalizó para servir a la causa sionista»

Fuentes: Rebelión

Castoriadis definió el imaginario social como un magma de significaciones imaginarias sociales encarnadas en instituciones. Es algo que puede apreciarse, como en cualquier otro estado, en Israel. Las representaciones de la Palestina histórica como territorio «de leche y miel» a la espera de redención, que llevará a cabo un emprendedor colono judío. La imagen de […]

Castoriadis definió el imaginario social como un magma de significaciones imaginarias sociales encarnadas en instituciones. Es algo que puede apreciarse, como en cualquier otro estado, en Israel. Las representaciones de la Palestina histórica como territorio «de leche y miel» a la espera de redención, que llevará a cabo un emprendedor colono judío. La imagen de los autóctonos como bárbaros y semisalvajes desvinculados de la tierra que habitan. La idea del holocausto, «que se instrumentalizó para servir a la causa sionista». El historiador, investigador en la Universitat de València y especialista en Historia Contemporánea de Israel y Palestina, Jorge Ramos Tolosa, analiza en esta entrevista las claves del imaginario de la dominación sionista.

-La dominación, siguiendo a Gramsci, no sólo se basa en la fuerza. Para que resulte efectiva, ha de incluir discursos que generen consenso y ciudadanos «funcionales» al sistema. ¿Cuál ha sido la narrativa oficial israelí, el discurso legitimador, respecto a la ocupación de Palestina?

-Hay una narrativa histórica que se mantiene constante desde finales del siglo XIX -con el nacimiento del movimiento sionista- hasta la actualidad, y que se repite en las escuelas, los medios de comunicación y los discursos de los políticos. El sionismo justifica sus objetivos políticos por los conocidos derechos históricos de «necesidad» debido a la persecución antijudía y el acceso a una tierra prometida por parte del pueblo elegido, según la biblia (aunque recordemos que el sionismo es un movimiento laico). Se representa a Palestina como un territorio baldío y abandonado, pero que 2000 años atrás, cuando empezó la diáspora, era «de leche y miel». Es, por tanto, un lugar yermo a la espera de ser redimido.

-¿Cómo se representa al antagonista, es decir, al autóctono de Palestina?

-Existe, en efecto, una doble representación, del judío y del palestino. Del colono o pionero judío que emigraba a Palestina, por un lado, y del autóctono del territorio a colonizar (aunque los judíos no hablan de «colonización»). En muchas ocasiones se representa al palestino como a una piedra más del paisaje, es decir, se le invisibiliza. Se connota a los palestinos como tribu de nómadas, semisalvajes, bárbaros y sujetos premodernos. También el discurso oficial los presenta como «indolentes» y sin ningún apego ni vinculación a la tierra que habitan. Se les considera además sólo «árabes» y no palestinos, con el fin de negar su identidad nacional y su derecho de soberanía política. Es, en resumen, una representación basada en estereotipos, no en personas. Se les deshumaniza.

-¿Qué efectos políticos tuvo el uso de estas imágenes en el relato oficial?

-Pues tuvieron un gran impacto a partir de la creación del estado de Israel, en 1948. Por ejemplo, para entender la narrativa oficial israelí sobre el origen de los refugiados palestinos. Al ser considerados, como te decía, nómadas sin apego a la tierra, se les podía «desplazar» sin mayores problemas a otros países árabes, caso de Jordania, Siria, Líbano o Irak, entre otros. Pero lo que realmente ocurrió fue una «limpieza étnica» en toda regla, que ya estaba implícita en el pensamiento político sionista. Y es así porque aspiraban a crear un territorio judío sobre un principio muy claro: el mayor territorio posible con el menor número de población no judía.

-¿Cómo se representa a la otra parte, es decir, a los judíos que «colonizan» el territorio palestino?

-Los judíos que emigraban a Palestina -o el «nuevo judío», como también se le ha llamado- eran, según el relato oficial, idealistas, emprendedores, trabajadores que retornaban a la patria ancestral y le devolvían su carácter «de leche y miel». Incluso en numerosas fotografías y descripciones, aparecen como personajes musculosos y bronceados. Situaban a la patria en la modernidad al dotarla de industrias y ciudades prósperas. Además, volvían a cultivar la tierra y organizar comunidades agrarias (kibbutzim), que numerosos autores de izquierda han idealizado.

-¿Es el sionismo una excepción en la construcción de este tipo de narrativas?

-En absoluto. Es lo mismo que hicieron las potencias coloniales europeas. Este tipo de representaciones también las emplearon los británicos en Norteamérica (después los estadounidenses repetirían estos procedimientos en el Oeste con la población indígena) y Australia, y por los boers en Sudáfrica. Apelaban a un territorio «virgen» y «abandonado», con unos sujetos autóctonos «incivilizados» o «bárbaros». En muchos casos, a la población nativa se le trataba con desdén o se le invisibilizaba. En el otro lado se situaban los colonos «emprendedores» y «civilizados». Los británicos que emigraron en época moderna a Norteamérica o los boers en Sudáfrica se consideraban un «pueblo elegido» que llega a la «tierra prometida».

-¿Existen consignas básicas que sinteticen estos discursos, por ejemplo, en el caso del sionismo? Lemas simples y fáciles de asimilar por la población…

-El discurso sionista se resume en la frase «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra». Es éste uno de los lemas más conocidos, que propagó, desde los inicios del siglo XX, el escritor sionista británico Israel Zangwill para referirse a Palestina (una tierra supuestamente sin pueblo) y a un pueblo judío sin tierra que estaba disperso en la diáspora. La repetición de frases como ésta y discursos similares en los medios de comunicación, escritos políticos, escuelas y ámbitos de sociabilidad diversos contribuyó, y sigue haciéndolo, a modelar imaginarios colectivos y relaciones sociales.

¿Coinciden en estas representaciones la izquierda y la derecha?

-Estas representaciones han sido comunes en la izquierda y la derecha sionistas. Pero hay un punto que me gustaría resaltar. Ambas coincidieron -especialmente, en la época del III Reich- en la representación del judío de la diáspora como alguien «débil», con poca personalidad y que acabó yendo -como cordero al matadero- a las cámaras de gas durante el holocausto. Esto se oponía a la representación del «nuevo judío» de Palestina: «fuerte», «vigoroso» y «luchador». Se pretende, así, crear un «nuevo judío» con ímpetu de emigrar a Palestina y crear una sociedad nueva, frente al judío de la diáspora. En conclusión, como ha estudiado Idith Zertal, los judíos diaspóricos se representaron de manera contrapuesta a los judíos del Yishuv (comunidad judía de Palestina).

El estado de Israel se funda en 1948, tres años después que terminara la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué función desempeña el holocausto en la construcción simbólica del nuevo estado?

-El holocausto se instrumentalizó para servir a la causa sionista. Es decir, se vinculó de manera inexorable el genocidio nazi a la idea de que la única solución a la cuestión judía era la creación de un estado judío en Palestina. Puede, en ese sentido, resultar sorprendente la minusvaloración que muchos líderes sionistas habían hecho de los judíos diaspóricos (en el caso de la Europa centro-oriental, los que más sufrieron el nazismo), cuando después utilizaron el holocausto como elemento legitimador del nuevo estado. Además, el trato que recibieron los supervivientes del nazismo y el holocausto en Palestina (o Israel a partir de 1948) fue mucho peor de lo que cabría esperar. También resulta muy llamativo, por otra parte, el intento de colaboración con el III Reich que llevó a cabo la organización sionista LEHI (conocida también por los británicos como la «Banda de Stern») durante la Segunda Guerra Mundial, como ha documentado el estudioso norteamericano (de origen judío), Lenni Brenner.

Tradicionalmente ha sido la escuela uno de los grandes medos de socialización y transmisión de valores. ¿Cómo se ha representado al Otro en los colegios y los libros de texto israelíes?

-Todos los estereotipos e imágenes citados se reproducen mediante diferentes estrategias. En primer lugar, omitiendo o excluyendo la presencia de los palestinos tanto en Israel como en los territorios ocupados. Esto se ha llevado a término en la manera de cartografiar los mapas, en los que se presenta a Israel en todo el territorio de la Palestina histórica (como si Cisjordania y Gaza no existieran como entidades diferenciadas). Cuando no se les invisibiliza, se les presenta como grupos homogéneos, negándoles su complejidad y diversidad, además de describirlos con connotaciones negativas o estereotipos raciales. Lo mismo ocurre con algunos grupos judíos que son considerados de segunda categoría, por ejemplo, los mizrahim (judíos procedentes de los países árabes, como Marruecos o Arabia Saudí), los falashas (judíos etíopes) e incluso los que proceden de la antigua URSS. En la cúspide se halla el grupo de los ashkenazíes .

Y en los medios de comunicación, ¿qué mecanismos de legitimación proyecta el estado de Israel en el interior del país y a escala internacional?

-Israel se presenta como la única democracia de la región. Entre otras características, proyecta las de un estado judío y democrático. Pero esto, como han resaltado muchos especialistas, resulta una contradicción. Porque un estado nunca puede considerarse una democracia cuando se identifica, en tanto estructura política, con una nación determinada (la nación judía) y no con todos sus ciudadanos. Y cuando legaliza la pertenencia a este estado -ahora entendido como territorio- a la nación judía, y no a todos los habitantes sea cual sea su etnia, religión u origen.

¿Qué consecuencias prácticas tiene la identificación entre el estado y la nación judía?

-Implica, de hecho, la discriminación de una gran parte de la población y un «apartheid». Además de otras formas de racismo, los palestinos con ciudadanía israelí (los descendientes de aquéllos que no fueron expulsados en 1948) no pueden formar parte del ejército, ni acceder a los mismos servicios sanitarios o de becas que los judíos israelíes; tampoco vivir en «tierra pública» (terrenos del estado) ni acrecentar sus pueblos. Resulta paradigmático, en este sentido, el caso de Nazaret, una ciudad de mayoría palestina pero dentro del estado de Israel, a la que no se permite crecer pero que se encuentra rodeada de municipios israelíes cada vez mayores.

¿Qué otros ítems «vende» la propaganda israelí, además del hecho de ser una democracia de partidos con elecciones libres?

-Israel se presenta como un estado rodeado de países árabes o musulmanes que le amenazan. Esto viene a significar que el David israelí, «Civilizado» y «democrático», se halla permanentemente amenazado por el Goliat árabe o musulmán. Este Goliat ha tenido históricamente diversas representaciones. Las hoy imperantes son las que describen a los palestinos -en concreto, a todos los gazauis- como «terroristas» y «fanáticos». Se trata de fórmulas que también se utilizan, por cierto, contra Irán. Otras consignas deshumanizadoras se extienden contra la población palestina de Cisjordania.

Por último, el uso de estos lemas para estigmatizar al Otro resulta hoy bien conocido, pues se utiliza habitualmente en los medios de comunicación. Pero, ¿son recientes? ¿En qué términos se han utilizado históricamente?

-No se trata, en ningún caso, de fórmulas nuevas. Sus orígenes pueden rastrearse hace más de un siglo. En 1896 Theodor Hertz, padre del sionismo, afirmó que «el estado judío sería una parte del muro europeo en Asia, un puesto avanzado de la civilización contra la barbarie». Unas décadas después, el líder de la corriente derechista del sionismo, Vladimir Jabotinsky afirmó que «los judíos, gracias a dios, no tenemos nada que ver con Oriente (…).El alma islámica debe ser barrida de Israel. (Los árabes y musulmanes) son una horda vociferante vestida con sucios harapos». En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, David Ben Gurion también llegó a hablar de un «segundo holocausto» para referirse a una supuesta amenaza de los países árabes. Y, más recientemente, Ehud Barak (ex primer Ministro de Israel) definió a Israel como «una villa en medio de la jungla».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.