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Líbano

El izquierdista envejecido

Fuentes: Al-Ajbar (edición en inglés)

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

No es que la izquierda árabe de hoy en día esté abatida por el envejecimiento. Los primeros síntomas de su enfermedad aparecieron poco después del colapso de la Unión Soviética. La izquierda árabe no supo cómo actuar en aquel momento y se convirtió en una especie de huérfana necesitada de comprensión y caridad aunque incapaz de atraerse la simpatía de los demás.

Cuando se les deja solos, sus «abstracciones» les traen recuerdos de los buenos tiempos. Pero hoy en día no vemos ninguna labor suya excepto en el papel que adoptan haciéndose pasar por el médico del barrio que nos viene a informar de que nuestro hijo está enfermo y de que debemos de llevarlo al hospital.

En Líbano existe una variedad de izquierdistas que al menos en las últimas cinco décadas lo han intentado todo. Solían dirigirse a la gente joven en las universidades, hablar a las multitudes obreras y campesinas y pasar mucho tiempo con la juventud de los barrios periféricos.

Solían escribir allí donde pudieran publicar y decían grandes palabras sobre todo. Solían describirse siempre a sí mismos como la última alternativa en busca de un sistema diferente y no solo de un gobierno diferente. Solían no estar de acuerdo jamás en comprometerse. Solían…, solían…, solían…

Entonces llegó la guerra civil secuestrada pronto por los sectarios y por sus patronos regionales e internacionales. Cuando Israel metió sus zarpas en ella, la izquierda adoptó una misión patriótica que desplazó a todo lo demás pero las mentes enfermas hambrientas de poder cambiaron sus prioridades.

Los izquierdistas se implicaron una vez más en guerras sin sentido y algunos de sus intelectuales se fueron del país. Expresaron su rechazo al mantenimiento de una guerra sin sentido escapándose. Cuando fuerzas extranjeras decidieron poner fin a las hostilidades en Líbano, la izquierda regresó para encontrarse con sus viejas herramientas. No se dieron cuenta de lo que había cambiado y siguieron actuando con los mismos rituales que habían utilizado desde el comienzo de los años 90, luchando por una posición de liderazgo en un partido político aunque con forma de camarilla.

No obstante, el tiempo ha demostrado que algunos son incapaces de admitir la derrota y de asumir responsabilidades. La autocrítica no sirve de nada si no va emparejada con tomar distancia del pódium y con dar unos cuantos pasos hacia atrás para permitir que otros expresen sus propias ideas aunque estén llenas de errores. Esto no ha ocurrido porque no pueden aceptar una posición menor que la de maestros, profesores o pensadores que hablan para los demás.

El problema no es que regresaran victoriosos con herramientas genuinas y originales. El problema es que intentaron convencernos de que habían cambiado en todos los aspectos, incluidas sus herramientas. Empezaron a actuar como si la mentalidad capitalista no siempre estuviera equivocada.

Han tomado prestadas únicamente sus herramientas liberales, esas de las que se sirve el poder central que gobierna el mundo hoy en día en nombre de la democracia y los derechos humanos. Es el poder que controla los recursos, el conocimiento y las decisiones en todo el mundo. Ahora, la antigua izquierda quiere que demos la bienvenida a su liderazgo y a su inspiración. Quiere que aceptemos su último consejo de utilizar las herramientas más obvias de los liberales. Pero, ¿tenemos que hacerlo?

Esta izquierda «neoliberal» sostiene cada día que apoya la Resistencia pero no habla de cómo lo hace. No deja de criticar a las fuerzas que integran la resistencia por no ser de su cuerda ideológica. Luego nos dice que está en contra del despotismo pero no nos dice como estar en la práctica contra los déspotas creados por el imperialismo global. Después, uno los ve como un aliado leal -en cada palabra, en casa posición y en cada pensamiento- de ese imperialismo que acaba de decidir combatir el despotismo.

Esta izquierda neoliberal habla todo el tiempo de las masas atrasadas y de cómo no son capaces de seguir su dirección. Viviendo en una época de un fanatismo extremo, no hay espacio para la racionalidad de esta izquierda en su versión colonialista. Día y noche critican a todo el que cuestiona los actuales levantamientos árabes, los acusan de ser agentes del despotismo y del oscurantismo.

Esta izquierda neoliberal habla todo el tiempo de ilustración, de progreso y de la necesidad de abandonar esta etapa actual y saltar directamente hacia el cambio, que no tiene ni nombre ni rostro. Diariamente defienden a los imbéciles y asesinos controlados y financiados por Occidente y por sus compinches que roban las riquezas árabes y dirigen bandas reaccionarias y nihilistas. Si alguien plantea alguna duda, se le acusa inmediatamente de ser un derrotista, retrógrado y estar contra el cambio.

Por encima de todo, quieren convertir la resistencia y la firmeza contra el proyecto estadounidense en una acusación ética. Se atreven a utilizar este término para vilipendiar a los demás y puede que pronto empiecen a decir que la resistencia es un impedimento para el progreso y la prosperidad.

La segunda vez que regresó al periódico AlHayat (financiado por Arabia Saudí) que yo recuerde, el difunto Joseph Samaha [*] -a quien hoy abrazan sirviéndose de su distante pasado sin un ápice de ética y negando su realineamiento antes de morir- se reunió con Yihad al-Jazin [columnista y antiguo editor de Al-Hayat]. «Ya sabes que yo digo que soy el sheij de la prensa de derechas pero el problema ahora lo tengo con quienes estaban en la izquierda y se han unido al club. No saben lo que están haciendo y comparto su vergüenza. Por favor, vuelve [a Al-Hayat] porque esto supone algo más que un simple obstáculo», le dijo Al-Jazin.

Hoy en día, tenemos que pedir a Dios que de larga vida a Hazim Saghieh [libanés, editor político del Al-Hayat, antiguo comunista y autor del panfleto «En defensa de la paz» que respaldaba los Acuerdos de Oslo] y a sus productivos colegas. Su liberalismo resulta más lúcido aunque lo hayan adquirido tarde.

Verdaderamente se encuentran en el centro de la acción y no en el fin que ellos denominan principio.

Ibrahim al-Amin es editor jefe de Al-Ajbar.

*Joseph Samah (Líbano, 1949-2007) fue un prestigioso periodista de izquierdas reconocido tanto por su erudición como por su respaldo a la resistencia palestina y libanesa. Fundó precisamente el periódico Al-Ajbar tras un periplo profesional en diversos periódicos árabes.  

Fuente: http://english.al-akhbar.com/content/aging-leftist