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Un terremoto en el mundo árabe

El levantamiento en Egipto y sus implicaciones para la causa palestina

Fuentes: CCIPPP

Estamos en medio de un terremoto político en el mundo árabe, y el suelo no ha dejado de temblar. Hacer predicciones cuando los acontecimientos son tan rápidos es arriesgado, pero no hay duda alguna de que el levantamiento en Egipto -incluso si se acabara- tendrá un impacto enorme en la región y en Palestina. Si […]

Estamos en medio de un terremoto político en el mundo árabe, y el suelo no ha dejado de temblar.

Hacer predicciones cuando los acontecimientos son tan rápidos es arriesgado, pero no hay duda alguna de que el levantamiento en Egipto -incluso si se acabara- tendrá un impacto enorme en la región y en Palestina.

Si el régimen de Mubarak cae y es reemplazado por un poder menos ligado a Israel y a los Estados Unidos, Israel será el gran perdedor. Como ha comentado Aluf Benn en el periódico israelí Haaretz: «La desaparición del gobierno del presidente egipcio Hosni Mubarak ha dejado a Israel en un estado de desorientación estratégica. Sin Mubarak, Israel se encuentra sin casi ningún amigo en Medio Oriente. El año pasado, Israel vio como se hundía su alianza con Turquía».

En efecto, observa Benn, «Israel no se encuentra ya más que con dos aliados estratégicos en la región: Jordania y la Autoridad Palestina». Pero lo que Benn no dice es que esos dos «aliados» tampoco se librarán.

En el curso de las últimas semanas, he estado en Doha para examinar los informes palestinos desvelados por Al-Jazira. Esos documentos subrayan la medida en la que la división entre los proamericanos de la Autoridad Palestina en Ramallah dirigidos por Mahmud Abbas y su facción del Fatah, de un lado, y Hamas en la banda de Gaza del otro -ha sido una decisión política tomada por poderes de la región o externos a ella: los Estados Unidos, Egipto e Israel. Esta política comprendía la aplicación estricta por Egipto del bloqueo a Gaza.

Si el régimen de Mubarak se va, los Estados Unidos van a perder una enorme palanca para influenciar en la situación en Palestina y la Autoridad Palestina (AP) de Abbas va a perder uno de sus principales aliados contra Hamas.

Ya desacreditada por la extensión de su colaboración y de su capitulación expuesta en los informes palestinos, la AP quedará aún más debilitada. En ausencia de un «proceso de paz» creíble para justificar la prosecución de su «coordinación securitaria» con Israel, o sencillamente su propia existencia, la cuenta atrás puede también comenzar para una implosión de la Autoridad Palestina. Incluso el apoyo de los Estados Unidos y de la Unión Europea a un estado policíaco y represivo montado al gusto de la AP pude no ser ya políticamente sostenible. Hamas puede ser el beneficiario inmediato de esto, pero no necesariamente a largo plazo. Por primera vez desde hace años asistimos a amplios movimientos de masas, y aunque participen en ellos islamistas, esas masas no están necesariamente dominadas o controladas por ellos.

Hay también un valor de ejemplo para los palestinos: la duración de los regímenes tunecino y egipcio estaba fundada en la percepción de que eran fuertes, en su capacidad de aterrorizar a una parte de sus poblaciones y de cooptar a otra. La facilidad relativa con la que los tunecinos han echado abajo a su dictador, y la rapidez con la que Egipto, y quizá el Yemen, parecen ir en la misma vía, podrían bien enviar el mensaje a los palestinos de que ni Israel ni las fuerzas de seguridad de la AP son tan indomables como parecen. En efecto, la fuerza «disuasiva» de Israel sufrió ya un enorme golpe con su fracaso en vencer a Hezbolá en los ataques sobre el Líbano en 2006 y en vencer a Hamas en Gaza en el invierno de 2008-2009.

En cuanto a la AP de Abbas, jamás tanto dinero venido de los donantes internacionales ha sido consagrado a una fuerza de seguridad con tan malos resultados. El secreto a voces es que si el ejército israelí no ocupara Cisjordania y no sitiara Gaza (con la ayuda del régimen de Mubarak), Abbas y su guardia pretoriana habrían caído hace mucho. Construyendo sobre la base de un proceso de paz fraudulento, los Estados Unidos, la UE e Israel -con el apoyo de regímenes árabes decrépitos y ahora bajo la amenaza de sus propios pueblos- han construido un castillo palestino de naipes que es poco probable que se mantenga de pie mucho tiempo más.

Esta vez, el mensaje puede ser que la respuesta no es una más fuerte resistencia armada, sino un poco más de poder al pueblo y que el acento se ponga más en las manifestaciones populares. Los palestinos forman al menos la mitad de la población en la Palestina histórica -reuniendo Israel, Cisjordania y la banda de Gaza. Si se levantan colectivamente para exigir la igualdad de derechos, ¿qué podría hacer Israel para detenerlos? La violencia brutal y asesina de Israel no ha impedido manifestaciones regulares en pueblos de Cisjordania, como Bil´in y Beit Ommar.

Israel debe temer que si responde a una insurrección general con brutalidad, su apoyo internacional ya precario podría comenzar a evaporarse tan rápidamente como el de Mubarak. El régimen de Mubarak, parece, está en rápida «deslegitimación». Los dirigentes israelíes han indicado claramente que una implosión así del apoyo internacional les produce más miedo que cualquier amenaza militar exterior. Con el cambio de poder a favor del pueblo árabe (…), los gobiernos árabes no podrán permanecer silenciosos y cómplices como lo han estado durante años ante la opresión de Israel a los palestinos.

En cuanto a Jordania, el cambio está ya en curso. He asistido ayer a una manifestación de miles de personas en el centro de Amman. Esas protestas, bien organizadas y pacíficas, convocadas por una coalición de partidos islamistas y la oposición de izquierdas, tienen lugar desde hace semanas en las ciudades a través de todo el país. Los manifestantes exigen la dimisión del gobierno del primer ministro Samir al-Rifai, la disolución del parlamento elegido en lo que ha sido ampliamente consideradas como elecciones fraudulentas en noviembre, nuevas elecciones libres fundadas en leyes democráticas, justicia económica, el fin de la corrupción y la anulación del tratado de paz con Israel. Había fuertes demostraciones de solidaridad con el pueblo egipcio.

Ninguna de las componentes de la manifestación contaba con que el género de revolución que se ha producido en Túnez y en Egipto se produjera en Jordania, y no hay ninguna razón para creer que tales desarrollos sean inminentes. Pero los eslóganes oídos durantes esas manifestaciones no tenían precedentes en su audacia y su desafío directo a la autoridad. Todo gobierno que se haga más sensible a los deseos de su población deberá revisar sus relaciones con Israel y los Estados Unidos.

Una sola cosa es hoy segura: ocurra lo que ocurra en la región, la voz del pueblo no puede ya ser ignorada.

Ali Abunimah es redactor jefe de The Electronic Intifada y autor de One Country: A Bold Porposal to End the Israel-Palestinian Impasse.

Fuente: http://www.protection-palestine.org/spip.php?article10041

Traducido por Faustino Eguberri para VIENTO SUR