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Entrevista con Uri Avnery

El mapa mental de Sharon

Fuentes: Masiosare

El desalojo de los territorios ocupados como un hecho que marcará la historia del conflicto palestino-israelí, la derrota de los religiosos ultranacionalistas, el concepto de terrorismo, la personalidad y el mapa mental de Ariel Sharon ­ahora confinado a una cama de hospital­ desfilan en las lúcidas reflexiones de Avnery, legendario político y periodista israelí


La idea de conversar con Uri Avnery me seducía desde antes de mi partida a Israel, donde me encontraría con el periodista que se enfrentaba políticamente al establishment sionista, a lo largo de muchas décadas, con una mirada sumamente crítica; quien no dejó de ser íntegro durante los años que fue diputado de oposición; ese ser humano que recogía en forma activa, en sí mismo, un fragmento importante de la historia del siglo XX, en Medio Oriente. Para ello tuve la suerte de encontrarme en una misma mesa de discusión sobre el problema de los refugiados palestinos, en la ciudad de México, con el historiador israelí Teddy Katz, quien forma parte del grupo Paz Ahora, del cual Avnery fue fundador.

Iniciamos nuestro camino a Tel Aviv en un día caluroso, casi asfixiante. Llegando a la ciudad nos adentramos rumbo al mar, y muy cerca de la playa detuvimos el automóvil frente a un edificio de departamentos bastante alto. Entramos y gracias al elevador llegamos sin cansancio al piso octavo. El departamento es amplio, sencillo, con muchos libreros, y enormes ventanales que permitían ver a la distancia el mar. Avnery, alto, delgado y de figura muy recta, con todo y su edad. Pelo blanco abundante y sonrisa fácil. Nos sentamos y con vasos de jugo de frutas frío iniciamos la conversación.

[La entrevista, realizada hace unos meses, mantiene vigencia especialmente por el retrato que Avnery hace de Ariel Sharon, el primer ministro quien ahora yace en un hospital tras un infarto cerebral, y cuya desaparición modifica el panorama del conflicto árabe-israelí].

­¿Dónde y cuando nació, qué hizo los primeros años de su vida y cuál fue aquella vivencia que le llevó a abrir una mirada crítica en relación al conflicto palestino israelí?

­Nací en Alemania en 1923, proveniente de una familia de clase media, éramos cuatro hermanos, sin problemas económicos. Desde que Hitler llegó al poder mi padre entendió lo que pasaba y decidió, en 1933, emigrar a Israel, Palestina.

De un día a otro pasamos de ricos a pobres, tan pobres que no terminé la escuela primaria. Comencé a trabajar desde los 14 años y todavía trabajo. A los 15 años me integré al grupo activista judío nacional militar Hetzel; estuve ahí cuatro años. Salí de ese grupo a los 19 años, y casi de inmediato formé un movimiento denominado El joven Israel, en hebreo, o la joven Palestina, en inglés o árabe. En ese momento, 1946, convocamos a una política nueva, que decía: primero, somos una nación hebrea nueva. No sé si en español hay diferencia entre judío y hebreo, pero nosotros realizamos esa diferencia. Nos declaramos nueva nación hebrea, no fuera del pueblo judío sino dentro de éste. Desechamos el concepto de Medio Oriente, y desde entonces no me interesa utilizar esa definición. Es un nombre de corte realmente imperialista. Por lo tanto, creamos un nuevo concepto: el espacio semita. Semita, porque este concepto es el único común entre nosotros y los árabes. Lenguas semitas, historia semita. Publicamos un boletín desde 1946, a inicios de la guerra contra los ingleses. Un mes antes que iniciara la lucha publiqué un documento: «Guerra o paz en el espacio semita». Ahí llamamos a una unión entre la nación palestina y la nación nueva hebrea, en el marco de una unión semita. Realizamos, asimismo, una síntesis del documento en inglés y árabe y lo enviamos a los periódicos. Las primeras reacciones fueron de sorpresa e interés. Desde que se inició la guerra participé en la unidad de combate llamada «Los guardianes de Sansón» y escribí, siendo soldado, lo que acontecía en esa guerra. Fui herido gravemente, casi al final de la misma. Terminada la guerra recopilé y publiqué lo que había escrito, lo cual tuvo una gran repercusión. Fue reditado 12 veces durante todo un año.

Inmediatamente después publiqué El otro lado de la moneda. Con el primer libro me convertí en una especie de héroe nacional, mientras que con el segundo me transformé en el mayor traidor de Israel.


Entrada a Ramala

Fundé en 1963 un partido político, retomando el nombre de la revista Ha Olam a Ze, Nueva Fuerza. Fui 10 años miembro muy activo de la Kneset (parlamento). En ese tiempo publiqué el libro titulado Uno contra 119. Fue fruto del enfrentamiento político.

En 1993 fundamos con otras personas la organización política Gush Shalom’ [una de las organizaciones pacifistas más importantes de Israel. N. del E.]. Y seguimos en la brecha. Tuve el gran honor de que Golda Meir, primera ministro, en una reunión oficial, dijo que estaba dispuesta a ir a las barricadas con tal de expulsarme del Parlamento.

El primer retroceso de la colonización

­¿Qué implicaciones reales cree que va a tener la desocupación y el desmantelamiento de las 21 colonias en Gaza y cuatro en Cisjordania, cuya población no rebasa las ocho mil personas?

­La implicación histórica más importante es que por primera vez un proceso de colonización retrocede. Es posible que dentro de 50 años los historiadores determinen que este momento fue el inicio del retroceso definitivo de la colonización en territorios palestinos. Lo que podemos decir es que a pesar de toda la puesta en escena de los medios, la dramatización aparente, el kitsch, la crema en el pastel de las exageraciones, en los dramas individuales de los colonos, esta acción fue llevada a cabo de una forma sencilla y tranquila. Se sabe que una sección especial del ejército realizó arreglos previos con el rabinato. Paso por paso fue planificado, quizá hasta una parte de las escenas de lágrimas y dolor.

Mas allá de todo esto, hay componentes que hay que destacar:

Ante todo, fue un enorme triunfo de la democracia israelí, a pesar del intenso ataque de la secta religiosa nacionalista, la democracia y la sociedad demostraron su fortaleza. Por otro lado, el ejército cumplió en su totalidad con los enunciados democráticos, este hecho es sumamente importante, y por último, de un carácter mucho más regional, este hecho fue una especie de temblor dentro de de los círculos del poder político en Israel. Se comienzan a ver desprendimientos en los partidos políticos, y es muy posible que próximamente se lleven a cabo reajustes y la formación de nuevas organizaciones políticas.

­El grueso de las colonias judías existentes son las ubicadas en Cisjordania, las cuales aglutinan a unas 250 mil personas. ¿Podrá ser factible la desocupación de esas colonias?

­La colonización en Cisjordania se divide en cuatro partes: ante todo los barrios circundantes a Jerusalén. Por otro lado, un grupo, no mayor de 100 personas, se apropió de importantes colinas en Cisjordania, con ayuda ilegal del ejército, creando focos de presencia judía en pequeñas colonias, los fortines. Existe una tercera forma, que es la creación de colonias pequeñas en territorio cisjordano, cuyos habitantes representan los sectores más extremistas de la secta religiosa nacionalista. El cuarto elemento es el formado por las poblaciones más grandes, como Ariel, Malei Adumim, Kiriat Séfer, que tienen de 15 a 20 mil habitantes. Pueden ser pequeñas pero el terreno que las circunda es muy grande. Por ejemplo, en Malei Adumin, donde hay 30 mil habitantes, el terreno es mayor que Tel Aviv.

En un futuro para estas cuatro formas de colonización se darán soluciones diferentes. Con respecto a las barriadas judías de Jerusalén, creo que la solución será, un poco, como lo planteado por el ex presidente Clinton, lo que es judío será integrado a Israel y lo que es árabe será integrado a los palestinos. Los llamados fortines serán fácilmente desmontados, como parte de la presión estadunidense. A las pequeñas colonias ideológicas Sharon ya dijo que las hará desaparecer, será un poco difícil porque el peso ideológico es fuerte y real. Sobre la colonización de las poblaciones, hay separar. Hay poblaciones que se encuentran justo sobre la frontera y es posible que se pueda llegar a algún acuerdo respecto a ellas. Por ejemplo, leí en una carta en un periódico una proposición: Egipto daría a los palestinos una parte territorial en la frontera con Gaza, Israel le entregaría a Egipto territorios fronterizos en el Negev y los palestinos aceptarían la integración de esas poblaciones a Israel. No quiere decir que todo puede ser posible, puesto que hay poblaciones judías que se encuentran en pleno corazón de Cisjordania y eso implicaría partir, desmembrar, la estructura del futuro Estado palestino. Se podría admitir a esas poblaciones sin territorio adyacente, y que sólo estuviesen comunicadas con Israel por medio de una carretera o un túnel.

­¿Esto lo que usted quiere? ¿Es lo que piensa que podrá ser?

­Yo no quiero nada. O mejor dicho yo quiero que Israel y los palestinos lleguen a un acuerdo que sea aceptable para ambas partes, y yo no seré más radical que los propios palestinos.


Foto en casa: Avnery con Arafat

­¿Cree que los palestinos aceptarán la anexión israelí de esas poblaciones sin ningún problema?

­Se trata de diferentes problemas. En lo que corresponde a las poblaciones cercanas a la frontera, puede haber puntos de discusión y de arreglos; en lo que implica a las poblaciones al interior de los territorios palestinos, no hay duda alguna, no puede haber ningún tipo de colonias dentro de ese Estado palestino.

Los ultranacionalistas y el muro

­El proceso previo a la desocupación de las colonias en Gaza dividió a la sociedad israelí, simbólicamente, en azules y anaranjados. ¿Qué es lo que se discute entre esas dos divisiones?

­La polémica es sobre lo que realmente es Israel. La gran mayoría de la población israelí desea un país democrático, más o menos laico. Ese sector minoritario religioso, esa secta nacionalista, desea un país absolutamente diferente: un país teocrático. La ley religiosa, la palabra de Dios, es interpretada por los rabinos, por lo tanto, también los rabinos están sobre los fundamentos del Estado y según ellos ­ya que Dios nos entregó el país­ este debe ser un país totalmente judío. Esa idea los guía, un país limpio, puro, sin árabes. Su posición es que habiendo Dios elegido a este país, los parlamentarios, los representantes del pueblo, no tienen derecho alguno a negociar, o a entregar ni un metro del mismo a los extraños. Y cuando dicen extraños se refieren a los árabes.

Ahí se encuentra el debate. Pero es bueno decir que a pesar de todo lo ocurrido en estos meses, los ultra religiosos no han conseguido a nadie más. El fracaso más importante de los colonizadores, de la secta religiosa ultranacionalista, es que quedó realmente sola. Es posible ver en las fotos de las manifestaciones que ahí no se encontraba una persona que no perteneciese a la secta. Este es un hecho importante para el futuro, porque la derecha laica, es a pesar de todo democrática.

­¿Cree que el polémico Muro de Seguridad es una construcción que impide o impedirá las acciones violentas de los grupos armados palestinos? ¿Cuál puede ser o es la función política de ese muro?

­Estoy en contra de cualquier tipo de muro. Apoyo el establecimiento de un Estado palestino desde 1949 y siempre en las miles de palabras que escribí y hablé sobre ese tema, siempre dije que había establecer dos países con fronteras abiertas. Pero, en la situación originada, en el ámbito de la seguridad, producto de nuestra culpabilidad, de la de ellos, de la de todos, es posible entender la proposición de ese muro, pero con una condición: que estuviese en la frontera, en territorio israelí. Es lo que expresó el Tribunal Penal Internacional. Pero la construcción actual del mismo es mayoritariamente en territorio palestino. Hay que decir que la función principal de ese muro no es de la seguridad, sino el de establecer las fronteras, las nuevas, del Estado de Israel. Me opongo a ese muro con todas mis fuerzas.

Pero debe decirse que la propuesta de la construcción del muro provino de la izquierda, del laborismo básicamente. Sharon la retoma bajo su óptica y la aprovecha, pero hay que ser claros, que fuera de nosotros y de algunos grupos radicales, no existe oposición a la construcción del muro. Ahora está claro que la consecución de acciones terroristas aún después de la construcción de ese muro demuestran la poca funcionalidad del mismo, en el ámbito de la seguridad. Se puede decir que de la misma forma que se construye se puede demoler. No le doy al muro una gran importancia en sí mismo.

El mapa de Sharon

­¿Cómo se debe leer la actual política de desmantelamiento de las colonias y retirada del ejército en Gaza, y cuáles son para usted, las razones políticas de tal decisión?

­Ariel Sharon cree fervientemente que tiene un papel histórico. Hace ya docenas de años concluyó de que él era la única persona capaz de dirigir la nación. Que todas las otras personas a su alrededor, políticos y generales, eran enanos cuya llegada al poder llevaría a Israel a un desastre incalculable. El tiene bien claro qué es lo que Israel debe realizar en el futuro, de aquí a unos 50 años: anexar partes territoriales importantes de Cisjordania y asentar a los palestinos (porque es imposible expulsarlos, por ahora), empezando por Gaza y algunas ciudades, o sea, entregar la mayor parte de territorios a Israel y el mínimo a los árabes. Tiene un mapa en su cabeza desde hace mucho tiempo. El apoyó y dio ayuda para la creación de los asentamientos desde hace muchos años. Y para realizar ese mapa hay que entregar a Gaza y todos los pequeños asentamientos dispersos y así lograr una nueva frontera para Israel, y de una forma unilateral. El estaba seguro que este plan sería aceptado por el movimiento de los colonialistas, sus amigos. El es un general, y un general es aquel que observa el campo de batalla y dice: esa colina, la necesito, o esa otra no es importante. Es una forma de pensar simple. Pero los colonialistas piensan diferente. Para ellos perder una pequeña colina implica la posibilidad de que el contrario venga a exigir colinas mayores. Esta es la primera razón. La otra es la presencia política de Estados Unidos. Uno de los componentes ideológicos básicos del sionismo desde que se conformó fue siempre la de ser un aliado de las potencias occidentales. Una vez fue Inglaterra, otra Francia, ahora, evidentemente, es Estados Unidos. Para Sharon el pacto con Estados Unidos es el más importante de los 10 mandamientos. Ahora, lo que pasa es que la visión de Estados Unidos, en referencia con esta zona, ha variado un poco a partir de la guerra con Irak. Esta guerra no ha sido tan limpia y las consecuencias actuales es que la realidad iraquí amenaza seriamente a Bush. Por lo tanto está obligado a tener algún buen resultado en el Medio Oriente. Como no se encontraron las bombas de exterminio masivo, ni tampoco a Bin Laden, él habla ahora de democracia y paz. La única democracia real es la democracia palestina. Y por lo tanto ha presionado por algún resultado y así surge el plan de la retirada de Gaza. Bush necesitaba algo para que se demostrara su promoción de la paz y las democracias en la región. Para Sharon, el vínculo estadunidense en general, y la conexión Bush en particular, es un pilar central de la seguridad nacional. Este plan de la retirada de Gaza se parece un poco a un plan de paz, y por consiguiente cumple lo prometido. Sharon ha reiterado hace poco tiempo, en una entrevista a la prensa: «Prefiero alcanzar un acuerdo con los estadunidenses en lugar de alcanzarlo con los árabes».

­En Israel, 20 % de la población conforma a la minoría palestina, ¿cuáles deberían ser las alternativas concretas de igualdad para estos ciudadanos, por parte del Estado y la sociedad israelí?

­Regreso a la pregunta ¿qué es el Estado de Israel? La doctrina oficial dice que éste es un estado judío y democrático. Esto ya representa una contradicción interna. Israel intenta desde hace 57 años conciliar estos dos extremos. Quien retoma esta definición tiene un problema .Yo jamás la acepté, yo quiero un estado israelí democrático, un estado que la relación entre el Estado y sus habitantes sean en función de su ciudadanía y ninguna otra cosa. Desde el instante en que existe la definición de Estado judío es entonces cuando nace la pregunta: ¿ qué hacer con la minoría nacional? Y desde ese momento el que quiera un Estado judío debe aceptar que la única solución hacia la minoría árabe es la de otorgar todos los derechos nacionales a esa minoría: autonomía cultural, igualdad de derechos económicos y sociales, etcétera. El problema no se solucionará, realmente, todo el tiempo que el Estado sea un poco laico y un poco religioso. A los ciudadanos árabes, como producto de este hecho, les ha surgido un problema específico, que es el de si ellos quieren ser ciudadanos israelíes, como los demás, o si quieren tener un estatus de minoría nacional con especial ligazón con el pueblo palestino. Ese es el problema, no han decidido, quieren ambas cosas.

Hay deseos muy profundos en la población árabe de ser israelíes, pero también una muy estrecha relación con los palestinos de otros lugares. Por lo tanto, hay una contradicción interna de ambos lados. No creo que la solución pueda concretarse de hoy para mañana, pero ya el hecho de discutir el carácter del Estado es importante.

­Hay terror de ambas partes, ¿cuáles son las expresiones del mismo y sus posibles diferencias? Por otro lado, será posible llegar a la posibilidad de su inexistencia?

­Yo no sé que es terror. Yo fui terrorista, miembro de un grupo terrorista, tuve en mi casa una bodega de armas. Si intentamos referirnos seriamente a su definición, no existe una conceptualización acordada, si la ubicamos porque se hiere o se mata a los civiles, bueno, también el ejército golpea a los civiles. Por lo tanto se llega a la definición de que terrorista es aquél que ataca a los civiles y no viste uniforme. Esa discusión semántica no tiene importancia. La definición más conocida es la de aquél que crea miedo en las personas con la intención de alcanzar finalidades políticas. Toda guerra está basada en el terror. Estados Unidos bombardeó Dresden creando una acción de terror de enormes proporciones. Su intención fue provocar miedo en la población para que se rindiera. Por lo tanto debo decir, que terror es una forma de lucha. Ayer leí en el periódico que decir que la guerra de Irak era una guerra contra el terror es como decir que la Primera Guerra Mundial fue una guerra contra los cañones. Por lo tanto debo decir que esta guerra en la que Israel la realiza a través del ejército y los palestinos por medio de organizaciones no oficiales, ¿cómo es posible detenerla? Sólo se puede detener por medio de un acuerdo de paz. Ahora, si queremos hablar seriamente sobre aquello que dicen terror, yo puedo decir, con la experiencia como miembro, en el pasado, de una organización terrorista, la fuerza y la razón de una organización clandestina de utilizar medios violentos, depende totalmente de la opinión pública. Toda organización clandestina actúa así cuando percibe que la opinión pública está a favor de ese tipo de acciones. No actúa cuando siente que se está en contra. Hay razones concretas y hay razones políticas. Las razones concretas son simples, una organización de ese tipo necesita permanentemente ayuda de la población. Todo el tiempo. Un hecho simple, si yo huyo, necesito refugio, protección, alimentarme, armas, todo eso no puede darse si no existe buena cobertura pública.

­Si se fuese optimista, ¿cuál sería para ti el camino o los caminos para poder llegar a una situación real de paz, coexistencia, y participación igualitaria con el pueblo palestino y los países de la región?

­El conflicto en que nos encontramos es sumamente especial. En un conflicto normal no se sabe cuál es la solución, pero se busca avanzar, entre todos nosotros sabemos cuál es la solución, pero no se sabe cómo llegar a ella. A lo largo de estos 50 años se ha discutido tanto sobre este tema. Los puntos medulares sobre el acuerdo de paz son totalmente claros, se discute sobre algunas diferencias, pero sobre los puntos básicos se está completamente seguro. La desconexión fue un triunfo real del sector por la paz, pero su reacción es el de estar pesimistas, angustiados. Realmente hemos tenido un gran triunfo. Hace años era muy difícil encontrar en la población israelí, o en el exterior, que se pensase en los derechos de los palestinos, mejor dicho, en el reconocimiento de su existencia como pueblo. Hoy todo ha cambiado. Hay un consenso mundial, y en Israel, de que es indispensable la creación de un Estado palestino. La solución, en teoría, es simple. Unicamente hay que enfrentarla y realizarla.