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El matón de Israel ante la ONU

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

El nombramiento efectuado por el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu de uno de sus declarados rivales de línea más dura como nuevo embajador de Israel ante las Naciones Unidas ha causado amplia consternación.

Como señalaba la pasada semana un analista israelí, el nombramiento de Danny Danon equivale a una «cruel burla» hacia la comunidad internacional. El nuevo enviado «carece incluso del más mínimo nivel de finura y sutileza que se le supone a un alto diplomático».

El pasado año, Netanyahu despidió a Danon como viceministro de defensa, tildándole de demasiado «irresponsable» incluso para los estándares de la habitualmente anárquica política de Israel. Danon había denunciado al primer ministro por «flaqueza izquierdista» en su manejo del ataque de Israel contra Gaza del pasado verano.

Danon es la peor pesadilla para un funcionario de la ONU. Se opone rotundamente a la solución de los dos Estados y ha exigido una y otra vez la anexión de Cisjordania.

Ya en 2011, días antes de que la Asamblea General de la ONU votara sobre la estatalidad palestina, Danon despreció el foro mundial por irrelevante. «Aunque haya un voto favorable, será un Estado de Facebook».

A juzgar por todos los indicadores, el momento de su elección por Netanyahu no podía haber sido peor. Danon va a representar a Israel cuando se espera que los palestinos redoblen sus esfuerzos ante la ONU para afianzar el reconocimiento de su estatalidad. También será un destacado portavoz cuando Israel intente eludir las investigaciones por crímenes de guerra en la Corte Penal Internacional de La Haya.

La explicación por lo general aceptada es que la decisión de Netanyahu ha estado impulsada por cálculos internos, no diplomáticos. Danon es el número uno de la derecha israelí y ha conseguido incluso que el primer ministro parezca demasiado prudente y conciliador.

Los dos se enfrentaron por el liderazgo del Partido Likud el pasado noviembre. Danon perdió, pero Netanyahu teme sin duda, con su partido y la opinión pública israelí deslizándose cada vez más hacia la extrema derecha, que el tiempo de su rival se esté acercando.

Se dice que tenía que quitar a Danon como jefe del poderoso comité central del Likud, despacharle hacia tierras lejanas y proporcionarle todas las oportunidades posibles para que se autolesione.

Pero esa no es toda la historia. El nombramiento de Danon revela algo más importante sobre las deterioradas relaciones de Israel incluso con sus partidarios internacionales.

Es difícil recordar hoy en día que Israel se tomó muy en serio a la ONU en otro tiempo. Tenía que hacerlo. En la década posterior a 1948, Abba Eban, el diplomático más importante del país, trató de forjar ante la ONU el reconocimiento y respetabilidad internacionales para Israel.

Eban utilizó con frecuencia el engaño y las distracciones, se supo que había confesado que «los diplomáticos van al extranjero a mentir para su país». Pero nunca olvidó la importancia de crear una fachada de justificación moral para las acciones de Israel, incluso cuando lanzó las guerras de agresión en 1956 en Suez y de nuevo contra Egipto en 1967.

La realidad alcanzó a Israel cuando la ONU adoptó una resolución en 1975, igualando su ideología oficial, el sionismo, con el racismo. La resolución fue sólo revocada dieciséis años después, una vez que la Unión Soviética se vino abajo y EEUU emergió como la única superpotencia mundial.

Washington presionó a la Asamblea General con la promesa de que Israel iba a involucrarse en un proceso de paz con los palestinos, lo que culminó poco tiempo después con los Acuerdos de Oslo.

Cuando empezó lentamente a desvelarse lo que de verdad era Oslo, y los dirigentes israelíes -en particular, el mismo Netanyahu- quedaron expuestos como auténticos reaccionarios, Israel tuvo que ponerse de nuevo a la defensiva.

Hoy en día, hay consenso en Israel en que la ONU no sólo es el bastión de los prejuicios antiisraelíes sino la incubadora del antisemitismo mundial, supuestamente generado en gran parte por los Estados árabes. Israel está libre de toda culpa, por tanto así es como están las cosas, que el mundo ha caído bajo el hechizo de quienes les odian.

La pasada semana, el golpe de despedida del predecesor de Danon, Ron Prosor, consistió en acusar de nuevo de antisemitismo a una importante funcionaria de la ONU, la jordana Rima Khalaf, por hacer hincapié en la indecible miseria causada por el bloqueo israelí contra Gaza de casi una década de duración.

Este año, con anterioridad, tras dimitir como embajador de Israel ante EEUU, Michel Oren fue más allá, argumentando que la plaga del antisemitismo había incluso infectado a los principales periodistas judíos estadounidenses. Sus críticas hacia Israel eran una prueba del odio que sienten hacia ellos mismos, afirmaba.

La necesidad de esa diplomacia desesperada ha ido creciendo según ha ido empañándose la imagen moral de Israel, incluso para sus aliados. Pero el acoso verbal y la intimidación por parte de diplomáticos experimentados como Prosor y Oren están produciendo cada vez menores rendimientos.

El mensaje de Danon es parte de una pauta perceptible en los recientes nombramientos de Netanyahu reflejando un creciente rechazo a involucrarse en cualquier tipo de diplomacia reconocible. Se prefiere la confrontación.

La tendencia se inició con la decisión de Netanyahu en 2009 al permitir que el mafioso de Avigdor Lieberman dirigiera el ministerio de asuntos exteriores y el cuerpo diplomático de Israel. Y, en particular, cuando Netanyahu eligió a Ron Dermer, un partidario de alto perfil del partido republicano estadounidense, para sustituir a Oren en 2013. Dermer está ampliamente acreditado como el autor del provocador discurso que Netanyahu dirigió a principios de año ante el Congreso de EEUU, en un indisimulado esfuerzo por socavar las negociaciones del presidente Barack Obama con Irán.

El nombramiento de Danon, como el de Dermer, indican el alcance en el que la derecha israelí ha abandonado cualquier esperanza de persuadir a la comunidad internacional de la justicia de su causa, o incluso de trabajar dentro de las reglas del arte de gobernar.

De la misma manera en que Dermer convirtió la Casa Blanca de Obama en un campo de batalla diplomático, puede esperarse que Danon acose, abuse y se enajene a sus compañeros embajadores ante la ONU en Nueva York. Un Israel que no acepta negociar ni comprometerse sólo pretende decirle al mundo que se equivoca y que a los israelíes les trae sin cuidado lo que otros piensen. Danon es el hombre adecuado para esa tarea.

Jonathan Cook ganó el Premio Especial Martha Gellhorn de Periodismo. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair » (Zed Books). Su sitio web es www.jkcook.net

Fuente: http://www.counterpunch.org/2015/08/25/israels-thug-at-the-un/