Traducido por Caty R.
Sale a recibirnos a la puerta de una casa, un edificio de pisos situado en las alturas de Damasco. Ningún protocolo, ninguna medida de seguridad, no nos registran ni controlan nuestras grabadoras. «Esta es la casa donde leo y trabajo. Sólo tiene este salón, una sala de conferencias y una cocina. Y, por supuesto, Internet y televisión. Mi esposa, Bassma, también viene a menudo. Aquí soy más productivo que en el palacio presidencial» Durante casi dos horas aborda todas las cuestiones, no elude ninguna. Es evidente que disfruta con el diálogo y utiliza las manos para enfatizar sus argumentos.
En vísperas de su visita a Francia, el presidente Bashar Al-Assad aparece relajado, confiado y locuaz. El aislamiento impuesto a Siria por Washington y la Unión Europea desde hace casi cuatro años se quiebra. El acuerdo entre el gobierno y la oposición libanesa en mayo de 2008 ha cerrado una página. «Se entendió mal la postura de Siria, se tergiversaron nuestras opiniones. Pero el acuerdo sobre Líbano ha devuelto a la gente a la realidad. Hay que aceptar que somos una parte de la solución, no sólo en Líbano, sino también en Iraq y Palestina. Nos necesitan para luchar contra el terrorismo y conseguir la paz. No pueden aislarnos ni resolver los problemas de la región mediante la manipulación de palabras como ‘el bien’ y ‘el mal’, ‘negro’ o ‘blanco’. Hay que negociar, incluso si no se está de acuerdo en todo…»
Mientras se anuncia la constitución del próximo gobierno de Líbano, señor Assad, ¿cómo ve el futuro de las relaciones con Beirut?
«Estamos dispuestos a resolver los problemas pendientes. Desde 2005, hemos intercambiado cartas sobre la demarcación de las fronteras. También declaré al presidente libanés de entonces, Emile Lahoud, y al Primer Ministro, que estábamos dispuestos a abrir una embajada en Beirut. Pero para ello era necesario tener buenas relaciones y no era el caso desde las elecciones de 2005»
El presidente Assad, efectivamente, temía que Líbano se convirtiera en una base de retaguardia para desestabilizar el régimen sirio. Después esa preocupación se alejó y Siria podría entablar relaciones diplomáticas con su vecino. Una fuente cercana a la presidencia anunció que, a partir de la formación de un gobierno de unidad nacional, Walid Mouallem, el ministro sirio de Asuntos Exteriores, visitará Beirut para discutir las cuestiones pendientes, especialmente con el Primer Ministro Siniora.
Bashar Al-Assad participará, el 13 de julio, en la inauguración del lanzamiento de la Unión para el Mediterráneo en París, lo que no impide que exprese algunos temores con respecto al proyecto. Cuando se lanzó el proyecto Euromediterráneo de Barcelona en 1995, dice, los funcionarios europeos «Pensaban que si se desarrollaban relaciones económicas entre los participantes, eso contribuiría a la paz. Pero aún no hay un proceso de paz». Este fue el caso en 1995, pero ya no es el caso de hoy: «Si no se empieza por establecer un diálogo político, es decir, si no se abordan los problemas reales, si no se avanza hacia la paz, no habrá espacio para cualquier otra iniciativa, se llame mediterránea o de cualquier otra forma».
Aunque se congratula de que la declaración final de la cumbre Unión del Mediterráneo incluirá un apartado sobre el «diálogo político», advierte del riesgo de un nuevo fracaso, «Porque entonces la confianza desaparecerá durante un largo período y nuestras sociedades pueden evolucionar hacia el conservadurismo, el extremismo…»
Esta idea le obsesiona y volverá a ella en varias ocasiones. «El terrorismo es una amenaza para toda la humanidad. Al Qaeda no es una organización, sino una ideología que ninguna frontera puede detener. Desde 2004, tras la guerra de Iraq, en Siria hemos asistido al desarrollo de células de Al Qaeda, sin conexión con la organización, que se alimentan de folletos, libros y, sobre todo, cualquier cosa que circule por Internet. Temo por el futuro de la región. Tenemos que cambiar el terreno que alimenta al terrorismo. Esto exige el desarrollo económico, cultura, sistema educativo, turismo y también el intercambio de información entre países sobre los grupos terroristas. El ejército solo no puede resolver este problema, los estadounidenses lo han demostrado en Afganistán».
¿Qué espera para su país dentro de cinco años?
«Que nuestra sociedad sea más abierta, que la nueva generación sea tan moderna como la de la década de los 60. Y también que sea más laica dentro de un entorno regional más laico». Una declaración de una asombrosa franqueza que refleja la profunda crisis de las sociedades árabes…
Y que ayuda a comprender por qué la paz le parece más necesaria que nunca al presidente sirio. Desde 2003, ha multiplicado las declaraciones sobre su voluntad de reanudar las negociaciones con Israel (1). Después de la guerra de Líbano de 2006, se ha desmarcado claramente de las declaraciones del presidente iraní Mahmud Ahmadinejad: «Yo no digo que hay que borrar a Israel del mapa. Queremos la paz, la paz con Israel» (Der Spiegel, 24 de septiembre de 2006). La respuesta de Ariel Sharon en primer lugar, y después de Ehud Olmert, fue un rechazo: «No se puede confiar en ese régimen», destinada, sobre todo, a que se oyera en Washington. Sin embargo, en mayo de 2008, Tel Aviv y Damasco anunciaron la apertura de negociaciones indirectas bajo los auspicios de Recep Tayyip Erdogan, Primer Ministro turco.
¿Por qué este cambio en la posición de Israel?
«La guerra de Líbano de 2006 ha enseñado a todo el mundo que no se puede resolver un problema con la guerra. Israel es la mayor potencia militar de la región y Hezbolá es más pequeño que cualquier ejército. ¿Y qué consiguió Israel? Nada».
El presidente recuerda que después de esa guerra, numerosas delegaciones de EEUU cercanas a las posiciones israelíes viajaron a Damasco. En diciembre de 2006, la comisión «Baker Hamilton» hizo un llamamiento para un diálogo entre Washington y Damasco, y en abril de 2007 Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de representantes, se entrevistó con Assad. «Sin embargo», continúa, «el principal obstáculo para la paz es la administración estadounidense. Es la primera vez que un gobierno recomienda a Israel que no se comprometa en la paz».
Assad es consciente de que no es para mañana. Recordó que la opinión israelí, si creemos los sondeos, se opone a la plena devolución del Golán. «Tras ocho años de parálisis (las negociaciones se suspendieron en el año 2000), después de la guerra contra Líbano, después de los ataques a Siria, la confianza no existe. Lo que estamos haciendo en Turquía es poner a prueba las intenciones israelíes. No confiamos en ellos y, sin duda, es recíproco»
El bombardeo israelí de una zona de Siria -que según Tel Aviv fabricaba armas nucleares- en septiembre de 2007, a pesar de todo, no rompió los contactos entre las dos partes, y el presidente Assad parece sereno: un equipo de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) visitó el lugar en cuestión y está convencido de que no ha encontrado pruebas de actividades nucleares ilegales en Siria.
¿De qué forma se pueden relanzar negociaciones serias y directas entre Israel y Siria?
«Queremos asegurarnos de que los israelíes están dispuestos a devolver todo el Golán; y también queremos establecer las bases comunes de la negociación, es decir, las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad, así como las principales cuestiones a tener en cuenta: fronteras, seguridad, el agua y las relaciones bilaterales»
El presidente sabe que la negociación requerirá la intervención de un mediador importante, EEUU, lo que implica la llegada de un nuevo presidente a principios de 2009. Pero mientras tanto hay que avanzar. Durante las negociaciones entre Hafez Al-Assad y Ehud Barak (entonces Primer Ministro israelí) en 1999-2000, se hicieron muchos avances en las cuestiones más espinosas. «Dije que el 80% de los problemas se habían resuelto entonces. Se trata de un orden de magnitud. Si volvemos a empezar de cero, como pretende actualmente Israel, vamos a seguir perdiendo tiempo. Nos gustaría que Francia y la Unión Europea alentasen a Israel para que acepte el resultado de las negociaciones de 1999-2000».
En varias ocasiones, el presidente expresa la esperanza de que Francia y la Unión Europea desempeñen un papel complementario al de Estados Unidos. Salvo la voluntad siria de recuperar la totalidad del Golán, recuerda que siempre se puede llegar a un acuerdo. Así, en materia de seguridad, Israel exigió en 2000 que se mantuviera una estación de guardia bajo control israelí en territorio sirio, una exigencia inaceptable para Damasco, que no puede tolerar una presencia militar israelí en su territorio. Finalmente, las dos partes llegaron a un acuerdo: las fuerzas de EEUU estarían presentes en la estación.
Muchos responsables de Estados Unidos, y también de Francia y Europa, esperan que las relaciones entre Siria e Israel empujen a Damasco a romper con Teherán. La respuesta del presidente es prudente. «Estados Unidos y Europa nos aislaron. Los iraníes nos apoyaron, ¿y debería decirles: ¡no quiero su apoyo, quiero permanecer aislada!?», dice riéndose. Más seriamente explica: «No necesitamos estar de acuerdo en todo para mantener relaciones. Podemos vernos periódicamente para debatir. Los iraníes no pretenden modificar nuestra posición, nos respetan. Tomamos nuestras propias decisiones, como en la época de la Unión Soviética». E insiste: «Si queremos hablar de estabilidad y paz en la región, es necesario mantener buenas relaciones con Irán».
La estabilidad regional y la paz no son un fin en sí mismas si no establecen, según el presidente Assad, un contexto que permita combatir los auténticos problemas. «Nuestra prioridad es la pobreza. Los pobres se burlan de las declaraciones que oyen cada mañana, de que les pregunten cuál es su opinión sobre tal o cual cosa. Quieren alimentos para sus hijos, escuelas, un sistema sanitario. Para eso hacen falta reformas económicas. A continuación vienen las reformas políticas. Pueden ir juntas, pero las primeras son más urgentes»
El crecimiento de Siria ha pasado del 1% anual, cuando Assad llegó a la presidencia, al 6,6% en 2007. Pero no es suficiente para absorber a los cientos de miles de jóvenes que acceden cada año al mercado laboral. Millones de sirios van a buscar trabajo al extranjero. El presidente afirma que las reformas liberalizadoras están en marcha, que la apertura del sector bancario ha sido beneficiosa, que las inversiones en el Golfo nunca han sido tan importantes y que además espera grandes inversiones francesas de «Lafarge» y «Total» en el sector eléctrico, entre otras.
¿Y la reforma política?
En este asunto, el presidente adopta un tono más convencional y explica el «retraso» por la situación regional. «Nos enfrentamos, dice en esencia, a dos amenazas: el extremismo, alimentado por la guerra de Iraq y los intentos de desestabilización que siguieron al asesinato de Rafik Hariri en 2005. En ese momento estábamos preparando una nueva ley de partidos políticos, pero tuvimos que aplazarla. Con la salida de la administración estadounidense, en el año 2009 será cuando podremos iniciar las reformas políticas serias, a condición de que no suceda nada grave en la región, que no se hable de guerra y disminuya el extremismo».
¿Y los presos políticos?
«Cientos de ellos han sido puestos en libertad antes y después de mi llegada al poder», prosigue el presidente. «Tenemos a más de mil personas detenidas por terrorismo, ¿quieren que las liberemos?»
Entonces iniciamos un diálogo sobre Michel Kilo, el intelectual detenido en mayo de 2006 y condenado a tres años de prisión por contribuir a «debilitar el sentimiento nacional». Kilo nunca ha utilizado ni predicado la violencia. «Pero», dice el presidente, «firmó una declaración conjunta con Walid Jumblatt (el líder druso libanés), mientras que Jumblatt llamaba abiertamente a EEUU, hace dos años, para que invadiera Siria y se deshiciera del régimen. Según nuestras leyes se convirtió en un enemigo, por eso está en la cárcel. Para poner en libertad a Michel Kilo es necesario un indulto presidencial que estoy dispuesto a concederle a condición de que reconozca su error» (2). Ni el argumento de que mantener a Kilo en prisión perjudica la imagen de Siria, ni el hecho de que el intelectual se mantiene firme en sus convicciones nacionalistas y hostil a la política estadounidense, han conseguido ablandar al presidente.
Al recordar la esperanza que suscitó su elección en 2000 y lo que se denominó la «Primavera de Damasco» -una forma de deshielo político- habla de las ilusiones: «Es como los jóvenes que quieren casarse y piensan que el matrimonio es maravilloso. Sienten grandes emociones. Pero después viene el choque con la realidad. No se pueden cambiar las cosas en unas semanas» Y añade: «Cuando se juega al ajedrez no se pueden cambiar las reglas. Hay que respetarlas».
¿Es por lo que dice actualmente: «Necesitamos una generación para llegar a una auténtica reforma»?
«Obviamente. El poder es un aprendizaje muy duro».
Reclamado a Damasco por su padre después de la muerte accidental de su hermano mayor, Bassel, en 1994, Bashar Al-Assad, que cursaba estudios de oftalmología en Londres, pasó seis años a la sombra de Hafez Al-Assad, sin ninguna función oficial. «El presidente nunca hizo nada por mí, no me nombró vicepresidente, ministro o jefe del partido, quería que aprendiese solo. Nunca pensé en ser presidente aunque estaba seguro de que participaría en la vida pública. En Siria los hijos hacen lo que hacen sus padres».
A la muerte de su padre fue elegido para la sucesión por medio de un cambio en la Constitución. Según él, dos razones presidieron esa elección: «La gente votó por mí porque soy hijo de una persona que trajo la estabilidad al país y en nuestra sociedad un hijo sólo puede ser a la imagen de su padre. Por otra parte, algunos sabían que soy un modernizador, dirigí la Sociedad siria de informatización, introduje Internet y el satélite, etcétera. Y quizá otros, aunque no les gustase demasiado, me prefirieron a la vieja guardia del partido».
¿Cómo ve el futuro de su país?
Realista, responde: «No soy el único que dirige este barco, tiene muchos capitanes: europeos, estadounidenses…; por lo tanto…»
Notas
» Israel et la Syrie au bord de la paix «, Le Monde diplomatique, enero de 2000.
(2) Un lector me indica que Walid Joumblatt no firmó la declaración de Damasco. Es exacto. Comprobé la transcripción de la entrevista. El presidente, después de haber hecho referencia a la declaración de Damasco, dice textualmente, no que Joumblatt firmase la declaración, sino que Michel Kilo tuvo contactos con él. Es lo que la acusación afirmó en su proceso en Siria, pero no se demostró.
Original en francés:
http://blog.mondediplo.net/2 0 08-07-09-Rencontre-avec-Bachar-Al-Assad
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.