Tel Aviv no tiene metro. Es algo sobre lo que se ha hablado durante décadas. Los sucesivos alcaldes lo han ido prometiendo. Por desgracia, todavía no hay metro. Cuando el ejército israelí entró en la Franja de Gaza y encontró allí un sistema asombroso de túneles subterráneos, se les pasó una idea por la cabeza: […]
Tel Aviv no tiene metro. Es algo sobre lo que se ha hablado durante décadas. Los sucesivos alcaldes lo han ido prometiendo. Por desgracia, todavía no hay metro.
Cuando el ejército israelí entró en la Franja de Gaza y encontró allí un sistema asombroso de túneles subterráneos, se les pasó una idea por la cabeza: ¿Por qué no invitar a Hamás a que construya el metro de Tel Aviv? Ellos tienen la experiencia, la tecnología, los proyectistas y la mano de obra.
Pero esta guerra no es ninguna broma. Es una tragedia terrible.
Después de 29 días de lucha (hasta ahora), ¿quién ha ganado?
Es, por supuesto, demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas. El alto el fuego ha expirado. Llevará meses y años resumir todas las consecuencias. Pero la sabiduría popular israelí ya ha sacado sus propias conclusiones: es un empate.
Esta conclusión, en sí misma, es una especie de milagro. Durante un mes entero, los ciudadanos israelíes han sido bombardeados con una lluvia de propaganda. Todos los días, durante horas, han sido sometidos a un lavado de cerebro interminable.
Los líderes políticos y militares han dictado una imagen de la victoria. A los tanques y a los transportes de tropas que salen de la Franja de Gaza se les ha ordenado hacer ondear grandes banderas. Todas las fotos de las tropas saliendo de la Franja mostraban soldados sonriendo felices. (En mi imaginación veo las tropas entrenando para la salida, con el sargento mayor gritando: «¡Usted, soldado Cohen, corrija su sonrisa!»).
De acuerdo con la línea oficial, nuestro glorioso ejército ha logrado todos sus objetivos. Misión cumplida. Hamás ha sido derrotado. Como dijo uno de los «corresponsales militares» tan domesticados: «¡Hamás se ha arrastrado a cuatro patas hasta conseguir el alto el fuego!»
Por lo tanto, fue una gran sorpresa que, en la primera encuesta tras la primera ronda de combates, el 51% de la población judía israelí respondiese que la guerra había terminado en empate. Sólo el 36% respondió que habíamos ganado, mientras que el 6% cree que terminó con la victoria de Hamás.
Cuando una organización guerrillera con un máximo de 10.000 combatientes logra un empate con uno de los ejércitos más poderosos del mundo, equipado con las armas más ultramodernas, eso es por sí mismo una especie de victoria.
Hamás no sólo ha demostrado mucha valentía durante los combates, sino también un sorprendente ingenio durante la preparación de esta campaña. Todavía se mantiene en pie.
El ejército israelí, por su parte, ha demostrado tener muy poca imaginación. No ha estado lo suficientemente preparado para el laberinto de túneles. La tan exitosa defensa antimisiles «Cúpula de Hierro» fue desarrollada por civiles e instalada hace ocho años por un ministro de Defensa civil en contra del expreso deseo del ejército. Sin esta defensa, la guerra habría sido muy diferente.
De hecho, como un comentarista se atrevió a escribir, el ejército se ha convertido en una máquina pesada, torpe y conservadora que sigue una rutina establecida, sin emplear a las fuerzas especiales. Su doctrina era, en esencia, golpear a la población civil hasta someterla, causando tanta muerte y destrucción como fuese posible, con el fin de desalentar a la «resistencia» durante tanto tiempo como fuera posible. En Israel, las terribles imágenes de muerte y destrucción no evocaban compasión, sino todo lo contrario. La gente estaba orgullosa de esas imágenes.
Al final, ambos bandos estaban completamente exhaustos. Sin embargo en las negociaciones de alto el fuego llevadas a cabo en El Cairo, Hamás no se ha rendido.
Para los dirigentes israelíes, la única alternativa a la retirada era la conquista de toda la Franja de Gaza. Esto habría permitido exterminar a Hamás físicamente y desmantelar su infraestructura. Pero el ejército se opuso rotundamente y convenció también a los dirigentes políticos. Se estima que unos mil soldados israelíes habrían muerto, si toda la Franja se hubiese convertido en ruinas.
Hace 32 años, el dúo Begin-Sharon se enfrentó a la misma disyuntiva. La conquista del oeste de Beirut habría costado aproximadamente 800 soldados israelíes. Al igual que el dúo Netanyahu-Ya’alon ahora, decidieron no hacerlo.
La sociedad israelí no tiene estómago para tantas bajas. Y la protesta internacional contra la carnicería civil en Gaza habría sido demasiado.
Así que ahora Netanyahu ha hecho lo que había jurado no hacer nunca: llevar a cabo negociaciones con Hamás, esa «despreciable organización terrorista».
Hay una enfermedad mental llamada paranoia vera. Su principal síntoma es aquel en el que el paciente toma una suposición loca (la tierra es plana, Kennedy fue asesinado por los extraterrestres, los judíos gobiernan el mundo) y construye un sistema lógico completo a su alrededor. Cuanto más lógico es el sistema, más enfermo está el paciente.
La paranoia actual de Israel se refiere a Hamás. La suposición es que Hamás es una malvada organización terrorista yihadista, empeñada en la aniquilación de Israel. Como un periodista comentó esta semana: «Una banda de psicópatas».
Toda la política de Israel se basa en esta suposición. Al igual que la guerra.
No se puede hablar con Hamás. No se puede hacer la paz con ellos. Hay que aniquilarlos.
Esta imagen demoníaca no tiene ninguna conexión con el mundo real.
No me gusta Hamás. No me gustan los partidos religiosos en general, ni en Israel, ni en el mundo árabe, ni en ningún lugar. Nunca votaría a ninguno.
Pero Hamás es una parte integral de la sociedad palestina. En las últimas elecciones palestinas supervisadas internacionalmente obtuvo la mayoría. Es cierto también que tomaron el poder por la fuerza en la Franja de Gaza, pero sólo después de ganar con una clara mayoría electoral en la Franja.
Hamás no es «yihadista» en el sentido de al-Qaeda o ISIS. No lucha por un califato mundial. Es un partido palestino, dedicado totalmente a la causa palestina. Se llama a sí mismo «la resistencia». No impone la ley religiosa (la «sharia») a la población.
Ah, pero ¿qué pasa con la Carta de Hamás, que exige la destrucción del Estado de Israel y contiene virulentas declaraciones antisemitas?
Para mí todo esto es un frustrante déjà vu. La OLP tenía una Carta que también pedía la destrucción de Israel. Fue exhibida incesantemente en la propaganda israelí. Un respetado profesor y exjefe de inteligencia militar, Yehoshafat Harkabi, no habló de otra cosa durante años. Sólo después de la firma de los Acuerdos de Oslo entre Israel y la OLP las cláusulas pertinentes de este documento se suprimieron formalmente en presencia del presidente Bill Clinton.
Debido a las restricciones religiosas, el propio Hamás no puede firmar un acuerdo de paz. Pero, al igual que las personas religiosas de todo el mundo (especialmente los judíos y los cristianos), ha encontrado formas de evitar los mandamientos de Dios. El fundador de Hamás, el jeque paralítico Ahmad Yassin (quien escribió la Carta y fue asesinado por Israel) propuso una Hudna de 30 años. Una Hudna es una tregua santificada por Dios que puede ser renovada hasta el Juicio Final.
Gush Shalom, la organización pacifista israelí a la que pertenezco, exigió por primera vez hace ocho años que nuestro gobierno empezara a hablar con Hamás. Nosotros mismos tuvimos una serie de discusiones amistosas con varios líderes de Hamás. La línea oficial actual de Hamás es que si Mahmoud Abbas logra llegar a un acuerdo de paz con Israel, Hamás lo aceptará… siempre que sea ratificado en un referéndum.
Desafortunadamente, hay muy pocas esperanzas de que Israel se cure pronto de esta paranoia.
Suponiendo que esta guerra se acabe pronto, ¿qué quedará?
La histeria bélica que ha sumergido a Israel durante esta guerra ha traído consigo una odiosa ola de fascismo. Grupos de linchadores han estado cazando árabes en Jerusalén, periodistas como Gideon Levy necesitan guardaespaldas, profesores universitarios que se atrevieron a abogar por la paz fueron censurados (justificando un boicot académico a nivel mundial), artistas que expresaron leves discrepancias fueron despedidos.
Algunas personas creen que se trata de un paso hacia la decadencia de la democracia israelí. Aún tengo la esperanza de que la ola de maldad retroceda. Pero seguramente algo permanezca. En los discursos de los grupos mayoritarios dominantes se ha aprobado el fascismo.
Un síntoma de fascismo es la leyenda de la «puñalada por la espalda». Adolf Hitler la usó hasta alcanzar el poder. Nuestro glorioso ejército estaba al borde de la victoria, cuando una camarilla de políticos (judíos) le clavó un cuchillo en la espalda. Ahora, uno ya puede escuchar esto en Israel. Los valientes soldados podrían haber conquistado toda la Franja de Gaza si Netanyahu y sus secuaces, el ministro de Defensa y el jefe del Estado Mayor, no hubiesen dado la orden para una retirada ignominiosa.
Por el momento, Netanyahu está en la cima de su popularidad. Un abrumador 77% de los ciudadanos judíos encuestados aprueba su gestión de la guerra. Pero esto puede cambiar de la noche a la mañana. Las críticas expresadas ahora en voz baja, incluso dentro de su propio gobierno, pueden salir a la luz.
Al final, puede que Netanyahu sea devorado por las mismas llamas superpatrióticas que él mismo ha avivado.
Las terribles imágenes de devastación y muerte que salen de Gaza han causado una profunda impresión en el extranjero. No pueden ser simplemente borradas. Los sentimientos antiisraelíes seguirán estando ahí, alguno de ellos teñidos de un absoluto antisemitismo. La (falsa) declaración de Israel de ser «el estado-nación del pueblo judío» y la identificación casi total de los judíos de la diáspora con Israel conducirá inevitablemente a culpar a todos los judíos por las fechorías de Israel.
El impacto en los árabes es mucho peor. Por cada niño asesinado, por cada casa destruida, surgirán nuevos «terroristas».
Podría haber también algunos resultados positivos.
Esta guerra ha creado temporalmente una improbable coalición entre Israel, Egipto, Arabia Saudí y la Autoridad Palestina.
Hace dos meses, Abbas fue el chivo expiatorio de Netanyahu. Ahora es la mascota de Netanyahu y de la opinión pública israelí. Al mismo tiempo, paradójicamente, también ha habido un acercamiento entre Abbas y Hamás.
Esto podría ser una oportunidad única para iniciar un proceso de paz serio a raíz de la solución de los problemas en la Franja de Gaza.
Si sólo…
Traducción del inglés: Fátima Hernández Lamela
Fuente original: http://msur.es/2014/08/10/avnery-metro-gaza/