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El monte del Templo, la capital del reino de Israel

Fuentes: Haaretz

Traducido del iglés para Rebelión por J. M.

Para el movimiento de los colonos y sus partidarios, la soberanía judía sobre el monte del Templo sólo es el primer acto de un drama mesiánico más importante.

 

Banderas israelíes flamean frente a la Cúpula de la Roca en el monte del Templo, 25 de febrero 2014 (Foto: Olivier Fitoussi)

Los judíos de verdad no reclaman que los palestinos reconozcan a Israel como Estado judío. Los judíos de verdad exigen al Gobierno que les construya un Estado judío.

«Los terroristas aún se esconden en el monte del Templo. El primer ministro y el ministro de seguridad pública todavía atan las manos de los agentes de policía e impiden que entren en los edificios donde se esconden los terroristas», dijo a sus lectores el domingo la web hebrea Har Habayit Hadashot (noticias del monte del Templo). «Aún no estamos cumpliendo el mandamiento estructo (el sacrificio de la Pascua), a pesar de que el monte del Templo está en nuestro poder desde hace 50 años».

Por supuesto, la culpa de la violación de este estricto mandamiento no recae en el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas, sino más bien en el ministro de Seguridad Pública, Yitzhak Aharonovitch, que no toma medidas contra «los alborotadores que actúan para arruinar nuestro festival en el lugar más sagrado del pueblo judío», escribió Adi Mintz, un alto funcionario del Consejo Yesha de los asentamientos, en una carta abierta al ministro de Relaciones Exteriores Avigdor Lieberman.

Y añadió: «la policía, en lugar de arrestarlos [a los manifestantes] prohíbe a los judíos ascender a la montaña. Este es un comportamiento insensato e imprudente». En la carta, Mintz compara el nombramiento de Aharonovitch como ministro de Seguridad Pública con la designación del caballo del emperador romano Calígula, Incitatus, como cónsul.

Mintz y el Consejo Yesha no son «malas hierbas salvajes». Pretenden representar a la «cordura» del movimiento de los colonos -la que supuestamente se opone a la violencia y los ataques a las fuerzas de seguridad israelíes. El ministro de Transporte, Israel Katz, es otro judío de verdad que tiene problemas para entender que el Gobierno al que pertenece impida la entrada de los judíos en el monte del Templo.

Para él, «Constituye la rendición ante el terrorismo y la incitación». ¿También se unirá a la petición de destitución de Aharonovitch? ¿O se conformará con un obstinado sitio en una cuenta especial de Facebook titulado «Todos nos reímos de la Unidad Central del Girasol»?

«La Unidad Central del Girasol» es el apodo despectivo que los activistas de la extrema derecha han dado al departamento de policía del Distrito de Judea y Samaria creados para combatir los delitos motivados por el nacionalismo. El nombre viene del campo de girasoles que fue destruida por menores de edad del asentamiento de Bat Ayin detenidos por agentes de la nueva sección.

Es difícil distinguir entre el Consejo Yesha, Katz y sus colaboradores en la espléndida ala derecha, como MK Miri Regev (Likud), el diputado Moshé Feiglin (Likud), la «juventud de la colina», los matones del asentamiento de Yitzhar y el movimientos al que se refiere equivocadamente como «lunático» sólo porque sus miembros quieren reconstruir el Templo judío.

Todos ellos se han convertido en un brote salvaje enredado que ve al Gobierno judío como una amenaza para verdadero Estado judío. Su interés no es la deseada identidad del Estado -no tienen ningún argumento sobre eso- sino más bien sobre la cepa del judaísmo que debe gobernarlo. La diferencia entre ellos y el primer ministro Benjamin Netanyahu es que éste, en su modestia, se contenta con un Estado donde existe el pluralismo judío, mientras que la visión de aquéllos es la de un reino judío en un país puramente judío.

Esto no es un desacuerdo político sobre la naturaleza de la redención prometida, sino más bien sobre la forma en que llegará. Según el rabino Abraham Isaac Kook, padre espiritual de los colonos, el asentamiento en la Tierra de Israel es sólo una etapa antes de la verdadera redención religiosa. Ese es el sentido mesiánico de su doctrina, que ha encontrado adeptos entusiastas, incluso entre personas completamente seculares como Katz y Regev, que, según el rabino Kook, tendrán que someterse a su propia conversión mesiánica.

En la competencia por un Estado judío y otro mesiánico, la esperanza de conquistar el monte del Templo estalló hace mucho tiempo desde las cuevas oscuras de los grupos judíos efímeros y clandestinos.

Se trata de una ideología compartida por los movimientos que crecen de manera constante, que piensan equivocadamente que el control del monte del Templo será la prueba de la soberanía política y se agregará a nuestro orgullo nacional. A los ojos de estos fanáticos, sin embargo, la soberanía y el orgullo son en última instancia, inútiles; no son más que términos que hacen que sea más fácil reclutar a los no creyentes.

El objeto real es acelerar el inicio de la guerra apocalíptica de Gog y Magog para demostrar el poder de Dios, y si poseer el monte del Templo será hacerlo realidad, será el milagro cósmico que llevan tiempo esperando. El Estado de Israel podría desmoronarse en el camino, pero no es el Estado de los judíos mesiánicos, de todos modos. Después de todo, un Estado que implora el reconocimiento de los palestinos no puede ser verdaderamente judío.

Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.586728

rCR