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El negocio del Cambio Climático

Fuentes: Rebelión

El cambio climático es la consecuencia de un modelo económico y es precisamente este modelo económico -el propio causante- el encargado de resolver el problema, paradójicamente. Algo así como esperar que el zorro sea el que guarde las gallinas, pero, si además se añade la satisfacción general por la solución -cuando no se está dando […]

El cambio climático es la consecuencia de un modelo económico y es precisamente este modelo económico -el propio causante- el encargado de resolver el problema, paradójicamente. Algo así como esperar que el zorro sea el que guarde las gallinas, pero, si además se añade la satisfacción general por la solución -cuando no se está dando ninguna- el desastre parece inevitable.

 

El cambio climático es sólo una parte del conjunto del problema medioambiental del que dependemos para vivir. Para la mayoría de la población del mundo la situación empeora cada día como consecuencia del «desarrollo» protagonizado por los países desarrollados. Las cifras de decenas o cientos de millones con que se cuantifica la tragedia de los países pobres carecen de valor en Occidente, no son noticia y, desde luego, no son tenidas en cuenta para nada por el modelo económico capitalista «democrático» Occidental.

El agotamiento de los recursos disponibles de todo tipo y la destrucción o degradación del ecosistema es consecuencia y va en paralelo con el modelo capitalista que protagoniza el cambio climático. La producción de CO2 y otros gases de efecto invernadero no es un hecho aislado sino que es sólo una consecuencia más de la enorme explotación al que han sido sometidos los recursos de la Naturaleza que se ha visto desbordada, en sólo unas décadas, y sin posibilidad de recuperación salvo a muy largo plazo. Pero aún más, pues lo mismo que los gases han contaminado la atmósfera, millones de toneladas de residuos generados en múltiples procesos de producción contaminan el agua de ríos, mares, acuíferos y las tierras de cultivo, además de la atmósfera.

Las soluciones aportadas por los gobiernos responsables se limitan, como mucho, a mejorar los rendimientos o a moderar el consumo -que ni se modera-, cuando no a proponer medidas que empeoran aún más la situación e incluso crean nuevos problemas o agravan los existentes introduciendo como solución cultivos transgénicos, agrocombustibles, etc.

Pero en todo caso se defiende y mantiene a ultranza el crecimiento económico, el PIB (Producto Interior Bruto) lo que acarrea, necesariamente, el incremento del consumo de recursos, de más materias primas. Los gobiernos intentan hacer pasar por bueno este crecimiento y lo justifican con el argumento de que crecerá más el PIB que el consumo de combustibles y de materias primas cuando el problema es que el ecosistema exige reducir drásticamente el consumo de todas las materias primas para así reducir la emisión, no sólo de gases, sino también de residuos contaminantes del suelo, agua y aire y no aumentándolos como continúan haciendo. La contradicción es clara, todos reconocen la gravedad de la destrucción del medio ambiente pero continúan porque el sistema capitalista no puede detenerse, tiene que seguir y seguir «creciendo» a costa de lo que sea y de quien sea sin que importen las consecuencias.

Se puede afirmar que el incremento del consumo de materias primas -cualquiera que éstas sean- es mayor que el incremento de los hallazgos de nuevos yacimientos, o dicho de otro modo, las reservas disponibles de materias primas están disminuyendo porque cada año el consumo aumenta más que el descubrimiento de nuevos yacimientos. Y, esto es especialmente cierto en los combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón) cuyas reservas útiles alcanzan sólo para unas décadas al nivel de consumo actual y, lo dicho, es válido también para el Uranio.

Lo mismo puede afirmarse de cualquier otro de los recursos de la Naturaleza, la desertización se incrementa cada año, disminuyendo la masa forestal y disminuyen las tierras de cultivo en cantidad y en calidad debido a la contaminación o al agotamiento de nutrientes.

La consecuencia evidente y demostrada, es el empobrecimiento de la Biodiversidad, la pérdida de especies vegetales y animales y, el aumento del número de las que están en peligro de extinción; las cifras son alarmantes y, lo que es aún peor, creciendo cada año.

En las distintas épocas del planeta Tierra ha habido cambios, pero a lo largo de millones de años o al menos de milenios, pero no en unas décadas como está sucediendo ahora, donde la aclimatación y la evolución se convierte en extinción. El capitalismo está especializado en genocidios, pero ahora ya hay que incluir el del ecosistema, con su flora y fauna.

Conviene recordar una vez más, y desde luego conviene no olvidar en ningún momento que la superficie disponible del planeta Tierra es limitada, 13.041 Millones de hectáreas (Mha) según datos de NU para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en 2001 la superficie no cultivable (desiertos, ríos, lagos, zonas urbanas, etc.) es de 4.155 Mha; de bosque 3.869 Mha; de pastos 3.487 Mha, y para cultivos 1.530 Mha que, para darnos una idea, equivalen a 0,24 ha/persona (para una población de 6.500 millones). Pero sucede que toda esta superficie útil de bosque, pastos y la cultivable está disminuyendo cada año en favor de la desertización, a lo que habría que restar el deterioro y empobrecimiento causado por la sobre explotación y la contaminación más arriba señaladas.

La respuesta de los gobiernos a esta situación tan preocupante es la de mantener el sistema y el modelo económico y, además, la de continuar incrementándolo y aplaudiéndolo. Esta es la política inmutable neoliberal y en este sentido debe entenderse la trayectoria de Al Gore que ha sido sacralizada con el Premio Nobel y el del Príncipe de Asturias con los que fue homenajeado semejante personaje que ahora se dedica a hacer del Cambio Climático un negocio millonario además de continuar con la propuesta de más de lo mismo y de banalizar la situación. No es ningún consuelo recordar que la etapa de Al Gore como Vicepresidente de EEUU en la década pasada fuera pésima; ahora con los recursos institucionales y mediáticos a su alcance y el reconocimiento como Nobel y Príncipe, el daño que puede hacer es aún mayor.

Ni las instituciones de los premios ni el premiado son inocentes respecto del Cambio Climático ni del desastre humanitario y ecológico en el que estamos, porque son sus promotores y por ello son responsables. En definitiva, el neoliberalismo continúa, hace negocio con el Cambio Climático y con la miseria que acarrea. El modelo de Mercado lleva muchos años obteniendo beneficios y sembrando la miseria, porque todo vale mientras dé ganancias -sin límite de ningún tipo- pero los recursos se acaban y los pobres -los que aún no han muerto- ya no pueden ser más pobres y sus países tampoco. El capitalismo siempre ha actuado como un depredador insaciable y resulta ser, además, inseparable del genocidio del que se vale para arrebatar materias primas y mercados, como así lo ha demostrado con creces en numerosos países y en múltiples ocasiones, sobran los ejemplos; el Cambio Climático y la degradación del ecosistema no genera ganancias, por lo que no está en su agenda.