El jueves, al amanecer, colonos israelíes prendieron fuego a la mezquita Hajja Hamida en la aldea palestina de Deir Istiya, al norte de Cisjordania. Las fotografías tomadas en el lugar mostraban consignas racistas y antipalestinas pintadas con spray en las paredes de la mezquita, que resultó dañada por el incendio. También se quemaron ejemplares del Corán, el libro sagrado del islam.
En octubre de 2025 se registró el mayor número mensual de ataques de colonos israelíes desde que la Oficina de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA, por sus siglas en inglés) comenzó a documentar este tipo de incidentes en 2006. Se trata de más de 260 ataques que causaron víctimas, daños materiales o ambos, lo que supone una media de ocho incidentes al día.
Como recuerdo de las atrocidades de Gaza, uno de cada cinco palestinos asesinados por las fuerzas israelíes en 2025 en Cisjordania, incluido Jerusalén Este, es un niño.
Durante esta temporada de recolección de aceitunas, la violencia de los colonos ha alcanzado el nivel más alto registrado en los últimos años, con más de 150 palestinos heridos y más de 5.700 árboles destrozados.
Esta violencia no es un fenómeno marginal. Es deliberada, sistemática y va en aumento. Haciendo caso omiso de todas las condenas internacionales, busca establecer nuevos «hechos sobre el terreno». Se trata de una limpieza étnica, cuyo objetivo es el traslado involuntario de la población y, a menos que se impida, atrocidades masivas.
De vigilantes a terrorismo de Estado
A principios de 2024, Zvi Sukkot, miembro de la Knéset del Partido Sionista Religioso y colega del autoproclamado fascista Bezalel Smotrich, instó al Gobierno a «ocupar, anexionar y demoler todas las casas (en Gaza) y construir grandes barrios y asentamientos». Sonaba duro, pero el fanático era coherente. Tenía un sueño. Lo que sucedía en Gaza no se quedaría allí, sino que se extendería a Cisjordania.
Sukkot, un colono judío de extrema derecha que vive ilegalmente en Cisjordania, es un antiguo miembro de The Revolt, un violento grupo terrorista judío que ha perpetrado numerosos ataques incendiarios. El grupo aboga por el desmantelamiento del Estado israelí para establecer el Reino de Israel, que se rija por la ley judía en lugar de por el imperio de la ley (secular).
En 2010, Sukkot fue detenido en el marco de una investigación sobre un incendio provocado en una mezquita y expulsado de Cisjordania por violentos ataques contra palestinos. Había defendido a unos judíos sospechosos de lanzar bombas incendiarias contra una familia palestina y había sido arrestado por su presunta participación en el vandalismo y los ataques violentos de colonos contra palestinos.
En 2017, el grupo seguía activo, en lo que la agencia de seguridad interna Shin Bet denomina «la segunda generación de… La Revuelta».
A principios de 2023, Sukkot llegó a la Knéset, el parlamento israelí. Y, después del 7 de octubre, el primer ministro Netanyahu lo nombró presidente del Subcomité de la Knéset para «Judea y Samaria» (es decir, Cisjordania).
Para los colonos, Sukkot representa un éxito que refleja la infiltración de colonos extremistas en las instituciones israelíes durante las últimas dos décadas.
Como miembro de La Revuelta, Sukkot sólo podía incendiar algunas casas, mezquitas e iglesias palestinas. No era suficiente. Ahora tiene capacidad de influir en el futuro del país. Ya no lucha contra quienes están en el poder. Él está al mando.
¿Cómo logró la extrema derecha mesiánica infiltrarse en las instituciones que una vez pretendió desmantelar? Aparentemente, de forma democrática. Con el surgimiento del Estado dual judío, los gabinetes de Netanyahu han subvertido el Estado democrático laico. Los paralelismos son alarmantes. Trayectorias similares acabaron con la República de Weimar hace un siglo.
Irónicamente, la política de asentamientos israelíes fue desarrollada inicialmente por los gobiernos laboristas, lo que allanó el camino para que los colonos se apoderaran del territorio.
El auge de los asentamientos judíos
Desde la década de 1970, ha existido una connivencia tácita entre el Estado israelí y los colonos. Se trata de un sistema simbiótico. El Estado se apropia de tierras, mientras que los colonos, que buscan tierras para impulsar su agenda, recurren a la violencia contra los palestinos para lograr su expulsión.
En ocasiones, ambos cooperan directamente, pero prefieren mantener cierta distancia para preservar la apariencia del Estado de derecho. El objetivo final de la violencia de los colonos es fomentar el Gran Israel, es decir, un espacio exclusivamente judío entre el río Jordán y el Mediterráneo.
En 2018 se inició una nueva etapa cuando la Ley Básica codificó que «el Estado considera el desarrollo de los asentamientos judíos como un valor nacional y actuará para fomentar y promover su establecimiento y fortalecimiento». En consonancia con este principio, Israel ha despojado a los palestinos de Cisjordania para utilizar sus tierras en la construcción de nuevos asentamientos y la expansión de los existentes.
Según el derecho internacional, un ocupante no puede confiscar tierras para sus propios fines. Por ello, Israel recurrió a la maniobra legal de «declarar» en lugar de «confiscar» tierras. Basándose en una subversión de la ley territorial otomana de 1858, esta interpretación absurda permitió a Israel apropiarse del 16% de Cisjordania antes del 7 de octubre, lo que equivale a entre 500 y 5.000 dunams anuales. En medio del genocidio de Gaza durante el primer semestre de 2024, las declaraciones de tierras estatales se dispararon hasta alcanzar los 24.000 dunams. En otras palabras, mientras Gaza ardía, las autoridades de ocupación israelíes se apresuraban a tomar el control de Cisjordania.
Bajo la coalición laborista, el número de asentamientos creció lentamente hasta el triunfo electoral de la extrema derecha israelí a finales de la década de 1970. Fue entonces cuando el primer ministro Begin inició una política de asentamientos masiva y deliberada para apoderarse de Cisjordania. En este proceso, la población de colonos judíos se disparó de unos pocos miles a más de medio millón en Cisjordania antes del 7 de octubre de 2023.
La población de Jerusalén
Paralelamente, los gobiernos israelíes han fomentado el aumento de los asentamientos judíos en Jerusalén. Desde 1967, se ha más que triplicado hasta alcanzar los 600.000, mientras que el número de palestinos ronda los 390.000. El objetivo tácito ha sido maximizar el número de colonos judíos en Cisjordania, al tiempo que se incrementa la población judía en Jerusalén Este árabe.
Violencia de los colonos
Tras el ascenso al poder del gabinete de extrema derecha de Netanyahu a finales de 2022, los esfuerzos por lograr la supremacía judía en Cisjordania se han intensificado drásticamente. Aprovechando la guerra de Gaza, grupos de colonos violentos han llevado a cabo operaciones organizadas para expulsar a las comunidades palestinas mediante amenazas, intimidación, daños a la propiedad y agresiones físicas.
Incidentes de violencia de colonos
Hasta hace poco, los medios israelíes e internacionales describían los episodios de violencia de colonos como «ataques de violencia», lo que sugiere un comportamiento violento e incontrolable, protagonizado por un gran grupo de personas. En realidad, la violencia ha sido sistémica y coordinada.
Tras los actos de violencia de colonos en Huwara en febrero de 2023, el general de división Yehuda Fuchs, jefe del Comando Central militar a cargo de Cisjordania, describió el ataque como «un pogromo perpetrado por forajidos». Utilizó deliberadamente este término, que hacía referencia a los ataques de turbas contra judíos en Europa del Este a principios del siglo XX. Como consecuencia, el propio Fuchs fue blanco de un intento de asesinato por parte de colonos kahanistas, según el Shin Bet. No era la primera vez. En 2007, el entonces primer ministro Ehud Olmert arremetió contra los colonos de Hebrón que atacaron a palestinos y sus propiedades. Al igual que otros líderes israelíes, Olmert calificó los ataques de pogromo, lo que lo convirtió en blanco de los ataques de los colonos de extrema derecha, apoyados por multimillonarios estadounidenses como el fallecido magnate de los casinos, Sheldon Adelson.
En referencia a la violencia antisemita en Rusia, el término «pogromo» se define generalmente como una masacre organizada y tolerada oficialmente. En este sentido, los pogromos perpetrados por colonos judíos en Cisjordania recuerdan, en efecto, a los ocurridos en Kishinev y otros lugares, como sugieren muchos israelíes.
Hace más de un siglo, los judíos conocían muy bien las consecuencias de que turbas irrumpieran en barrios judíos al grito de «¡Muerte a los judíos!».
Hoy los palestinos saben perfectamente lo que sucederá cuando colonos judíos irrumpan en barrios árabes gritando «¡Muerte a los árabes!».
Los asentamientos como una carga para la seguridad
Desde la década de 1970, los colonos y sus financiadores estadounidenses han argumentado que los asentamientos garantizan la seguridad de Israel. Según esta perspectiva, los colonos permiten que los residentes de Tel Aviv se sientan tranquilos porque los asentamientos son beneficiosos para la seguridad nacional.
En realidad, los asentamientos representan una carga para la seguridad de Israel. En las últimas décadas, no ha habido ninguna guerra importante entre Israel y sus vecinos árabes. Sin embargo, debido al Muro de Separación y la fragmentación de Cisjordania, la línea de defensa que las autodenominadas Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) deben proteger es, hoy en día, aproximadamente cinco veces más larga que si no existieran los asentamientos.
Sorprendentemente, antes del 7 de octubre, las FDI tuvieron que desplegar más de la mitad de sus fuerzas activas, e incluso dos tercios en situaciones de crisis, en Cisjordania. Esto superaba la suma de las fuerzas destinadas a la vigilancia de todos los demás frentes (Líbano, Siria, Gaza y la frontera jordana a lo largo del Arava).
Peor aún, estas asignaciones debían complementarse con un gran contingente necesario para proteger los asentamientos. Según las estimaciones, cerca del 80% de las fuerzas de las FDI en Cisjordania se dedicaban a la vigilancia de los asentamientos, mientras que solo el 20% se centraba en la defensa de las fronteras del Israel anterior a 1967.
Además, la presencia y las operaciones de las FDI han contribuido a varios levantamientos importantes, que también han perjudicado las perspectivas económicas en Israel. Si la presencia militar israelí en el sur del Líbano fue la artífice de Hizbolá, su presencia en Cisjordania y Gaza ha propiciado el surgimiento de Hamás.
La brutal ocupación ha dividido a Israel internamente y lo ha aislado externamente. Es responsable de la limpieza étnica de los palestinos y de las atrocidades genocidas en Gaza. Nada de esto era inevitable. Nada de esto estaba justificado.
Y nada de esto habría sido posible sin el flujo constante de armas y financiación por parte de un Occidente liderado por Estados Unidos.
El Dr. Dan Steinbock es director de investigación de Negocios Internacionales en el Instituto India, China y América. Ha sido consultor de multinacionales y pymes, organizaciones internacionales (OCDE, UE, Consejo Nórdico, Foro de Desarrollo del Báltico), ciudades (desde Shanghái hasta el Gran Helsinki) y gobiernos. Divide su tiempo entre Estados Unidos (Nueva York), Asia (Shanghái, Cantón, Hong Kong) y, ocasionalmente, Europa (Helsinki).
Texto en inglés: Middle East Monitor, traducido por Sinfo Fernández.


