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El Papa puso a Bush en el poder y encubrió los escándalos sexuales

Fuentes: Progreso Semanal

¿Cómo se conecta el Papa con los chicos católicos que me perseguían cuando yo era niño, especialmente durante Halloween, con la obstrucción de la justicia y la intervención en la política de EEUU? Cuando yo tenía seis años y vivía en el Bronx, una pandilla de chicos católicos irlandeses me asaltó y me golpeó. Mientras […]

¿Cómo se conecta el Papa con los chicos católicos que me perseguían cuando yo era niño, especialmente durante Halloween, con la obstrucción de la justicia y la intervención en la política de EEUU?

Cuando yo tenía seis años y vivía en el Bronx, una pandilla de chicos católicos irlandeses me asaltó y me golpeó.

Mientras me pegaban yo pregunté por qué.

«Tú mataste a nuestro Señor», dijo un niño pecoso de unos ocho años. «Nos estamos desquitando».

Mi padre curó mis heridas y me dijo que los cosacos en Ucrania habían hecho peor. «Los cosacos llegaban a caballo a nuestra aldea y atravesaban con sus lanzas a los bebés judíos. Ha sido así durante siglos. No cambiará», me aseguró.

De adolescente conocí de los orígenes del antisemitismo. «Los judíos son chivos expiatorios», decía mi padre. «Los pobres sufren, pero en vez de culpar a los que los explotan, la Iglesia culpa a los judíos porque supuestamente mataron a Jesús, ese momster (bastardo en lengua yiddish)».

Acerca del celibato de los sacerdotes, mi padre preguntaba retóricamente qué hacían esos tipos en sotana con los niños en el ensayo del coro. «¿Mirar si tienen hemorroides o hernia? Los shtup (clavan) y luego dicen a los chicos que golpeen a los judíos». Mientras crecía y me hacía amigo de algunos de mis antiguos perseguidores, aprendí que el sacerdote de la parroquia había incitado realmente a que los niños atacaran a los «asesinos de Cristo». Mi padre insistía que el aviso provenía de Roma, que los sacerdotes hacían lo que les dijera el Papa.

Me pregunto si esos chicos que me golpeaban se hicieron sacerdotes, obispos y cardenales. Puede que se hayan convertido en cercanos asociados del Cardenal Josef Ratzinger (ahora el Papa Benedicto XVI) por la época en que El Vaticano decidió desviar la atención del escándalo de abuso sexual en la Iglesia y que duró décadas.

Mientras el mundo conocía de la pedofilia en el sacerdocio, Ratzinger tomaba el mando de la contraofensiva de El Vaticano, un camino que interfirió con la justicia para las víctimas del abuso de los sacerdotes y también con la política norteamericana. ¿Cómo hacer para desviar la atención del público del hecho de que cientos de sacerdotes se han aprovechado de los niños en sus parroquias? En las elecciones del 2004 la Iglesia se puso del lado de George W. Bush y otros candidatos que se oponían al aborto y al matrimonio entre homosexuales, los temas que más posibilidades tenían de desviar la atención del escándalo.

El 11 de agosto de 2004, menos de tres meses antes de las elecciones, Ratzinger envió una directiva a los obispos norteamericanos. «La Iglesia enseña que el aborto y la eutanasia son pecados graves», advirtió a los católicos citando una vieja doctrina. «En el caso de una ley intrínsicamente injusta, como una ley que permita el aborto o la eutanasia, nunca será lícito obedecerla o participar en una campaña de propaganda a favor de tal ley o votar por ella». Los cristianos tienen «una seria obligación de conciencia de no cooperar formalmente con prácticas que, incluso si están permitidas por la legislación civil, son contrarias a la ley de Dios. Es más, desde el punto de vista moral, nunca será lícito cooperar formalmente con el mal… Esta cooperación nunca esta justificada…

«No todos los temas morales tienen el mismo peso moral como el aborto o la eutanasia», continuaba Ratzinger. «Por ejemplo, si un católico estuviera en desacuerdo con el Santo Padre en cuanto a la aplicación de la pena capital o en cuanto a la decisión de hacer la guerra, por esa razón no sería considerado indigno de presentarse a recibir la Sagrada Comunión… Puede haber una legítima diversidad de opinión incluso entre católicos acerca de la guerra y la aplicación de la pena de muerte, pero no en cuanto al aborto y la eutanasia».

Así que, informó Ratzinger a los obispos, el Papa permite el desacuerdo en cuanto a la guerra de Irak y la pena de muerte, pero «en relación con el grave pecado del aborto o la eutanasia, cuando se hace manifiesta la cooperación formal de una persona (entiéndase en el caso de un político católico que su campaña y voto aceptan las leyes de aborto y eutanasia), el sacerdote debe informarle «que no debe presentarse a la Sagrada Comunión…»

Un votante católico «sería culpable de cooperación formal con el mal, y por tanto indigno de presentarse a la Sagrada Comunión, si fuera a votar deliberadamente por un candidato precisamente debido a la posición permisiva del candidato en cuanto al aborto o la eutanasia».

(http://www.tldm.org/News7/Ratzinger.htm)

Algunos sacerdotes liberales difundieron la directiva de Ratzinger, pero Bush ganó 6% de más votos católicos que en el 2000, una ventaja que le concedió estados definitorios como Ohio, Iowa y Nuevo México.

La carta de Ratzinger también resonó en la pugna senatorial de Dakota del Sur, donde el demócrata Tom Daschle perdió la reelección ante John Thune por menos de 5 000 votos. El Obispo de Sioux Falls, Robert Carlson, dijo a Daschle que dejara de identificarse públicamente como católico porque, siguiendo las orientaciones de Ratzinger, los «católicos serían culpables de cooperar formalmente con el mal y por lo tanto indignos de presentarse a la Sagrada Comunión y votaran deliberadamente por un candidato precisamente debido a la posición permisiva del candidato en cuanto al aborto o la eutanasia.»

Más allá de su plan para calificar a los demócratas a favor del aborto como enemigos de Dios, Ratzinger también elaboró una fachada legal. En mayo de 2001, a medida que las revelaciones acerca de los sacerdotes libidinosos amenazaban la reputación de la Iglesia, el Cardenal envió una carta secreta (obtenida por The Observer) a todos los obispos católicos. En la carta Ratzinger «afirmaba el derecho de la iglesia a celebrar sus investigaciones a puertas cerradas y a mantener confidencial la evidencia hasta por 10 años después de que las víctimas llegaran a la adultez». (Jamie Doward, Observer, 24 de abril de 2005)

Abogados de las víctimas del abuso aseguraron que Ratzinger «obstruyó a la justicia» al ordenar que «las investigaciones de la iglesia acerca de las reclamaciones al abuso sexual a niños se celebraran en secreto». Si la totalidad de las acusaciones de de delito sexual se hacían públicas o llegaran a manos de la policía, la reputación de la Iglesia sufriría un daño irreparable. Así que, dice la carta de Ratzinger, en casos en que el abuso haya sido perpetrado por un clérigo contra un menor», la iglesia debiera reclamar la jurisdicción.

El Cardenal nacido en Alemania quería que las «investigaciones preliminares» de las acusaciones por abuso fueran a su oficina, no a la policía o al fiscal. Luego podría referir esas acusaciones a tribunales privados creados por la Iglesia en los que las «funciones de juez, promotor de la justicia, notario y representante legal puedan ser realizadas válidamente para estos casos sólo por sacerdotes» y quedarían «sujetos al secreto pontificio».

Ratzinger también amenazó con excomulgar a sacerdotes que revelaran detalles de los casos pendientes. Los abogados usaron esta carta en una reclamación judicial en contra de Ratzinger a nombre de dos supuestas víctimas de abuso en Texas, y alegaron que este había conspirado para obstruir la justicia. El 8 de abril de 2004, los abogados llamaron al Padre John Beal, profesor de la Universidad Católica, para que declarara bajo juramento que la carta de Ratzinger aseguraba que la iglesia tenía jurisdicción y control sobre los delitos de asalto sexual.

El Arzobispo Tarcisio Bertone, quien era co-firmante de la misiva de Ratzinger, había opinado que no veía una razón para que los obispos debieran «contactar a la policía a fin de denunciar a un sacerdote que hubiera admitido el delito de pedofilia». (The Observer, 24 de abril de 2005.)

Un encubrimiento adicional apareció en The Independent. Según Peter Popham, «el Papa Benedicto XVI ha sido acusado de ignorar durante siete años las acusaciones en contra el P. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo (una organización ultra conservadora fundada en México en 1941) debido a que el P. Maciel era amigo íntimo del Papa Juan Pablo II».

En 1997 Ratzinger dirigió la Congregación para la Doctrina de la Fe, creada por El Vaticano para excomulgar a los sacerdotes culpables de abuso sexual. Popham reportó que el Obispo John R. McCann de Nueva York envió a Ratzinger «acusaciones detalladas de abuso sexual realizados contra el P. Juan Vaca, sacerdote en la diócesis del Obispo McCann».

En una carta abierta a Marcial, Vaca escribió: «Todo lo que usted hizo contradijo las creencias de la Iglesia y de la orden». Vaca citaba las «innumerables veces» que Marciel «me despertaba en plena noche… y abusaba de mi inocencia. Noches de temor, tantas noches de terror total; tantas noches de sueño perdido… pusieron en peligro mi salud psicológica». (The Independent, 23 de abril de 2005.)

Vaca y otros ocho ex legionarios de Cristo acusaron a Maciel de abusar sexualmente de ellos en los años 40, 50 y 60. El Cardenal Ratzinger no actuó. Se dedicó al tema primordial de derrotar a la «dictadura del relativismo». La Iglesia, insistía él, debe usar el poder político y la manipulación para que triunfen sus «verdad y valores» absolutos. (Sam Smith, Progressive Review, 21 de abril.)

«Vamos en camino de una dictadura de relativismo», advirtió Ratzinger en su última homilía como Cardenal, «que no reconoce nada como cierto y que tiene como su más alto objetivo al ego y los propios deseos». (CBC, 18 de abril de 2005.)

Por más de 2 000 años, la Iglesia Católica ha predicado el amor y el perdón a cientos de millones, mientras ha practicado la intolerancia y el prejuicio. En los años 60, los Papas Juan XXIII y Paulo VI ayudaron a hacer de la Iglesia la servidora de los pobres. Para millones de católicos, la teología de la liberación renovó la belleza y el espíritu de su Iglesia.

Pero Juan Pablo II y ahora Benedicto XVI han tratado de eliminar de la Iglesia esa «teología basada en el marxismo» y regresar a los períodos más oscuros de su historia.

El libro más reciente de Landau El negocio de Estados Unidos: cómo los consumidores reemplazaron a los ciudadanos y de qué manera se puede invertir la tendencia. Es miembro del Instituto para Estudios de Política y profesor en la Universidad Cal Poly Pomona.

Traducido por Germán Piniella.