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Egipto

El partido de Mubarak se lleva todos los escaños de la asamblea egipcia tras el boicot opositor

Fuentes: La Voz de Galicia

El descaro del pucherazo en las elecciones legislativas egipcias se consumó ayer sin la menor convulsión ni dentro ni tampoco fuera del país. El espejismo de democracia que supusieron los comicios del 2005 -cuando el presidente Hosni Mubarak aflojó el puño hasta permitir que sus rivales de los Hermanos Musulmanes ocuparan el 20% del Parlamento- […]

El descaro del pucherazo en las elecciones legislativas egipcias se consumó ayer sin la menor convulsión ni dentro ni tampoco fuera del país. El espejismo de democracia que supusieron los comicios del 2005 -cuando el presidente Hosni Mubarak aflojó el puño hasta permitir que sus rivales de los Hermanos Musulmanes ocuparan el 20% del Parlamento- ha quedado hecho añicos con un fraude por todo lo alto, que la oposición islamista y los liberales del Wafd han tratado de rentabilizar boicoteando ayer la segunda vuelta.

La tibia queja de EE. UU., expresando «decepción e inquietud» ante la manipulación que en la primera ronda dio al oficial PND 209 de los 221 representantes dilucidados ese día, multiplicaba la resignación social. «Mubarak es su gran aliado, la llave de la estabilidad en Oriente Próximo y el mejor amigo de Israel… -explica una abogada-. Seguro que a Obama se le ha pasado por la cabeza que esta corrupción puede acabar en una revuelta, pero por ahora, les sirve un líder en Egipto que haya parado los pies a los islamistas, como si los Hermanos Musulmanes fueran a montar aquí otro Irán».

El daño de esta estrategia, advierte no obstante el editor del Cairo Times y jefe de la Organización Egipcia de Derechos Humanos, Hisam Kassem, lo acusarán las pequeñas formaciones moderadas y seculares. «Lo que pedimos a Washington no es que imponga democracia, sino que deje de imponer dictadores».

Se equivocaron quienes pensaban que Mubarak, que lleva 29 años en el poder, iba a ceder otra vez un buen puñado de escaños a la oposición para seguir disimulando avances internos. En un año se enfrenta a su propia reválida, que dado su delicadísimo estado de salud, es tanto como hablar de la sucesión al frente de Egipto. Su deseo es instaurar una república hereditaria al estilo de Siria y su elegido es su hijo menor, Gamal, un yuppie preparado en Europa, que reniega de cualquier aspiración presidencial. Si falla, el hombre será el actual jefe de los Servicios Secretos. En cualquier caso, Mubarak se ha garantizado el Parlamento de la transición, sin elementos discordantes que puedan torcer sus planes.