Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
El 17 de septiembre de 2012, Ismail Haniyeh, Primer Ministro del gobierno de Hamas en Gaza, hizo un nuevo llamamiento a su homólogo egipcio, Hisham Kandil, para que considerara la posibilidad de establecer una zona de libre comercio entre Gaza y Egipto.
La razonable idea permitiría que Egipto pudiera apoyar la arrasada economía de Gaza evitándole a El Cairo los efectos políticos de destruir cientos de túneles que proporcionan un salvavidas a los 1,6 millones de palestinos que se hallan bajo el continuado asedio israelí. Los palestinos en Gaza dependen para poder sobrevivir de los productos que entran de contrabando a través de los túneles y, en menor medida, de las limosnas de las Naciones Unidas.
«Le explicamos la idea con todo detalle (…), el objetivo es aliviar la dura situación económica de Gaza», declaró a Reuters el funcionario de Hamas Taher al-Nono. Kandil prometió estudiar el asunto, indicando que era demasiado pronto para dar una respuesta.
Sin embargo, esta propuesta se había planteado antes y después, en repetidas ocasiones, de la reunión de septiembre. Debería haber servido al menos de base para una seria plataforma de discusión acerca de la futura cooperación entre Gaza y Egipto sobre esta urgente cuestión. Pero El Cairo ni respondió ni ofreció alternativa alguna para poder poner fin a lo que parece ser la perpetua miseria de Gaza. Incluso peor aún, desde hace varios meses ya, y sobre todo desde el letal ataque del 5 de agosto en el Sinaí perpetrado por asaltantes desconocidos -que mató a 16 guardias de frontera egipcios-, el ejército egipcio ha estado destruyendo activamente los túneles de Gaza.
Según el economista Maher Al-Tabaa, que vive en Gaza, «el 30% de los productos que hay en Gaza llegan por los túneles». Pero otras estimaciones, citadas por Reuters, sitúan la dependencia alimentaria del contrabando en un 80%. Sin túneles y sin una alternativa real a largo plazo, Gaza se precipitará más profundamente aún en la pobreza y lo más probable es que la crisis alcance niveles sin precedentes.
Pero, ¿por qué el Egipto post-revolucionario está manteniendo la misma política de aislamiento de Gaza que fue adoptada por vez primera por el ex dictador egipcio Hosni Mubarak?
A pesar de las graves repercusiones humanitarias del asedio, el tema es esencialmente político. Tras el derrocamiento del régimen de Mubarak, en Gaza y en toda la región hubo un extendido sentimiento de euforia al pensar que había muchas probabilidades de que un gobierno revolucionario -especialmente uno encabezado por los Hermanos Musulmanes- revirtiera un engrosado legado históricamente financiado y vigilado por el dinero y el apalancamiento político de EEUU. El precio del tratado de Camp David, firmado entre Egipto e Israel en 1978-79, implicó que Egipto se convirtiera en un activo político permanente para Washington y Tel Aviv a cambio de una cantidad de dinero asignada que llegaba fundamentalmente en forma de ayuda militar. Mubarak estaba por supuesto entregado a esa política y el fallecido jefe de la inteligencia egipcia, Omar Suleiman, era la personificación de ese éxito estadounidense.
Cuando Israel impuso un asedio contra Gaza tras la victoria electoral de Hamas en 2006, poco importó que Egipto y Gaza compartieran frontera. Israel se sentía verdaderamente cómodo de que el régimen de Mubarak estuviera a bordo, mientras los palestinos de la Franja sobrevivían en medio de las ocasionales guerras y la dureza de la situación económica.
Sugerir que Hamas orquestó el asesinato de los soldados egipcios en el Sinaí -que sirvió de excusa para que el ejército egipcio aislara aún más a Gaza- es no haber entendido nada en absoluto de la psicología colectiva de los palestinos en la Franja, que continúan viendo a Egipto como un oasis de esperanza política y salvación económica. Además, no debe ignorarse tampoco el entendimiento cultural y religioso entre Gaza y Egipto -que administró la Franja durante décadas entre 1948 y 1967-.
Abrumados por los persistentes intentos de expulsarlos del poder, la Hermandad Musulmana y el Presidente Mohammed Mursi siguen abordando todas las cuestiones relativas a los palestinos con la mayor precaución. Sus detractores han dedicado mucho tiempo y energía a desprestigiar a los palestinos, a Hamas y Gaza, en la mayoría de los medios de comunicación egipcios de propiedad privada. La grotesca propaganda sobre los completamente asediados palestinos en Gaza traficando con armas y drogas hacia el Sinaí está creando un estado de gran confusión entre muchos egipcios respecto a Gaza y su papel el caos de la seguridad egipcia.
Demasiado tímido como para desafiar a las muchas fuerzas en juego en Egipto, el gobierno de Mursi está ofreciendo muy poca ayuda a Gaza para que supere su aislamiento. Esta vacilación se está pagando muy cara. Utilizando el pretexto de proteger la seguridad nacional de Egipto, el ejército, bajo el liderazgo del Ministro de Defensa, el General Abdel Fattah el-Sissi, está destruyendo activamente los túneles. En la información ofrecida en el periódico israelí Haaretz el día 6 de abril, Zvi Bar’el estimaba que en marzo se habían destruido 250 túneles, a la vez que se inundaron 76 más con aguas residuales «tras localizarlos a través de información por satélite, probablemente en cooperación con EEUU».
Lo de «probablemente» es un eufemismo, porque el gobierno estadounidense -y otras potencias occidentales- han invertido muchos fondos y experiencia para asegurarse de que Gaza siga en cuarentena total. A lo largo de la mayor parte del año 2011, en Gaza era sencillamente impensable que Egipto fuera a continuar cooperando activamente con la inteligencia occidental para mantener aislada a la Franja. En 2012, y especialmente tras el ataque de agosto en el Sinaí, se hizo evidente que ninguna de las fuerzas que auspiciaron la revolución de enero de 2011 era lo suficientemente fuerte como para poder impactar en la realidad sobre el terreno. Según Haaretz: «Los dirigentes militares y políticos de Egipto están divididos en si apoyar o no a Hamas». Cuanto más tiempo persista esa división, más profundamente se hundirá Gaza en la desesperación. Naturalmente, algunas fuerzas internacionales y regionales están invirtiendo activamente en esa división egipcia, en un intento por controlar la independencia política de Hamas.
Y, en efecto, hay indicios de que Hamas está ahora atendiendo a las potencias occidentales tratando de preservarse y resistir las presiones que precedieron y siguieron a su salida de Damasco como consecuencia del levantamiento convertido en guerra civil en Siria. Algunos medios informan de que la reposición de Jaled Meshaal como jefe político de Hamas no habría sido posible sin las fuertes presiones del jefe de la inteligencia egipcia, el General Raafat Shehata. Con Meshaal al timón, es probable que prosiga la normalización entre Hamas y Jordania y Qatar (una importante fuente de financiación de Hamas), entre otras potencias regionales. Además, según Adel Saanun, que informaba el 3 de abril para la Agence France Presse, y en base a las opiniones de los expertos regionales, la reelección de Meshaal «puede mejorar los vínculos de Hamas con Occidente». El hecho de que las elecciones de Hamas se celebraran en El Cairo, sugería un analista, «es una prueba de que Egipto apoyará al movimiento en su apertura a Occidente».
Es posible que el precio que se cobre a los Hermanos Musulmanes para poner fin a la injerencia regional y occidental en los asuntos egipcios incluya también tener a raya a Hamas. Mientras a los líderes de Hamas en Gaza se les niega el acceso a cualquier posible independencia económica, se está apoyando a algunos dirigentes de Hamas de fuera como los adecuados candidatos «moderados» para cualquier posible normalización futura entre Hamas y Occidente.
Esa dependencia se va diseñando de forma lenta pero inteligente, ya que tiene como objetivo arrancar determinados «compromisos» políticos de Hamas a largo plazo. Y como si el asedio de Israel y la destrucción de los túneles no fueran suficiente, la Agencia de las Naciones Unidas para el Socorro a los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés) ha anunciado recientemente un recorte en la distribución de la ayuda básica a los 25.000 refugiados de Gaza, una decisión que «podría exacerbar la dureza causada por los controles israelíes y egipcios sobre las aisladas fronteras del enclave», según informaba Al Jazeera el pasado 5 de abril.
Sin un escenario económico alternativo frente al bloqueo terrestre y marítimo de Israel, con Egipto arrasando los túneles y la UNRWA recortando su presupuesto, es probable que el liderazgo de Hamas en Gaza busque alternativas en forma de una ayuda financiera por la que tendrá que pagar un precio político. A largo plazo, Hamas se enfrentará a difíciles opciones, incluida la división o seguir el mismo camino nocivo en el que se hallan Fatah y la OLP, que llevó al fiasco de la «paz» de Oslo que empezó en 1993. Sólo un final constructivo del punto muerto político en que se halla Egipto podría ofrecer a Hamas una tercera alternativa, mucho más digna, y eso es algo que está por verse.
Ramzy Baroud ( www.ramzybaroud.net ) es editor de PalestineChronicle.com . Es autor de los libros: The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle and My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, London).
Fuente original: http://www.counterpunch.org/2013/04/12/gazas-siege-intensifies/