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El plan Trump necesita mucha presión global para ser algo más que un alto el fuego

Fuentes: El Diario [Foto: Benjamín Netanyahu junto a Jared Kushner y Steve Witkoff en la madrugada del 10 de octubre de 2025 (EFE/EPA/MAAYAN TOAF/Oficina de Prensa del Gobierno de Israel)]

El plan no tiene en cuenta la ley internacional, priva de derechos a la población de Gaza, protege a la parte que comete genocidio, permite la ocupación israelí y no garantiza que Israel mantenga la tregua tras la puesta en libertad de los rehenes.

La más breve de las treguas salva vidas y, por eso, siempre es bienvenida. Eso no significa que el plan Trump sea simétrico o acorde a la ley internacional. Contiene, de hecho, un enfoque que priva de derechos esenciales a la población de la Franja y protege a la parte que comete genocidio.

Al otro lado del auricular, desde Gaza, escucho la voz de algunas personas que han sido mis interlocutoras durante estos dos largos años de genocidio. Hay alivio contenido, prudencia ante los anuncios de las últimas horas y amargura por los asesinados, por los que ya no están. Los duelos tuvieron que posponerse durante meses en nombre de la supervivencia.

Lo anunciado por Donald Trump es un plan de mínimos que trocea en fases la posibilidad de un alto el fuego duradero. “Se trata de un inicio, lo cual es deseable, pero en realidad supone un nuevo tipo de ocupación permanente, peor que la de antes de 2023, con términos vagos, con premisas para el proyecto urbanístico de la Riviera y con la exclusión de justicia y rendición de cuentas”, indica la abogada palestina estadounidense Noura Erakat.

De momento estamos ante un modo de garantizar un proyecto colonial en la Franja. Fue presentado hace días como un ultimátum, con amenaza incluida del presidente estadounidense, quien advirtió a la parte palestina de que una respuesta negativa supondría un “infierno como nunca antes”.

El plan Trump incluye un proyecto de ocupación con fuerzas internacionales e israelíes, sin plazo claro para su fin, sin soberanía palestina ni posibilidad de autogobierno en las primeras fases, sin garantías detalladas tras dos años de genocidio. No menciona Cisjordania ni Jerusalén Este, no contempla el fin del apartheid y de la ocupación colonial en esos territorios palestinos ni la retirada del Ejército israelí de Gaza en la primera fase, durante la cual podrá quedarse en más de la mitad de la Franja.

Para que el acuerdo se convierta en algo real y duradero necesita la adopción de otras medidas que no están incluidas en el proyecto del presidente de EEUU. Estas son el cumplimiento del derecho internacional, el reconocimiento del derecho a la autodeterminación del pueblo palestino, el fin de la ocupación colonial israelí, del sistema de segregación racial y de la desposesión permitida por las leyes de apartheid, así como la rendición de cuentas.

Sin ellas, y sin la presión internacional para hacerlas posibles, la violencia y el sometimiento ejercidos por las fuerzas israelíes seguirán, con mayor o menor intensidad, como ha ocurrido en las últimas décadas. Si nadie se lo impide, ¿por qué va a renunciar Israel a su ocupación colonial, siendo éste uno de sus objetivos prioritarios?

Al mismo tiempo, mientras la ocupación y la violencia del apartheid israelí continúen, seguirá habiendo resistencia palestina. Así ha sucedido en los últimos ochenta años. “Si no se abordan las causas fundamentales, no habrá paz ni estabilidad verdaderas”, señala desde Cisjordania Hanan Ashrawy, política, activista y negociadora palestina retirada. “Nuestros derechos no se pueden limitar a obtener una pausa para que no seamos asesinados”, advierte desde Gaza la periodista y activista Bisan Owda.

Pactos anteriores

Israel firmó en el pasado varios acuerdos que ha incumplido, y los gobiernos del mundo lo saben. En la memoria colectiva de la población de Gaza está presente el alto el fuego de enero de este año, violado por Israel en más de cien ocasiones y roto definitivamente en marzo, cuando tocaba iniciar la segunda fase del acuerdo. El Gobierno de Netanyahu arrinconó la negociación para reanudar el aplastamiento de la población palestina de la Franja.

Antes, en septiembre de 2024, también hubo otra oportunidad para alcanzar un pacto, en términos parecidos al actual. “Hamás aceptó los mismos términos. Pero en ese momento la respuesta de los negociadores israelíes fue que ‘el primer ministro no estaba de acuerdo con poner fin a la guerra’”, escribía este jueves el negociador israelí Gershon Baskin.

Hubo otro alto el fuego anterior, en diciembre de 2023, cuando se cerró un intercambio de rehenes, por el que el Gobierno de Netanyahu consiguió la puesta en libertad de 105 israelíes a cambio de 280 palestinos. Israel obtuvo por la vía negociadora lo que no logró a través del uso de la fuerza bruta, pero tras ello retomó los ataques.

Ya entonces, si no antes, había indicios claro de que su objetivo primordial no era la puesta en libertad de los rehenes, sino un genocidio. La propia Corte de La Haya advirtió de ese riesgo ‘plausible’ en enero de 2024. Sin embargo, los grandes aliados de Tel Aviv siguieron apoyándolo. EEUU, Reino Unido y la Unión Europea respaldaron la vía militar israelí y mantuvieron sus acuerdos preferenciales con Tel Aviv hasta hoy.

Desde 2007 la Franja de Gaza ha estado sometida a un bloqueo ilegal casi continuado, con el control israelí de sus fronteras, de su espacio aéreo y marítimo, y con matanzas esporádicas de cientos o incluso miles de civiles a lo largo de los años. Hamás e Israel firmaron seis acuerdos en 2008, 2012, 2014, 2019, 2021 y 2025. Este es el séptimo. Cada pacto siguió una trayectoria similar e Israel pudo seguir violando el derecho internacional mientras reforzaba sus alianzas con Washington, Londres y Bruselas.

Antes de ello, en los años noventa, se firmaron los Acuerdos de Oslo entre la Organización por la Liberación de Palestina e Israel. Fueron celebrados y aplaudidos por la comunidad internacional, pese a que normalizaban, de facto, el control militar israelí del 60% de Cisjordania. En la práctica sirvieron para legitimar una ocupación ilegal y nunca se alcanzó la última fase de los mismos. Israel los usó para impulsar su proyecto de apartheid y de anexión de territorios.

Qué acepta Hamás

Hamás ha negociado los primeros puntos del plan a cambio de un alto el fuego y de la entrada de ayuda humanitaria en Gaza. Se compromete a poner en libertad, posiblemente entre el domingo y el martes, a todos los rehenes israelíes vivos, unos veinte, para entregar después los cadáveres de los fallecidos. A cambio, Israel acepta poner en libertad a unos 250 prisioneros con condenas y a 1.700 palestinos arrestados en Gaza tras el 7 de octubre de 2023, encerrados en centros de detención israelíes como rehenes.

Los nombres de estas personas han sido objeto de negociaciones in extremis. Marwan Barghouti, arrestado y condenado en 2004, integrante del ala crítica de Al Fatah, líder con popularidad y capacidad de generar consenso entre diferentes sectores de su pueblo, era una de las exigencias de las facciones palestinas, pero Israel no lo ha incluido en las listas.

Tras la primera fase del plan, las tropas israelíes podrán mantenerse en una parte de la Franja y reocupar territorio si consideran que Hamás no implementa “plenamente el acuerdo”. Al igual que ocurrió en el pasado, una vez cumplida esta primera etapa, el riesgo de ruptura de alto el fuego por parte de Israel será elevado. Este jueves el ministro de Finanzas israelí, del ala ultra del Gobierno, pidió “no detener la guerra” tras la puesta en libertad de los rehenes.

Sin presiones, Israel podrá reanudar los ataques o negarse a retirarse de las zonas que ocupa, con cualquier excusa. “¿Seguirá Trump presente después de la primera fase para impedir que Netanyahu reanude la guerra? Es razonable pensar que para entonces habrá perdido el interés. Netanyahu confía en ello”, escribía este jueves el articulista Raviv Drucker en el diario israelí Haaretz.

La analista israelí del Crisis International Group, Mairav Zonszein, lo expresa así: “Simplemente, no se entiende quién va a implementar un alto el fuego cuando las Fuerzas de Israel tienen tropas en Gaza y pueden alegar a su antojo que están amenazadas”. Nadie con un mínimo de honestidad puede extraer de la ecuación la tendencia de Israel a violar acuerdos y a usar excusas para garantizar su ocupación contra la población indígena.

El periodista Anas el Sharif, en enero de este año, celebrando el alto el fuego anunciado, roto por Israel en marzo. Como muchos otros, Sharif fue asesinado por el Ejército israelí, en agosto de 2025
Foto: El periodista Anas el Sharif, en enero de este año, celebrando el alto el fuego anunciado, roto por Israel en marzo. Como muchos otros, Sharif fue asesinado por el Ejército israelí, en agosto de 2025

Renovar el relato

Los siguientes puntos del plan exigen la rendición de Hamás y de otras facciones palestinas, su desmilitarización. Sin embargo, no se contempla ningún tipo de exigencia en este sentido para el Ejército que comete un genocidio, que podrá continuar armado en territorios ocupados palestinos en los que aplica la violencia para garantizar la ocupación y la segregación racial, señalada como tal por la Corte Internacional de Justicia.

“¿Dónde está la seguridad de los palestinos, que han sido atacados sin tregua durante décadas, dónde está la desmilitarización y desradicalización de la sociedad israelí?”, se pregunta la relatora de Naciones Unidas para Palestina.

Pese a todo esto, pese a su superioridad militar y su impunidad en el escenario internacional, Israel no ha logrado ganar el relato. Esta es una de las razones que explican la búsqueda de este alto el fuego por su máximo aliado y protector desde Washington. Por primera vez, grandes porcentajes de las sociedades occidentales han percibido el carácter colonial y supremacista de las políticas israelíes y han hecho seguimiento en tiempo real de sus crímenes masivos.

Las Cortes de La Haya han emitido órdenes y opiniones consultivas inéditas que no han sido puestas en práctica por la mayoría de los Estados del mundo, pero aún así sientan un precedente. Y, sobre todo, las protestas sociales siguen creciendo en numerosos países, con iniciativas que no han podido ser invisibilizadas, como las flotillas para romper el bloqueo de Gaza o las protestas que lograron suspender varias etapas de la Vuelta Ciclista a España.

Dos años después del inicio del genocidio, a las naciones aliadas de Israel se les acababan las excusas de cara a un electorado que demanda suspensión de relaciones y medidas de boicot, como se hizo con la Sudáfrica del apartheid. La presión social en países como Reino Unido, con demandas judiciales contra los envíos de armamento del Gobierno británico, ha ido en aumento. Ante ello, un plan colonial presentado como iniciativa de paz puede servir para renovar el relato y justificar la ocupación israelí.

“Cisjordania sigue siendo blanco del Ejército y los colonos, mientras el Gobierno israelí impulsa una intensificación de los asentamientos y de la anexión territorial”, recuerda Hanan Ashrawy. “La ocupación permanece y la maquinaria de la limpieza étnica no se ha detenido”, advierte el periodista palestino estadounidense Ahmed Eldin.

Obligaciones internacionales

Con su dinámica de hechos consumados, es decir, de violaciones continuadas, Israel ha llegado hasta aquí. Sin reacción política, diplomática, judicial y social global podrá seguir violando el derecho internacional.

Por eso los Estados del mundo, y en concreto aquellos que mantienen acuerdos preferenciales con Israel –la UE es el mayor socio comercial de Tel Aviv– deben hacer lo que no han hecho hasta ahora: cumplir con la petición de la Corte Internacional de Justicia suspendiendo sus relaciones comerciales para no contribuir a la ocupación ilegal israelí, y hacer uso de todas las vías de presión que exige la Convención de Genocidio, para prevenir más genocidio.

De lo contrario, estaremos ante otro episodio de hipocresía internacional que será usado como distracción narrativa para seguir justificando crímenes de Israel, con los que se allana más inseguridad para todos los pueblos del mundo.

Nada empieza hoy, comenzó hace décadas con una limpieza étnica, con un régimen de supremacismo legal y con el uso abusivo de la fuerza, con el que Israel ha conseguido hasta hoy lo que el derecho internacional le niega.

Como ha recordado la Fundación Hind Rajab, creada en memoria de una niña palestina asesinada a balazos en Gaza –cuya historia ha sido llevada al cine– y encargada de recopilar pruebas de crímenes, “la mera suspensión de operaciones militares no pone fin a un proceso genocida de naturaleza material y estructural”. Por eso, prosigue, es necesario “intensificar la movilización y los esfuerzos para que haya justicia y el pueblo palestino pueda vivir libre y seguro en su tierra natal, único camino hacia la paz”.

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/alto-fuego-gaza-asegurar-crimenes-poblacion-palestina_129_12671500.html