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Rumsfeld fue uno de los artífices del golpe de mano que escoró a la derecha la Administración Ford

«El político más despiadado»

Fuentes: El Mundo

Ayer terminó un drama que ha durado 31 años y dos días. El primer acto tuvo lugar el 4 de noviembre de 1974. Fue la masacre de Halloween. Sus protagonistas: el jefe de gabinete del presidente Gerald Ford, Donald Rumsfeld; su número dos, Dick Cheney; el secretario de Estado y consejero de Seguridad Nacional, Henry […]

Ayer terminó un drama que ha durado 31 años y dos días. El primer acto tuvo lugar el 4 de noviembre de 1974. Fue la masacre de Halloween. Sus protagonistas: el jefe de gabinete del presidente Gerald Ford, Donald Rumsfeld; su número dos, Dick Cheney; el secretario de Estado y consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, y el embajador en China, George H. W. Bush.

Halloween, a primeros de noviembre, es la noche de los fantasmas en EEUU. Ese día de 1974, Cheney y Rumsfeld dieron un golpe de mano para escorar la Administración Ford a la derecha de forma irreversible. Fue un momento decisivo en la política de EEUU porque abrió las puertas de la Casa Blanca al ala más conservadora del Partido Republicano.

La masacre sólo lo fue desde el punto de vista político. Ford cesó a Kissinger del cargo de director de Seguridad Nacional y le dejó al frente del Departamento de Estado. Rumsfeld se convirtió en el secretario de Defensa más joven de la historia de EEUU. Dick Cheney pasó a ser el jefe de gabinete de Ford.

Y, al frente de una CIA debilitada, quedó George H. W. Bush, al que Rumsfeld y Cheney consideraban un político débil. Fue un golpe de mano perfecto. Como diría Kissinger años después, «el político más despiadado que conozco es Donald Rumsfeld». Semejante frase, viniendo del artífice de los bombardeos secretos de Camboya y del golpe de Pinochet en Chile, es algo más que una anécdota.

Pero, a pesar del giro a la derecha, Gerald Ford no fue reelegido. Y en 1976 Rumsfeld dejó el Pentágono. El ex secretario de Defensa, que hizo la mili en los años 50 en la exclusiva Universidad de Princeton mientras sus compatriotas morían a miles a 40 grados bajo cero en el río Yalu, en Corea, tenía otras actividades en mente.

Entre 1977 y 1985 fue consejero delegado de Searle, una empresa que, pese a la profunda fe religiosa de Rumsfeld, fabricaba anticonceptivos, incluyendo píldoras del día después, según narra el periodista Jim Mann en su libro The rise of the vulcans, la mejor obra sobre el equipo de política exterior de la primera Administración Bush.

Rumsfeld dirigió la empresa con mano de hierro, y se convirtió en uno de los directivos más duros de EEUU, según la revista Fortune. En 1985 vendió Searle a la biotecnológica Monsanto y se embolsó 12 millones de dólares (16,5 millones de euros actuales). El segundo acto de la vida política de Donald Rumsfeld tuvo lugar entonces. Porque, en los 80 el consejero delegado de Searle desaparecía periódicamente. Ni siquiera su mujer, Joyce, con la que se casó a los 30 años en 1952, ni sus tres hijos, sabían dónde estaba. Era un secreto.

A pesar de no haber sido elegido para ningún cargo, Rumsfeld había sido seleccionado por sus amigos en la Administración Reagan -y por el entonces miembro de la Cámara de Representantes, Dick Cheney- para participar en la creación de un Gobierno en la sombra en caso de una guerra atómica con la URSS que aniquilara las estructuras de poder de EEUU. Si la Administración de EEUU dejaba de ser operativa, él sería uno de los encargados de poner en marcha otra desde un búnker nuclear.

Armas químicas

No fue ésa la única misión discreta que Rumsfeld hizo para Reagan. En 1983, actuó como mediador de Washington con el Irak de Sadam Husein, con el que se reunió en Bagdad y a quien, según el semanario Time, propuso la entrega de armas químicas estadounidenses.

Las mismas armas que Rumsfeld utilizaría como argumento para invadir ese país y derrocar a Sadam casi dos décadas después. Para entonces ya había vuelto al Pentágono y, con la ayuda de su amigo Dick Cheney -las residencias privadas de ambos, en Maryland, están juntas-, se había convertido no sólo en el secretario de Defensa de más edad de la historia de EEUU, sino en uno de los más poderosos.

Era la época en la que Rumsfeld no respondía a las llamadas telefónicas de la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, enfrascado en la transformación del aparato militar de EEUU, tarea que le valió el odio de los generales.

Ahora, todo eso se ha acabado. El martes tuvo lugar una nueva masacre, pocos días después de Halloween. Esta vez fue electoral. Los republicanos han sido barridos del Legislativo. Y Rumsfeld deja la Administración como víctima propiciatoria de Bush, que ha preferido cesarle a él en vez de a su confidente electoral, Karl Rove. Rice se convierte en la número uno incuestionable de la Administración. El vicepresidente, Dick Cheney, queda reducido a una figura decorativa. Ha sido la segunda parte de la masacre de 1974 y el cierre de la vida política de Donald Rumsfeld.