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Intervención especial en el Encuentro Internacional Justicia y Derecho, celebrado en La Habana

El Ruego de Frankfurter

Fuentes: Cubarte

En homenaje a Natalia Sánchez López, puertorriqueña, tan ignorada como su Patria. Grandes son hoy día los retos para quienes aman la Justicia y el Derecho. Nunca antes el planeta estuvo amenazado, como ahora, con el riesgo cierto de su destrucción. Nos asaltan cada día noticias alarmantes que prueban como el egoísmo insensato de unos […]

En homenaje a Natalia Sánchez López, puertorriqueña,
tan ignorada como su Patria.

Grandes son hoy día los retos para quienes aman la Justicia y el Derecho. Nunca antes el planeta estuvo amenazado, como ahora, con el riesgo cierto de su destrucción. Nos asaltan cada día noticias alarmantes que prueban como el egoísmo insensato de unos pocos produce daños irreversibles al medio ambiente, provoca el exterminio de muchas formas de vida y hace de la humanidad una especie en peligro de extinción. Se extinguen muchos seres humanos cada día por hambre y enfermedades prevenibles en un mundo desigual y carente de solidaridad.

La ilusión de un orden internacional basado en los nobles principios y propósitos de la Carta de San Francisco desaparece frente al hegemonismo y la arbitrariedad de quienes sólo se acuerdan de la ONU cuando pueden utilizarla como instrumento de guerra y de violencia reduciendo a polvo sus ideales fundadores.

Urge el diálogo y la concertación para salvar la vida y legarla a las generaciones futuras. Lo sabemos quienes nos empeñamos en creer que un mundo mejor es posible.

Pero lo saben también los que no sólo tratan de cerrar el paso a la esperanza sino, peor aún, impulsados por la codicia ciega procuran perpetuar un sistema internacional que a todos conducirá al abismo.

Los poderosos quieren imponer la incomunicación, el aislamiento y la ignorancia. Esa es la esencia del uso que dan a la descomunal expansión de las nuevas tecnologías quienes, cínicamente, se denominan «medios de información» o de «comunicación».

En 1969 algunos jóvenes investigadores daban los primeros pasos que conducirían, con el andar del tiempo, al despliegue de lo que hoy conocemos como Internet. Pero entonces lo que se imponía como moda era apenas la televisión internacional. Reconociendo la importancia de ese nuevo instrumento y anticipando lo que vendría después Zbigniew Brezinzski escribió entonces que esos medios, actuando sobre el individuo aislado, desprovisto de un sindicato o un periódico alrededor del cual actuar organizadamente, serían capaces de «manipular las emociones y controlar la razón.»

La manipulación y el control de las emociones y del pensamiento se ejecuta en tres dimensiones integradas en un proceso único: ocultar la verdad, falsificarla y diseminar la mentira.

Cuba ha sido y es el mejor y más prolongado ejemplo de la manipulación y el control tan caros a quien fue tan franco cuando era profesor de la Universidad de Columbia – y también colaborador del aparato «cultural» de la CIA – antes de convertirse en Asesor de Seguridad Nacional del último gobierno que en Washington no temió al liberalismo.

No son pocos los aspectos relevantes de la realidad cubana que permanecen ocultos para muchos millones de personas especialmente en los países desarrollados, esos en los que se hace creer a la gente que están más informados que nadie. La lista de las realidades cubanas que los «medios» esconden es demasiado extensa y no intentaré explorarla ahora.

Hablaré sólo de Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González, cinco cubanos que se acercan ya a cumplir doce años de encierro en cárceles norteamericanas, en condiciones especialmente duras, aunque no cometieron ningún crimen. Así han pasado lo mejor de su juventud pese a no haber causado daño alguno a nadie. Más aún. En sus prisiones, según han certificado las autoridades carcelarias, han enseñado a otros prisioneros a leer y a escribir, les han abierto los caminos del arte, la ciencia y la literatura, los han ayudado a soportar el encierro y a concebir una vida mejor.

A diferencia de sus compañeros de prisión ellos apenas reciben las visitas de sus familiares. Gerardo y René no se han encontrado aún con sus esposas en este largo período.

¿Por qué están los Cinco encarcelados?

No es fácil encontrar la explicación en la gran prensa. En rigor resulta imposible para la inmensa mayoría que depende de los «medios» para informarse.

Vuelve a la memoria Félix Frankfurter y su noble empeño porque se hiciera justicia a Sacco y Vanzetti, condenados a muerte en otra farsa judicial temprano en el siglo pasado. Aún se escuchan sus palabras: «Please, read the transcripts» («Por favor, lean las actas»).

Porque entonces, como ahora, todo estaba escrito, pero silenciado por las corporaciones que deciden lo que la gente puede saber.

Los Cinco fueron condenados y sufren injusta y cruel prisión simple y llanamente porque lucharon contra el terrorismo. Porque sacrificaron sus vidas tratando de impedir actos terroristas que contra Cuba y su pueblo se llevan a cabo impunemente desde el territorio de Estados Unidos con la complicidad de sus autoridades.
¿Lo dudan? ¿Parece exagerado?

Por favor, lean las actas. El gran público no lo hace porque lo han acostumbrado a depender de «los medios» que se supone harán el trabajo de diseminar la información. Pero los medios no lo hacen, sino que hacen lo contrario. Esconden celosamente la información que poseen.

Sin embargo, todo está escrito, con todas las letras. En el sitio oficial del gobierno de Estados Unidos, Corte del Distrito Sur de la Florida, bajo el título Estados Unidos contra Gerardo Hernández Nordelo y otros.

Allí están las actas y los demás documentos del caso de nuestros Cinco compatriotas. Está la acusación inicial, las deliberaciones ante el tribunal, los testimonios de los testigos, las pruebas presentadas, las consideraciones finales de fiscales y abogados defensores, las absurdas sentencias impuestas a los acusados y la interminable y frustrante sucesión de apelaciones.

A todo lo largo de este proceso el Gobierno reconoció que había actuado contra los Cinco para proteger a los grupos terroristas cuyas acciones ellos intentaron evitar. Por favor, lean las actas. Fue el juicio más prolongado en la historia de Estados Unidos pero de él no se ocupó ninguna publicación nacional de ese país. Desfilaron ante el tribunal conocidos terroristas que allí se ufanaron de sus fechorías, concurrieron como testigos Generales y Almirantes y altos funcionarios de la Casa Blanca pero las cadenas nacionales de televisión no les dieron un segundo en sus transmisiones. Más allá del sur de la Florida se impuso un impenetrable silencio.

Pero en Miami fue exactamente al revés. Día y noche, la radio, la televisión y la prensa escrita, no cesaron en una campaña de calumnias contra los Cinco y de amenazas a sus defensores y a los jurados. Los «periodistas» locales, con cámaras y micrófonos, los asediaron y persiguieron por los pasillos de la Corte y fuera de ella. Los miembros del Jurado declararon que se sentían atemorizados y la Jueza rogó al Gobierno que evitase esos desmanes. Lo pidió varias veces desde el comienzo del juicio hasta su conclusión siete meses después. Obviamente, sus ruegos no fueron atendidos.

Lo que nadie sabía entonces era que todos esos «periodistas» de Miami estaban siendo pagados por el Gobierno con jugosas partidas del presupuesto federal. Se supo en 2006 cuando se publicó una lista de esos «profesionales» y las fechas en que recibieron la paga. Todos los provocadores que portando credenciales de prensa acosaron a los miembros del Jurado, todos los que inundaron Miami con el odio y la mentira, eran y son, en realidad, asalariados oficiales.

Este descubrimiento es una prueba adicional de la grave prevaricación cometida por las autoridades norteamericanas en el caso de nuestros Cinco compatriotas. Un prevaricato que continúa hasta hoy. El gobierno norteamericano se sigue negando a hacer públicos los contratos suscritos con los mentados «periodistas» y otros datos importantes que arrojarían una nueva luz sobre la terrible injusticia de la que son víctimas nuestros compatriotas.

La Fiscalía los presentó como a terribles enemigos cuyo propósito era nada más y nada menos que «destruir a los Estados Unidos». Lo afirmaron los fiscales una y otra vez hasta la conclusión del juicio. Lo repitieron día y noche, durante siete meses, los «periodistas» pagados y dirigidos por los fiscales.

Tras diez años de ardoroso batallar la Corte de Apelaciones de Atlanta, unánimemente, dictaminó hace dos años que nada en este caso había puesto en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos.

La Fiscalía los acusó como si fueran peligrosos «espías» y su coro mediático se hizo eco de esa mentira con tal disciplina que aún la siguen repitiendo. La Corte de Apelaciones, sin embargo, determinó que ninguno de los Cinco había tenido relación con informaciones secretas, que nada había habido de espionaje en este caso y fue por ello que anuló las penas impuestas por ese inventado delito y ordenó que tres de los acusados fueran resentenciados.

La Corte de Apelaciones aunque reconoció que también era procedente anular la sentencia impuesta a Gerardo por el mismo falso cargo de «espionaje», decidió excluirlo del proceso de resentencia aduciendo que contra él existe otra condena a perpetuidad bajo la infame acusación de «conspiración para cometer asesinato en primer grado». Olvidaron los jueces que en mayo de 2001 la Fiscalía, en un paso que admitió carecía de precedentes, había reconocido ante esa misma Corte su fracaso en probar la acusación y solicitó a última hora retirarla. En esas circunstancias sólo unos jurados víctimas del terror pudieron declarar a Gerardo culpable de un crimen que no existió y por el que un sistema profundamente injusto impone la descomunal pena de dos cadenas perpetuas más 15 años.

En resumen nuestros Cinco compatriotas están próximos a cumplir doce años de prisión por dos supuestos delitos que no existieron según la Corte de Apelaciones y el propio gobierno federal. Por esos fabricados «crímenes» ellos han guardado prisión por un tiempo que excede al que han servido individuos que han sido encontrados culpables, en el mismo período, de transgresiones incomparablemente más graves como el de espionaje real y a gran escala.

Entretanto, los connotados terroristas contra quienes los Cinco lucharon disfrutan de libertad bajo la protección de las autoridades norteamericanas. Ese es el caso de Luis Posada Carriles, prófugo de la justicia venezolana por la destrucción en pleno vuelo de un avión civil y el asesinato a sangre fría de 73 personas que iban a bordo de la aeronave. Estados Unidos es parte del Convenio de Montreal para la Protección de la Aviación Civil que establece claramente que el estado donde se halle alguien acusado por este tipo de delito sólo tiene dos opciones. Extraditarlo al país que lo solicite o someterlo a juicio por ese hecho como si hubiera ocurrido en el lugar donde se encuentra «sin excepción de ningún tipo». Venezuela solicitó formalmente la extradición de Posada hace ya más de cinco años. Washington no ha respondido a la petición ni ha hecho absolutamente nada por encausarlo por ese crimen o por ninguna de las otras fechorías, que el mismo Posada se tomó el trabajo de describir en su libro de memorias y en entrevista de primera plana del New York Times. Se le puede ver sonriente ante las cámaras de televisión encabezando en Miami marchas anticubanas y profiriendo belicosas amenazas.

Tampoco ha respondido el Presidente Obama la carta que le envió en diciembre de 2008 quien era entonces Gobernador de Puerto Rico, en la que respetuosamente le pedía que instruyese al FBI entregar a los tribunales las evidencias que ha ocultado durante tres décadas de los asesinatos de Santiago Mari Pesquera y Carlos Muñiz Varela. Los implicados en esos crímenes se pasean libremente con Posada por las calles de Miami.

Nuestros Cinco compatriotas son inocentes, ante todo, porque lo único que ellos hicieron fue tratar de descubrir para evitarlas las acciones criminales que contra Cuba y su pueblo se realizan desde Estados Unidos con escandalosa impunidad. Nadie puede negar que esas acciones han existido durante muchos años. Nadie puede desconocer tampoco el derecho, la necesidad, de defensa que tenemos los cubanos.

La injusticia contra nuestros Cinco compatriotas continuará mientras se impida al pueblo norteamericano saber la verdad. Si la conociera ese pueblo obligaría al Presidente Obama a hacer lo que tiene que hacer: retirar las acusaciones y liberar inmediatamente a los Cinco, a todos y cada uno de ellos. Sin ninguna excepción.

Pero los llamados medios de comunicación imponen el silencio.

Porque esos medios poco tienen que ver con la información. Son en realidad instrumentos de control ideológico al servicio del Imperio.

Los cubanos hemos vivido medio siglo comprobándolo. Y eso también consta por escrito en documentos oficiales norteamericanos parcialmente desclasificados no hace mucho. Tan temprano como en 1959 la Administración Eisenhower además de iniciar la guerra económica y las acciones terroristas contra Cuba se dedicó a «fabricar la oposición» dentro del país y a promoverla con «una poderosa ofensiva de propaganda». Así ha sido durante más de cincuenta años. Por favor, lean los documentos.

Recientemente asistimos a una intensificación de la campaña mediática contra Cuba. La desataron manipulando groseramente la lamentable muerte de un preso común que decidió emprender una huelga de hambre. Esa persona fue trasladada a un hospital donde se hizo todo lo posible para tratar de salvarle la vida. Lo hizo el único pueblo del planeta que sufre un bloqueo económico genocida que le impide adquirir muchos medicamentos y equipos médicos o tiene que pagar por ellos cifras onerosas. Lo hizo un país que pese a ello garantiza a todos y a todas, sin excepción, la asistencia médica gratuita. Nada semejante a lo que existe en la mayoría de los países desde donde se profieren críticas contra Cuba, críticas que, lamento decirlo, son tan torpes como cínicas.

¿Dónde estaban quienes nos censuran cuando comenzó la huelga estudiantil en Puerto Rico hace ya más de cinco semanas? ¿Qué dijeron cuando las autoridades cercaron los recintos universitarios y suprimieron los servicios de electricidad y agua? ¿Protestaron acaso cuando la policía maltrató con violencia a quienes trataron de llevarles alimentos, agua y medicinas?

Esos muchachos no decidieron un ayuno voluntario en busca de publicidad. A ellos se les impone por la fuerza. Y los medios callan vergonzosamente.

Esta mañana fue sepultada Natalia Sánchez López, un nombre completamente ignorado fuera de Puerto Rico. Lo repito porque quizás me escuchen algunos representantes de esos medios: Natalia Sánchez López. A lo mejor se atreven a informar acerca de una mujer de 21 años que, después de todo, ya no puede protestar.

Natalia participaba en la huelga en el recinto universitario de Mayagüez. Los estudiantes estaban hacinados el 24 de mayo en una edificación calurosa, con una sola puerta, cercados por la policía que impedía el acceso de alimentos y agua. La muchacha se desmayó y fue llevada a un hospital en el que murió al día siguiente.

Ayer sus compañeros desfilaron por las calles de San Juan en impresionante manifestación que contó con el apoyo generalizado del pueblo. Gritaban con energía: «Somos estudiantes, no somos criminales.»

Lo han estado proclamando desde hace 36 días en todos los once recintos de la Universidad de Puerto Rico. Pero ni el Parlamento Europeo, ni los demagogos baratos, ni los medios servidores del Imperio se dan por enterados.

¿Cuántas veces deberá morir Natalia? ¿A quiénes más piensan matar?

Quiero reiterar, en nombre de la Asamblea Nacional del Poder Popular nuestra más firme y completa solidaridad con la juventud y el pueblo de Puerto Rico que libran esta hermosa batalla por la libertad y la cultura. Ellos nos hacen ver el porvenir con optimismo. Algún día Justicia y Derecho no serán sólo nobles palabras.

Intervención especial en el Encuentro Internacional Justicia y Derecho. La Habana, Mayo 28, 2010

Fuente:http://www.cubarte.cult.cu/paginas/actualidad/conFilo.php?id=15048