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El terrorismo ultraderechista sacude a EE.UU. y Europa Occidental

Fuentes: CLAE

Se trata de un terrorismo de extrema derecha, racista, xenófobo, nazifascista.

El terrorismo de extrema derecha es ahora la principal amenaza en Estados Unidos y también en Europa occidental. Los movimientos de ultraderechistas y racistas blancos son responsables de la gran mayoría de muertos en atentados, pero los recursos de las agencias gubernamentales occidentales siguen estando en la su publicitada pero nada  efectiva lucha contra otros extremistas, la mayoría fuera de sus países.

En las últimas décadas, el terrorismo islamista ha sido promocionado por la prensa hegemónica internacional como la principal amenaza de seguridad en el mundo, pero la realidad indica que en Estados Unidos y en Europa ha ido creciendo una violencia que está encendiendo alarmas olvidadas en los departamentos de seguridad: el terrorismo de extrema derecha, racista, xenófobo, nazifascista.

Todos los grupos que se mueven dentro de este marco ideológico común, tienen una visión que favorece un gobierno autoritario con una aproximación dura al mantenimiento de la ley y el orden, la defensa de la jerarquía social, la protección de valores tradicionales y el control de la oposición, sobre todo si no es de derecha.

Mantienen postulados nacionalistas que identifican un cierto colectivo homogéneo en términos étnico y/o culturales como la base para la creación o el sostenimiento del Estado. Asimismo se añaden posiciones de corte xenófobo y racista en la medida en que la diversidad nacional y étnica se perciben como una amenaza al mantenimiento del mencionado colectivo nacional.

También suele estar presente una inclinación populista y antiestablecimiento que lleva los movimientos de este credo ideológico a presentarse como adalides de los perdedores del statu quo y defensores del ciudadano común frente a las élites, un mensaje que permite a muchos movimientos de extrema derecha asumir atributos revolucionarios.

Un elemento más pareciera delimitar el campo de la extrema derecha: el rechazo a la democracia. Están diametralmente opuestos a los valores e instituciones de la democracia liberal, lo que marca una diferencia esencial con la derecha radical que, pese a compartir algunos de los postulados de la extrema derecha señalados más arriba, no mantienen postulados antidemocráticos.

Los terroristas y extremistas de derechas propagan múltiples discursos, principalmente en Internet. Existe poco consenso sobre los temas y las ideologías, que son variopintos y a menudo contradictorios. La situación actual, que se hace eco de sus propias reivindicaciones, impulsa el discurso en línea.

El aprendizaje organizativo de las organizaciones terroristas y su evolución táctica y estratégica hace aún más peligrosos: son cada vez más descentralizadas, operan tanto en el mundo real como en el virtual, y atraen a individuos con perfiles cada vez más diversificados.

Durante esta última década, Al Qaeda, EI y movimientos transnacionales de extrema derecha han demostrado su capacidad para inspirar a individuos a cometer ataques terroristas en su nombre en ausencia de vínculos orgánicos entre los terroristas y las organizaciones de referencia.

Los autores de algunos atentados de la extrema derecha -Québec (2017), Pittsburgh (2018), Christchurch (2019), Poway (2019), el Paso (2019) y Hanau (2020)-  encontraron inspiración en figuras de referencia a nivel mundial como Anders Breivik, autor de la masacre de Utoya (2011) en Noruega.

Por otra parte, el uso de canales de difusión cada vez más sofisticados –medios de comunicación encriptados (como Telegram), Dark web, agencias de prensa propias, etc.–ha facilitado este doble movimiento de descentralización y globalización. Y permiten a los grupos terroristas difundir su mensaje de forma masiva más allá de las fronteras, a varios tipos de audiencia y en varios idiomas; lo cual incrementa su visibilidad virtual y contribuye, en última instancia, a facilitar el reclutamiento de voluntarios.

Un poco de historia

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el gobierno de Estados Unidos puso en marcha la terrorífica “guerra contra el terror” de George W. Bush, que dio amplios poderes a las agencias encargadas de vigilar a la gente dentro y fuera de Estados Unidos, así como un gasto extra de miles de millones de dólares en nuevas fuerzas de seguridad, encubriendo la injerencia y desestabilización en varios países, con el manido verso de la guerra contra el terrorismo.

Mientras el FBI, la CIA, la policía y la recién creada Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) buscaban a musulmanes radicalizados dentro y fuera del país, encubrieron la amenaza ya existente de los extremistas de movimientos racistas blancos en Estados Unidos. En número de miembros e influencia, no han dejado de crecer durante las últimas dos décadas.

Según la Liga Antidifamación, los radicales de extrema derecha fueron responsables de 16 de los 17 asesinatos cometidos durante 2020 en Estados Unidos por extremistas. En 2019, estuvieron involucrados en 41 de los 42 asesinatos cometidos por extremistas. A pesar de la prevalencia de los asesinatos cometidos por la extrema derecha y los supremacistas blancos, las agencias de inteligencia estadounidenses no cesaron de invertir mucho más en lo que llaman la amenaza del terror islámico.

Joe Biden ha sido menos reacio que sus predecesores a identificar el peligro que representa para los ciudadanos estadounidenses. En junio, dijo que los supremacistas blancos eran la “amenaza más letal” para los estadounidenses. Ese mismo mes, su gobierno anunció un amplio plan para abordar el peligro.

Según PW Singer, quien ha sido asesor del ejército estadounidense, de los servicios de espionaje y del FBI, la creciente amenaza del supremacismo blanco en Estados Unidos es demasiado compleja como para atribuirla exclusivamente a una falta de atención de las agencias gubernamentales de inteligencia, que tampoco han ayudado a detenerla”.

Nada indica que termine la complicidad de algunos republicanos con los extremistas. El congresista republicano de Alabama Mo Brooks defendió a un simpatizante de Trump responsable de una amenaza de bomba en el Capitolio. “Entiendo la furia de los ciudadanos contra el socialismo dictatorial y su amenaza a la libertad, a la libertad y al tejido de la sociedad estadounidense”, irradió por sus redes sociales. 

“La manera de detener la marcha del socialismo es que los estadounidenses patriotas contraataquen en las elecciones de  2024”, dijo Brooks. “Dicho sin rodeos, corre peligro el futuro de Estados Unidos”.

Los orígenes de esta ola terrorista están en el trumpismo y en el auge del extremismo de derecha del movimiento Tea Party que demonizaba al presidente demócrata Barack Obama. “Lo que una vez fue el extremo inaceptable se ha convertido en parte aceptada de nuestra política y de nuestros medios de comunicación”, dice Singer.

Entre 2009 y 2018, la extrema derecha fue responsable del 73% de las víctimas mortales relacionadas con el extremismo dentro de EEUU: mataron a más personas en 2018 que en cualquier otro año desde 1995, cuando una bomba colocada por un extremista antigubernamental en la ciudad de Oklahoma mató a 168 personas en un edificio del gobierno federal.

Según Cynthia Miller-Idriss, autora del libro Hate in the Homeland: The New Global Far Right (Odio dentro de casa: la nueva extrema derecha global), “la conmoción del 11-S creó esta maquinaria increíble en EEUU y en el resto del mundo». Recién cuando el FBI detuvo a un grupo de hombres vinculados a milicias de extrema derecha que planeaban secuestrar a la senadora de Michigan, Gretchen Whitmer, muchos se preguntaron si no se había infravalorado la amenaza de estos grupos. 

Los datos son contundentes: casi el 70% de los atentados y complots que ha sufrido el país en los primeros ocho meses del año están enmarcados en el «supremacismo blanco», o sea de la extrema derecha, en los cuales murieron 39 personas. Y el Departamento de Seguridad Nacional lanzó un aviso: este terrorismo «supremacista blanco» seguirá siendo «la amenaza más persistente y letal en el país» en adelante.

Europa aterrorizada

En Europa la amenaza terrorista de la extrema derecha violenta es una realidad en aumento. Según los informes anuales del Center for Research on Extremism de la Universidad de Oslo, entre 2001 y 2020 hubo una media de cinco ataques terroristas por año en Europa (Aasland Ravndal et al., 2021). En este mismo período, 99 ataques terroristas tuvieron consecuencias letales.

En los últimos años, en un contexto marcado por la crisis migratoria (2015) varios países como Bélgica, Francia y Eslovenia advertieron sobre la emergencia de grupos paramilitares de la extrema derecha, que pretenden compensar el supuesto laxismo de los estados europeos ante lo que ven como amenazas existenciales para Europa.

La amenaza de la extrema derecha violenta procede también del fenómeno de los combatientes extranjeros en Ucrania. Desde 2014, varios centenares de neonazis y supremacistas blancos europeos se han unido a los más de 15.000 combatientes extranjeros rusos activos en el conflicto del Donbas desde 2014. No solo la amenaza terrorista sigue siendo una realidad en Europa, sino que es cada vez más compleja, heterogénea y sofisticada.

A nivel global, los ataques terroristas cometidos en nombre de ideologías de extrema derecha violenta (por ejemplo, supremacistas blancos, neonazis, etc.) se incrementaron en un 320% entre 2016 y 2019, y siguieron aumentando en los últimos cinco años, según el Institute for Economics and Peace.

Desde 2015 organizaciones de extrema derecha realizaron 29 actos terroristas en Europa y 64 de sus militantes y simpatizantes fueron detenidos por planear o cometer atentados. Los servicios de inteligencia de la Unión Europea (UE) se encuentran más que nunca en estado de alerta y no es para menos.

No se trata de grupúsculos aislados, sino de una red trasnacional de activistas conectados en línea que –inspirados en teorías de la conspiración y del “aceleracionismo”– aprovechan los avances tecnológicos, entre ellos los videojuegos, para reclutar jóvenes y posicionar sus ideas racistas, xenófobas, antisemitas y supremacistas.

En su amplia mayoría estas llamadas “corrientes 2.0” de extremistas-terroristas se adhieren a la vez a la teoría conspiracionista de La Gran Sustitución –supuesto proceso de remplazo de la población blanca europea de cultura cristiana por pueblos musulmanes originarios esencialmente de África subsahariana y del Magreb– y a la teoría del aceleracionismo inspirada por la ideología Siege (asedio, en inglés).

Siege se refiere a un conjunto de textos escritos en los años ochenta por James Mason y vueltos a publicar en 1992 bajo el título SIEGE: The Collected Writings of James Mason, en los cuales ese neonazi estadounidense -admirador de Adolfo Hitler y Charles Manson- insiste en la necesidad de cometer crímenes aleatorios para desestabilizar a la sociedad al tiempo que promueve “un terrorismo sin líder y estructurado en pequeñas células” cuya meta debe ser “la revolución blanca”.

El detonador ideológico de Mason fue The Turner Diaries (Los diarios de Turner) novela violentamente racista y antisemita de William Pierce, también conocido neonazi estadounidense, publicada en 1978, en la que el autor imagina el derrumbe apocalíptico del sistema político de su país y la guerra racial que desata.

Las “obras” de Mason y Pierce son las “biblias” de los aceleracionistas que consideran que los gobiernos occidentales son irremediablemente corruptos y que la misión de los supremacistas es acelerar su colapso sembrando el caos por todos los medios y en particular con atentados contra “no blancos” y judíos. Hasta 2010, la esfera de influencia del aceleracionismo se limitó a Estados Unidos y luego adquiritó, paulatinamente, dimensión transnacional.

El terrorista Brenton Tarrant, autor de la masacre de Christchurch (Nueva Zelanda) en 2019, que costó la vida a 51 personas de credo musulmán, se refirió a esa corriente política extrema en el manifiesto de reivindicación de sus crímenes.

Al igual que el ultraderechista Anders Breivick, quien asesinó a 77 personas en dos atentados perpetrados en Oslo y en la isla de Utøya (Noruega) en 2011, y Payton Gendron, que ejecutó a diez clientes –casi todos afroamericanos– de un supermercado de la ciudad de Búfalo (Estados Unidos) en 2022, son ídolos y modelos de los aceleracionistas.

Preocupación de Europol

Europol destaca con honda preocupación que hoy el aceleracionismo se ha vuelto referencia de primer orden en el escenario europeo de la ultraderecha extremista y asegura que sus principales propagandistas en la UE son redes estadounidenses neonazis en línea como The Base, Hammerskin Nation y sobre todo la Atom Waffen Division, convertida últimamente en National Social Club, que tiene ramificaciones en varios países europeos, entre los que destacan Alemania, Finlandia e Italia.

Europol señala que internet y la tecnología siguieron siendo instrumentos fundamentales para la propaganda, así como para la radicalización y el reclutamiento de personas vulnerables para la causa del terrorismo y el extremismo. Además de las plataformas de redes sociales, las aplicaciones de mensajería de acceso abierto, los foros en línea, las plataformas de videojuegos y las plataformas descentralizadas se popularizaron en los círculos terroristas.

Al igual que los servicios de inteligencia de Estados Unidos, los de la UE también tienen en la mira al colectivo neofascista en línea Terrorgram (abreviatura de terror y telegram) cuya especialidad es la elaboración y difusión de “manuales de acción”.

Destacan dos publicados en 2021 – Militant Acelerationism: a Collective Handbook y Hard Reset– que combinan propaganda violenta e instrucciones concretas sobre cómo atentar contra comunidades no blancas, policías, personajes públicos, periodistas, manifestaciones de “rojos” y feministas, marchas LGTBQ+, clínicas acreditadas para practicar abortos o cómo atacar infraestructura crítica: instalaciones eléctricas, vías férreas y carreteras.

Según el informe de Europol sobre cuestiones de seguridad –Situación y tendencias del terrorismo en la UE- la amenaza neonazi y fascistoide se recrudeció a partir de 2015, año en el que la UE fue sacudida al mismo tiempo por una fuerte presión migratoria y sangrientos atentados islamistas perpetrados en Francia y Bélgica. Las cifras hablan: 29 de los 32 atentados de extrema derecha (consumados, fallidos o frustrados) en Europa entre 2010 y 2022 tuvieron lugar después de 2015.

Los expertos de Europol hacen hincapié en la evolución reciente del escenario extremista de ultraderecha que solía ser dominado por grupos neonazis muy jerarquizados, pero que ahora conforman una galaxia transnacional de redes en línea integradas por activistas cada vez más jóvenes, con retóricas racistas, antisemitas, xenófobas y supremacistas de una violencia abrumadora.

“Estos jóvenes tienen un gran potencial para lanzar ataques terroristas en forma solitaria, lo que los vuelve difícilmente detectables por los servicios de inteligencia”, insisten los especialistas antes de precisar que la expresión de “lobos solitarios” frecuentemente usada en estos casos no designa a sujetos aislados, sino a terroristas conectados vía internet con sus correligionarios, pero que deciden perpetrar sus crímenes en forma individual.

*Economista, politólogo y analista estadounidense, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente: https://estrategia.la/2023/09/03/el-terrorismo-ultraderechista-sacude-a-eeuu-y-europa-occidental/