La situación política en Estados Unidos, derivada de las elecciones presidenciales entre Donald Trump y el candidato opositor Joe Biden mostró la enorme división que existe en este país del norte de América.
Una situación que manifiesta la presencia de una serie de valores, creencias y tradiciones, que por su importancia es necesario profundizar para entender así, no sólo la conducta de esa sociedad y sus grupos de poder en política interna, sino como ella se manifiesta en el plano externo.
Conceptos tales como: aislacionismo, legalismo, moralismo, sentido de misión, pragmatismo político y liberalismo se confunden en su actuar en el plano internacional, originando una conjunción de intereses políticos, económicos, militares y lógicamente culturales en el ámbito político, que son contradictorios, ambivalentes y que nunca actúan o intervienen de forma individual. Al realizar un análisis más detallado de la historia de los Estados Unidos, notamos una casta política y empresarial (lo que comúnmente conocemos como el establishment estadounidense) con la influencia social que generan, convencidos de tener una misión en el mundo a través de lo que el mito fundacional de ese país denomina “Destino Manifiesto” y que hemos trabajado con anterioridad en este portal www.segundopaso.es (1).
Un concepto que aparece originalmente, en un artículo del periodista John O´Sullivan titulado “Anexión” (como apoyo teórico a la incorporación forzosa de Texas al joven Estado norteamericano) publicado en la Revista Democratic Review en la ciudad de Nueva York, el año 1845, donde afirma “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente, asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino” Megalomanía que se amplía en el conflicto entre Estados Unidos y Gran Bretaña por Oregon donde O´Sullivan señala “…y esta demanda está basada en el derecho de nuestro destino manifiesto a poseer todo el continente que nos ha dado la Providencia para desarrollar nuestro gran cometido de libertad y autogobierno”
Un significado transformado en práctica, para mal de nuestros pueblos, bajo la égida de valores morales y conductas políticas de los cuerpos dirigentes estadounidenses, que claramente son parte de lo que se ha constituido en una historia estadounidense que ha hecho con sello propio la práctica del intervencionismo, sostén de dictaduras y regímenes antidemocráticos, agresiones, desestabilización de gobiernos, que no le son incondicionales. Chantajes a sus países aliados, unilateralismo como política mundial, pero sirviéndose de los organismos internacionales para su provecho y lejos de su manoseada monserga de libertad política, económica, autodeterminación u otros conceptos más utópicos, que cercanos a la realidad.
Recuerdo que hace un par de décadas tuve oportunidad de leer un artículo de Martin Goldstein titulado “Americas Foreign Policy: Drift or Decision” utilizado como escrito referencial en las escuelas de habla castellana, donde se impartían estudios de política internacional, para entender esos elementos del carácter nacional estadounidense. Tal escrito me vino a la memoria, tras los hechos que acontecen en un Estados Unidos, donde tras cuatro años de administración de gobierno presidida por Donald Trump y una elección presidencial, para definir su reelección o su salida temprana de la Casa Blanca (que finalmente determinó el triunfo de Joe Biden) han exacerbado esos elementos del carácter nacional, al que hago referencia. Esto obliga a preguntarse ¿hasta qué punto los elementos del carácter nacional de un pueblo influyen en su forma de actuar y entender su política exterior?
Flores de mayo como base
Desde sus inicios, los habitantes de las colonias inglesas, en lo que llamaban el Nuevo Mundo, se sintieron parte de una nueva cosmovisión. Los puritanos llegados en Mayflower (2) escapaban de la persecución en tierras inglesas, para establecerse en una tierra pensada y anhelada como pletórica de oportunidades. Colonos que arribaron a la costa este de norteamericana con una concepción del mundo, con una ética y un espíritu que transformarían en razón y motor de su actuar cotidiano. Esos puritanos, que escapaban de una Inglaterra que imponía una iglesia nacional, tenían como emblema y espíritu de sus creencias capitalistas el trabajo, como principal sostén en el desarrollo integral del hombre. Un ser humano que bajo este marco de vida, “debe elevar su conducta a un trabajo racional, calculado, coherente y dotado de aquella férrea unidad y obstinación, con la que el cristiano buscaba su salvación” (3)
La forma política donde mejor se podía expresar – según la creencia estadounidenses – esa manera de entender el mundo, era con un sistema político, económico y cultural, donde se permitiera la iniciativa particular, sin trabas aparentes del Estado en la generación de la riqueza. Una concepción de mundo, que sobrentendía el hecho que a más riqueza individual más riqueza social. Una teoría del chorreo que ha marcado a nuestras sociedades latinoamericanas y que ha impedido el desarrollo de estados fuertes, capaces de garantizar derechos básicos a la población. La competencia en esta cosmovisión basada en el puritanismo es entendida como un torneo de limpieza y prosperidad: yo muestro lo que valgo como ser humano, ante otros y ante dios si consigo el éxito en las empresas en las que me embarco.
A partir de lo señalado precedentemente, se configura un cuadro más claro respecto a que uno de los elementos fundamentales del carácter nacional estadounidenses, que más influye en su forma de actuar y entender la política exterior de ese país, se refiere a su moral, la ética relacionada con su forma de razonar. Ese elemento marca el actuar, la comprensión y el análisis hechos sobre los fenómenos políticos externos en los que Estados Unidos participa ya sea por acción u omisión. Y, en ese comportamiento, el concepto de dinero adquiere una relevancia fundamental. La conducta aplicada frente al comportamiento del otro.
El dinero y su relación con el ejemplifican una conducta social, que irradia al conjunto su cultura, de sus fundamentos frente a lo que debe ser el objetivo como país y que el propio Max Weber lo señala en su visión sobre la ética protestante y el espíritu que anima al capitalismo defendido por esta ética: “El tiempo es dinero. El Crédito es dinero. El Dinero tiene una naturaleza fértil y prolífica. Un buen pagador es dueño de la bolsa de cualquiera. El hombre ha de tener cuidado sobre las cuestiones más insignificantes que influyan sobre su crédito. El hombre debe cuidar el considerar su propiedad como todo lo que posee y de vivir de acuerdo con ello. El sentido del ahorro fortalece mi vida futura” (4)
Lo mencionado es parte componente de este “moral puritana”, entendida como un conjunto de reglas aplicadas en la vida diaria, cotidiana y que ese grupo humano utiliza en forma continua. Normas que guían la conducta, orientan las acciones y juicios llevados a cabo. Una moral que influyó en la conformación de la sociedad estadounidense en sus primeros tiempos, en forma fundamental los denominados WASP – White Anglo Saxon Protestants – considerando la existencia, el desarraigo y la explotación de millones de esclavos negros y el exterminio que se llevaría a cabo contra la población originaria de esa región del mundo. Existe así, un entrecruzamiento entre moralismo religioso y actividad económica. Una estrecha relación que determina el sistema de valores en los Estados Unidos, marcará su constitución y lo aleja de ese supuesto respecto al respeto a la autodeterminación de los pueblos, los derechos fundamentales de los seres humanos o la libertad individual.
De otro modo sería imposible entender el mencionado respeto, con el uso de esclavos para su actividad económica, y el exterminio de millones de indígenas y la conformación de una sociedad profundamente racista. Una sociedad donde el supremacismo blanco extiende su reguero de intolerancia y hegemonía, teniendo en cuenta que el 66% de la población estadounidense es blanca – de un total de 330 millones – en contraposición a 55 millones de estadounidenses de origen latino. Cuarenta millones de negros. 17 millones de ciudadanos de origen asiático. 2.5 millones de habitantes considerados parte de los pueblos originarios. 500 mil nativos de Hawái y 6 millones de estadounidenses con dos o más razas.
Una fragmentación racial que tiene consecuencias políticas indudables según sea las promesas y ofertas dadas a cada uno de ellos, si se trata de inmigración política o económica, que desde el punto de vista del trato migratorio en ocasiones ha resultado diferenciado, lo que lleva consigo contradicciones con los otros sectores de la sociedad. Una infografía muy interesante respecto al racismo en Estados Unidos nos permite entender parte del estallido social que se vive en la actualidad en ese país, que ha salido a la luz producto de la violencia policial contra ciudadanos negros, en diversas ciudades del país que terminaron con la muerte de gran parte de ellos. Una represión que entrega cifras altísimas en cuanto a heridos, muertos, presos, consumo de drogas entre otros indicadores, a pesar que sólo representan el 14% de la población total.
Para Estados Unidos, los conceptos mencionados de autodeterminación de los pueblos, los derechos fundamentales del hombre o la libertad individual, son significados estériles, letra muerta cuando sus intereses, que es hablar de peligro para su afán de riqueza, es amenazado. Tal realidad ha hecho perder absolutamente ese carácter aséptico del puritanismo. Alejado de esa idea de sana competencia, de individualismo consciente de un bienestar social. De aquello sólo queda la excusa, el cascarón hueco de quien sigue repitiendo esta idea como una especie de mantra interesada, pero se comporta con su sociedad y con los pueblos ajenos como un animal carroñero. Al dar cuenta de la lucha de los colonos ingleses, instalados en tierras norteamericanas, contra la metrópolis, resultó ser una primigenia autoafirmación nacional de aquel apéndice europeo en tierras allende el Atlántico. Por ello no resulta casual el exterminio de gran parte de la población indígena originaria, considera como descartable, a diferencia de otros tipos de colonialismo donde el factor poblacional autóctono era parte de la consideración del desarrollo económico de la región conquistada.
Me refiero a colonos, que no luchaban por una autodeterminación política y económica, sino más bien europeos aclimatados que se alzan contra Inglaterra con el apoyo de otros europeos. Siguiendo en esto la idea de Paul Adams, sostengo que la lucha por la independencia de los Estados Unidos no fue un levantamiento de los explotados, sino que el perfeccionamiento de un derecho ya garantizado parcialmente con anterioridad a su autoadministración. Hablo de una primera sociedad “moderna”: próspera, ampliamente alfabetizada, políticamente bien organizada y estable de europeos, fuera de Europa. La interrelación existente entre los fundamentos éticos mencionados, de una comunidad que comienza a sentir que es “distinta, diversa, diferente” y que desea contar con el cordón umbilical con la metrópolis, explosiona con la revolución de las 13 colonias el año 1776. Un hecho que no fue el último acto desesperado de resistencia de colonos explotados, sino el primer acto de defensa de las posibilidades de desarrollo de una nueva economía nacional, cuyo centro no estaría en una Europa, sentida ajena. Es así como se va constituyendo gradualmente como un fragmento europeo de una unidad de acción política y económica.
El reconocimiento basado en los valores basados en la revelación divina y en el derecho natural (5), de la libertad ciudadana, la igualdad y el derecho de la propiedad ilimitada, formaron parte de la fundación de los Estados Unidos. Entre ellos, la moral, la ética protestante con su carga de creencias y valores, que formarían un conjunto indisoluble junto al desarrollo económico de la nación norteamericana. A estos valores éticos y morales, perdidos en esencia, unimos el concepto de liberalismo, tan presente en el desarrollo histórico estadounidense pero, a diferencia de la asepsia, que significa considerar dicho elemento de la cultura política, como un concepto aplicado a ultranza, es necesario detenerse y vislumbrar como el liberalismo ha sido empleado, para llevar a cabo una praxis de política exterior, basada en la simbiosis de este término. Utilizado para designar a aquel que es capaz de realizar una serie de acciones, sin tener para ello el obstáculo del Estado.
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Pablo Jofré Leal
Cedido por www.segundopaso.es
- En un par de artículos escritos en https://segundopaso.es/news/883/El-Destino-Manifiesto-Como-Mito-Parte-I; ahondo en profundidad sobre este concepto del Destino Manifiesto. John Quincy Adams. Autor intelectual de esta doctrina del destino manifiesto sostenía la necesidad de mantener y desarrollar el concepto de supremacía de la forma de vida estadounidense, sobre otras culturas consideradas inferiores y lógicamente constituían una “casta imposible de mejorar”. Ante tal panorama no quedaba otro camino que civilizar a tales hordas.
- Mayflower: Nave que partió de Inglaterra en septiembre del año 1620 con un centenar de pasajeros, la mayoría de ellos peregrinos protestantes que escapan de su país producto de la persecución religiosa (decisión del Rey Jacobo I que obligaba a la población inglesa a someterse a los preceptos anglicanos). Un viaje convertido en símbolo e identidad estadounidense, parte de su mito fundacional. Los viajeros tienen su origen en una pequeña comunidad en el pueblo de Scrooby, en el condado de Nottinghamshire. Grupo de personas que resistían a esos nuevos ritos de la iglesia nacional inglesa y se consideraban seguidores de Lutero y especialmente de Italo Calvino cuya creencia era que no debían existir las jerarquías ni los intermediarios entre Dios y los fieles. Liderados por William Bradford, decidieron mantener su culto reformado en secreto. Empezaron a ser llamados separatistas, aunque luego serían conocidos como peregrinos al viajar a tierras de América.
- Weber Max. La ética protestante y el espíritu del capitalismo” Itsmo Editores. Madrid. España. 1998. Página 9
- Weber, Max. Op. Cit. Página 105
- En el mencionado texto de Martin Goldstein se refiere a este punto haciendo un símil entre las ideas de Adan Smith y Charles Darwin, en lo que se refiere a “God must have meant it so” en lo que dice relación a la ley natural que implica el triunfo del más fuerte, talentoso y preparado sobre el inepto y el que no es capaz.