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En la casa de un prisionero palestino, el tiempo está suspendido

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rebelión por J. M.

Walid Daqa estuvo 27 años en prisión, sin poder hacer un solo llamado telefónico a sus seres queridos. Ahora existe cierta esperanza de que lo liberen.

Farida Daqa se hunde aletargada en su silla, apoyada en su andador. Perfectamente vestida de blanco respira pesadamente y su cara es inexpresiva. Tiene 82 años y poco a poco pierde la conexión con el entorno a medida que su memoria se debilita.

Hasta hace poco la conocían como «la madre de los prisioneros». Durante años recorrió las cárceles israelíes para visitar a los presos tratando de satisfacer sus necesidades. Pronunció discursos para su liberación en las plazas y en las manifestaciones. Por encima de todo estaba preocupada por su hijo, Walid Daqa y nunca dejó de visitarle cada dos semanas, 45 minutos frente a una reja, durante más de 27 años. Todos esos años lo estuvo esperando.

Hace ocho años Walid escribió en la cárcel: «Me olvidé de mirar las arrugas que se empezaban a grabar en el rostro de mi madre, me olvidé de mirar su pelo, que comenzó a teñir con henna para camuflar las canas, así no le pregunto su edad real. ¿Y cuál es su verdadera edad? No lo sé. Mi madre tiene dos edades, la cronológica, la que no sé, y la edad del encarcelamiento, su edad paralela… Me dirijo a ustedes desde ese tiempo paralelo. Uno de los jóvenes de la Intifada que vino aquí nos dijo que han cambiado muchas cosas en este tiempo. Los teléfonos ya no tienen disco, los neumáticos de los automóviles no tienen cámaras de aire… Estamos aquí desde antes de la caída del muro de Berlín y nuestro tiempo está detenido».

En los últimos años Farida ha visitado a su hijo con menos frecuencia debido al deterioro de su salud. En una de sus visitas, hace unos tres años, Walid vio por la ventana de los visitantes que su madre no lo reconoció. Su hermano cuenta que Walid se echó a llorar. Dice que Walid no llora fácilmente. Cuando su padre se estaba muriendo de cáncer, en 1998, las autoridades penitenciarias no le permitieron despedirse de él, ni siquiera con una llamada telefónica. Medidas de seguridad. Ahora su madre se desvanece y Walid sigue en prisión. Sin una sola licencia, sin llamadas telefónicas, sin el roce de una mano de cualquiera de sus seres queridos, más de 27 años.

El café Napoli en Baka al-Garbiyeh cerró esta semana, durante el día, debido al ayuno del Ramadán. Aparentemente sólo es otro café de diseño yuppie en una ciudad árabe relativamente próspera, con pechuga de pollo en una ciabatta y emparedado de bagel a la parrilla en el menú, pero no hay ninguno parecido ni siquiera en Tel Aviv. Las paredes están cubiertas con fotos del preso Walid Daqa con citas de sus escritos y decoradas con el dibujo de un pájaro en un alambre de púas. En el exterior, junto al logotipo del café Segafredo italiano, se publican las fotos de cuatro detenidos de la ciudad -incluyendo a Daqa- que están confinados desde antes de los Acuerdos de Oslo.

Este café es de Assad, el hermano del detenido, que también estuvo en la cárcel tres años a finales de los años 80 por su actividad en el movimiento secular palestino Sons of the Village. Durante un tiempo ambos hermanos coincidieron en la cárcel.

La casa familiar también es una especie de santurario en honor del hermano preso. Sus retratos cuelgan en las paredes, entre ellos uno de Walid joven trabajando de asistente en la gasolinera de la estación Paz, cerca del Centro Académico Ruppin, al este de Netanya, junto a sus diplomas, la licenciatura en ciencias sociales y humanidades y una maestría en estudios interdisciplinarios de la democracia, todos de la Universidad Abierta. Walid completó los dos grados en la cárcel.

Cuando le arrestaron en 1986 y le condenaron por la muerte del soldado Moshe Tamam, cuyo cuerpo se encontró en un bosque cerca del asentamiento de Ma’aleh Dotan en Cisjordania, Walid tenia 24 años. Ahora tiene 51. Tenía el pelo negro, como aparece en las fotos, hace tiempo que se le volvió blanco. Incluso en el momento de la única visita que le hice, en la prisión de Shatta en 2001, ya tenía el cabello gris. Han pasado 12 años. Daqa solía escribirme cartas de vez en cuando y en todas relataba los problemas de sus compañeros de prisión. Me causó una gran impresión en aquella visita, pero me prohibieron hacerle una entrevista para publicarla. Desde entonces no lo he visto y casi no he sabido nada de él.

De vez en cuando todavía escribe en hebreo a su amiga por correspondencia la doctora Anat Matar, del departamento de Filosofía de la Universidad de Tel Aviv, que plane publicar algún día los ensayos de Daqa en un libro. Daqa escribe mucho sobre el tiempo y su significado.

Uno de sus últimos ensayos, todo escritos en árabe, se titula The Etching of Consciousness (Lo que queda grabado en la conciencia). Habla del efecto de los años de encarcelamiento en la conciencia de los prisioneros. «La opresión y la tortura en las cárceles israelíes no se parecen a los casos de opresión y tortura descritos en la literatura internacional sobre la prisión… Los presos no están atados con cadenas de hierro durante todo el día como en las novelas. En la era posmoderna, el objetivo del daño no es es cuerpo del prisionero, sino su alma y su mente. No vivimos lo que vivió Fuchik [Julius, comunista checo] durante el fascismo y que contó en su libro Notes from the Gallows, tampoco se trata de algo como lo que ocurre en la prisión Tazmamart [de Marruecos] y relatado en el libro de Tahar ben Jalloun This Blinding Absence of Light. No estamos en la prisión de Abu Zaabal [en las afueras de El Cairo], ni en Abu Ghraib o en Guantánamo… Pero en las cárceles israelíes usted está bajo peores torturas, ya que es más civilizado… Te atrapa lentamente, no suele emplear una porra y no hace ruido. Vive contigo, juntos en la prisión, el tiempo».

Daqa fue condenado por pertenecer a la célula del Frente Popular para la Liberación de Palestina que secuestró y mató al soldado Moshe Tamam. Siempre ha negado su participación, ya sea en el secuestro o el asesinato. Su hermano dice que Walid era miembro de la célula, pero no participó en la muerte del soldado. «En un país normal le habrían condenado a cinco años como máximo», dice Assad.

Walid Daqa fue condenado por un tribunal militar a cadena perpetua, una pena que luego se redujo a 37 años. En la cárcel se casó con Sana Salameh, un activista de derechos humanos y abogada de Tira. Las autoridades penitenciarias nunca les permitieron una visita conyugal, en contraste con Yigal Amir, por ejemplo. Apenas hay alguna prisión en Israel donde Daqa, uno de los presos más veteranos del país, no haya cumplido su condena.

Sus familiares dicen que después de la operación que culminó con la liberación de Gilad Shalit percibieron un cambio notable en su comportamiento después de que sus esperanzas de que lo incluyeran en el trato -en el que liberaron a más de 1.000 palestinos y árabes israelíes- se desvanecieron. Llegó a estar impaciente y de mal humor durante las visitas. Sin embargo dicen que la postura que asumió en la cárcel, a favor de la paz y contra el terrorismo, no ha cambiado.

Esta semana se encendió una cuspa de esperanza en el hogar Daqa porque existe la posibilidad de que Walid sea uno de los 104 prisioneros palestinos liberados como gesto de buena voluntad por parte del Gobierno israelí para reanudar las conversaciones de paz. Pero todavía tienen que discutir la lista de los presos árabes israelíes que liberarán. «Creemos que tal vez, sólo tal vez, sea ahora», dijo Assad, «pero somos cautos, muy prudentes, después de las decepciones de todos estos años. ¿Una fantasía? Sólo tengo una fantasía: que mi madre lo vea en casa. Usted ve cómo está. Ésa es la gran fantasía, que mi madre lo vea fuera de los muros de la prisión. A continuación vamos a presentarle a todos los niños nacidos en la familia y que no conoce, sólo ha oído hablar de ellos, y vamos a mostrarle las nuevas calles y las casas nuevas que no conoce. Ésta es la fantasía, tenerlo cerca y decirle todo. Mostrarle las estrellas del cielo que no ve desde hace 27 años. Es lo que sueño, estar a su lado».

La familia se siente muy perjudicada por la forma en que los medios de comunicación representan a Walid y a sus compañeros de prisión árabes israelíes: «Los muestran como si los hubieran detenido ayer y ya quieren que los liberen. Walid lleva en prisión 27 años, más que cualquier preso de seguridad judío. Si no quieren ponerlo en libertad porque es israelí, entonces deberían darle las mismas condiciones que a Ami Popper, que asesinó a siete trabajadores [ya tiene permiso de salida y le permitieron casarse y tener hijos], o al colono Yoram Shkolnik».

La semana pasada la familia de Walid celebró su 51 cumpleaños. Sana trajo un pastel, sus hermanos y hermanas hablaron a sus hijos, una vez más, del tío que está en la cárcel al que nunca han conocido. Y su madre Farida miraba en silencio lo que ocurría a su alrededor.

Fuente: http://www.haaretz.com/weekend/twilight-zone/.premium-1.539390

rCR