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[Crónicas sabatinas] ¡Por la fraternidad! ¡Contra los que nos quieren llevar (y nos están conduciendo) a caminos de desgarro y confrontación!

En lo que yo no creo

Fuentes: Rebelión

Para Norwood Russell Hanson (1924-1967), in memoriam. En recuerdo de aquel artículo -«What I don’t believe»- que tanto nos enseñó. [Por los derechos sociales, los troskonvergentes se manifiestan con la burguesía catalana contra el Gobierno que ha hecho los presupuestos más de izquierdas de la democracia, el mismo día que se aprueba la mayor subida […]

Para Norwood Russell Hanson (1924-1967), in memoriam. En recuerdo de aquel artículo -«What I don’t believe»- que tanto nos enseñó.
[Por los derechos sociales, los troskonvergentes se manifiestan con la burguesía catalana contra el Gobierno que ha hecho los presupuestos más de izquierdas de la democracia, el mismo día que se aprueba la mayor subida del SMI (Salario Mínimo Interprofesional) de la historia]

 

Pienso que el verdadero problema es que, cuando a la gente le preocupa ante todo su nacionalidad o identidad étnica particular, empieza a examinar cada pronunciamiento político y cada acontecimiento local en busca de las implicaciones para dicha identidad. Con ese estado de ánimo, todos los debates sobre impuestos, o sobre líneas de trenes de alta velocidad, o sobre adjudicaciones del agua, o sobre derechos de gestión de costas, o sobre subvenciones a los museos de arte o las salas de conciertos, etcétera, se convierten automáticamente en debates que implican a «nuestra cultura» y a «nuestra identidad». Al decir esto no pretendo achacar, en absoluto, ninguna responsabilidad especial a las sensibilidades catalanas. Cuando estoy en Madrid me veo defendiendo a Cataluña contra unos prejuicios ridículos, y cuando estoy en Barcelona tengo que recordar a los amigos que Franco ha muerto y que Madrid es la sede de un Gobierno elegido democráticamente. No tengo ni idea del porcentaje de personas que, como yo, piensan que su identidad consiste en sus creencias políticas y morales, en sus preferencias estéticas, en sus gustos y aptitudes acumulados y en las muchas imágenes de sus primeros años de vida que han establecido esos principios y esos gustos, la mayoría de los cuales no tienen nada que ver ni con la raza ni con la nacionalidad. Probablemente el porcentaje será muy pequeño. De otro modo, los nacionalismos no tendrían ni remotamente la fuerza que tienen. Pero, a menos que exista algún elemento de nacionalismo oculto entre los componentes de mi identidad personal, tengo que insistir contundentemente en que no todos somos nacionalistas de algún tipo.

Gabriel Jackson (2000)

Nunca he entendido lo que ocurre con los libros de texto en las escuelas, ni el control de los medios públicos por la Generalitat. Hay mucha gente que ha comprado el argumento de que Cataluña es una nación orgánica y el España es un ente artificial. Se han convencido de ese argumento sin ver que son construcciones ambas, gracias a la convivencia de siglos y las memorias históricas. La distinción es absurda. Se puede entender la política catalanista para integrar a los inmigrantes. Pero eso no es excusa para la manipulación de la historia que ha habido y lo absurdo de el enunciado «España contra Cataluña».  No va a haber ruptura, es política y constitucionalmente imposible. No la aceptará Europa, no aceptará un estado independiente nuevo que está en contra de la const itu ción de su país. Ni un separatismo que no está autorizado por el Gobierno central. No tiene futuro en la Europa actual.

John Elliott (2018)

Con una alegría insensata muchos catalanes quieren convertir las vísperas de Navidad (antes eran días de tregua) en un nuevo capítulo del esteticismo revolucionario. Un rupturismo tan inútil como egocéntrico. Un rupturismo de orgullo herido que sembrará más malestar; que perjudicará objetivamente a los líderes encarcelados; que regalará argumentos al tremendismo judicial contra el independentismo; que puede destrozar el único y precario sendero de diálogo; que sólo servirá para ocultar el retroceso objetivo del unilateralismo (hace más de un año que está derrotado, sin norte, pero la cortina de lágrimas por los presos lo disimula). Humillar a Sánchez, ¡qué gran victoria! Considerar una provocación que su Gobierno se reúna en Barcelona: ¡qué manera de dar la razón a quienes describen el catalanismo como un delirio victimista! Facilitar el camino al tripartito de derechas incendiarias, ¡qué formidable estrategia! Banalizar el derecho a la protesta en un momento crucial del conflicto, cuando nuevos y fortísimos actores entran en escena: ¡qué manera de desperdiciar las oportunidades que ofrece la democracia! «Nunca se practica el mal tan a fondo y tan alegremente como cuando se ejerce como una obligación de conciencia» (Pascal, Pensamientos).

Antoni Puigverd (2018)

 

No creo que Barcelona o cualquiera otra ciudad catalana, española, europea o mundial se merezca la presión machos-alfa que han ejercido y continúan ejerciendo (cierro el jueves por la noche) los autodenominados Comités de Defensa de una República excluyente e inexistente, sobre todo si recordamos la razón de fondo de su «acción de insubordinación»: arremeter contra el gobierno de la nación no por sus acuerdos injustos o contrarios a los interese de gentes desfavorecidas sino por ser gobierno español y atreverse a reunirse en Barcelona, capital de un país que consideran suyo y en propiedad exclusiva. ¿Por qué no organizan jornadas de insumisión contra el gobierno presidido por un supremacista, xenófobo y vicario presidente como Torra? ¿Porque es de los suyos?

No creo en dioses, ni en líderes mesiánicos ni en políticos salvadores de patrias.

No creo que haya que olvidar nunca la fulminante caracterización del fascismo de Albert Comus (que nos recordó Jorge Riechmann hace ya algunos años): «el fascismo es el desprecio».

No creo que sea admisible insultos como éste («agafarem les pistoles i us rebentarem el cap, fills de puta», «¡Cogeremos las pistolas y os reventaremos la cabeza, hijos de puta!») por mucho «calentamiento de boca y nervios del momento «a los que se pueda aludir: https://societat.e-noticies.cat/amenaces-de-mort-en-plena-autonoma-121436.html

No creo que quepa ninguna duda sobre el significado último de las movilizaciones secesionistas del 21D: aquí mandamos nosotros, sólo nosotros, los catalanes-catalanes, los catalanes de pata negra y los asimilados; cualquier gobierno español, sea cual sea su finalidad, será externo a nosotros y será siempre recibido como un Imperio-ejército invasor.

No creo que convenga pasar por alto comentarios tan prudentes y razonables como este de Antoni Puigverd:

un largo periodo de conflictividad sorda, constante e insidiosa precede siempre al hundimiento de bancos, matrimonios o sistemas. Sólo cuando se produce el colapso se entiende que aquel largo periodo de conflictividad menor era el prólogo del desastre. El final del procés no será la independencia de Catalunya, sino el colapso de la democracia española (ya no es descartable que sea traumático). Dos factores impiden a mucha gente hacer una lectura pesimista de lo que está sucediendo. Por un lado, la cultura del happy end, dominante en Occidente, convierte en insoportables los relatos con final negativo. Y por otro lado, la falta de experiencia trágica de las generaciones actuales. Para la inmensa mayoría de nosotros, la Guerra Civil fue una película de buenos y malos; un western. Excepto los ancianos que sufrieron la guerra, nadie puede imaginarse realmente lo que significó aquel desastre. El dolor que causó. Los infortunios y desgracias. Eso explica la insensatez incendiaria de los jóvenes líderes españoles. Todo el mundo juega a tensar la cuerda como si la cuerda fuera irrompible. «L’estaca» de Lluís Llach se canta en Catalunya por estética revolucionaria, ya que nadie (ni, por supuesto, el autor de la canción) se imagina lo que es realmente una revolución: pasa como un camión por encima de todas las generaciones que en ella participan; y las aplasta.

No creo que el nacionalismo .Cat, el realmente existente, el que ya conocemos muy bien en su práctica, tenga en su cosmovisión ningún valor relacionado remotamente con los valores (los tradicionales y los no tan tradicionales) de la izquierda.

No creo que el denominado derecho de autodeterminación sea una supuesta verdad equivalente a 2 + 2 = 4 o «si Dios, Dios existe».

No creo que la Cataluña de 2018, analizada como se quiera analizar, pensada como se quiera pensar, sea una comunidad oprimida que tenga derecho a reclamar y ejercer ese derecho (que no tiene).

No creo que el monotema que nos invade por todas partes deba anular la importancia de noticias como esta: «Cada turista que visita Barcelona genera el equivalente a conducir 410 kms (96,9 kg de CO2; 9,6 millones de toneladas anuales de CO2 el conjunto de los turistas que visitan la ciudad)» (ttps://elpais.com/ccaa/2018/12/19/catalunya/1545249643_446185.html).

No creo en la creación de nuevos muros-Estado que destrocen un demos en común unido por miles y miles de hilos familiares, de amistad, compañerismo e historia compartida.

No creo en huelgas de hambre que son, cualquier cosa, menos huelgas de hambre.

No creo en los liantes ni en los agitadores que sacan de nosotros nuestro peor yo.

No creo en la más que odiosa palabra botifler.

No creo en el lenguaje nacionalista y en sus justificaciones.

No creo en aquella sesgada e interesada cantinela de «un sol poble».

No creo que tenga nada que ver con una cultura democrática y de izquierdas la afirmación-consigna-deseo «la calle es nuestra, sólo nuestra» (que tanto recuerda, por cierto, una afirmación de Manuel Fraga, cuando era Ministro de Interior de Arias Navarro, sobre la calle y su poder).

No creo en un Parlamento que no legisla y que vota una resolución (con el incomprensible -pero significativo- apoyo de los Comunes) que tilda de antidemocrática y antisocial a la Constitución de 1978 con el apoyo de diputados/as que muy probablemente no la han leído (o la han leído descuidadamente y con anteojeras secesionistas) y que han aplaudido y apoyado las políticas más neoliberales y antiobreras (estas sí netamente antisociales) que se han aprobado en España en la última década.

No creo en una Cataluña en la que alguien tenga que publicar una novela -«Salvar Cataluña«- con seudónimo -Ibai Noguera- por prudencia y porque «conoce el terreno que uno pisa» (https://www.diaridegirona.cat/ultima-dia/2018/12/18/prometre-itaca-no-han-arribat/952380.html)

No creía pero ahora sí que creo que el nacional-secesionismo es profunda (visceralmente incluso) e indocumentadamente hispanofóbico.

No creo que sea razonable ni admisible que la cúpula de Interior visite al ex presidente sionista en Waterloo cuatro días antes del 21D.

No creo que sea función del Síndic de Greuges publicar un comunicado firmado con los ex presidentes de la Generalitat y los ex presidentes del Parlamento catalán (varios de ellos, hooligangs secesionistas) pidiendo la finalización de una huelga de hambre que nunca ha sido realmente una huelga de hambre.

No creo en gobiernos que se las den de «hacer política sociales» cuando lo que en realidad hacen es aprobar leyes «progresistas» con finalidades publicitarias («Balance de la Generalitat del 2017. Las ayudas a la pobreza energética, en el cajón. Afers Socials solo invirtió el 60% del presupuesto destinado a paliarla»: https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20181002/el-govern-solo-gasto-el-60-del-presupuesto-contra-la-pobreza-energetica-en-el-2017-7066945 .)

No creo en la política atrapalotodo.

No creo en las «ambigüedades calculadas»

No creo en la identidades uniformes marcadas y excluyentes

No creo en los colectivos que dicen no ser nacionalistas pero que, sistemáticamente, van cogidos de la mano de las fuerzas nacional-secesionistas, al tiempo que asumen su cosmovisión nacional(ista) sin apenas diferencias.

No creo en una izquierda que no haya sido capaz de plantar cara a las protestas del nacional-secesionismo el 21D.

No creo que tenga nada de revolucionario ni de cañero ni de antifascista, ni de nada de nada (aparte de confundirlo todo), las pintadas de ARRAN en las sedes del PSC afirmando que «tumbaremos al Régimen».

No creo en intelectuales-orgánicos, muy bien remunerados, que hablan y juegan con muertos… de otros.

No creo, nunca he creído, en los movimientos sociales de gentes de clases media, siempre bien situadas y con muchas redes de apoyo, que se creen mejores que los otros.

No creo que Gore Vidal estuviera muy desencaminado cuando afirmó aquello de que el patriotismo-nacionalismo es el último refugio de los cantamañanas.

No creo, por supuesto que no, en esos «anticapitalistas» que, en lucha contra el capital, se cogen de la mano (no es la primera vez) con las fuerzas más neoliberales del panorama catalán (e incluso del conjunto de España).

No creo en los falsos relatos secesionistas.

No creo que Jordi Pujol o Millet sean mejores que Rodrigo Rato, Zaplanza o Bárcenas.

No creo que debamos olvidar lo sucedido con Banca Catalana en 1984, cuando muchos nacionalistas se envolvieron en banderas (entonces la senyera) para justificar corrupciones y desfalcos: ¡la culpa era de Madrid, por supuesto!

No creo en el peso insoportable y permanente de una Historia reconstruida a medida.

No creo que sea razonable que la Universidad de Barcelona -¡nada menos que la UB!- haya aprobado que el 6-D no sea día festivo (por supuesto, sí lo será el 8-D).

No creo en el adoctrinamiento escolar que, de hecho y digan lo que digan, existe (alimenta la política a medio plazo de ERC).

No creo en la política del ni-ni (sesgadamente secesionista en el 99% de las ocasiones) que tan bien (es decir, tan mal) representan los Comunes y Ada Colau, Jaume Asens y Gerardo Pisarello.

No creo que con rigor y veracidad intelectual se pueda afirmar que en estos años de procés y procesismo no ha habido violencia (Definición, sugerencia de Pere Vilanova: «es violenta toda acción, diseñada y organizada (aunque no siempre), que impide que otro pueden ejercer sus derechos como ciudadanos y personas»)

Ni creo ni soporto la soberbia de clase, de etnia o de nación.

No creo que este país, o cualquier otro, tenga que estar en las manos de 400 familias adineradas con mando en plaza,

No creo en la vía eslovena ni en vías similares.

Yo no creo en la xenofobia ni en presidentes que insultan y hablan de bestias.

No creo en filólogos sublimes que hablan insultando de colonizadores lingüísticos.

No creo que lo sucedido en Yugoslavia, nada de lo sucedido en la desintegración de Yugoslavia, sea ejemplo para nadie ni para.

No creo en la unidad de destino, sea cual sea la unidad y el destino, en lo universal.

No creo en el todo por la Patria (sea cual sea la Patria).

No creo en el «a por ellos» ni en el «español el que no bote».

No creo ni he creído en el gran manipulador y defraudador.

No creo ni he creído en el ex president que se las daba de campeón del neoliberalismo;

No creo ni he creído en el ex president sionista, apólogo del Estado racista y criminal de Israel, que habla de organizar, contengo como un chiquillo de 5 años, un «gran pollo contra España».

No creo ni creí en José Montilla, un socio-liberal asimilado que calcula todos sus pasos.

No creo ni he creído en el president vicario xenófobo y supremacista y es una vrgüenza que siga siendo presidente de la Generalitat.

No creo en las comparaciones no pertinentes ni en la vía eslovena (https://www.elperiodico.com/es/politica/20181214/eslovenia-catalunya-rechazo-visita-torra-7202900) y tengo muy cuenta -todos debemos tener muy en cuenta- lo sucedido en Yugoslavia.

No creo en los fuegos que encienten grandes llanuras.

No creo en los que repiten una y cien veces más caminos de destrucción (de los demás, de ellos mucho menos):

 

No creo que haya que lanzar las campanas a vuelo pero el pleno del Parlament del pasado jueves aprobó una propuesta de resolución de los comunes que rechaza la vía unilateral a la independencia y llama a los partidos independentistas a «abandonarla de manera definitiva» (la resolución, votada en el pleno monográfico sobre el 6 y 7 de septiembre de 2017, ha contado con el voto favorable de Ciutadanss, PSC-Units, Catalunya en Comú-Podem y PP, y el rechazo de JxCat, ERC y la CUP. La resolución constata «el fracaso de la vía unilateral que excluye a más de la mitad de la población catalana»).

No creo que sea razonable que los Comunes voten a favor de una resolución de ERC, PDCAT y CUP radicalmente contraria, sin matices, mezclando uvas con limones y con falsedades desde el punto de vista de los contenidos y del análisis comparativo, a la Constitución de 1978 (y no lo creo yo, que es lo de menos, no lo cree López Bulla: «Comunes, hasta aquí hemos llegado» http://lopezbulla.blogspot.com/, ni tampoco Joan Coscubiela: «UNA RESOLUCIÓ PARLAMENTÀRIA COM A SIMPTOMA.» http://www.joancoscubiela.cat/2018/12/una-resolucio-parlamentaria-com-simptoma.html?m=1

[Declarar antidemocrática y antisocial la Constitución española es ignora que ha sido un factor clave en el desarrollo de derechos y libertades. Las razones de la resolución tildan como antidemocráticos a todos los estados europeos. Y que lo voten los Comunes expresa subalternidad total]

Y, por supuesto, creo en «cosas». En esta por ejemplo, en esta «Izquierda Unida» que apoya esta manifestación internacionalista, en honor de Luxemburg y Liebknecht:

Estimadas compañeras y compañeros,

Este próximo mes de Enero de 2019 se cumplen 100 años de la Revolución Espartaquista y del asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht a manos de los Freikorps. Todos los años, el segundo domingo de cada mes, se celebra una manifestación que recorre las calles de Berlín hasta el memorial al socialismo que se encuentra en el Cementerio de Friedrichsfelde, donde se rinde homenaje a Luxemburg y Liebknecht y a otros tantos y tantas luchadoras socialistas, incluida la Brigada Thälmann que luchó defendiendo la República. La manifestación de este año será el domingo 13 de enero.

Desde la Asamblea de IU Berlín queremos transmitiros que vamos a intentar tener una bolsa de alojamiento en casas de militantes y simpatizantes por si hay personas de otras asambleas interesadas en venir. Sin poder garantizar a priori cuántas plazas habrá, nos gustaría deciros que, si estáis interesados en venir, os pongáis en contacto con nosotros a través del correo [email protected], así intentamos buscar ese alojamiento lo antes posible.

Salud y República, Jaime Martínez, Coordinador de IU Berlín.

Una sola recomendación esta vez : sobre el nacional-secesionismo realmente existente y los asuntos crematísticos . A modo de ejemplo: » De Ignasi Jorro, » Un ‘jefazo’ de ERC en Salud se sube el sueldo a 100.000 euros. Antoni Encinas, director de Emergencias, ‘racanea’ un plus de 20 euros a sus 700 trabajadores tras engrosar su salario un 21%. https://cronicaglobal.elespanol.com/vida/emergencias-ambulancias-cataluna-erc-director_206880_102.html

¡Felices y fraternales fiestas! Mi primer regalo de fiestas: Morente cantando a Lorca con música de Cohen y acompañado de Lagartija Nick. ¡Mucho talento unido! ¡Mucha cante con alma, con mucha alma lorquiana! «Pequeño vals vienés» https://www.youtube.com/watch?v=gqwjjgDIkfE

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.