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Es hora de borrar la Línea Verde

Fuentes: 972mag

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Si el gobierno israelí no hace distinción entre los palestinos de ambos lados de la Línea Verde, no hay ninguna razón para que los activistas de derechos humanos lo hagan.

El pueblo árabe beduino de Atir en el Naqab / Negev. (Foto Amjad Iraquí)

Alrededor de 50 estudiantes se sentaron en el piso de cemento de una choza improvisada, absorbiendo el calor del desierto mientras escuchaban a Salim hablando de la destrucción inminente de Umm al Hiran y Atir, dos aldeas beduinas no reconocidas ubicadas a 20 minutos de mi apartamento en Beer Sheva.

El 6 de mayo la Corte Suprema dictaminó que se podían destruir los pueblos, allanando el camino para que el Gobierno continúe su plan de construir un asentamiento judío llamado Hiran en lugar de Umm al Hiran, así como para reemplazar la aldea adyacente, Atir, por un bosque del Fondo Nacional Judío. Si se actualizan estos planes, unos 900 ciudadanos beduinos palestinos serán obligados a abandonar sus hogares.

Salim dijo a los estudiantes que el pueblo estaba pensando qué hacer para revertir el veredicto, aunque insistió en que la solución no vendría de los tribunales. Los tribunales, dijo, operan al servicio del poder. «Por lo tanto, nosotros tenemos que acercarnos directamente al poder; tenemos que convencer a Bibi [el primer ministro Netanyahu] de que modifique las órdenes de demolición. Necesitamos unir fuerzas y protestar contra este acto inmoral», dijo.

En un momento me volví hacia Salim y le pregunté por qué los residentes de Umm al Hiran no unen sus fuerzas con los residentes de la zona de Susya, que también están amenazados de desalojo y demolición.

Sólo 20 kilómetros separan Umm al Hiran del pequeño pueblo palestino Susya. Durante más de dos décadas los residentes de Susya luchan contra los esfuerzos de los colonos judíos y la Administración Civil para impedir que los despojen de su pequeña franja de tierra. El 5 de mayo, un día antes de la sentencia de Umm al Hiran y Atir, el Tribunal Supremo de Israel decidió no emitir una orden judicial contra la demolición de Susya y la expulsión de sus residentes. También allí el Gobierno puede legalmente llevar a cabo sus planes de demolición en cualquier momento.

 Unos niños enarbolan banderas palestinas en la aldea de Susya en el sur de Hebrón Hills. Susya era uno de los muchos pueblos visitados por los activistas italianos. (Foto: NO Movimiento TAV)

Salim se volvió hacia mí y respondió: «Ellos están en la Ribera Occidental y nosotros estamos en Israel, ellos viven bajo la ocupación y nosotros somos ciudadanos. Tenemos derechos como ciudadanos. No somos lo mismo».

En algún lugar a lo largo de los 20 kilómetros que separan las dos aldeas se encuentra la Línea Verde. Si una vez la Línea Verde fue concebida como una frontera que podría proporcionar una solución justa entre israelíes y palestinos, actualmente sirve como un mecanismo muy eficaz de control colonial. Funciona principalmente como un dispositivo de separación que tiene la cualidad desde 1967de transformarse en la promesa ficticia de dos estados. En realidad, y sin embargo, esta línea verde ayuda a mantener un régimen racista. Después de todo funciona para ocultar que la lógica que motiva el esfuerzo para desarraigar a los residentes de Umm al Hiran y los residentes de Susya es uno y el mismo: la judaización del espacio.

Paradójicamente la línea verde no sólo es utilizada por el Gobierno israelí para ayudar a sostener el gobierno colonial de Israel sino que además ha sido asumida por otros actores, incluyendo diplomáticos extranjeros, donantes, las ONG de derechos humanos y la opinión pública israelí, tanto judíos como palestinos.

Considere el campo de los derechos humanos. La mayoría de los donantes y las organizaciones de derechos humanos se centran en uno de los lados de la Línea Verde; incluso otorgan financiación a las ONG que promocionan los derechos de los palestinos en Cisjordania. O alternativamente proporcionan ayuda financiera a las ONG que trabajan en las fronteras anteriores a 1967, lo que ayuda a reproducir la diferencia entre los residentes de Umm al-Hiran y Susya .

La cuestión es que Salim de Um al-Hiran es un ciudadano israelí y Nasser al Nuajah de Susya no lo es. Esta diferencia, como cualquier abogado de derechos humanos se apresuraría a señalar puede, en ciertos casos, ser que el ciudadano israelí puede enfrentar a los tribunales israelíes frente a frente. De hecho, la respuesta que Salim me dio está influenciada por las ONG de derechos humanos que han estado ayudando a su pueblo para crear una estrategia de cara a la expulsión inminente. Y, sin embargo, en esta coyuntura histórica, esta distinción se está utilizando para eludir el hecho de que tanto Salim y Nasser son palestinos cuyas tierras están siendo expropiadas con el fin de avanzar en el proyecto de judaización de Israel.

Si bien es cierto que los regímenes coloniales siempre han utilizado la táctica divide y vencerás para controlar a los habitantes, lo novedoso en el caso de Israel/Palestina es que los donantes y las ONG progresistas liberales de los derechos humanos refuerzan sin querer estas distinciones y la lógica que las produce.

El diputado de la Knesset Ayman Odeh, jefe de la Lista Conjunta, es muy consciente del impacto de división que producen tales distinciones y recientemente fue a hablar con los residentes de Abu Ghosh, una de las dos ciudades palestinas en la carretera de Tel Aviv a Jerusalén que no fueron destruidas durante la guerra de 1948. Dijo a los residentes que durante años habían sido estigmatizados por haber colaborado con las fuerzas militares antes de la creación del Estado sionista. Y luego agregó: «Ustedes no son colaboradores, ustedes son palestinos». Odeh entiende que la única manera de resistir a la dominación es mediante la unión y la superación de la división estratégica que se ha creado en el terreno.

Las organizaciones de derechos humanos y sus donantes necesitan un cambio conceptual similar. Su trabajo debe centrarse en la creación de alianzas en lugar de reforzar las distinciones coloniales. Por lo tanto es tiempo de comprender que la Línea Verde no es una solución, sino una ficción dentro de un marco violentamente destructivo.

Neve Gordon es coautor (con Nicola Perugini) del recientemente estreno de The Human Right to Dominate . Este artículo apareció por primera vez en Al Araby Al Jadeed.

Fuente: http://972mag.com/its-time-to-erase-the-green-line/107930/