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¿Es Israel quien tiene derecho a defenderse?

Fuentes: Rebelión

1. Introducción

La generalidad de los sistemas éticos, políticos y religiosos de todo tiempo y de todo lugar reconoce como valor universal el hecho de la autodefensa en caso de ataque o invasión. Así, desde la doctrina medieval cristiana de la “guerra justa” elaborada por San Agustín y Santo Tomás hasta nuestros días, incluso en el caso de la rendición en un extremo y en el de la no violencia activa en el otro, nadie niega que el agredido tenga derecho a la defensa.

Sin embargo, lo que no siempre queda claro es quién es el agresor y quién el agredido, y menos desde que Walter Lippmann, creador del actual publicismo anglosajón, afirmara (en significativa confesión) que la función de la prensa radica en fabricar el consenso. Y por ello, tal es la capacidad de manipulación que, viendo la cara rota del ladrón y la sangre en la porra del guardia, la opinión pública tiene claro que el ladrón ha agredido con su rostro a la porra del policía.

2. El ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023

            En efecto, el día de la fiesta de Sucot, varios comandos de Hamás llevaron a cabo un ataque coordinado a Israel, sobre todo a población civil. Fue tal la brutalidad que mataron a unas 1000 personas y, aunque constan fake news por parte de Israel, ha habido casos de masacres, asesinatos de niños y civiles, torturas y todo tipo de atrocidades que merecen, sin duda, la mayor de las condenas.

            A continuación, Israel reivindicó como víctima su derecho a la legítima defensa, y anunció un gran ataque como represalia y como acto defensivo. ¿Y no es cierto que Gaza fue la atacante (y con un plus añadido de crueldad inusitada) e Israel la atacada?

Está claro que está claro. O no. ¿No hemos visto la porra del guardia con sangre y la cara rota del ladrón? Por tanto: el guardia le ha dado un porrazo al ladrón. O tal vez el ladrón ha golpeado con su rostro a la porra del guardia. ¿Y cómo saberlo? Reconstruyendo el contexto. Y es que un hecho descontextualizado puede demostrar una cosa y su contraria. Y es que a veces el texto sin contexto es solo un pretexto.

3. La represalia israelí

            Por ello, Israel ya lleva varios meses de una intensísima ofensiva, en primera instancia aérea para abrir paso luego la ofensiva terrestre. A lo largo de estos cuatro meses de ataque, y a pesar de la censura, la muerte de periodistas, las fake news (siempre se dice que la primera víctima en caso de guerra es la verdad), y la falta de credibilidad de que haya periodistas empotrados en el ejército israelí (ahí la española RTVE ha dado una prueba de falta de rigor, veracidad y solidaridad con los periodistas asesinados en el conflicto), podemos saber que las consecuencias han sido aún más terroríficas que el ataque de Hamás: hospitales bombardeados, casas destruidas, desaparecidos bajo los escombros, hambre, centros de salud desbordados sin medios para curar, falta de agua potable y de alimentos, pasos fronterizos cerrados, corredores humanitarios bloqueados…

A día de hoy, se calcula unos 27.000 muertos (de ellos los israelíes son una inmensa minoría), de entre los cuales habrá unos 13.000 niños (“la rabia: imperio asesino de niños” –Silvio Rodríguez-), unos 10.000 desaparecidos bajo los escombros y unos 50.000 heridos. Se calcula que ha muerto el 1% de la población gazatí (proporcionalmente serían casi 5 millones de españoles), y de cada 10 asesinados, 5 son niños, 3 son mujeres y sólo 2 son hombres.  

Frente a todo este desastre, absolutamente desproporcional con respecto al previo ataque de Hamás, Israel sostiene que actúa en legítima defensa, que los hospitales escondes armas, que los combatientes usan escudos humanos, y que las fuentes de las cifras son falsas al provenir de Hamás, que ostenta de facto la autoridad en la franja de Gaza. Esto es falso, pues las fuentes también provienen de la ONU, de la revista The Lancet y de la ACLED (Proyecto de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados).

Además, Israel sostiene que continuará la ofensiva hasta erradicar a Hamás (sin advertir que la aniquilación de hoy provoca el odio y el victimismo de mañana, y la reactivación del conflicto de pasado mañana), se niega aceptar el Estado palestino (en contra de la solución  propuesta por la ONU), y está provocando un terrorífico shock emocional a la población gazatí. Además, algunos ministros han sugerido la expulsión total de dicha población, han apostado por un “abandono voluntario”, y se ha hablado en Israel de crear una isla artificial para concentrar a los gazatíes que huyan de sus casas.

4. La internacionalización del conflicto

            A lo largo del conflicto, este se ha ido expandiendo. Estos son los principales hitos:

            -La milicia Hezbolá, que opera desde el Líbano, ha atacado a fuerzas militares israelíes. Hay riesgo de que Israel ataque al Líbano, como algún alto mando ha sugerido.

            -Israel ha atacado Cisjordania con el argumento de que desde ahí Hamás estaría atacando a Israel.

            -Las milicias hutíes (rebeldes yemeníes pro-iraníes), en solidaridad con Palestina, han atacado barcos comerciales que cruzan el mar Rojo (de gran importancia comercial por ser una zona de intenso tráfico comercial y petrolero). La importancia de la ruta del mar Rojo es de una gran envergadura. Valga el dato de que por ese mar pasa el 15% del comercio marítimo mundial y que, según la UNCTAD, el tráfico marítimo en esa zona ha caído desde que estalló el conflicto en un 42%.

            -Estados Unidos, en respuesta a esto último, ha enviado fuerzas navales a la zona (con apoyo de una flotilla de la Unión Europea, “la voz de su amo”), y ha bombardeado campamentos hutíes en Yemen. ¿Y con qué autoridad? ¿Alguien vería lógico que la Armada ecuatoriana enviara una flota a las costas africanas por un virtual conflicto entre Angola y Namibia?

            -Además, EEUU ha atacado presuntas infraestructuras militares de milicias pro-iraníes en Irak y Siria (en franca conculcación de la soberanía territorial de estos países, como si a la España de los años 80’ se le hubiese ocurrido bombardear Francia cuando la ETA tenía sus santuarios al sur del país galo). Algo absurdo a dos bandas, caso de que sea cierto lo que dice Irán de que ella no tiene nada que ver, o de que Estados Unidos no tiene intención de entrar en conflicto bélico alguno. Eso de que “dos no se pelean si uno no quiere”, aquí se queda corto.

            Por lo tanto, hay un riesgo de escalada del conflicto a partir del surgimiento y extensión de tres círculos concéntricos: el primero es el conflicto Gaza-Israel, el segundo el conflicto de Israel con las milicias pro-iraníes del Líbano y Cisjordania, y el tercero el conflicto hutíes- Estados Unidos en el mar Rojo.

            Sin embargo, nosotros no consideramos que vaya a haber una escalada mayor, si se atiende a los intereses de los países de los países implicados y de las grandes potencias mundiales a lo largo del tablero de juego del presente conflicto geopolítico. Trataremos de explicar por qué, después de analizar el origen histórico del conflicto árabe-israelí.

4. Origen y evolución del conflicto árabe-israelí

            Decía Winston Churchill que “pueblo que olvida su historia se condena a repetirla”, lo que nos recuerda que para identificar las claves de un conflicto, de cara a una posible solución del mismo, es preciso acudir a su origen histórico y a su proceso evolutivo. Nos extraña que a lo largo del presente episodio del conflicto,  tanto la opinión pública como la prensa sistémica o como numerosos analistas apenas han tenido especial preocupación por ello, lo cual impide, así sea por pereza mental como por los inevitables prejuicios, enrumbarse en la dirección de posibles soluciones.

            -El relato bíblico:

Que sea o deje de ser la Biblia un libro inspirado o no por Dios es un hecho religioso. Pero ya hace mucho tiempo que las diversas hermenéuticas teológicas descubrieron que los datos históricos que ofrece dicho libro carecen en general de credibilidad historiográfica, a modo del propio “concordismo” (o supuesta correspondencia entre los entre datos bíblicos y los científicos), como el caso del célebre libro “Y la Biblia tenía razón”. En función de esto, no se puede aplicar el criterio del derecho hebreo a repoblar Palestina a partir de relatos bíblicos de acontecimientos que se habrían producido (y que no hay base para afirmar que se hubieran producido)  hasta hace 2 milenios.

            -Palestina durante el siglo XIX durante el imperio Otomano:

En dicho territorio había una gran población árabe y musulmana que convivía con otras minorías hebreas y cristianas. La minoría hebrea, en cuanto que minoría, no tendría conciencia de posesión del territorio. Entre 1881 y 1903, hubo una inmigración hebrea de unas 15.000 personas, goteo que continuaría durante las siguientes décadas, sin dejar de constituir el pueblo hebreo una minoría, desprovista aún de la ideología sionista.

            -El nacimiento del sionismo:

            El sionismo es la ideología nacionalista y excluyente de un sector del pueblo hebreo, en su apuesta por crear un Estado en Palestina a partir de los datos históricos de la Biblia, y por tanto con una implícita justificación religiosa. Una de sus principales impulsores fue Theodor Herzl, considerado como “padre del sionismo”, en su obra “El Estado judío” de 1896, en la que buscaba una solución moderna de la cuestión judía (la de un pueblo sin territorio y diluido a lo largo del planeta).

            -Palestina en el siglo XX durante el mandato británico (1920-1948):

Tres años antes del comienzo de dicho mandato, en 1917, en plena I Guerra Mundial se publicó la “Declaración Balfour”, documento firmado por el ministro de Exteriores inglés Arthur Balfour y enviado al banquero británico Lionel Walter Rothschild, líder de la comunidad judía en Inglaterra, en la que muestra su apoyo a la creación de un Estado hebreo en Palestina.

            Como era de esperar, a dicha declaración se opuso el 90% de la entonces población palestina (porcentaje que se correspondía con la población no hebrea de dicho territorio). Una elemental actitud de escucha a esa inmensa mayoría, y un mínimo de sentido común hubiese sido deseable pues, ¿qué sentido tiene crear un Estado de espaldas al sentir de los habitantes de la mayoría del territorio que debiera ocupar dicho Estado? ¿Había que ser un lince para ver que convertir a una minoría de dicho territorio en poseedora de ese Estado era una infalible fuente de conflictos?

            En ese sentido, buena parte de la responsabilidad de este conflicto recae en Inglaterra, y en Occidente por extensión, como veremos más adelante. Es significativo que apenas se considere esta responsabilidad de occidente, no solo en el enconamiento del conflicto a través del tiempo, sino también en su origen.

            -La creación del Estado de Israel (1948):

            En 1948, la ONU crea el Estado de Israel, Estado que se construyó a espaldas de la mayoría de la población de su territorio: he ahí una de las causas principales del conflicto. Precisamente en un contexto de descolonización y de la creación de la ONU, una de cuyas principales premisas fundacionales era el derecho a la libre determinación de los pueblos. ¿Cabe mayor absurdo?

            Prácticamente al día siguiente de la proclamación del Estado estalló el conflicto, en función del criterio de legítima defensa. ¿No se defenderían los habitantes de la Península Ibérica si, pongamos por caso, la minoría china –valga el ejemplo aleatorio, sin intención alguna- pretendiese crear aquí un Estado chino, hubiese o no un estado anterior?

            Estalló por tanto un conflicto armado en el que venció el sionismo hebreo pues, aunque minoritario, gozaba de todo tipo de ayuda financiera y militar occidental. Se produjo la “nakba” (o expulsión de su casa y su tierra de hasta 750.000 palestinos), a la vez que el nuevo Estado se hizo con el 78% del territorio de Palestina (la mayoría de este, salvo Gaza y Cisjordania prácticamente).

            -La intensificación del conflicto a lo largo del tiempo:

            A partir de aquí, se ha ido intensificando una doble dinámica acción-reacción: la interna (desalojo progresivo y constante de la población árabe) y la externa (por lo general, ataques de países árabes repelidos por el ejército israelí). Para ello, Israel ha conculcado sistemáticamente los derechos humanos y los más básicos postulados de la ética. No en vano, el judío ortodoxo Yashayahu Leibwitz, sostuvo en los años sesenta que Israel renunció al humanismo, y que su administración militar era “deshumanizador” en dirección “judeo-nazi”.

            De este modo, utilizando a los colonos como excusa y avanzadilla,  se viene produciendo una expulsión progresiva de población árabe, pese al dictamen de la ONU de los dos estados (el judío y el palestino) que el sionismo viene negando, y a las negativas a las numerosas resoluciones de la ONU, y a que se retire de los territorios ocupados por el propio Israel.

            A la vez, se produjeron conflictos bélicos tales como la Guerra de los 6 días, de 1967 (o intento de invasión fallida de Egipto, Siria, Irak y Jordania), o la guerra del Yom Kipur de 1973 (otro intento fallido de invasión por parte de Egipto y Siria).

            Para la defensa del pueblo árabe ocupado se creó la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), que tuvo entre sus principales líderes a Yasir Arafat, contra quien Menahem Begin, mandatario israelí, alimentó la actual Hamás, grupo islamista y a su vez escisión de los Hermanos Musulmanes.

            Y, aunque ha habido numerosos encuentros, como la “Conferencia de Madrid” de 1991 y convergencias como los “Acuerdos de Oslo” de 1993, donde cada uno llegó a reconocer el derecho al Estado del otro, Israel no ha dejado de atacar, asesinar, masacrar y torturar (esto último es hasta legal -algo inaudito en el mundo- bajo la eufemística fórmula de la “presión física moderada”).

Cierto que los palestinos también han cometido atrocidades en sentido contrario, y que deben ser condenadas, pero eso no significa condenar su derecho a la legítima defensa armada, ya que de facto no hay otro recurso, y cuyos responsables son occidente (lo cual se olvida a menudo) e Israel. Y prácticamente así hemos llegado hasta nuestros días, hasta producirse el ataque de Hamás del 7 de octubre.

5. El trasfondo geoestratégico del ataque de Hamás

            Una vez más, la prensa (y buena parte de los analistas) no analiza la clave de los conflictos. Lo que vamos a exponer a continuación, que explica el ataque de Hamás  y la reacción de Israel, apenas ha sido registrado por la prensa sistémica y por los analistas geopolíticos: este conflicto es una extensión de la pugna de las dos grandes potencias: China y EEUU.

            Como es sabido, China ostenta un ritmo de desarrollo muy intenso, y un nivel de crecimiento que hará que desbanque a EEUU en unos pocos lustros como primera potencia mundial. Para ello, junto con otras iniciativas (como el “Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras”, la “Organización de Cooperación de Shanghái” o el liderazgo de las BRICS –que con las nuevas incorporaciones cobra aún mayor peso económico), se encuentra la “Nueva Ruta de la Seda”, o gran circuito terrestre euroasiático con ramificaciones en África y América Latina, de rápido crecimiento y en constante expansión. Creada por China en 2013 y liderada por esta mediante una inversión de varios miles de millones de dólares, es una alternativa, junto con los BRICS, al poderío económico estadounidense y a occidente como gran potencia.

            El trasfondo del ataque de Hamás es la alternativa que EEUU ha creado para contrarrestar la “Nueva Ruta de la Seda”. Según la antropóloga libanesa y analista internacional Leila Ghanem, EEUU anunció en la reunión del G-20 en Delhi un proyecto que en verdad se conocía de antes: la creación del “Pasaje Económico entre India y Europa”, en el que se integrarían, entre otros, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí e Israel, a modo de circuito alternativo al chino, y que pasaría por Israel y Gaza, territorio rico en gas. Y quien controle Gaza controlará su trozo de pastel en dicho circuito alternativo.

            Según Jad El Khanoussi, experto en la geopolítica del mundo árabe, ya en 2017 Israel firmó con Donald Trump el “acuerdo del siglo”, de cara al circuito que habría de pasar por Gaza (territorio rico en gas, repetimos). Y además, se construiría el “Canal Ben-Gurion” como alternativa al “Canal de Suez”. E incluso una base de la OTAN, precisamente en Gaza. Pero para todo esto, sencillamente, sobran los gazatíes.

            Por tanto, todo este conflicto obedece a una estrategia para la expulsión de la población árabe de la franja. Para ello, mediante ataques constantes y cada vez mayores, se ha estado provocando a Hamás hasta que reventase (sin excluir la posibilidad de que la inteligencia israelí tuviese infiltrados en las instancias de poder) para justificar una gran ofensiva de expulsión. Exactamente lo que está sucediendo.

6. La geopolítica de los distintos actores

-Palestina:

Sencillamente, solo aspira a sobrevivir. Históricamente, y con razón, se ha negado al Estado de Israel. Lo aceptó por la razón de la violencia y de los hechos consumados. El gobierno de Gaza lo ostenta  de facto Hamás quien, no es solo un grupo armado (que ciertamente también comete atrocidades), sino que es una administración de gobierno y, además, una red social de solidaridad por lo que goza de amplias simpatías entre la población. No en vano ganó limpiamente por mayoría absoluta las elecciones en 2007. Por lo demás, la acusación de “terrorismo”, categoría más ideológica que jurídica, la ha declarado EEUU, quien carece de neutralidad (pues es el gran sostén a distancia de Israel) y de legitimidad (es el único país que ha tenido un gobierno terrorista según la Corte Penal Internacional de La Haya).

-Israel:

Su juego es expulsar a los gazaties para tomar posesión del territorio y poder instalar la base militar y el canal, y explotar el gas de Gaza. Carece de legitimidad histórica, y la pretensión de la creación del Estado es una aberración de judíos, británicos, norteamericanos y occidentales en general. En rigor, no se defiende: ataca. Además, no tiene derecho a usar las armas (a diferencia de Palestina, que al ser la agredida tiene derecho a la autodefensa), y comete atrocidades constantemente, bien documentadas por Amnistía Internacional. Tiene un ejército eficiente, un servicio de inteligencia de élite, posee armamento nuclear, y EEUU y occidente le dan todo tipo de apoyo económico, militar y mediático. Por último, hay un sector minoritario de israelíes que se oponen a la política expansionista y genocida de su gobierno, y que merece todo nuestro respeto.

-Irán:

Potencia geopolítica regional, juega a debilitar a Israel y a la influencia de EEUU en la zona. De ahí su apoyo a las varias milicias islámicas como Hamás, Hezbolá o los hutíes. Sin embargo, ha negado tener responsabilidad en el ataque de Hamás, tal vez para burlar las posibles represalias. Aunque apoya a Palestina, no deja de ser una terrible teocracia que conculca los más elementales derechos humanos. Es enemiga mortal de EEUU, pero la experta Nazanín Armanian, analista iraní en el exilio, sostiene que, de modo sutil, EEUU e Irán son en última instancia aliados de algún modo.

-EEUU:

Viene escenificando una preocupación por la suerte de los civiles gazaties, y una presión a Netanyahu al respecto (este es el trasfondo del viaje de Blinken, secretario de Estado de EEUU, a Israel), y sigue apostando por que Israel acepte los dos estados. Sin embargo, se ha opuesto al alto el fuego, ha enviado a una flota a apoyar al país hebreo, lo sigue apoyando económicamente, y sostiene su “derecho a defenderse” (como si Israel no fuese el agresor). Su intención es utilizar a Israel como base para asentar por esa zona el circuito del “Pasaje Económico entre India y Europa”. No obstante, aunque lograra activar el circuito, consideramos que la decadencia de EEUU y el ascenso de China son un proceso lento e irreversible que EEUU debiera aceptar. Por lo demás es un hecho que la presencia de EEUU en la zona la ha convertido en un infierno (Irán, Irak, Afganistán, Siria…), sin contar con que, según Nazanín Armanian, la creación  de milicias islamistas radicales como IS e ISIS son una creación de EEUU para desestabilizar la zona.

-Europa:

 “La voz de su amo” es un apéndice de EEUU, como se ha demostrado en la guerra de Ucrania. Y es cierto que Borrell ha realizado algunas declaraciones valientes en dirección a debilitar el conflicto (todo lo contrario de sus declaraciones sobre Ucrania, tan incendiarias e irresponsables que pudo haber costado decenas de miles de vidas). Sin embargo, sigue afirmando el derecho a Israel a defenderse, y ha apoyado con una flotilla la flota norteamericana en el mar Rojo. En España, por su parte, las declaraciones dignas pero ambiguas del presidente Sánchez contrastan con el comercio de armas con una potencia belicista y conculcadora de los DDHH. En 2017 España compró a Israel armas valoradas en 29’15 millones de euros, y en 2023 le hemos vendido armas por valor de 9’35 millones de euros. “La rabia: el oro sobre la conciencia”, que canta Silvio Rodríguez.

-Rusia:

Ocupada en Ucrania, está ocupando un perfil bajo en una guerra que le afecta de lejos. Sin embargo, le beneficia al pasar el conflicto ucraniano a un segundo plano mediático, ya que occidente le lleva la delantera en dicho plano, muy importante de cara al desenlace de una guerra. En todo caso, a Rusia le conviene que Israel no ocupe Gaza, pues su gas le serviría a Europa como alternativa al gas ruso, que no pierde la esperanza de volver a ser comercializado con este continente. No sabemos si Rusia, potencia muy de segunda fila, estaría ayudando a Palestina de modo indirecto, discreto y sutil.

-China:

Aparentemente impasible, al igual que en Ucrania, se muestra tranquila, jugando al largo plazo a caballo ganador. En el actual conflicto árabe-israelí, al igual que en Ucrania, está haciendo llamados a favor de la paz. Nosotros consideramos que, aún en el caso de que Israel logre la expulsión de los árabes de Gaza y la gestión de su territorio, ello no será determinante para desactivar o minimizar el impacto de la “Nueva Ruta de la Seda” a gran escala, por lo que China no tiene demasiado que perder a largo plazo ni aún qué temer al corto.

-La Corte Penal Internacional de la Haya:

Además de aplaudir la postura valiente y digna de Sudáfrica, que llevó al caso a la Corte,  se debe reconocer lo ambiguo de la postura inicial de dicha corte: por una parte, reconoce que la apertura del proceso ha lugar (de hecho ha abierto el caso), y ha reconocido la posibilidad de que se esté desarrollando un genocidio (que pide que se detenga). Pero no ha tenido la valentía de exigir un alto el fuego que hubiese deslegitimado jurídica y mediáticamente a Israel. Además, aplicar la figura técnica del “genocidio” es complicado, pues es difícil de concretar y de aplicar (de hecho en rigor Israel más que la extinción del colectivo atacado –lo que en rigor es un genocidio-). Lo que pretende es su expulsión, mediante la utilización del terror, por lo que la figura de “terrorismo” (si bien es un término más propagandístico que jurídico) tal vez fuese más pertinente. En todo caso, dicha Corte tiene sus limitaciones: carece de capacidad de hacer cumplir sus fallos, y solo suele condenar a mandatarios africanos, como si occidente no tuviese sus presuntos criminales (Bush, Clinton, Obama, Berlusconi, Aznar…). No siempre: significativamente, el gobierno de Reagan es el único gobierno del mundo en ser condenado por terrorismo (por poner bombas en objetivos civiles en la Nicaragua sandinista de los 80).

-La ONU:

Dicha institución lleva unos 80 años instando y condenando a Israel por su sistemático acoso a Palestina, y por su negativa a la creación de los dos estados. En todo caso, su apuesta por la creación unilateral inicial del Estado de Israel fue un absurdo por el que hoy se lloran lágrimas de sangre. Los hechos de quienes fueron sus fundadores y el derecho a veto son un lastre que vuelven inoperante a dicha institución supranacional. De hecho, han sido desoídas algunas reformas lúcidas propuestas, como la de Miguel d’Escoto, ex presidente de la Asamblea de la ONU, en la dirección de la eliminación  del  derecho a veto, y en la de darle poder ejecutivo real a la Asamblea. De modo más radical, el jurista italiano Luigi Ferrajoli ha propuesto una suerte de carta magna mundial en su obra “Por una constitución de la tierra”, propuesta que debía ser tenida en cuenta muy seriamente. En todo caso, pese a la inoperancia de la ONU, son loables y dignas las declaraciones del Secretario General de la ONU, António Guterres, donde señala la responsabilidad histórica de Israel a lo largo del tiempo con respecto al actual conflicto de Gaza, por lo que dicho país lo ha cuestionado.

7. Algunas conclusiones generales

            -Israel está atacando, no defendiéndose:

            El episodio puntual es el ataque de Hamás del 7 de febrero, del que Israel tendría derecho a defenderse de modo proporcional. Pero visto en contexto, dicho ataque de Hamás es la consecuencia de un hostigamiento constante y letal, pero sutil y no mediático de modo que, integralmente considerado, el ataque de Hamás es un acto defensivo. El atacante es Israel, quien lleva 80 años expulsando mediante masacres, torturas y asesinatos a una población autóctona para arrebatarle un territorio en el que los hebreos eran una población inmensamente minoritaria.

            -Israel no tiene derecho a utilizar la violencia:

            Esto es así en tanto en cuanto que es el agresor. Bastaría reconocer el Estado palestino, dejar de atacar población árabe, y defender las fronteras y el interior para acabar con el conflicto. No necesitaría la violencia para acabar con el conflicto.

            -Gaza sí tiene derecho a utilizar la lucha armada:

            Su derecho se deriva del hecho de ser la agredida, y de no tener otro medio de defenderse. Hamás, a su vez, es el legítimo representante de Gaza por haber ganado unas elecciones limpiamente. Otra cosa son los ataques indiscriminados a civiles por parte, en este caso, de Hamás, que sí deben ser condenados. Los niños israelíes, y la misma población civil en principio, no tienen culpa del conflicto.

            -La culpa histórica de occidente:

            Es imperdonable la ceguera de occidente: la “Declaración Balfour” y la propia creación del Estado de Israel, ambas responsabilidad de occidente, son la clave del problema: ¿cómo pretender que la población minoritaria de un territorio pretenda ser la depositaria de un nuevo Estado en ese territorio, en el que someta, elimine o expulse a la mayoría? ¿De verdad creyeron que la población mayoritaria de Palestina se iba a quedar con los brazos cruzados? Y si el pueblo hebreo tiene derecho a tener un Estado (no menos derecho que el pueblo kurdo y que el propio pueblo palestino), eso no se puede hacer a costa de masacrar a otros pueblos. Occidente, por enésima vez, ha dejado claro que una cosa es su catadura moral y otra su complejo de superioridad moral.

            -La falacia de las acusaciones de antisemitismo:

            Si un policía negro (no por negro sino por policía) me golpea injustamente, y yo lo denuncio y lo llevo a juicio (no por negro sino por policía), acusarme de racista es un acto de ceguera o de injusticia. Quien en este contexto critica a Israel lo critica no por semita sino por asesino y torturador. Y cuando el sionismo utiliza el espantajo del antisemitismo está profanando la memoria de los 6 millones de judíos del holocausto. Todo nuestro respeto al pueblo judío y a la cultura judía. Y nuestro aplauso para los israelíes que se oponen valientemente a la violencia de su país. E incluso reconocemos al Estado de Israel (aunque sea por los hechos ya consumados manu militari). ¿A alguien le parecería lógico que de facto un policía negro pudiese extralimitarse en el uso de la fuerza por el hecho de ser negro, con tal de no ser acusados falsamente de racismo?

            -¿Qué podemos hacer desde la izquierda?

            -Leer e informarnos, utilizando el pensamiento crítico con la prensa (esta y aquella).

            -Organizar manifestaciones y acudir a ellas.

            -Apoyar a la minoría israelí que se opone a estas políticas.

            -Apoyar al pueblo palestino en difundir su realidad, y en campañas que les permitan mejorar su vida en su territorio. Valga como ejemplo el BDS (o boicot a productos de Israel). Al respecto, surge una duda: ¿contempla dicha campaña el hecho de que no toda empresa o producto israelí apoya la política de Israel? ¿No puede haber un exportador israelí que se oponga y no participe?

            -Huir de todo maniqueísmo: tratar de situarse incluso en el lugar de hasta los sionistas, no justificar las atrocidades de Hamás, no considerar como “malo” a todo israelí, y tratar con todo respeto a los que nos encontremos en nuestra cotidianidad.

Nacho Dueñas, cantautor e historiador.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.