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La miseria de los donantes de órganos de Yemen

«Es mejor morirse de hambre»

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

La pobreza en tiempos de guerra impulsa a muchos a vender partes de sus cuerpos por dinero en efectivo que necesitan desesperadamente.

 

Una víctima yemení del tráfico de órganos muestra la pequeña incisión a través de la cual extrajeron uno de sus riñones (MEE)

Alí estaba desesperado por encontrar trabajo. La guerra había arrasado Yemen, tenía ocho hijos que mantener y no podía conseguir bastantes trabajos para llegar a fin de mes.

A principios de 2016, volvió a encontrarse caminando por las calles cerca del mercado de qat en Son-Ana, un barrio tranquilo y pobre de la capital yemení, Sanaa.

Mugani, un amigo de su primo, se le acercó.

«Compra algo de qat para mí», le pidió Mugani.

«No tengo suficiente dinero para comprar comida para mis hijos», respondió Ali. «¿Cómo voy a comprar para ti?»

En lugar de responder, Mugani le sugirió a Alí que lo siguiera a una casa cercana.

Allí le explicó que algunos yemeníes vendían sus órganos a pacientes de Egipto por más de un millón de riales yemeníes (alrededor de 4.000 dólares) para huir de la pobreza. Mugani debía saberlo: ya había vendido uno de sus propios riñones.

Alí se obsesionó con esta idea. «Volví a visitar a mi familia y les dije que viajaría a trabajar a Arabia Saudí», recordó. «No les dije la verdad porque se negarían y tratarían de impedir que lo hiciera».

Dos días después Alí se dirigió a Sanaa, donde Mugani le proporcionó una tarjeta de identificación, pasaporte, informe médico falso, boletos de avión a Egipto y el número móvil de un contacto en El Cairo, conocido como «Slama».

«Acordamos que el egipcio me pagaría 5.000 dólares después de la operación», dijo Alí. Confié en Mugani.

Se dirigió al aeropuerto de Adén y en dos días estaba en El Cairo.

El aeropuerto de Adén en una foto de agosto de 2015, cada vez más utilizado por los traficantes de órganos (AFP)

Egipto es el centro del comercio

La ley yemenita no prohíbe el tráfico de órganos. El resultado es que uno de los países más pobres del mundo se ha convertido en objetivo de las operaciones internacionales debido a su pobreza desenfrenada y la desesperación de hombres como Alí.

La situación se ha exacerbado por una guerra civil que ha dejado al menos 20 millones de yemenitas que necesitan algún tipo de apoyo humanitario o de protección: siete millones de personas están en riesgo de hambruna.

El Programa Mundial de Alimentos ha clasificado siete de las 22 provincias de Yemen en el nivel de «emergencia», es decir, están a un paso por debajo del hambre en la escala de Clasificación de Fase de Seguridad Alimentaria Integrada por cinco puntos. Diez provincias están en el nivel de «crisis».

Nabil Fadhil, director de la Organización Yemení de Lucha contra la Trata de Personas, dijo que había evitado que al menos 300 personas abandonaran el país para vender sus órganos entre 2012 y 2014. Pero 150 procesamientos fracasaron porque los traficantes no habían infringido ninguna ley.

«La pobreza es la razón principal que obliga a la gente a vender sus órganos», dijo Fadhil. «La mejor solución es la erradicación de la pobreza».

Aunque muchos compradores de órganos provienen de los estados del Golfo, los yemeníes tienen prohibido entrar en esos países si es por razones de salud.

En cambio se dirigen a Egipto, que tiene criterios de entrada más relajados y donde los yemeníes no necesitan visa.

«Esta es tu hermana»

Cuando Alí llegó al aeropuerto de El Cairo, fue recibido por Mahmoud, uno de los trabajadores de Slama que viajó a la ciudad con él, aunque se negó a discutir cualquier aspecto del acuerdo.

Alí fue llevado a un apartamento que compartió con otros 15 hombres. «Estaba lleno de yemenitas que querían vender sus órganos», dijo.

Los hombres fueron supervisados ​​por cinco agentes egipcios que confiscaron sus pasaportes para evitar que se fueran.

«El médico me advirtió de que no dijera que vendería mi riñón, sino que daría mi riñón a mi hermana», dijo Alí.

Alí permaneció allí una semana, sólo salió cuando Mahmoud lo escoltó a una clínica para los exámenes diarios. Finalmente le llevaron a ver a un médico.

«Entonces el médico trajo al cuarto a una mujer emiratí de unos 80 años y dijo: «Ésta es su hermana, usted le donará su riñón».

Alí contó que la hija de la mujer emiratí le dijo que habían pagado 50.000 dólares al hospital como precio del riñón, 10 veces la cantidad que Alí acordó con Mugani al regreso a Yemen.

«Me operaron y me quedé tres días en el hospital, luego Mahmoud vino al hospital y me llevó de vuelta al apartamento, ese mismo día me dio 5.000 dólares y me llevó al aeropuerto de El Cairo para regresar a Yemen».

Convertirse en corredor de órganos

Como ocurre con otras formas ilícitas de contrabando, muchos de los que son absorbidos por el tráfico de órganos eventualmente forman parte del problema en sí.

Fadhil cree que más de la mitad de las víctimas del comercio eventualmente se convierten en agentes del tráfico. «Después de que la víctima vende su riñón por 5.000, el corredor egipcio le dice que le pagará 2.000 dólares por cada víctima que le traiga», dijo, «así que la mitad de las víctimas acordaron ser corredores de órganos».

El caso de Jamal de Sanaa, de 35 años, padre de un hijo, es típico. Dependía de su motocicleta-taxi para su vida familiar. Había oído rumores de personas que vendían sus órganos en Egipto, pero nunca pensó que él haría lo mismo.

 

Nabil Fadhil, a la izquierda, jefe de la Organización Yemení para Combatir la Trata de Personas (MEE)

A finales de 2015 uno de sus amigos vendió su riñón y se lo contó a Jamal a su regreso. La operación, dijo el amigo, fue muy fácil.

En marzo de 2016 Jamal, junto a otras tres personas, fue persuadido para convertirse en donante de órganos. Su amigo tomó un adelanto de 500 dólares de cada uno de los hombres y dijo que cada riñón se vendería por 5.000.

«Mi amigo era un comerciante de órganos y yo no lo sabía», dijo Jamal, «cuando acepté vender mi riñón, me preparó todo en una semana».

Jamal siguió el mismo proceso que Alí -pero no fue tan feliz el final, en parte porque el dinero se ganó ilegalmente. «Yo estaba planeando abrir una tienda, pero el dinero se redujo porque los corredores en Egipto y Yemen se llevaron alrededor de 2.000 dólares».

Después de la operación le ofrecieron ser agente de órganos, pero rechazó la idea. «Dicen que te pagarán 2.000 por cada caso que traigas, pero no llegamos a un acuerdo».

La organización de Fadhil ha documentado más de 1.000 casos de tráfico desde 2012, incluidos 300 durante el conflicto, pero estima que la cifra real es al menos de 5.000.

La guerra, dijo, no ha hecho ninguna diferencia en las cifras. En muchos casos, los donantes viajan a Aden y Sayun y luego viajan a Egipto. Confirmó que la situación económica actual obliga a la gente a hacer el viaje.

Pero el servicio está mal financiado. «No recibimos ningún apoyo de ninguna parte», dijo. «Documentamos más de 1.000 casos a través de nuestro propio trabajo personal y con coordinación con el Ministerio del Interior, la investigación criminal y los estudios».

El número de casos puede haber disminuido con el cierre del aeropuerto de Sanaa, pero en varios aspectos ha hecho que el trabajo de los encargados sea aún más difícil de hacer.

«No pudimos documentar algunos debido al cierre del aeropuerto de Sanaa, lo que significa que algunos ahora viajan a los aeropuertos de Aden y Sayun».

«Lamento haber creído a mi amigo»

¿Y Alí? Volvió de Egipto a su casa y dijo a su familia lo que había hecho. Estaban disgustados por su comportamiento, a pesar de sus intentos de persuadirlos de que lo había hecho por el dinero, por el bien de la familia.

«Mi mujer y mi madre aún no me perdonan y todavía me odian por ello hasta el día de hoy, porque piensan que este comportamiento va en contra de las tradiciones yemeníes».

Alí compró tres motocicletas con el dinero y las alquiló a amigos para asegurar un ingreso mensual. Pero las bicicletas no duraron más de seis meses y lo perdió todo.

«Perdí todo el dinero que recibí por el precio de mi riñón», dijo, «y ahora estoy necesitado de nuevo, además, puedo morir en cualquier momento, ya que sólo tengo un riñón». 

Los traficantes tampoco le informaron de los efectos de la operación: un informe de la OMS en 2007 dijo que el 78 por ciento de los donantes de órganos pagados en Egipto «habían gastado el dinero en el plazo de cinco meses tras la donación» y que «el 73 por ciento mostró una capacidad debilitada para realizar trabajos físicos de gran intensidad».

Shaheed Salem, urólogo de un centro de salud privado de Taiz, que no tiene ninguna relación con el tráfico de órganos, dijo a MEE que si bien los donantes de riñón podrían llevar una vida normal si recibían atención médica y nutrición adecuadas, seguían existiendo riesgos como con cualquier cirugía.

«Los trasplantes de órganos por lo general necesitan hospitales y cirujanos calificados. Después de la operación, el donante necesita monitorear su salud y una revisión cada seis meses, ya que ha perdido un órgano de su cuerpo».

Alí no sentía dolor inicial después de la operación en Egipto, pero ahora, con la llegada del tiempo frío, tiene dolores.

«Lamento haber le creído a mi amigo y haber vendido mi riñón», dijo. «Le diría a cualquiera que necesite dinero que no venda sus órganos, es mejor morir de hambre».

Fuente: http://www.middleeasteye.net/news/yemen-organ-donor-trafficking-egypt-surgery-poverty-792231183

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.