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Estados Unidos e Israel: el descaro, la megalomanía

Fuentes: Haaretz

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

El cerebro se niega a creer lo que leen los ojos: Israel impulsará una ley en el Congreso de Estados Unidos para que apruebe un proyecto de ley, Israel va a presionar al Congreso. Imaginen el escándalo que encendería en los titulares una situación a la inversa.

El titular del periódico Haaretz en hebreo del martes debería haber repercutido en Washington y conmocionado a la población de ese país. También debería haber preocupado a muchos israelíes. Incluso es algo que merece enseñarse en clase de historia en nuestras escuelas, que marca el momento en que Israel cruzó todas las líneas rojas. Un título es sólo eso, un titulo, pero en este caso nada podría reflejar mejor el nivel de distorsión que se ha alcanzado en las relaciones entre las dos potencias mundiales, una que se reveló en su genuina esencia, Israel, y la otra que parece ser cada vez más falsa y ridícula, Estados Unidos.

Si los representantes de Estados Unidos tuvieran algún respeto y sensibilidad por la democracia de su país, habrían tomado medidas inmediatas para poner fin a esta farsa. Es malo para Estados Unidos y su democracia y es malo para Israel. La farsa ha alcanzado su punto álgido. Terminará en una ruptura explosiva de las relaciones entre los países e Israel pagará el precio de su arrogancia.

«Israel presiona al Congreso para frustrar acuerdo nuclear iraní», decía el titular de la edición impresa en inglés. El corresponsal de Haaretz, Barak Ravid, citó a un alto funcionario israelí no identificado cuando dijo que Israel «presionaría al Congreso de Estados Unidos de tal forma que se le haría más difícil, o incluso imposible, aprobar un acuerdo global con Irán».

El cerebro se niega a creer lo que leen los ojos: Israel presionará al Congreso estadounidense que debe aprobar un proyecto de ley, Israel va a presionar al Congreso. Es suficiente imaginar el titular inversa, EE.UU. presionará a la Knesset para que apruebe un proyecto de ley, y el escándalo sería explosivo. Pero los dioses pueden hacer lo que no pueden los mortales e Israel puede, ciertamente, hacer lo que Estados Unidos no puede.

Lo más sorprendente de toda la historia es que el título pasa como si nada, la presión se ha convertido en una norma aceptada, el descaro, la desproporción, la megalomanía. Incluso los judíos ricos, el  primero entre ellos Sheldon Adelson, por supuesto, se lanzó. Están dispuestos a engrasar las palmas de los representantes en el Congreso con cientos de millones de dólares, según lo revelado por The New York Times, por lo que van a votar en contra del acuerdo. Al diablo la democracia y los intereses nacionales.

Los cancilleres de todas las potencias mundiales alcanzaron entendimientos con Irán antes de un acuerdo final. Ningún país se opuso salvo Israel. Por supuesto tiene derecho a disentir, a oponerse, a luchar para tratar de persuadir o cambiar. Pero no tiene derecho a socavar las decisiones soberanas. Estados Unidos, que sabe una cosa o dos acerca de desestabilizar gobiernos, debería haber sido el primero en reconocer que un estado extranjero está tratando de subvertir sus instituciones elegidas.

La injerencia israelí en Washington no es algo nuevo pero el primer ministro Benjamin Netanyahu la ha llevado a dimensiones inimaginables. ¿Netanyahu? No. Toda responsabilidad recae sobre los representantes elegidos. El presidente Barack Obama, al parecer el hombre más poderoso e influyente del mundo, ahora se ve como alguien cuyo mundo se ha resquebrajado a su alrededor: Israel se opone al acuerdo. En las entrevistas desempeña un vergonzoso papel. Promete a Israel el cielo, todo sea para satisfacerle. Anda con el rostro sombrío, injuriado por la sola insinuación de atreverse a criticar a Israel. En una conferencia de prensa, después de que se alcanzó el acuerdo, Obama nombró despreocupadamente a los estados que lo acompañaban -China, Rusia, Alemania, Gran Bretaña y Francia- antes de abordar lo realmente importante, la posición de Netanyahu. Obama no ha aprendido una cosa: después de seis años de dorarle la píldora sólo logró la persistencia del desprecio flagrante de Israel hacia todas sus opiniones y peticiones. Obama va por el mismo camino mientras Israel utiliza la única táctica conocida, la de oponerse.

Israel ruge, ¿quién no le teme? Para los oídos israelíes podría sonar como una prueba de su fuerza. Pero estos matones falsos o ebrios de poder siempre llegan a un mal final, algún día alguien les obligará a quitarse las máscaras y tomará venganza.

Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.651069