Traducido por Silvia Arana para Rebelión
Muchos israelíes hallan un valor «‘educativo» en los horrorosos ataques terroristas, siempre y cuando le sucedan a otros…
Después del ataque terrorista en Noruega, antes de que los medios israelitas tuvieran que admitir a regañadientes que fue llevado a cabo por un noruego neo-nazi, los medios de prensa, excepto Haaretz, mantuvieron a sus lectores en la ignorancia sobre las simpatías pro-israelitas del asesino. Las secciones de comentarios de los sitios de internet se llenaron, no de expresiones de horror y tristeza, sino de ataques virulentos contra los musulmanes y el Islam, y de una suerte de regocijo extraño y horrendo. Hasta cuando se supo que el asesino era, en efecto, Anders Breivik, muchos de los comentarios de los lectores en los sitios de internet justificaron la acción.
No es para nada sorprendente que un neo-nazi apoye a Israel. La extrema derecha europea adora a Israel, y a menudo lo describen -como lo hiciera Breivik (y vale la mención, el fundador del sionismo Theodore Herzl)- como un bastión de Occidente en territorio islámico. Bajo el liderazgo de Liberman, el Ministerio de Relaciones Exteriores ha comenzado a establecer contactos con el ala de extrema derecha de los partidos políticos; el ejemplo más reciente es la reunión entre el ministro israelita Ayoub Qara y representantes del Partido de la Libertad de Austria, que fue liderado por Jorg Haider. Mientras vivía Haider, su partido había sido rotulado por funcionarios israelitas como «neo-nazi». Bueno, resulta que ahora Israel no puede ser selectivo y tiene que ser amigo de cualquiera. Israel fue el mejor amigo de Sudáfrica durante el apartheid; ya nos hemos acostumbrado a esa actitud.
Pero, ¿de dónde proviene el regocijo? No es nuevo. Durante el shock posterior a los ataques del 11 de septiembre, surgió una fuerte corriente subterránea de regocijo. En efecto, cuatro israelíes fueron arrestados en Nueva York por bailar al frente de las torres en llamas. Los arrestados pasaron un buen tiempo detenidos antes de ser expulsados de EE.UU.
Mucho de esto surge del sentimiento «ahora, después de un ataque terrorista, ellos van a entender cómo vivimos nosotros, y vamos a ver cómo reaccionan; veremos si nos dan sermones después de sufrir un ataque suicida». Esta manera de sentir no está limitada a las personas de extrema derecha: Doron Rosenbloom, por lo general un agudo escritor satírico de izquierda, escribió uno de sus artículos más débiles basándose en una fantasía de ataques en Londres y París. Tres años después, luego de los ataques a Londres el 7 de julio, Haaretz volvió a publicar el artículo.
Por supuesto que los ataques a Londres no produjeron el resultado ansiado por los israelitas: Los londinenses tienen una larga historia de resistencia a ataques, desde los dinamiteros clandestinos irlandeses del siglo 19 hasta las rebeliones de Irlanda del Norte durante la década de los sesenta. El gobierno de Blair no reaccionó a los ataques como esperaban los israelitas. Nada de quejas histéricas ni de golpes en el pecho frente a las cámaras. Calma, dignidad y autocontrol. El gobierno de Blair no respondió como podría haber respondido Israel bombardeando Islamabad.
Este regocijo no está reservado para los no judíos (aunque no se expresa nunca ante ataques a judíos fuera de Israel); aparece a menudo ante ataques terroristas en Tel Aviv, que son numerosos. Se manifiesta a menudo cuando después de un ataque con cohetes en Sderot o un ataque a colonos reaccionan deseando un ataque en Tel Aviv o en una manifestación izquierdista. En lugar de oponerse a todo ataque terrorista, aceptan algunos de ellos, los que tienen un valor «educativo». Suficientemente extraño, esto es muy parecido a lo que tratan de hacer los terroristas: Educar a un público hostil acerca de sus reivindicaciones usando la violencia.
El apoyo a lo hecho por Breivik después de que su identidad quedara revelada, aunque sus víctimas hayan sido niños sigue este mismo patrón de conducta: los comentaristas israelitas apoyan su ideología, y al haberlo adoptado – a un individuo que es una versión armada y despiadada del personaje de la televisión estadounidense Glenn Beck- tienden a perdonarle su indiscreción. El hecho de que tanta gente se identifique con un asesino en serie de niños pone de manifiesto otro problema, raramente mencionado: La deshumanización producida por la educación judía ortodoxa, que muchos judíos israelitas reciben de una manera u otra. Al ser educados desde temprana edad con la idea de que pertenecen a una raza especial y que la otra gente es inherentemente inferior, que sus vidas no valen tanto como la tuya, esa idea dejará una marca.
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