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Esto no me lo pueden arrebatar: los colonos roban la tierra palestina bajo nuestros pies

Fuentes: Palestine Think Tank

Traducido por Nadia Hasan y revisado por Caty R.

Conmemoración de más de 60 años del asesinato sistemático de la tierra palestina. Éste es el primero de una serie de tres artículos por el Día de la Tierra.

Mientras estaba en la azotea y observaba Jerusalén ante mí, con el sol reflejándose en la Cúpula de oro, me sentía enojada y pensaba qué injusto es el mundo. Nací en Jerusalén, allí fui a la escuela, allí me crié y conozco prácticamente todos sus rincones, sus calles y sus pasajes. Tengo más recuerdos en Jerusalén que cualquier otro lugar del mundo, todos muy queridos. Pero ahora no me permiten entrar en la ciudad porque soy palestina. Mientras estaba allí, con lágrimas en los ojos, sentí envidia de todos los palestinos que tienen un pasaporte europeo o estadounidense, ya que pueden venir y visitar Jerusalén. Sentí envidia de todos los extranjeros que pueden visitar la ciudad siempre que quieran. Incluso envidié a los pájaros que cantaban en los cipreses delante de mí, ya que pueden volar sobre Jerusalén y llenarse los ojos con su belleza y los pulmones con su aire. En mi infancia, Jerusalén era la única gran ciudad palestina que conocía bien y amaba. Con los ojos y la mente de una niña, para mí Ramala era una ciudad fría, Belén era el «pueblo» cercano, Nablús y Hebrón eran los lugares «para visitar a mis tíos en las cárceles israelíes» y Jericó era demasiado calurosa. Sólo Jerusalén era perfecta: con su animada Ciudad Vieja, la antigua estación de autobuses, la calle Salah Al-Deen, Al Musrarah, la caminata a la Catedral de Notre-Dame, el paseo por Al-Wadi Joz hasta Al-Tur y el paseo hasta Ras El Amoud. Caminé por la azotea y vi las montañas de la parte jordana, claramente visibles en la época cálida. Al finalizar la tarde, cuando volvía a casa de la escuela, era testigo de una impresionante vista al bajar la empinada calle de Sawahreh: una maravillosa mezcla de casas simples, algunas con tradicionales techos abovedados, campos de cebada o la profusión de olivares contra un telón de fondo montañoso. Entre las montañas y la última casa se podía ver una franja de color azul. Siempre pensé que era el Mar Muerto. Bueno, personalmente todavía quiero pensar en ello como el Mar Muerto. Era una combinación de colores que rara vez se podía apreciar, pero cuando pasaba, era realmente impresionante.

Al sur podía ver en la distancia el Monte Herodes. He visto esta montaña artificial desde mi infancia y siempre me preguntaba acerca de su forma. Siempre parecía inalcanzable y al mismo tiempo cercana, una parte integral de la vista en torno a mi casa. Solía pensar en la imposibilidad de escalar esa montaña, ya que tenía partes empinadas, se podría seguir escalando siempre y no llegar nunca a la cima. «Escalé» la montaña años después, trabajando en un documental de televisión sobre Belén. Durante la invasión del ejército de ocupación israelí de Cisjordania, en 2002, mis padres me contaron que los aviones de combate israelíes solían sobrevolar Sawahreh en su camino hacia Belén. Después de unos minutos, el sonido de las explosiones sacudía el cielo, mientras el ejército bombardeaba los alrededores de Belén y las ciudades, aldeas y campamentos de refugiados. Desde que oí esto, cada vez que veo el monte Herodes no puedo dejar de pensar en los aviones israelíes viajando para destruir otra parte de Palestina y matar a inocentes civiles desarmados. En Sawahreh, el rugido de los aviones israelíes en el cielo era habitual. Algunas partes de la vasta tierra de Sawahreh se confiscaron por las denominadas «razones de seguridad» y las utilizaron como zona de entrenamiento del ejército. Solíamos oír los estallidos de las explosiones y la casa temblaba, o escuchar los aviones israelíes que iban y venían. Una vez, mi hermana, mi hermano y yo pensamos que se estaban preparando para la guerra, y puesto que no teníamos nuestro propio ejército, no teníamos aviones, tanques o bombas para protegernos, nos reunimos para decidir la mejor manera de proteger a la familia. La única solución que encontramos fue construir un refugio subterráneo. No sé de dónde sacamos la idea de un refugio, ya que los palestinos no contamos con ellos, pero más probablemente nos surgió la idea de una de esas películas de la Segunda Guerra Mundial que la televisión israelí emite continuamente. Iniciamos la excavación, utilizando las manos y pequeñas piedras puntiagudas, pero nos dimos cuenta después de un tiempo de lo largo y difícil que era todo el proceso, y en su lugar decidimos que en el caso de una guerra utilizaríamos el pozo de agua como refugio, es decir, después de vaciar toda el agua.

Una podría pensar qué hermosa vista, por un lado Jerusalén, Belén, por el otro, las montañas y un mar imaginario al fondo. Lamentablemente, este escenario se ve interrumpido por los asentamientos judíos ilegales de Maale Adumim y Kidar, diseminados por las colinas de Palestina. Muchas ciudades y aldeas palestinas están rodeadas de asentamientos judíos ilegales. Algunas están rodeadas de asentamientos por una, dos o tres partes. Otras están rodeadas de asentamientos ilegales y el muro del apartheid. Sawahreh está rodeada por los asentamientos ilegales de Maale Adumim al noreste, Kidar al este y el muro del apartheid al oeste. El asentamiento de Kidar es el más cercano a nosotros. Antes de la primera Intifada, los colonos de Kidar solían venir y caminar por nuestra calle principal, entre las casas palestinas. Estaban tan seguros de sí mismos, actuaban como si la tierra les pertenecía. Recuerdo una vez que estábamos jugando en la tierra, cuando un grupo de colonos caminaron hasta la calle. Paramos de jugar y nos quedamos mirándolos. Yo no entendía mucho de colonos y asentamientos en ese momento, pero recuerdo que sabía que esas personas no tenían derecho a caminar por nuestras calles. Solíamos pasar las vacaciones en el campamento de refugiados de Dheisheh, donde el ejército israelí disparaba a matar a los niños pequeños, y luego volvíamos a Sawahreh, donde los colonos caminaban por nuestra calle. Los palestinos que vivían cerca de Kidar vendían queso blanco casero y yogur a los colonos, que nos llamaban «Kiryat Shalom» o el pueblo de la paz. Era algo de lo que siempre sentí vergüenza, sabiendo que los colonos nos consideraban demasiado pacíficos para perder el tiempo con nosotros, mientras su ejército y sus fanáticos compatriotas atacaban Dheisheh y mataban gente allí. Si los colonos ilegales de Kidar estaban tan interesados en hacer la paz con nosotros, ¿por qué robaban nuestras tierras para ampliar sus asentamientos, a sabiendas de que nuestra subsistencia depende de estas tierras? No se puede tener paz con el ocupante, porque la única paz que ofrece es una mascarada, no una paz justa y verdadera. En Palestina son habituales los cortes de energía, y siempre que no teníamos electricidad y teníamos que estudiar a la luz de las velas, lo que hacía que nos dolieran los ojos, solía mirar por la ventana y veía Sawahreh, Abu Dees y Ezariyyeh ahogarse en la oscuridad, mientras Kidar y Maale Adumim se iluminaban como un árbol de Navidad. A pesar de lo pequeña que era, pensaba en lo injusto de esa situación y que esos colonos y sus asentamientos no pertenecen a esta tierra.

Recuerdo de niña lo «lejos» que parecía estar Maale Adumim. Pero mientras yo crecía, de la misma forma creció el asentamiento ilegal. El peligro de esta expansión nunca estuvo registrado en mi mente hasta que una noche soñé que abría la ventana de mi habitación y me hallaba en el patio de una casa judía. El asentamiento se había comido la tierra de todo el camino desde donde estaba hasta nuestra casa, y ahora nuestra casa y la tierra que la rodea estaba junto a la de ellos. Me desperté sudando con el corazón acelerado. La amenaza es tan real, me di cuenta en ese momento, que sabía que no era una simple pesadilla. Al día siguiente fui a la parte de atrás de la casa, al lugar desde donde se puede obtener una visión directa de Maale Adumim, y traté de calcular con cuánto tiempo contábamos antes de que mi pesadilla se hiciera realidad. Pensé que aún teníamos tiempo para actuar, pero estaba equivocada. Desde la década de los 90, los asentamientos se han ampliado y se están comiendo más y más tierra palestina a un ritmo sin precedentes. En esta zona hay varios asentamientos judíos ilegales, como Maale Adumim, Alon, Almon, Kidar, Mishor Adumim y Kefar Adumim, con una población combinada de unos 40.000 colonos. El mayor, Maale Adumim, se creó en 1975 en tierras palestinas confiscadas y se encuentra a 14 km al este de Jerusalén. Tiene una población de 35.000 colonos judíos ilegales y un área de competencia de 50 km². También se han construido redes de carreteras para conectar Maale Adumim y Jerusalén con los asentamientos vecinos y con el valle del Jordán. Las tierras palestinas se confiscan, se declaran «zona militar cerrada» y después se utilizan para la expansión de los asentamientos ilegales.

Un día que llegué a Palestina para una breve visita, me quedé en estado de shock mientras pasaba por Maale Adumim al darme cuenta de la enormidad en la que se ha convertido. En dos años, desde mi última visita, se había duplicado en tamaño, por decir lo menos. Ahí, en la cima de la montaña, con un muro que rodea partes del mismo, me recordó una fortaleza de la Edad Media. Aunque soy una fan de las fortalezas, ésta me provocó ira y repugnancia. Las tierras que se encuentran enfrente, que recuerdo plantadas de olivos, se han convertido en una tierra rasa, los árboles aplastados y arrancados de la tierra para dar paso a más viviendas ilegales de colonos y carreteras. A la entrada de Maale Adumim había un único olivo, enorme como la vida, y más antiguo que cualquier colono ilegal en esta tierra. Es evidente que arrancaron este árbol de algún campo palestino, tal vez incluso de nuestras tierras confiscadas, y lo replantaron aquí. Macabro, pensé, y sólo pude mover la cabeza frente a la triste visión de este olivo solitario. Los olivos son como los palestinos, crecen en grupos, rodeados de familiares y amigos. Ese árbol que estaba allí solo, es un recordatorio a todos los palestinos de que esto es lo que nos ha hecho el llamado proceso de paz, y que si dicho proceso continúa todos los palestinos acabarán como ese árbol, solos y desarraigados.

El plan de ampliación de Maale Adumim, conocido como el Plan «E-1», iniciado por Rabin en 1994 y aprobado en 1999, condujo a la confiscación de más tierras palestinas. Dicho plan es una parte importante de la «Gran Jerusalén», en la que se incluyen Maale Adumim, Beitar, H’Givat Ze’ev, Gush Etzion, el bloque de Ariel y el bloque de Hashmonain y el Jordania Rift, y tiene por objeto la anexión de grandes extensiones de Cisjordania a Jerusalén. Este plan amplía los límites jurisdiccionales de Maale Adumim y de sus asentamientos satélites a los límites municipales israelíes de Jerusalén, y une Jerusalén con los bloques de asentamientos en torno al bloque de Maale Adumim con otros bloques de asentamientos como Pisgat Ze’ev, Pisgat Omer, Neve Ya’acov y el French Hill. Además se está construyendo un muro alrededor de Maale Adumin y sus asentamientos satélites, rodeando completamente la Jerusalén oriental y 61 km² de territorio palestino. El «E-1» tiene por objeto dejar Jerusalén completamente aislada del resto de los territorios palestinos, desconectar la contigüidad geográfica de los territorios palestinos mediante la división de Cisjordania en dos partes, garantizando así que nunca se pueda instaurar un Estado palestino viable. El año pasado, en la zona «E-1» se pavimentaron los caminos y un puente y se construyeron los cruces principales, plazas públicas, estaciones de policía, puestos de control y los muros laterales. Esta zona abarcará unos 13.000 dunums confiscados a las aldeas palestinas alrededor de Jerusalén y albergará a 15.000 colonos ilegales. Dos carreteras exclusivas para israelíes se conectarán con las carreteras de colonos al sureste de Belén y con la carretera hacia el noroeste, incluyendo la conexión de Maale Adumim y otros asentamientos de Jerusalén con el asentamiento de Ramot Ashkol. Para la construcción de esas carreteras, van a demoler decenas de casas en Sawahreh, Abu Dees y Al Tour. Para evitar la entrada de palestinos en Jerusalén o el uso de la carretera nº 1, que pasa a través de la E-1, y la carretera nº 60 que pasa a través de Jerusalén Este, se está construyendo una carretera «alternativa» para uso de los palestinos y para conectar el sur de Cisjordania con el norte. Para la construcción de esta carretera, el ejército de ocupación publicó una orden militar en 2007 que confiscaba 1.128 dunums de tierra palestina de aldeas entre Jerusalén y Maale Adumim, es decir, Sawahreh, Abu Dees, Nebi Musa y Al Khan Al Ahmar.

Bloqueando la entrada sur de Sawahreh está el puesto de control «contenedor», que actualmente se está ampliando para convertirse en una especie de cruce de fronteras permanente. Pasando el puesto de control, uno no se imagina el hermoso paisaje que hay detrás de los bloques de piedra de Israel y la torre de control. A nivel local, lo llamamos «Barriyeh», el desierto o las praderas. Verdes prados adornados con amapolas rojas por todas partes. Mi lugar preferido es una zona baja, rodeada de colinas y estructuras de piedra formadas naturalmente. Aquí no era posible correr debido a la alta vegetación que cubría el lugar. Podíamos imaginarnos a nosotros mismos nadando y persiguiéndonos unos a otros, o jugando a las escondidas. Luego, cuando sentíamos hambre, comeríamos algo debajo de los olivos. Reliquias de la historia familiar decoran las cuevas en esa zona y los recuerdos imborrables de la infancia se han quedado detrás del puesto de control, dejándolos fuera de nuestro alcance. La última vez que estuve allí fue justo antes de partir para Alemania y no había vuelto a poner el pie. Nuestras tierras, incluidos los campos de olivos que son una fuente de ingresos para mi familia, las confiscaron en 2003. En la actualidad, sólo a los pocos que tenían originalmente sus casas tras el puesto de control se les permite el ingreso, pero nadie sabe cuánto tiempo antes de que destruyan sus casas, por una razón u otra, a fin de cerrar el área completamente.

El puesto de control «contenedor» es un paso entre el norte y el sur de Cisjordania. Es uno de los más de 630 puestos de control israelíes y bloqueos de carretera de toda Cisjordania, con el fin de restringir la circulación de los palestinos en territorio palestino. Para viajar hacia el sur, habría que tomar el camino de «Wadi Al-Nar». Wadi Al-Nar, el Valle de Fuego, lo más probable es que se llame así por su pendiente y el peligro de conducir por allí. Se trata de un camino de tierra que conecta Sawahreh con Ubediyyeh, raramente utilizado, excepto quizás por los aldeanos que viajan en burro. Con la firma del llamado proceso de paz, Jerusalén se cerró para la mayoría de los palestinos y este camino se utilizaba como conexión entre el sur y el norte. Si uno se queda atascado detrás de un camión en ese camino, queda claro su significado de «Valle de Fuego», y cuando se conduce cuesta arriba por la carretera, uno tiene la continua sensación de que el camión se volteará en cualquier momento y todo lo que hay detrás quedará aplastado bajo él. De niños solíamos seguir a los pastores con sus rebaños siempre que podíamos. Comíamos higos, buscábamos nidos de serpientes en las cuevas y jugábamos en los viejos círculos de piedra otomanos. Cada vez que íbamos allí, a los cerros, queríamos explorar un poco más. Eran principalmente colinas, en las que aprendimos a deslizarnos lentamente hacia abajo, usando el pie izquierdo como tope. Aquí no había asentamientos ilegales o soldados del ejército israelí, o al menos no eran visibles. Cuando llegaba el momento de ir a casa, en lugar de tomar la vía directa, íbamos rodeando las colinas, pasando por el «río sagrado» hasta las antiguas casas de Sawahreh hasta llegar de vuelta a casa. El «río sagrado» como lo llamamos, es un riachuelo que atraviesa el Wadi Al-Nar. Había vegetación en ambas riberas de este arroyo, lo que le confería el aspecto de un auténtico río, como los que solíamos ver en los dibujos animados. Los vegetales que crecían en las riberas eran el doble del tamaño de los que normalmente comprábamos en el supermercado. Más tarde, y para gran decepción nuestra, descubrimos que la razón del extraordinario crecimiento de estas hortalizas eran las aguas residuales. Este «río sagrado» era en realidad el flujo de las aguas residuales de Maale Adumim y otros asentamientos de la zona. No sólo sus aguas residuales contaminaban nuestras tierras, sino que además sus residuos sólidos se vertían y se quemaban en nuestras tierras. Varios estudios han demostrado que los asentamientos ilegales constituyen una gran amenaza para el medio ambiente. Las aguas residuales y los desechos industriales de los asentamientos se vierten en las tierras palestinas y contaminan el suelo y el agua. Generalmente, Israel rechaza los planes palestinos de tratamiento de las aguas residuales y en una ocasión Israel insistió en la construcción de una instalación de tratamiento en Tulkarem, al otro lado de la línea verde, por la única razón de utilizar el agua tratada para su propio beneficio.

Durante mi última visita a Palestina, quise volver a ver estas montañas y disfrutar de la belleza de una Palestina libre de asentamientos ilegales y puestos de control de las fuerzas de ocupación israelíes. Era tarde, y mientras miraba a mi alrededor vi en la distancia el Monte Herodes, con las aldeas palestinas decorando las colinas todo el camino desde allí hasta Jerusalén. Y frente a ellas, las colinas palestinas extendiéndose por todo el camino hasta encontrarse con las montañas jordanas en el horizonte. No había muro de apartheid, ni puestos de control ni tampoco asentamientos del ejército. Aunque yo sabía que estaban allí, rompiendo el vínculo natural entre Jerusalén y el resto de Cisjordania, no se veían desde donde yo estaba. Vi las antiguas casas de piedra con los tradicionales techos abovedados, un rebaño de ovejas con un pastor que estaba tocando la flauta, la puesta de sol añadiendo un toque mágico a la totalidad del paisaje, y allí, en ese momento sentí lo que sentiría si viviera en una auténtica Palestina libre. Comencé a tomar fotos y a preguntarme cuánto tiempo pasará antes de que los israelíes acaben con este paisaje y todo rastro de existencia palestina aquí. Fui a casa, pensando que la Palestina en la que crecí no es la de hoy. La Palestina de hoy es lo que queda del llamado proceso de paz, con sus asentamientos ilegales, el muro del apartheid, los puestos de control del ejército de ocupación y los «Herrenstraßen»[1] que se están comiendo Palestina desde dentro, como un cáncer que destruye la tierra poco a poco. Me acordé del olivo solitario delante de Maale Adumim y deseé que los que aún están desilusionados por el «proceso de paz» se despierten y actúen antes de que sea demasiado tarde.

[1] Herrenstraßen es una palabra en alemán compuesta de dos otras: Herren, (plural de Señor) que significa Señores en el sentido de dueños de todo y Straßen, (plural de Straße) que significa calles. En este contexto hace referencia a los colonos judíos que se pasean por las calles palestinas como «Señores de las calles», sintiéndose dueños del lugar que pisan. [Nota de la traductora]

Fuente: http://palestinethinktank.com/2009/03/28/reham-alhelsi-they-cant-take-that-away-from-me-settlers-stealing-palestinian-land-from-under-our-feet/