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Estragos familiares de la ocupación

Fuentes: Haaretz

  Sistemáticamente, Israel rechaza la concesión de permisos de residencia o de visita a numerosos palestinos de los territorios ocupados, impidiéndoles a muchas familias vivir en el mismo lugar por el solo hecho de que sus integrantes nacieron en aldeas diferentes.   El patio de la casa en Beit Awla, en el norte de Hebron, […]

 
Sistemáticamente, Israel rechaza la concesión de permisos de residencia o de visita a numerosos palestinos de los territorios ocupados, impidiéndoles a muchas familias vivir en el mismo lugar por el solo hecho de que sus integrantes nacieron en aldeas diferentes.

El patio de la casa en Beit Awla, en el norte de Hebron, se parece al lugar de juegos de un centro comunitario: hay muchos chicos correteando allí; son los 18 hijos de Jihad al-Aqal. El living también se parece a un espacio público: es un inmenso vestíbulo en el que docenas de sillas y sofás se esparcen alrededor. Ésta es la familia reunida.

Sobre el hall hay dos pisos más, uno para cada esposa y sus niños. En el segundo piso, la primera esposa, Hirbiya, y sus 12 niños; la segunda esposa, Miada, y sus seis niños están en el tercero. La primera esposa tiene un living pintado en color crema; la segunda, en rojo. La primera dispone de una cocina más grande -tiene el doble de hijos que la segunda. Sólo cinco días separan el cumpleaños de Rami, hijo de la primera esposa, y Narwan, hija de la segunda, los medio-hermanos. Algunos de los niños aparentan tener casi la misma edad, como compañeros de clase.

Hasta hace un año, Jihad dividió sus noches meticulosamente: una noche en cada piso, una noche con cada mujer; pero durante los últimos 10 meses el dormitorio matrimonial del tercer piso ha estado vacío. La cama está hecha, el lugar está perfumado, pero Miada está ausente. Israel le está prohibiendo el retorno, aunque más no sea para una visita. Ella cometió el error de su vida cuando fue a Jordania a visitar a su madre enferma, y ahora no puede volver. Sus seis niños siguen preguntando por su madre, hablándole por teléfono cada pocas horas, y los mensajes de texto también vuelan de un lado a otro: «¿Dónde estás?» y «¿Qué estás haciendo allí?» cada pocos minutos. Jihad fotografía a los niños con el teléfono móvil y envía diariamente varias imágenes que cruzan los puestos fronterizos. La maternidad por teléfono celular.

La semana pasada, la Suprema Corte de Justicia celebró una audiencia para tratar la negativa de Israel a conceder el estatus de residencia permanente en los territorios a los familiares extranjeros de palestinos. La negativa ha estado vigente durante siete años. Al principio de la Intifada, Israel decidió frenar el tratamiento del caso, arbitraria y terminantemente. Se estima que en Cisjordania aproximadamente 50.000 personas -hombres, mujeres y niños- no tienen ningún papel o permiso. En dos meses, el Estado tendrá que explicar esta política a la Corte Suprema.

Eso podría llegar demasiado tarde para Miada al-Aqal. Sus padres son nativos de esta tierra; pero ella nació en Jordania. Se casó con un nativo, Jihad, que también es su primo, ambos originarios del mismo pueblo. Ha vivido aquí por más de 10 años, criando a sus seis niños en Beit Awla, pero ahora no le permiten regresar a casa, ni siquiera para una visita. Por teléfono, ella amenaza con suicidarse; dice que no puede vivir alejada de sus hijos.

Las resoluciones israelíes están separando a las familias. Los archivos de Musa Abu Hashhash, trabajador en el área de Hebron de la organización de derechos humanos B’Tselem, están atestados de casos similares que terminaron mal. Aquí, por ejemplo, está la historia de unos vecinos de la familia Al-Aqal en Beit Awla: Mohammed al-Amla, maestro, casado con su prima, Amal, en los años noventa. Ella tuvo la temeridad de visitar a su familia en Jordania en 2002. Desde entonces no le han permitido regresar, y sus cuatro niños están creciendo sin la madre. Después de cinco años de separación forzada, Mohammed tuvo suficiente, y se casó con otra mujer. Hace tres meses, los padres de Amal la obligaron a que se casara con otro hombre en Jordania en venganza. La ocupación destruye las familias.

Mohammed al-Amla, el maestro, no tuvo recursos para iniciar una demanda en favor del regreso de su esposa. Jihad al-Aqal, un contratista opulento, no ahorra ningún recurso y va recorriendo bufetes de abogados dejando dinero para lograr el regreso de Miada. «¿Dónde está mamá? ¿Por qué no está aquí? «, preguntan sus niños, pero es imposible responderles. Intente explicarle a Kinaz, de solo 2 años, que Israel no le permite a su madre estar con ellos en su casa de Cisjordania ocupada.

Nosotros nos encontramos primero con Jihad en su oficina, en un edificio alto construido en el corazón de Hebron. Aparte de Ramallah, no hay ninguna otra ciudad de Cisjordania tan animada y bulliciosa como Hebron… Automóviles de lujo, tiendas modernas, edificios de oficina de alta tecnología… algo bueno ha pasado en Hebron en los últimos años.

Con un anillo de plata en sus dedos y zapatos puntiagudos en sus pies, Jihad luce el rostro afeitado, anda en un jeep Isuzu de moda… Jihad saca una tarjeta comercial en hebreo, que dice: «Al-Aqal – Compañia constructora – CEO: Jihad al-Aqal. » El Isuzu tiene patente israelí. Jihad habla hebreo fluidamente y tiene permiso de entrada a Israel. Su compañía está construyendo ahora en Gedera y Modi’in. Al-Aqal está ayudando a construir Israel, en sociedad con las empresas israelíes Tidhar y Maoz Daniel. En las paredes de su oficina hay fotografías de sus obras en Israel; además, en Petah Tikva tiene ahora que instalar «5000 metros cuadrados de mármol». Él tiene una alta opinión de sí mismo: «En lo mío, soy de los mejores».

Al-Aqal tiene 44 años. En 1995 tomó a su prima jordana, Miada, ahora de 35 años, como su segunda esposa. La boda tuvo lugar en Jordania… Inmediatamente después de la boda, la pareja fue a Beit Awla, donde Jihad había construido en la casa un piso exclusivo para Miada. Los niños nacieron en rápida sucesión: cuatro varones -Munthasar, de 11 años; Aysar, de 10; Mohammed, de 8, y Mustafá, de 7- seguidos por dos niñas: Narwan, de 4 años, y Kinaz, de 2. Todos ellos son hermanastros y hermanastras de la docena de niños que su padre tuvo con su primera esposa.

Después de aproximadamente un año, la pareja hizo una visita de tres meses a los padres de Miada en Jordania y luego regresó a Beit Awla. Por entonces, eso todavía era posible. Pero después de que la segunda Intifada hizo erupción, nada fue igual. Durante seis años, Miada no se atrevió a ir a Jordania a visitar a sus padres, por temor a que no le permitieran regresar. Su estatus de visitante había expirado e Israel no emitía nuevos permisos.

En diciembre último, la madre de Miada se enfermó. Aunque el marido le prohibió salir del país, Miada le dijo que ella debía visitar a su madre, de cualquier modo.

El 17 de diciembre de 2006, Miada se fue de la casa… Cuando Al-Aqal descubrió que su esposa estaba en camino a Jordania, se puso en contacto con sus conocidos en la Autoridad Palestina y averiguó que ella estaba en el Puente de Allenby. Un policía palestino al que Al-Aqal conoce detuve a Miada. Según Jihad, ella le dijo por teléfono, «Si no me sueltan y no me permiten ir, me tiraré bajo las ruedas de un autobús.»

Jihad le dijo al policía que arrestara a su esposa -«ella tiene niños pequeños aquí», le explicó-, pero el policía le respondió que no tenía ningún motivo para hacerlo. Miada volvió a telefonearle a su marido: «Si me amas y me respetas -le dijo-, permíteme pasar un mes con mis padres, y entonces regresaré.» Ahora Jihad ríe a carcajadas: «Ella pensó que podía salir y regresar»…

Después de un mes de extrañar a su marido y a sus niños, Miada llamó y le dijo a Jihad: «Si no me devuelves a casa, me mataré.» Jihad fue a Jordania a visitar a su esposa e intentar gestionarle una visa. Para tranquilizarla y disuadirla de los pensamientos suicidas, le dijo que ya se la habían otorgado. Ella le pidió una copia por fax, pero él decidió ir personalmente.

El matrimonio estuvo dos meses en Jordania, y gestionó en la embajada israelí en Amman una visa de turismo. Jihad también solicitó a la Administración Civil en Beit El un permiso de unificación familiar. Contrató a tres abogados israelíes para acelerar los trámites, pero sin resultados… Después de pasarse dos meses en Jordania, Jihad le dijo a su esposa que tenía que regresar a su casa, a su primera esposa y a sus niños y también, claro, a su negocio. Para adelantar las perspectivas de una visa turística, le compró a Miada una casa en Jordania y abrió una cuenta bancaria a su nombre. Nada ayudó…

Jihad dice que su esposa ha aumentado 20 kilos debido al stress. También estuvo hospitalizada durante varios días en Amán. Jihad la visitó otra vez en agosto, cuando su condición mental se deterioró de nuevo. La embajada israelí le informó que su esposa no podía entrar en los territorios porque ella estaba casada con un palestino. ¿Queda claro?

Un vocero de la Administración Civil dijo esta semana, en respuesta a nuestra pregunta: «Según nuestra información, Miada al-Aqal estaba residiendo ilegalmente en Judea y Samaria desde finales de 1996. Su entrada en la región durante tres meses solo fue posible en el momento con un permiso de visitante y debido a la muerte de un miembro de la familia. Dado que Al-Aqal estuvo ilegalmente en la región por más de 10 años, nosotros no podemos verificar la confiabilidad de los otros detalles. Además, ningún pedido para considerar su residencia fue recibido por la Administración Civil durante ese período. »

Una llamada de Miada: Ella quiere que Jihad la visite de nuevo. Jihad le promete que durante las charlas entre Ehud Olmert y Abu Mazen también se encontrará una solución a su problema. «Tu nombre está en la lista», le dijo, falsamente, para tranquilizarla. «Terminé siendo un mentiroso -nos dice-, pero ¿qué otra opción tengo? ¿Qué puedo decirle? Ya he contratado a otro abogado. Una persona muy tenaz que intentará probar cada posibilidad.» La semana pasada Jihad interpuso otro reclamo ante la Administración Civil, junto con un documento que describe la condición de los niños.

«Yo estoy esperando, por Dios, que al menos consigamos un permiso de visita. Yo soy socio de israelíes. No tengo antecedentes. Estoy tan limpio como usted. ¿Por qué me están haciendo esto? Ellos me conocen bien. ¿Usted me comprende? Ellos me conocen bien. El Shin Bet (servicio de seguridad) me tiene en su libro blanco. En lugar de ayudarme, ¿qué me hacen? Yo nunca causé problemas.

«Ayer, después de la comida que puso fin al ayuno de Ramadán, Narwan, mi hija de 4 años, me dijo: ‘Mi hermano dice que mamá está en camino.’ Yo dejé la sala y lloré.»

 
La fuente: El autor es columnista del diario israelí Haaretz. La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.