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Sobre la trayectoria del cantautor catalán Lluis Lach y la masacre de Gasteiz en España en 1976

Estreno solidario de «La revolta permanent»

Fuentes: eutsi.org

Ante 3000 personas que abarrotaron el polideportivo de mendizorrotza se estreno el documental «La revolta permanent», de Lluis Danes, que se podrá ver en breve en las salas del estado español. El acto se convirtió en un homenaje a las víctimas de la «la paliza más grande de la historia» citando al mando policial que […]

Ante 3000 personas que abarrotaron el polideportivo de mendizorrotza se estreno el documental «La revolta permanent», de Lluis Danes, que se podrá ver en breve en las salas del estado español. El acto se convirtió en un homenaje a las víctimas de la «la paliza más grande de la historia» citando al mando policial que la describe así a través de la radio de su vehículo, al poco de haber asesinado a 5 obreros y herido a cientos de ellos, un 3 de marzo de 1976 en Vitoria. Familiares de las víctimas, así como destacados protagonistas de aquella lucha, estuvieron presentes en un acto tan masivo como emotivo. Si la lucha que provocó la masacre siempre fue una pelea colectiva, también lo fue la presentación de la cinta, donde miles de personas contuvimos el aliento en los momentos más crudos de la historia.
                    
He de reconocer que cuando me hablaron del documental, diciendo que mezclaba la trayectoria del cantautor catalán Lluis Llach con la masacre de Gasteiz, pensé que no era una buena idea, pero he de reconocer, que, una vez vista la película, el resultado me parece respetuoso con la historia del 3 de marzo. En ningún momento la trayectoria de Llach se impone sobre la historia del 3 de marzo sino que avanzan al unísono, a través del metraje, hacia un clímax que no es otro que la propia masacre y la reacción creativa que provoca en el cantante, que, como sabemos, dio lugar a su famoso réquiem: «campanades a mort».
                    
La película resulta un ejercicio de memoria histórica sincera y directa, porque Lluis Llach estuvo, desde el principio hasta ahora, comprometido con la tragedia de Vitoria. Muchos recordamos su concierto, en el mismo pabellón donde se estrenó el documental, durante uno de los primeros aniversarios de la masacre; la policía rodeando el lugar y la tensión a flor de piel en los miles de asistentes. O, más recientemente, la memorable actuación del año pasado, junto con la orquesta sinfónica de Euskadi, en el pabellón Buesa Arena, justo después de que la manifestación anual de recuerdo a las víctimas fuera duramente reprimida por la policía autonómica. Sus palabras de entonces pueden seguir valiendo hoy: «hayan estado en el poder cuervos o bambis, nunca han pedido perdón».
                    
Contaba el director del film que la impresión que él y su tocayo cantante se llevaron aquel día les llevó a cambiar el guión de la película, y a relacionarla con los sucesos del 3 de marzo. Y, la verdad es, que el resultado es bueno: Imágenes y testimonios bien escogidos (a pesar de las pocas imágenes que se conservan) para mostrar la historia de dos realidades: la del surgimiento de la nova canço en Cataluña y la lucha obrera y popular en Euskal Herria. Ambas enmarcadas en ese momento tabú de nuestra historia que fue la llamada «transición democrática». Una transición que nunca terminará de realizarse, según Lluis Llach, hasta que se reconozca la memoria de aquellas personas que tuvieron el atrevimiento de soñar un mundo nuevo ¾ y de tratar de construirlo ¾ pagando con la vida por ello.                        

El público que llenó el recinto dio muestras de salud mental al no poder evitar el insulto (aun inútil si no es como desahogo) cuando en la pantalla aparecieron Martín Villa y Manuel Fraga, dos hombres de poder, asesinos de sueños, de razones y de vidas.