«… pero puedo a la vez asegurarles, que toda mi vida lucharía con idéntica pasión por los mismos objetivos por los que he luchado hasta hoy». Fidel tenía 50 años cumplidos cuando en el discurso de constitución de la recién electa Asamblea Nacional del Poder Popular, pasaba revista a múltiples acontecimientos de la historia revolucionaria […]
Fidel tenía 50 años cumplidos cuando en el discurso de constitución de la recién electa Asamblea Nacional del Poder Popular, pasaba revista a múltiples acontecimientos de la historia revolucionaria y reflexionaba sobre el papel del pueblo cubano, sobre determinados aspectos internacionales, y a la luz de la historia conocida apuntaba criterios sobre el ejercicio del poder y su reflejo en la constitución de la República que había sido aprobada por el pueblo.
Tal vez sea conveniente, en este su cumpleaños 92 y el segundo en su ciclo de siempreviva, apuntar apenas unas pocas de las ideas entonces expresadas, entre las cuales las referidas al pueblo, como protagonista omnipresente de los acontecimientos históricos, cobra una dimensión decisiva. Y en esto era coherente con su visión de siempre. Cuando en el juicio por el asalto al Cuartel Moncada el Fiscal le cuestionaba sobre recursos con los cuales pensaba sostener el levantamiento armado, Fidel le ripostó: «Con el pueblo. Sí yo tengo fe en el pueblo.» Con el pueblo contó y confió a la hora de iniciar la lucha guerrillera en la Sierra Maestra tres años después. Con el pueblo libró las batallas durante todo el periodo revolucionario y el poder lo ejerció con el pueblo en una ligazón indestructible, frente al acoso y las agresiones del poder imperialista y sus aliados grandes y pequeños. Apeló al pueblo, con una fe y lealtad infinitas, para librar batallas en lo interno y en el exterior y poner en práctica una solidaridad con otros pueblos como no se había visto nunca antes en la historia.
He aquí algunas de las ideas desarrolladas por Fidel en su discurso:
«El poder es uno, el del pueblo trabajador, que se ejerce a través de la Asamblea Nacional y de los organismos del Estado que de ella dependen».
«El primer acto soberano del pueblo fue la revolución misma… Nuestra Revolución no la impuso nadie desde fuera, ella se forjó en heroica lucha contra la dominación imperialista y las más enconadas y feroces agresiones exteriores».
«Nuestra Revolución surgió en el seno mismo del pueblo, concebida y realizada por hijos humildes del pueblo. Nuestra Revolución nació así de una pequeña semilla que hoy se ha convertido en gigantesco árbol; es sueño secular de ayer transformado en hermosa realidad de hoy, voluntad de pueblo convertida ya en un pedazo irreversible de la historia».
«Mas, nuestra Revolución no es fruto exclusivo de nuestras ideas; nuestras ideas mismas son en gran medida hijas del pensamiento revolucionario mundial».
«Pienso por ello y he pensado siempre, que cualesquiera que sean los méritos individuales de cualquier hombre, toda manifestación de culto a la personalidad debe ser radicalmente evitada; que cualquier hombre, no importa qué aptitudes se le puedan atribuir, nunca será superior a la capacidad colectiva, que la dirección colegiada, el respeto irrestricto a la práctica de la crítica y la autocrítica, la legalidad socialista, la democracia y disciplina partidista y estatal y la inviolabilidad de las normas y las ideas básicas del marxismo-leninismo y el socialismo».
«Un día, al conmemorarse precisamente el XX Aniversario del Moncada, dije: el hombre muere, el Partido es inmortal. Hoy deseo añadir: ningún hombre puede estar por encima del Partido; la voluntad de ningún ciudadano ha de prevalecer jamás sobre la de millones de sus compatriotas; ningún revolucionario es más importante que la Revolución.»
«El ejercicio del poder debe ser la práctica constante de la autolimitación y la modestia».
«Como se puede apreciar, en breve espacio de tiempo han tenido lugar profundas transformaciones institucionales. Con la constitución de esta Asamblea Nacional, la elección del Consejo de Estado, su Presidente y vicepresidentes, y la designación del Consejo de Ministros, concluye en lo fundamental este histórico proceso de institucionalización de nuestra Revolución.»
«Nadie es capaz de calcular la fuerza y la decisión que las ideas justas pueden generar en el espíritu del ser humano».
«Por mi parte soy, queridos compañeros, un incansable crítico de nuestra propia obra. Todo pudimos haberlo hecho mejor desde el Moncada hasta hoy. La luz que nos indica cuál pudo haber sido la mejor variante en cada caso es la experiencia, pero ella desgraciadamente no la poseen los jóvenes que se inician en el duro y difícil camino de la Revolución. Sirva esta, sin embargo, para aprender que no somos sabios y que ante cada decisión puede haber tal vez alguna superior».
Y como palabras finales, como axioma político, un juicio que quizás sirva para meditar sobre las múltiples variantes que están presentes a la hora de afrontar las realidades y las circunstancias para la toma de las mejores decisiones. Claro que los actos y decisiones de Fidel al frente de un pequeño país con recursos limitados y enfrentado a enemigos colosales no fue tarea fácil, y solo le cupo la gloria de actuar como un Sísifo de la época que le tocó vivir, dispuesto a empujar la roca hasta la cima, y lograr, lo casi imposible, que la roca permaneciera en la cima y con ello burlar la condena decretada por los poderes imperiales. Fue la compañía del pueblo y su lucha junto al protagonista principal de esta historia de la Cuba revolucionaria las que hicieron posible el milagro.
Dijo Fidel entonces: «Si tuviera el privilegio de vivir otra vez mi propia vida, muchas cosas las haría diferente de como las hice hasta hoy, pero puedo a la vez asegurarles, que toda mi vida lucharía con idéntica pasión por los mismos objetivos por los que he luchado hasta hoy».
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