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Finkelstein y yo

Fuentes: Palestine Think Tank

Intentando castigar a los críticos que comunican la verdad acerca de Israel por el mundo, Israel ha prohibido el ingreso de un académico estadounidense al país y la salida de un periodista palestino de los Territorios Ocupados para un breve viaje a Alemania. La principal agencia de inteligencia interna de Israel, la Shin Bet, como […]

Intentando castigar a los críticos que comunican la verdad acerca de Israel por el mundo, Israel ha prohibido el ingreso de un académico estadounidense al país y la salida de un periodista palestino de los Territorios Ocupados para un breve viaje a Alemania.

La principal agencia de inteligencia interna de Israel, la Shin Bet, como se la conoce por su acrónimo en hebreo, ha detenido y deportado al Profesor Norman Finkelstein, un prominente historiador e intelectual judío estadounidense.

Finkelstein es un conocido crítico del apartheid del estado israelí, especialmente de su ocupación nazi en Jerusalén Este, Cisjordania y la Franja de Gaza que lleva ya 41 años. También es el autor de un libro famoso titulado «La industria del holocausto«, en el cual acusa a Israel y sus círculos sionistas aliados de utilizar la memoria de las víctimas del holocausto con fines políticos.

Finkelstein llegó al Aeropuerto Ben Gurion el viernes 23 de mayo para visitar a unos amigos en la ciudad de Hebrón, donde aproximadamente 200,000 ciudadanos palestinos son mantenidos como rehenes del capricho y humor de unos cientos de fanáticos colonos judíos que consideran que los no judíos en Israel/Palestina deben ser tratados como portadores de agua y cortadores de leña o ser expulsados y/o exterminados. Sin embargo, tras su llegada al aeropuerto, el profesor de 55 años de edad fue llevado rápidamente a una oficina cercana de la Shin Bet donde fue interrogado por varias horas acerca de sus puntos de vista. Poco antes de ser puesto en un avión de regreso a Ámsterdam, su punto de partida, se le dijo al historiador judío que no podía visitar Israel durante diez años.

Finkelstein es hijo de sobrevivientes del gueto de Varsovia y de campos de concentración. En su libro escribió, «Estoy preocupado por la memoria de la persecución de mi familia. La campaña actual de la industria del holocausto para extorsionarle dinero a Europa a nombre de víctimas necesitadas del holocausto ha reducido la estatura moral de su martirio a niveles de un casino de Montecarlo.«

Previsiblemente, el poderoso establecimiento sionista, tanto en Israel como en Norteamérica, no pudo tolerar su osadía ni sus documentadas y meticulosos críticas. En 2007, fue obligado a abandonar la Universidad DePaul después de una virulenta campaña de difamación proveniente de poderosas organizaciones sionistas, incluyendo la contribución del Profesor Alan Dershowitz quien es un firme partidario del apartheid en Israel.

Y ahora mi historia: hace unas semanas, recibí una invitación del Instituto Alemán de Relaciones Exteriores para asistir a una conferencia sobre cómo deben los periodistas compaginar el patriotismo con el profesionalismo místico en tiempos de guerra. Fui a la oficina de la representación alemana en Ramallah, donde fui entrevistado acerca de mi orientación política y si tenía alguna asociación con organizaciones que el gobierno alemán considera «terrorista«. Siempre he sido y seguiré siendo un periodista independiente. Nunca he pertenecido ni he sido miembro de ninguna organización o partido político. Ciertamente, como todos los demás, tengo algunos puntos de vista sobre la ocupación israelí en mi país y sobre la opresión a mi pueblo. ¿Y qué? Después de todo, ninguna persona honesta en el planeta habría de esperar de nosotros amor hacia nuestros torturadores. ¿Los judíos aman a sus torturadores?

He realizado esfuerzos laboriosos y he tocado muchas puertas para obtener un permiso que me permita viajar al extranjero para la conferencia de dos días. Interesantemente, no he podido viajar al extranjero durante 13 años, excepto un breve viaje a La Meca y Medina con mi finada madre para el peregrinaje de El Haj en 1997. La semana pasada fui a la Oficina de Coordinación de Distrito (DCO, por sus siglas en inglés) en Dura, mi pueblo, esperando que me pudiesen ayudar. La oficina le envío mis datos personales a la oficina de la Shin Bet en Hebrón. Sin embargo, al día siguiente me dijeron lacónicamente que tenía «prohibido viajar por razones de seguridad«. No me dieron detalles adicionales.

En el proceso, descubrí la dolorosa verdad de que los oficiales de la DCO de la Autoridad Palestina (AP) no son más que intermediarios insignificantes entre las autoridades de la ocupación israelí y los ciudadanos palestinos. No tienen nada de autoridad o influencia, lo cual generalmente encarna el estado general de las relaciones entre Israel y la AP.

La semana pasada, me avisaron que tenía que ir a las Oficinas Centrales de la Administración Civil del ejército israelí en Hebrón a fin de obtener un permiso de seguridad o al menos para explicarles mi caso a los oficiales. Ahí vi a docenas de palestinos en busca de un permiso, atiborrados como animales de granja en un corral metálico, esperando un permiso de admisión. Me dijeron algunas personas que habían estado esperando su turno durante diez horas. Algunas personas necesitaban urgentemente un permiso de viaje por razones médicas tales como internarse para una operación quirúrgica urgente en un hospital de Jerusalén Este.

Calculé que incluso si tuviese que padecer la humillación de languidecer durante 10 o 15 horas en ese corredor de tipo corral metálico, monitoreado constantemente por soldados de gatillo fácil en las cercanías de las torres de vigilancia militares, no había garantía alguna para obtener el permiso de ingreso y entrevistarme con un oficial de seguridad a quien le tendría que explicar mi caso. De hecho, era bastante obvio que los soldados disfrutaban con la indescriptible humillación y persecución a los palestinos que diariamente buscan su permiso en estas instalaciones de mala fama. De verdad pensé que la «Oficina de Administración Civil» era un nombre sumamente inapropiado y que un nombre verdaderamente apropiado para estas instalaciones del odio sería el de «Estación de Humillación Central» dado que no tienen nada de civilizado en absoluto.

Hace unos días le llamé a Hussein Sheikh, jefe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Civiles en Cisjordania y le expliqué mi problema. Le informé que nunca había sido arrestado ni detenido por los israelíes y que no había ninguna justificación verdadera para prohibirme viajar. Coincidió conmigo y me pidió enviarle mis datos personales por fax. Sin embargo, después de esperar varios días, fue obvio que las autoridades de la ocupación israelí no le prestaron atención a su «mediación» en mi representación. Algunas personas me han sugerido solicitar la ayuda de colaboradores de tiempos pasados. Sin embargo, sé bien que utilizar a un perro proisraelí para interceder por mí ante los israelíes es demasiado. Después de todo, pase la mitad de mi vida expuesto a estos brotes malignos que le permiten a Israel lograr muchas de sus metas criminales en Palestina.

Engrilletando periodistas

No necesito mencionar que Israel, que clasifica a los palestinos en terroristas que deben ser aniquilados o en colaboracionistas, no tiene derecho de denegarles la libertad de tránsito a los periodistas palestinos, internamente o externamente. De hecho, sin esta libertad un periodista difícilmente puede desempeñar su trabajo de manera apropiada.

Como periodistas palestinos, no podemos comprometer nuestra honestidad y profesionalismo en aras de obtener un permiso de viaje emitido por una potencia ocupante que se llama a si misma la más libre y el único estado democrático en Medio Oriente. No podemos adoptar las narrativas israelíes, ni utilizar la jerga israelí ni repetir como pericos las mentiras israelíes. Nuestra responsabilidad es primera y principalmente a nuestra conciencia.

Israel y sus partidarios en Norteamérica y Europa reivindican ad nauseam que Israel es un estado democrático, pero los estados verdaderamente democráticos no imponen arrestos a los periodistas debido a que sus escritos son considerados no conformistas. De hecho, un estado que se comporta de esta manera debe ser desesperanzadoramente inseguro, de otra manera uno se preguntar qué riesgos de seguridad se derivan al permitirle a un periodista viajar a Alemania, un estado que asume los postulados israelíes y sionistas. ¿Está Israel preocupado de que gente como Khalid Amayreh y Norman Finkelstein expongan la criminalidad del estado israelí más de lo que ya ha sido expuesta? ¿Es esta la razón por la que las autoridades israelíes intentan engrilletar la libertad de tránsito de un pueblo? Israel no tiene derecho de violar burdamente los derechos humanos y civiles de un pueblo en nombre de un mantra amorfo y desenfrenado llamado «seguridad».

Israel, que no ha dejado piedra sin voltear para obtener del gobierno de la antigua Unión Soviética un permiso para que Nathan Sharansky y otros llamados «prisioneros de Sión» abandonen Rusia, está implementando el mismo crimen al negarles a miles, o probablemente a decenas de miles de palestinos su derecho inalienable a viajar al extranjero por razones religiosas, profesionales, mercantiles, de salud o recreacionales.

No somos ciudadanos israelíes e Israel no tiene soberanía sobre nosotros. Por ende, la represión draconiana es incompatible con la ley internacional. Por lo tanto, llamo mis colegas en todo el mundo a protestar vehementemente contra esta violación de mis derechos naturales y humanos a viajar, primeramente como ser humano y en segundo término como periodista.

Finalmente, le dedico unas cuantas palabras a la Autoridad Palestina. Vosotros mantenéis una vasta burocracia de miles de oficiales y personal operativo cuyo principal trabajo se supone que es ayudarles a los ciudadanos palestinos a superar las estrictas restricciones de la ocupación. Sin embargo, es obvio que habéis fallado en la implementación de vuestras tareas.

Verdaderamente es triste y penoso que mientras Israel les permite a algunas personas muy importantes viajar libremente (probablemente en espera de obtener a cambio un trato preferencial que facilite la consecución de los perniciosos objetivos israelíes), el régimen de la ocupación israelí continúa negándole al pueblo palestino sus derechos básicos, incluyendo el derecho a viajar.

Es tiempo de que insistáis para que Israel se abstenga de interferir en la libertad de tránsito de los palestinos. Si no podéis hacerlo, entonces empacad y largaos. Esto sería mucho mejor para vuestra dignidad y la dignidad del pueblo palestino.

Fuente: http://palestinethinktank.com/2008/05/26/finkelstein-and-me/

Traducido para Tlaxcala por Yaotl Àltan