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Dos años después (II)

Francisco Fernández Buey: estudiante antifranquista y comunista democrático, profesor universitario, maestro de ciudadanos y ciudadanas

Fuentes: Rebelión

Para Charo Fernández Buey, para Nieves Fernández Buey

Es breve esta segunda entrega, probablemente demasiado. Pero no es insustantiva.

Pensarán que me voy de tema. Pero no, no me voy o no me voy del todo. Doy cuenta en esta entrega de una carta que FFB publicó en El País, el 11 de octubre de 2007. La escribiría, enrabietado y con enorme indignación, la tarde del día anterior (una carta que ahora, probablemente, no le publicarían en el global-imperial-borbónico). Muestra, en mi opinión, una faceta, otra más, de su magisterio ciudadano: no permitir, sin intervención crítica, el despliegue y difusión de barbaridades e infamias político-culturales. Lo hizo numerosas veces. Lo haría poco después también a propósito del erróneo, generalizado y sesgado uso descalificatorio de populismo o populistas (los del global también son expertos en esta tarea de descalificación: todo es populismo cuando las políticas se centran -o cuanto menos piensan- en los intereses de las personas más desfavorecidas). Se crecía el ex miembro del PSUC y de IU, desde mi punto de vista, en esos menesteres.

El editorial del global borbónico al que FFB respondió (ignoro quién lo escribió aunque tengo alguna conjetura) seguía la siguiente «argumentación» y usaba un estilo tan «afable» y «objetivo» como el podrán comprobar a continuación

Primer paso:

«El romanticismo europeo estableció el siniestro prejuicio de que la disposición a entregar la vida por las ideas es digna de admiración y de elogio. Amparados desde entonces en esta convicción, y a lo largo de más de un siglo, grupúsculos de las más variadas disciplinas ideológicas han pretendido dotar al crimen de un sentido trascendente, arrebatados por el espejismo de que la violencia es fecunda, de que inmolar seres humanos en el altar de una causa la hace más auténtica e indiscutible.

En realidad, la disposición a entregar la vida por las ideas esconde un propósito tenebroso: la disposición a arrebatársela a quien no las comparta».

La gran estocada:

«Ernesto Guevara, el Che, de cuya muerte en el poblado boliviano de La Higuera se cumplen 40 años, perteneció a esa siniestra saga de héroes trágicos, presente aún en los movimientos terroristas de diverso cuño, desde los nacionalistas a los yihadistas, que pretenden disimular la condición del asesino bajo la del mártir, prolongando el viejo prejuicio heredado del romanticismo.»

¡Desde los nacionalistas a los yihadistas, que pretenden disimular la condición del asesino bajo la del mártir!

No paró aquí la cosa, en absoluto. El segundo paso ya pueden imaginarse qué cosmovisión anunciaba:

«El hecho de que el Che diera la vida y sacrificara las de muchos no hace mejores sus ideas, que bebían de las fuentes de uno de los grandes sistemas totalitarios. Sus proyectos y sus consignas no han dejado más que un reguero de fracaso y de muerte, tanto en el único sitio donde triunfaron, la Cuba de Castro, como en los lugares en los que no alcanzaron la victoria, desde el Congo de Kabila a la Bolivia de Barrientos. Y todo ello sin contar los muchos países en los que, deseosos de seguir el ejemplo de este mito temerario, miles de jóvenes se lanzaron a la lunática aventura de crear a tiros al ‘hombre nuevo».

El tercero fragmento muestra que el autor del texto estaba «puesto» en la materia: ha alimentado, más que probablemente, las apuestas de derecha extrema fascistoide del diario global en la actualidad.

«Seducidos por la estrategia del «foquismo», de crear muchos Vietnam, la única aportación contrastable de los insurgentes seguidores de Guevara a la política latinoamericana fue ofrecer nuevas coartadas a las tendencias autoritarias que germinaban en el continente. Gracias a su desafío armado, las dictaduras militares de derechas pudieron presentarse a sí mismas como un mal menor, cuando no como una inexorable necesidad frente a otra dictadura militar simétrica, como la castrista.»

¡El mal generado por esos irresponsables! ¡Hay que calmar el vientre de la bestia, hay que subordinarse a sus deseos insaciables!

El último paso ha sido incorporado con toda probabilidad en lugar destacado en la historia universal de la infamia. Vayan con cuidado: ¡huele a podrido! ¡No en Dinamarca!

«Por el contexto en el que apareció, la figura de Ernesto Guevara representó una puesta al día del caudillismo latinoamericano, una suerte de aventurero armado que apuntaba hacia nuevos ideales sociales para el continente, no hacia ideales de liberación colonial, pero a través de los mismos medios que sus predecesores. En las cuatro décadas que han transcurrido desde su muerte, la izquierda latinoamericana y, por supuesto, la europea, se ha desembarazado por completo de sus objetivos y métodos fanáticos. Hasta el punto de que hoy ya sólo conmemoran la fecha de su ejecución en La Higuera los gobernantes que sojuzgan a los cubanos o los que invocan a Simón Bolívar en sus soflamas populistas .»

Se imaginan a FFB leyendo el escrito? ¿Se imaginan lo que pudo sentir y pensar ante este ataque al legado del Che (la palabra «Che» significa Gente en quechua, mapuche y tehuelche, y hombre en guaraní)?

Su carta al director fue publicada, como les decía, al día siguiente, el 11 de octubre de 2007 (ha sido recogida en la Antología que sobre su obra –Filosofar desde abajo– han editado Jordi Mir y Víctor Ríos en Los Libros de la Catarata)

El primer punto del texto:

«No hace falta haber sido guevarista [SLA: él lo fue, escribió textos magníficos, algunos de ellos para la colección «Clásicos del pensamiento crítico»] o serlo hoy para considerar su nota editorial de ayer, Caudillo Guevara (EL PAÍS, 10-10-2007), un insulto a la inteligencia y a la sensibilidad, un ejemplo más del tipo de discurso «autorizado por la policía y vedado por la lógica», que decía Marx.»

También Sacristán recordó este paso de Marx a propósito de otro artículo célebre de Fernando Claudín y Ludolfo Paramio sobre la OTAN.

En primer lugar, continuaba FFB:

«Para empezar, es de una ignorancia supina atribuir en exclusiva al romanticismo europeo el prejuicio de que entregar la vida por las ideas es digno de admiración y elogio. Sólo un inculto puede escribir eso.»

La segunda crítica:

«… es sectario denominar muerte al asesinato de Guevara en La Higuera y encima atribuirle el propósito de dotar al crimen de un sentido trascendente.»

El tercer punto crítico:

«… es una manipulación incalificable identificar lo que hizo el internacionalista Guevara con movimientos terroristas, nacionalistas o yihadistas de ahora.

El cuarto nudo:

«Es un infundio, digno del peor revisionismo histórico, presentar la vida y la acción de Guevara y de sus seguidores como mera coartada para un autoritarismo de signo contrario, que no germinaba entonces, como dice su editorial, sino que existía ya en el continente americano.»

El quinto estaba a la altura de los anteriores:

«… es absurdo presentar a Guevara como puesta al día del caudillismo latinoamericano: los extremos sólo se tocan en la cabeza del editorialista de EL PAÍS.

La sexta crítica y, de paso, la despedida:

«Y, por último, es falso, literalmente falso, que hoy ya sólo se conmemore la muerte de Guevara en Cuba, Venezuela o Bolivia. Sobre el uso indiscriminado del término «populismo» dije ya lo que tenía que decir aquí mismo hace unas semanas. Ahora quiero añadir que tanta ignorancia y tanta tergiversación de la historia y del presente me parecen indignas de un periódico que se quiere «global».

Lo último, obviamente, es un sarcasmo. ¡En el corazón de la infame diana, en la senda del magisterio crítico ciudadano más necesario!

(¿Ven de dónde viene lo del global-imperial-antichavista? No es cosecha propia, aunque sí cosecha roja).

Un ejemplo, pues, de otra arista de su magisterio: la intervención crítica y documentada en el ágora pública, su lucha contra las ideas de las clases dominantes y en ocasiones hegemónicas.

Lo hizo en numerosas ocasiones. Fue una de las caras de su enorme poliedro político-filosófico.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.