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El abrazo de la muerte

Frankestein y Drácula en Palestina

Fuentes: Rebelión

“Soy despreciable. Asesiné a la bella y al indefenso; he estrangulado inocentes mientras dormían, me he aferrado a gargantas de personas que no habían hecho daño alguno, ni a mí ni a nadie”. (Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, Panamericana Editorial, Bogotá, 2022, p. 270)

“[…] en su calidad de criminal, él es egoísta; y en vista de que su intelecto es pequeño y sus acciones se basan en el egoísmo, se limita a un solo propósito. Dicho propósito es despiadado…”. (Bram Stoker, Drácula, Panamericana Editorial, Bogotá, 2023, p. 490)

“Esa maldad aunada a la tuya acabará con el mundo”. (Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, Panamericana Editorial, Bogotá, 2022, p. 171)

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Frankenstein y Drácula, dos personajes legendarios de la literatura gótica del siglo XIX, se han escapado de las páginas de ficción o de las películas de terror para aterrizar en la Palestina ocupada. Esos dos siniestros monstruos descendieron del reino de la imaginación y se encontraron en persona el 18 de octubre en Tel-Aviv, capital del estado sionista de Israel.

Antes, cuando se hablaba de esos engendros ‒sanguinarios y poseídos por el odio y la sed de venganza y de muerte‒ se pensaba que era imposible que tuvieran una vida terrenal, ya que se suponía que poblaban el reino fantasioso de la imaginación o eran metáforas de advertencia para llamar a la humanidad a evitar que fuéramos destruidos por fuerzas creadas en forma artificial y que escapaban de nuestro control.

Nada de eso, hemos visto en Tel-Aviv la reunión de Drácula-Netanyahu y Frankenstein-Biden, transmitida en vivo y en directo. Esa proeza, que solo se había podido lograr en el cine hollywoodense hace muchas décadas, se ha hecho realidad en nuestros días. Frente al encuentro sanguinario de Tel-Aviv, los monstruos de la literatura y el cine parecen unas mansas palomas, porque en la ciudad sionista se ha decidido, en forma cobarde y premeditada, asesinar a miles de personas y destruir todo lo que exista en la Palestina ocupada. Y eso es lo que se está haciendo ante nuestros ojos, por si hubiera alguna duda.

Trump Campaign Press Release - FRANKENSTEIN: Joe Biden's Agenda Was Pieced  Together By The Radical Far-Left | The American Presidency Project

Caricaturas alusivas a Biden publicadas en Estados Unidos

Son dos monstruos sedientos de sangre, que se retroalimentan mutuamente. uno, el monstruo mayor, viene de Estados Unidos, con su guerra infinita, con infinito dolor y sufrimiento y necesita renovar su decaído imperio capitalista con sangre fresca, como la que ponen los ucranianos en Europa y los palestinos en oriente medio. Su sed de sangre no tiene límites porque cuando Biden salía hacia Israel le dijeron que el estado sionista había masacrado a más de quinientas personas en un hospital en Gaza y eso no detuvo su viaje de apoyo al otro monstruo, a Netanyahu. Antes, por el contrario, cuando llegó pudo decir, como si se tratara de un partido de futbol americano, que el responsable del ataque al hospital había sido del “otro bando”, creyendo a pie juntillas todas las mentiras de Israel. Y esta sed de sangre, necesaria para seguir existiendo, se reafirmó con el envío de “ayuda económica y militar” a Israel para que siga masacrando a los palestinos. De inmediato llegaron al próximo oriente dos portaviones, miles de soldados de Estados Unidos y armas sofisticadas para aplastar a los palestinos desde el aire y desde tierra.

Poster que se vende en Estados Unidos de Joe Biden

Por su parte, el Estado colonialista de Israel, a través de su portavoz de hoy, el carnicero Benjamín Netanyahu, es Drácula personificado. Requiere de sangre palestina, sobre todo de niños y jóvenes, para seguir existiendo. De ahí su patología asesina, su sed incontenible de venganza, su apetito feroz de destrucción de las zonas ocupadas. La literatura gótica queda corta frente al desbordamiento de la realidad criminal y genocida que practica hoy Estados Unidos e Israel.

a portrait of benjamin netanyahu as dracula, tim | Stable Diffusion |  OpenArt
Caricatura de Tim Burton sobre Netanyahu

La literatura gótica tiene un papel en desentrañar las miserias del capitalismo y del imperialismo realmente existentes, al resaltar que “el odio patológico forma parte de la propia monstruosidad, que luego es proyectada sobre el otro, a quien se considera abyecto”[1]. Este odio patológico se evidencia ante nuestros ojos en el mundo entero, con el crecimiento y expansión del neofascismo y las extremas derechas, con su racismo y clasismo que los caracterizan, como claras expresiones del capitalismo contemporáneo. Pero no existe en este momento otro lugar en el mundo donde el odio y desprecio por la condición humana alcancen los niveles a que se ha llegado en Israel, lugar donde se reviven en tiempo presente los horrores del nazismo. Allí la alta cúpula del Estado nazi-sionista (encabezada por Netanyahu) y la mayor parte de los habitantes de ese país muestran su odio visceral y su sed de sangre hacia los palestinos, a los que consideran animales o subhumanos que deben eliminarse de la faz de la tierra. Y eso es lo que están haciendo, con el cinismo y la frialdad de Drácula, algo que no sería posible sin el apoyo directo de Estados Unidos [Frankenstein] y los vampiros menores de Europa.

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Caricatura de Mohammand kargar,  2014.

Muchas frases y pensamientos de las dos novelas consideradas, Frankenstein de Mary Shelley [1818] y Drácula de Bram Stoker [1897], en las que se resaltan la sed de sangre de los monstruos, cobran una notable actualidad. En Frankenstein se alude continuamente a la manera cómo se impone la muerte sobre la vida: “contemplé la manera en que la corrupción de la muerte triunfaba por sobre el florecimiento de la vida”[2]. [F. p. 51]. Pero eso no era una invocación genérica, sino que señalaba con nombre propio la manera en que un científico “Le había dado al mundo una criatura despreciable y depravada, que encontraba placer asesinando y trayendo miseria”. [F. p. 83].  “El asesino logró escapar, camina libre por el mundo y quizá hasta es respetado”. [F. p. 105]. Claro, con el mismo nivel de respetabilidad que tienen Biden y Netanyahu entre la “comunidad internacional de delincuentes”, quienes se autoproclaman seres civilizados, mientras que los otros, nosotros, somos los bárbaros; ellos son la luz y nosotros la oscuridad.

a portrait of benjamin netanyahu as dracula, tim | Stable Diffusion |  OpenArt
Caricatura de Thim Burton, s.f.

Y esos criminales, como personificación del capitalismo putrefacto, han declarado “una guerra sin fin a la especie humana” [F., p. 162], puesto que ese capitalismo es “[un] demonio que solo pueda solazarse en la muerte y la destrucción” [F. p. 202]. Existe incluso una alusión directa al desmembramiento de niños, algo que no pasa desapercibido en el actual genocidio de los palestinos, con las horrorosas imágenes de niños destrozados por las bombas o triturados por los escombros de los edificios derribados por los sionistas, con armas de Estados Unidos. En efecto, un niño afirma “Suéltame. ¡Monstruo! ¡Horrible criatura! ¡Quieres comerme y desmembrarme! ¡Eres un ogro!!” [F., p. 168].

E igualmente se encuentra una referencia al impacto social de la destrucción que generan las acciones de Frankenstein, luego de las cuales los que quedan vivos van a ser “como el campesino cuya familia ha sido masacrada bajo sus ojos: han quemado su casa, sus tierras ya no sirven para nada y ha quedado sin rumbo, sin hogar, sin dinero” [F. p. 229]. Justamente, eso es lo que está aconteciendo con los palestinos que, de milagro, queden vivos tras los bombardeos, despojados de todo, de sus casas, enseres personales, amigos y familiares que han sido asesinados, y son obligados a salir de sus territorios, como parte de la limpieza étnica en curso.

Drácula está sediento de la sangre de los seres humanos, pero especialmente de la de los niños y las mujeres. Una mujer le grita: “! Monstruo! ¡Devuélveme a mi hijo!” [D., p. 68], así como miles de madres de Gaza y Cisjordania hoy le gritan a Netanyahu que les devuelva a los hijos triturados por los bombardeos. La sangre para Drácula y Netanyahu es su razón de ser, la fuente que los mantiene vivos: “La boca estaba más roja que nunca debido a que en los labios se veían gotas de sangre fresca, algunas de las cuales habían llegado al mentón y al cuello. Incluso los ojos hundidos y llameantes parecían estar fijos contra un rostro más protuberante; tanto los parpados como las bolsas de abajo parecían haberse hinchado. Era como si toda aquella horrible criatura estuviera atiborrada de sangre: descansaba como una horrible sanguijuela que se hubiera hartado de su propia atracción.” [D. p. 77]. Es tan voraz su apetito que “en los siglos por venir saciaría su deseo de sangre entre los millones de habitantes y construiría un nuevo y creciente círculo de semidioses que se cebarían con los indefensos”. [D. p. 77]. Su rostro transmite el mensaje de la muerte: “Si alguna vez un rostro significó muerte, lo vimos en aquel momento” [D. p. 303]. “Nunca he visto tanta maldad frustrada en un rostro; y nunca volverán a verla ojos mortales” [D. p. 303].

Y otro elemento esencial, Drácula y a sus vampiros-serviles necesitan de la sangre joven e infantil. Por eso, en la obra se habla de “Los niños cuya sangre ha succionado” el vampiro. [D. p. 307]. Esta es una figura literaria de gran alcance, al resaltar que el monstruo requiere alimentarse de la sangre fresca, para mantenerse vivo, de la misma manera que en esos momentos el régimen sionista, personificado en Netanyahu está obligado a chupar la sangre de los niños palestinos, asesinados por miles para satisfacer al vampiro insaciable que se encuentra en el enclave de Israel:  “El vampiro puede florecer cebándose de la sangre de los vivos […] y parece como si se refrescara cuando su alimento es abundante. Pero puede florecer con esta dieta; no se alimenta como los demás” [D. p. 341].

Esa acción devoradora de sangre la exalta Bram Stoker en otro pasaje del libro, al decir: “El nosferatu no muere como la abeja cuando ha clavado su aguijón. Solo se fortalece y, al hacerlo, tiene incluso más poder para hacer sus maldades. […] Es salvaje, es mucho más que un salvaje, es demoniacamente despiadado y no tiene corazón, […] puede darles órdenes a todos los seres mezquinos” [D. p. 338].

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Caricatura de Abbas Geodarzl

El vampiro es el símbolo y promotor de “un nuevo orden de seres, cuyo camino conduce hacia la muerte, no hacia la vida” [D. p. 430], algo evidente con la política genocida de Estados Unidos, Israel y la Unión Europea en donde la vida no importa, lo que vale es la muerte, la cual replica la doctrina imperialista, Made in USA, de body count, contabilizar los éxitos militares con el número de muertos. Dicho de otras forma, los vampiros miden sus logros con las bolsas de sangre que extraen de sus víctimas.

La figura del vampiro no remite a un solo individuo, aunque uno sea el gran jefe, sino que “un vampiro significa muchos vampiros; de la misma manera en que sus repugnantes cuerpos podían descansar únicamente en tierra sagrada” [D. p. 423]. Eses otros vampiros, prototipos del capitalismo realmente existente se encuentran primordialmente en Europa -empezando por Alemania- en donde sus gobernantes apoyan el infanticidio en marcha y se llenan las manos con la sangre de los palestinos.

Que existan monstruos de la perfidia criminal de Biden y Netanyahu no quiere decir que estos sean los únicos que ansían la sangre de seres humanos, especialmente de los niños. Tras ellos y entre bambalinas se mueven múltiples intereses que se regodean con la sangre de los palestinos. Al respecto podría hablarse de varios círculos concéntricos de Frankensteins y Dráculas de menor categoría y de otros, incluso de más categoría y poder que Biden y Netanyahu, pero cuyos nombres nunca se nombran y sus rostros pocas veces se ven en televisión o en las redes sociales. Estos son los capitalistas productores de armas que hoy se relamen de felicidad porque el genocidio de Gaza es una extraordinaria oportunidad para aumentar las ganancias de la industria de la muerte, que ellos regentan. Entre ellos sobresalen los productores de armas de Estados Unidos [que provee el 80% de los artefactos de muerte a Israel] y de Alemania [el segundo vendedor de armas al estado nazi-sionista].

No es casual, que con el genocidio de Palestina hayan aumentado la producción, venta y comercio de armas por parte de las grandes multinacionales del ramo ‒casi todas ellas de propiedad estadounidense y pertenecientes al complejo militar-industrial-financiero-informático‒ y, por supuesto, se hayan incrementado sus ganancias. Entre más palestinos muertos, mayores son los réditos que aporta la industria de la muerte del capitalismo vampiresco de nuestro tiempo. No podía ser de otra forma, porque las ganancias de los monstruos del capitalismo provienen directamente de la muerte, en este caso de los habitantes de la Palestina ocupada.

La industria de la muerte por excelencia, aquella que produce armas y artefactos bélicos, se relame con la sangre que sus artefactos bélicos derraman en suelo palestino, ucraniano o en cualquier lugar en donde haya guerra. Pero el gusto de la sangre tiene una finalidad clara, que no puede pasar desapercibida, porque es su objetivo fundamental: obtener jugosas ganancias, la lógica profunda del capital.

Y los vampiros menores han ido a Tel-Aviv a rendirle pleitesía a Netanyahu y brindarle su apoyo incondicional al genocidio en marcha. Por allí han pasado Macron, Von Der Leyen, Scholtz, Pedro Sánchez. E incluso el presidente de Ucrania, el cómico de pacotilla Volodimir Zelensky dijo que iba a ir a Israel porque hay que apoyar a quienes “tienen pleno derecho a defenderse del terror”, para justificar sus defensa del Drácula de nuestro tiempo. Allá le dijeron que no lo recibían, porque al parecer, aparte de Biden, Blinken y sus vampirillos menores de la Unión Europea no quieren que aumente la competencia por apoderarse de la sangre de los palestinos.

La sed de sangre del capitalismo, imperialismo y colonialismo se justifica con la famosa parodia que Israel tiene derecho a autodefenderse que no es otra cosa sino la justificación del genocidio.

Y cuando este alcanza las dimensiones actuales, en Estados Unidos recomiendan como gran solución que Israel use bombas más pequeñas, algo así como que los vampiros no quieren que se vea tanta sangre y no salpique tanto, pero que siga extrayéndose de los cuerpos aplastados de los palestinos.

Uno de los poderes más emblemáticos de Drácula es su capacidad de convertir a otros en vampiros mordiéndolos e infectándolos con la enfermedad vampírica. Enfermedad que contagia Netanyahu y la cúpula civil y militar dominante en Israel, que se la ha prendido a gran parte de la población de Israel, que expresan de múltiples formas su sed de sangre, su odio hacia los palestinos, su espíritu de venganza, que solo se calma con más y más sangre, sobre todo tierna, de niños y jóvenes con la cual aumenta su deleite y placer. En este sentido, no extraña que la abrumadora mayoría de los israelitas hayan apoyado siempre a los sionistas más sanguinarios, que para ellos son héroes, y repliquen en la vida cotidiana su odio a los palestinos. Y hoy el 82% de los habitantes de Israel respalden el genocidio en curso. No extraña escuchar en estos días, como si fuera algo normal, y que reproduce falsimedia mundial tal si se tratara de aportes imperecederos a la sabiduría humana, las declaraciones de Netanyahu y compañía de la cúpula dominante del Estado de Israel en la que se dice que los palestinos no son seres humanos sino bestias a las que debe exterminarse y los niños y jóvenes deben ser aplastados porque son el germen del mal.  Unas cuantas citas ilustran lo que estamos diciendo. El 9 de octubre, el jefe de la coordinación de las actividades gubernamentales del Ejército israelí, el general de división Ghassan Alian, en árabe se dirigió a la población de Gaza en estos términos: “Los animales humanos deben ser tratados como tales […] No habrá electricidad ni agua. Solo habrá destrucción. Querían el infierno, tendrán el infierno”. Ese mismo día, el General de División retirado Giora Eiland escribió en un periódico: “El Estado de Israel no tiene otra opción más que convertir Gaza en un lugar donde sea imposible vivir temporal o permanentemente”. Y agregó que “Gaza se convertirá en un lugar donde no podrá existir ningún ser humano”.

Si se recurre a la narrativa gótica de terror no se hace para eludir la realidad o banalizarla, sino para mirar a través de obras artísticas las características del mundo de hoy. No por casualidad, al hablar de capitalismo, imperialismo y colonialismo, la literatura gótica, sus imágenes, espacios y personajes desempeñan un papel esclarecedor de primer orden. Recordemos la función de la sed de sangre de los vampiros para explicar el apetito insaciable del capital que chupa sangre humana de los trabajadores en su sed ilimitada de acumulación o las denuncias que se hacen en África y otros mundos que han soportado la colonización europea y sus secuelas hasta el día de hoy.  La violencia, la guerra, el saqueo, el despojo… son características permanentes de esa colonización, como lo plasma el escritor Ben Okri en su libro Riquezas infinitas. Lo resume magistralmente con el imaginario de un gobernador colonial de un país de África:

El gobernador general sonó entonces con una lujosa carretera sobre el océano, una carretera con elementos de todas las partes de África. Un macadán de finos diamantes machacados y polvo de plata y topacio laminado. Una carretera de la que emanaban las deliciosas canciones de sirenas y nereidas. Bajo esta maravillosa carretera había niños muertos y fetiches bestiales, mascaras salvajes y espinazos rotos, venas deshilachados y sesos aplastados, hombres descompuestos y mujeres embalsamadas. Era una carretera hecha de los dientes y cráneos de esclavos, hecha con su carne y sus intestinos anudados. [3]

Esta descripción de una novela gótica de nuestro tiempo es perfectamente aplicable a lo que sucede en Gaza. En este caso, los gobernadores del territorio ocupado son Netanyahu, Biden y los subordinados de ese engendro que llaman “comunidad internacional”, empezando por la vieja y decadente Europa. El macadán moderno y lustroso es Israel, en donde se muestran ciudades, pueblos, carreteras relucientes, como expresión de su prosperidad y bienestar. Bajo esa maravillosa arquitectura de Israel se encuentran los cuerpos torturados, masacrados, estripados, destruidos de niños, mujeres y hombres de Palestina. Sin su sangre, sus venas, sus cuerpos, aplastados por las bombas “inteligentes” Made in USA, no existiría el brillo reluciente de que tanto presumen los sionistas de Israel y los adoradores del jardín europeo (Josep Borrell [o borrego, con el perdón de los Equus asinus][dixait)

Y un aspecto central de la literatura gótica está referido a la extracción de plusvalor de los trabajadores, algo que en el caso de Palestina pareciera no ser relevante. Pero, cuidado, porque es un aspecto central, aunque Israel cada vez más tienda a atenuarlo, con la expulsión de los trabajadores palestinos. Al respecto, existe una imagen que expresa una brutal realidad y que ha pasado prácticamente desapercibida, como una expresión del desprecio por el trabajo: la expulsión de 20 mil trabajadores palestinos que laboraban en territorio de Israel y que el régimen de Netanyahu expulsó de sus trabajos y los devolvió hacia Gaza, para que fueran a morir aplastados por las bombas que les está lanzando a los palestinos encarcelados en los guetos de Gaza y Cisjordania. Esta es una imagen de gran crudeza para desentrañar el múltiple carácter de la expoliación de los trabajadores: primero se les extrae su energía vital para crear riqueza en Israel para capitalistas de ese país o incluso para el aparato estatal (acá adquiere importancia aquello de la sed vampiresca de sangre de los capitalistas con relación a los trabajadores) y después se envían sus cuerpos para que sean vapuleados por las bombas. A estas alturas no sabemos cuántos de esos trabajadores ya han muerto, junto con sus familiares, en los bombardeos genocidas de Israel.

La literatura gótica tiene un papel en desentrañar las miserias del capitalismo y del imperialismo realmente existentes, al resaltar que “el odio patológico forma parte de la propia monstruosidad, que luego es proyectada sobre el otro, a quien se considera abyecta”. [F. p. 149]

El comportamiento genocida de Israel tiene que ver con su lógica colonial, que siempre ha caracterizado al capitalismo desde sus orígenes europeos. En efecto, “la ferocidad padecida por la naturaleza y por los trabajadores ha crecido hasta convertirse en un sistema monstruoso generador de violencia y caos: existen milicias privadas y ejércitos estatales y coloniales que han estado saqueando el continente y garantizado que los recursos naturales extraídos de la tierra sigan estando en manos de los más ricos y poderosos”[4].  No es casual, que tras el genocidio en curso se encuentre el deseo de apropiarse de los hidrocarburos que se encuentran en la costa y mar de Gaza, sobre el cual han puesto sus ávidos ojos no solo los vampiros sionistas de Israel sino sus émulos de grandes empresas transnacionales, para llevar gas y petróleo a Europa.

Otro elemento de la literatura gótica que ayuda a comprender lo que pasa en Gaza y Cisjordan está referido al espacio, porque las historias góticas “deben buena parte de su capacidad para generar terror a la atmosfera de sus espacios”: ‘sótanos, desvanes, cámaras cerradas desde hace mucho tiempo. Es en los confines de estos espacios sellados donde se anuncian el horror y la muerte. A fin de cuentas, lo que hace que estos espacios cerrados generadores de claustrofobia sean terroríficos es que están aislados de la vida: ‘del aire, la luz del sol, la presencia y el cuidado humanos’ […]”[5].

En esos espacios sórdidos y fúnebres se encuentran apiñados los cuerpos de los seres humanos. Y eso, justamente, ayuda a comprender lo que sucede en los territorios palestinos, los que han sido convertidos por Israel, al mismo tiempo, en una cárcel, en un gueto, en un campo de concentración, donde sus habitantes están enjaulados. Son espacios del horror y del sufrimiento, donde quienes allí malviven llevan décadas de encierro y con el riesgo permanente de no tener acceso a lo básico y elemental para vivir: agua, luz, aire, alimentación, y si lo tuvieran en cualquier momento el ocupante sionista se lo puede cortar, al tiempo que, con cinismo sádico, los bombardea dentro de esos espacios cerrados, en donde no tienen ni siquiera donde huir.

Pero el espacio gótico de Gaza se convierte en un topos de la resistencia y la rebelión contra los genocidas ocupantes, porque allá en esa densa red de túneles, cavados muchos de ellos a 35 metros de profundidad, se respira el deseo de un pueblo de existir y enfrentar hasta con su último suspiro la crueldad de los vampiros ocupantes.

Otro elemento característico de la literatura gótica consiste en resaltar la vulnerabilidad corporal. “Los cuerpos siempre se hallan en peligro, amenazados con ser poseídos y desmembrados, y en el gótico victoriano, que es todo un género en sí mismo, las manos cercenadas que acechan a los vivos funcionan como un recordatorio de lo que se ha hecho con la gente pobre que trabaja”[6].

Nótese la importancia de una palabra y una acción, desmembrar, que adquieren una dolorosa actualidad en Palestina, cuando vemos a niños, mujeres y hombres destruidos, sus cuerpos desmembrados, asesinados en medio de un terror espantoso. Muchos de los que logran sobrevivir quedan mutilados y lisiados de por vida, para enfatizar el efecto destructivo de los bombardeos sobre sus cuerpos.

 

A cartoon of a person pushing a coffin

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Caricatura de Vasco Gargalo, 2020.

No se crea que en estas novelas góticas solo hay una apología del crimen y la muerte, pues en el fondo emerge una reivindicación de los seres humanos que enfrentan a los monstruos; por eso, se encuentra un planteamiento básico: si la humanidad quiere seguir viviendo debe eliminar los monstruos, algo que puede interpretarse como una clara alegoría de la necesidad de destruir al capitalismo. Se afirma la necesidad de eliminar al monstruo, a Drácula, “por el bien de la humanidad. Este monstruo ha hecho mucho daño en el pequeño ámbito en que se ha desenvuelto” [D. p. 456]. En nuestros días ese monstruo, en la Palestina histórica, tiene nombre propio se llama Israel y es el que debe ser destruido por el riesgo que implica para toda la humanidad. Los palestinos encarnan, en primer lugar, el proyecto de enfrentarlo, cuya lucha ejemplar se ha mantenido durante 75 años y hoy nuevamente emerge a la luz del mundo. En Drácula, se recalca la importancia de la lucha y la destrucción del vampiro: “Si fracasamos en esto, no es una simple cuestión de vida o muerte. Es que nos convertiremos en él; y de aquí en adelante seremos repugnantes cosas de noche, sin corazón ni conciencia y nos alimentaremos de los cuerpos y de las almas de quienes más amamos” [D. p. 339]. Allí se reafirma en varios pasajes la necesidad de comprender la naturaleza de la bestia [hoy el colonialismo israelí en Palestina, como expresión del capitalismo y del imperialismo], con una finalidad expresa, derrotarlo: “He estudiado una y otra vez los documentos relacionados con este monstruo; y cuanto más lo hago, más grande parece la necesidad de erradicarlo por completo de la tierra”. [D., p. 430].

Esa lucha debe librarse con coraje y determinación, como se enfatiza en una de las últimas frases del libro Drácula: “Es verdaderamente maravilloso cuanta resistencia hay en la naturaleza humana. Basta retirar cualquier obstáculo, sin importar cual sea ‒puede incluso tratarse de la muerte‒ y volvemos a los principios fundamentales de esperanza y alegría” [D. p. 459]. Esa esperanza y alegría, a pesar del dolor que produce el genocidio, nos la transmiten los palestinos que luchan contra los ocupantes de Israel [Drácula], sus soportes de los Estados Unidos [Frankenstein] y sus vampirillos y monstruos de segundo plano [La Unión Europea], porque esa lucha es decisiva para poner fin a uno de los últimos baluartes del colonialismo europeo ‒con cinco siglos largos de tenebrosa presencia en el mundo‒ y con ello a clavar una espina en la decadente y maltrecha hegemonía de los Estados Unidos. O como se dice en una frase del libro que forma parte del imaginario revolucionario mundial, como si fuera tomada de un escrito marxista o anarquista: “Esta batalla acaba de comenzar, y al final venceremos” [D. p. 450]. Sí, en esta lucha contra la ocupación sionista hay que volver a gritar que Palestina existe, lucha y vencerá.

India protesta contra Netanyahu
Musulmanes de la India en protesta contra Netanyahu, 2018

[1]. David McNally, Monstruos del mercado. Zombis, vampiros y capitalismo global, Editorial Levanta Fuego, p. 149.

[2]. Hemos utilizado para esta exposición estas ediciones: Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, Panamericana Editorial, Bogotá, 2022;  Bram Stoker, Drácula, Panamericana Editorial, Bogotá, 2023 [Las dos obras han sido traducidas por Juan F. Hincapie]. Para no abusar de las citas se cita cada libro con la letra inicial, F y D respectivamente

[3]. Citado en D. McNally, op. cit., pp.  336-337.

[4] D. McNally, op. cit., pp. 325-326

[5]. Ibíd, p. 220.

[6]. Ibid, pp. 220-221.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.