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G.W. Bush: ¿Un hombre de palabra?

Fuentes: Progreso Semanal

Los debates presidenciales revelaron aspectos del carácter de George W. Bush que merecen ser examinados cuidadosamente -si es que no hay que darle tratamiento psiquiátrico. Los medios mencionaron mucho su lenguaje corporal y sus expresiones faciales, en especial sus reacciones ante John Kerry cuando su oponente parecía anotarse un punto al acusar a Bush de […]

Los debates presidenciales revelaron aspectos del carácter de George W. Bush que merecen ser examinados cuidadosamente -si es que no hay que darle tratamiento psiquiátrico. Los medios mencionaron mucho su lenguaje corporal y sus expresiones faciales, en especial sus reacciones ante John Kerry cuando su oponente parecía anotarse un punto al acusar a Bush de «engañar al pueblo norteamericano».

En sus encuentros con Al Gore en el 2000, Bush ocasionalmente mostró esa expresión de «ciervo encandilado por los faroles de un auto», esa expresión de perplejidad, casi patética de sorpresa. Pero se recobró para reanudar la combativa presencia que sus padres deben haberle imbuido como «apropiada» para un joven de inteligencia y capacidad limitadas. Bush repitió frases de su limitado vocabulario. Las usó nuevamente, con modificaciones, en los debates del 2004 -como «los lideres lideran». Este tipo de proclama seguida a menudo de una larga y embarazosa pausa en la que Bush parecía estar pensando si ofrecer una sonrisa al estilo de Alfred E. Newman -«¿Preocuparme yo?»- o recurrir a la postura belicosa en la cual se siente igualmente cómodo.

El comportamiento de Bush hizo que la Profesora de Trabajo Social Katherine Van Wormer lo calificara de «borracho seco» (Counterpunch, 11 de octubre de 2002), en referencia a «un término de jerga usado por miembros y patrocinadores de Alcohólicos Anónimos y consejeros de adictos a sustancias para describir al alcohólico que se recupera y ya no bebe, que está seco, pero cuyo pensamiento es confuso. Se dice que tales individuos están secos, pero no totalmente sobrios. Tales individuos tienden a ir a los extremos».

Antes de que Bush llevara a la nación a la guerra contra Irak, utilizó términos como «cruzada» y «justicia infinita», los cuales luego retiró por inapropiados. Pero pareció totalmente cómodo con «malhechores», «eje del mal» y «cambio de régimen». Este «lenguaje jactancioso» emana de un hombre que bebió y usó drogas durante años, un hombre que los psicólogos de la adicción describen como que lleva dentro de sí una herida oscura y profunda. Sí, Bush «renació» después de cumplir cuarenta años, ¿pero qué tiene que ver que él haya «encontrado a Jesús» con su aparente negativa a admitir que ha cometido errores -asegurando, por ejemplo, que tuvo que invadir a Irak porque ese país poseía armas de destrucción masiva y tenía estrechos vínculos con los terroristas de Al-Qaeda? La Comisión 11/9, junto con su inspector de armas David Kay y por último la CIA, han refutado eficazmente esas acusaciones.

En sus casi cuatro años en el cargo, la inconstancia de Bush como presidente se corresponde con su uso de lenguaje extremo. Él advirtió a las naciones del mundo: «O están con nosotros o contra nosotros». Los jefes de estado de casi todos los países habían ofrecido ayuda y condolencias al pueblo norteamericano después del 11/9. Pero esta declaración de Bush echó a un lado la solidaridad e impuso al mundo sus propias normas al comportamiento.

Pero estas «normas» carecen de consistencia. «El que dé refugio a un terroristas es tan culpable como el terrorista», declaró, como si no fuera conciente del hecho de que él mismo había dado refugio a un montón de terroristas anti-castristas en la Florida. No sólo él, sino su padre y su hermano habían hecho lo indecible por complacer a terroristas tan notorios como Orlando Bosch (co-autor del exitoso plan para sabotear con bombas a un avión comercial cubano sobre Barbados, en el que murieron 73 personas), sino que algunos de esos matones llegaron a ayudar a intimidar a los contadores de votos de la Florida en el 2000.

Así que no me sorprendió que, a fines de agosto, la presidente saliente de Panamá, Mireya Moscoso, indultara a cuatro anti-castristas que tenían largos antecedentes terroristas. Su puesta en libertad y llegada a Miami, donde fueron recibidos como héroes por el sector anti-castrista de línea dura, coincidió con la visita de campaña de Bush a la Florida. Bush nunca criticó a Guillermo Novo (quien disparó una bazuca al edificio de la ONU en 1964 y conspiró para asesinar a Orlando Letelier en 1976) o a Gaspar Jiménez (condenado en 1977 por asesinar a un funcionario cubano) y a Pedro Remón (quien asesinó a otro exiliado cubano, Eulalio Negrín, en 1979). El FBI los califica de «terroristas». Ellos apoyan fuertemente a Bush y él sabe que si la votación de la Florida es reñida él puede solicitar los servicios de tales «ardientes patriotas», como lo hizo en la elección del 2000.

El uso por Bush de frases idiomáticas abarcadoras para justificar sus políticas hizo que Van Wormer llegara a la conclusión de que tal enunciación es común en «alcohólicos/adictos recién recuperados. Tal visión del mundo atrapa a las personas en un patrón de comportamiento destructivo. Los patrones obsesivos de pensamiento también son pronunciados en personas con tendencia a la adicción. Hay razones orgánicas para esto debido a irregularidades de la química del cerebro; en alguna parte del cerebro quedan atrapados mensajes. Esto provoca la enloquecedora repetición de pensamientos».

Cuenten las veces que Bush dijo «liberar a Irak» y «liberar a Afganistán» -ninguno de los cuales es libre por medio de cualquier definición comprensible- y cuántas veces rechazó la crítica de Kerry a la invasión de Irak recurriendo a: «ese no es un buen mensaje para nuestras tropas». ¿No han aprendido las tropas que el pueblo iraquí no les dio la bienvenida con los brazos abiertos, sino que usó las armas contra ellas?

Sin embargo, Bush envió un claro mensaje al mundo. Deshizo la doctrina de Nuremberg que condena la guerra agresiva y la Carta de la ONU que condena la intervención preventiva, precedentes legales que el gobierno de EEUU tomó la iniciativa para que fueran establecidos. Él no ha reconocido sus dramáticas violaciones del derecho internacional. Es más, por lo que dice, aparentemente él no piensa en tales asuntos.

Van Wormer también menciona la impaciencia como otra característica de los «borrachos secos». Bush no pudo esperar, por ejemplo, a que los inspectores de armas de la ONU en Irak terminaran su misión a principios de 2003, antes de enviar a las tropas norteamericanas -las cuales, como sabemos, tampoco pudieron encontrar las inexistentes armas. En planos de reacción que mostraron las cadenas de TV durante el primer debate con Kerry, las expresiones faciales de Bush también indican una apariencia de tolerancia apenas contenida.

Sin embargo, los debates televisivos no hurgan en el carácter de Bush. Sin el apuntador electrónico, a Bush se le dificulta tener coherencia o articular mensajes secuenciales. No obstante ser un hombre que admite no leer, él muestra un aura de «certeza». Su agresiva y conservadora aura de seguridad parece ser más bien uno de los trucos de marketing de Karl Rove que una expresión de convencimiento real. ¿Cómo puede un ignorante tener profundas convicciones acerca de temas complejos, como no sea referirse a una conexión directa con lo alto que le garantice la verdad?

El carácter de Bush plantea serias dudas acerca de su capacidad para gobernar. Él usó descaradamente sus relaciones familiares para obtener su ingreso en universidades de la costa Este y en la Guardia Aérea Nacional, en ves de pasar su servicio militar en Viet Nam. Él se niega a aclarar los vacíos en su biografía o hablar de los detalles acerca de su arresto por manejar en estado de embriaguez en 1976; u otros incidentes de sus «días de fiesta».

Pero su antiguo profesor Yoshi Tsurumi, Profesor Visitante en la Escuela de Negocios de Harvard en 1973-4, recordó que los «estudiantes que retaban y avergonzaban a Bush en clase serían luego tema de una campaña de rumor por su parte». (Mary Jacob, Salon, 16 de septiembre de 2004).

El Senador John McCain pudiera recordar la campaña de rumor del 2000 que circuló feos asuntos acerca de su vida personal en Carolina del Sur cuando él se enfrentaba a Bush en las elecciones primarias republicanas.

Tsurumi recordó que Bush «hizo esta declaración ridícula… ‘El gobierno no tiene que ayudar a los pobres -porque son unos holgazanes’.» Bush no pudo defender su declaración, dijo Tsurumi, y luego negó haberla hecho. Bush calificó a las «políticas de Roosevelt de ‘socialismo’. Criticó a los sindicatos, a la Comisión Controladora de Acciones y Valores, Medicare, la Seguridad Social, lo que fuera. Calificó al movimiento de los derechos civiles de socialismo… Y cuando se le pidió que explicara su prejuicio, no pudo defender su argumento, ideológica, polémica o académicamente».

El Profesor Tsurumi recuerda que en clase Bush no se les enfrentaba. Pero después de clase, a veces se me acercaba en el pasillo y comenzaba a calumniar de aquellos estudiantes que se enfrentaban a él. Él se quejaba de que alguien bebía demasiado. Todo era insinuaciones y mentiras. Así fue como supe que tras su sonrisa era un individuo muy inseguro, astuto y vengativo». Otros profesores comparten sus recuerdos, dijo Tsurumi, pero temían decirlo. El propio Tsurumi se hizo ciudadano norteamericano antes de hablar con la reportera de Salon, porque temía lo que Bush pudiera hacerle. Pero consideró que la sangre vertida en Irak y el déficit federal fuera de control lo obligaban a revelar sus observaciones acerca del carácter del Comandante en Jefe.

Las incongruencias de Bush continúan divirtiendo a algunos. «No soy experto en cómo piensa el pueblo iraquí, porque vivo en Estados Unidos, donde se está bien, seguro y cuidado», dijo en una conferencia de prensa, el 23 de septiembre de 2004 en Washington, D.C., junto con Ayad Allawi, el hombre que él nombró Primer Ministro de Irak. Bush también declaró en aquel momento que «Fue el ejército nacional afgano el que entró en Nayaf e hizo el trabajo allí».

No es que Bush manipule las palabras o las distorsione deliberadamente con fines políticos. Él no es tan inteligente. Seymour Hersh lo explica en su nuevo libro, Cadena de mando: el camino desde el 11/9 hasta Abu Ghraib, que las «palabras no tienen significado para este presidente más allá del momento inmediato, así que él cree que el mero hecho de que él pronuncie las frases las hace reales. Es una posibilidad terrible».

A medida de que Bush calumnia a Kerry y repite mentiras acerca de Irak, también destroza el lenguaje. En ese sentido, se ha convertido en hombre de palabras.

Vea el nuevo libro de Landau, El negocio de Estados Unidos: cómo los consumidores reemplazaron a los ciudadanos y de qué manera se puede invertir la tendencia. Landau da clases en la Universidad Cal Poly Pomona y es miembro del Instituto para Estudios de Política.