Las relaciones entre el género y el empleo, insertadas en la búsqueda de mayor cohesión social en Iberoamérica, centraron los debates de un seminario internacional efectuado en la capital cubana. Organizado por la Fundación Carolina, la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, el evento fue el cierre presencial […]
Las relaciones entre el género y el empleo, insertadas en la búsqueda de mayor cohesión social en Iberoamérica, centraron los debates de un seminario internacional efectuado en la capital cubana.
Organizado por la Fundación Carolina, la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, el evento fue el cierre presencial del segundo seminario virtual «Género y Cohesión Social: Trabajo y Empleo».
Este espacio de discusión se desarrolló a partir de tres foros referidos a la reconfiguración de la sociedad del trabajo, la búsqueda de nuevas dinámicas en el contexto laboral y el análisis de las políticas públicas y otros factores que inciden en el mercado del trabajo, a través del espacio virtual COFI (Cooperación Foros e Igualdad), iniciativa de la UAB. Las intervenciones fueron recogidas en el volumen Género y Empleo, presentado en la recién concluida Feria Internacional del Libro de La Habana.
Judith Astelarra, experta en temas de género de la UAB, coordinadora del foro y de la edición del texto, resumió en su presentación que los temas abordados en las ponencias y comentarios de los foros permitieron mostrar tanto las especificidades de género que se producen en el empleo y el trabajo doméstico, como las características comunes que afectan a mujeres y hombres.
«La división sexual del trabajo crea desigualdades tanto en el mercado de trabajo como en el reparto del cuidado en la familia. Aunque se han producido avances, los dos géneros no se encuentran en situación de igualdad», precisó.
Durante los debates en La Habana, además, se reconoció que el mercado no ha resuelto los problemas de la pobreza y se identificaron brechas en los mecanismos de integración que afectan la cohesión social, como las diferencias en el acceso a empleos y servicios.
En el caso del empleo, las estudiosas reconocieron que, al no ser un sector aislado de la sociedad, también refleja desigualdades visibles, por ejemplo, en la manera en que se feminizan algunos espacios laborales o en el aún difícil acceso de las mujeres a puestos de dirección.
La española Maribel Rodríguez, responsable del Programa de Cohesión Social, de la Fundación Carolina, sumó a estas desigualdades las diferencias salariales y en las trayectorias laborales entre hombres y mujeres.
Las de ellas están llenas de fracturas a causa de los cuidados que brindan a otros, de sus entradas y salidas del mundo laboral y de las muchas veces que recurren a empleos parciales, lo que atenta contra su desarrollo profesional, especificó.
La doctora Blanca Munster, del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial de Cuba, llamó a establecer indicadores que permitan cuantificar las brechas de género en las políticas públicas.
Para Rodríguez, además, si queremos analizar estos asuntos «con una mirada de género, tenemos que mirar la carga total del trabajo». Tal criterio fue reforzado con los resultados del foro Reconfiguración de la sociedad del trabajo.
Otra española, Gisela Carrasco, del equipo de UNIFEM en Centroamérica y su moderadora, precisó que, en el caso de las mujeres, «trabajo no es solo empleo», afirmación compartida por quienes participaron en esa discusión en línea, en el foto abierto en Internet.
Los debates también avistaron las consecuencias del envejecimiento de la población sobre la mayoría de los países europeos y algunos latinoamericanos; sobre todo por las cargas extras que deja caer sobre los hombros de las mujeres. A ellas, ahora, se les suma también la responsabilidad de cuidar a sus mayores, situación de la cual no escapa Cuba, con uno de los mayores niveles de envejecimiento poblacional del continente.
Entre políticas
La reunión denunció también que, muchas veces, las políticas públicas suelen ser neutrales al género o, incluso, acentuar las inequidades.
En ese sentido, se abogó por propiciar el avance hacia modelos de responsabilidad compartida, a investigar y cuantificar, por ejemplo, el tiempo de las mujeres.
Para Rodríguez resulta imprescindible «no dar soluciones particulares a temas que son colectivos, públicos», como es el caso de la necesidad de infraestructuras para el cuidado de los mayores.
A tono con los tiempos que corren, Rodríguez evaluó posibles impactos de la crisis económica que sufre el mundo para la población femenina.
La experta advirtió que, a pesar del alto número de despidos, sobre todo en Europa, la recesión aún no se ha ensañado particularmente con las mujeres, pero llamó a tener «ojo con la segunda ola».
Rodríguez abundó en que, cuando crecen los despidos, los hombres suelen volver la vista hacia puestos laborales considerados típicamente femeninos. Y entre un hombre y una mujer, la historia tiene suficientes evidencias de por quién se deciden los empleadores.
«La crisis cuestiona el actual modelo de desarrollo y nos pone contra la pared. No es coyuntural, es estructural», dijo Rodríguez y llamó a aprovechar la necesidad de cambiar el actual modelo, como «oportunidad para sentar un pacto social de género».
¿Hacia dónde enfocamos?
Las sesiones de trabajo de La Habana también ayudaron a profundizar en el debate sobre políticas sociales, tanto a nivel europeo como latinoamericano, y avanzar hacia propuestas concretas que incluyan las dimensiones de género y cohesión social.
María de los Ángeles Sallé, de la Fundación Mujeres, de España, puso sobre el tapete elementos imprescindibles a la hora de construir una nueva agenda para evaluar los conflictos de las mujeres frente al trabajo y el empleo.
Para ella, es importante poner fin a la falta de auto legitimación de sus congéneres: «Nos cuesta deber, corremos a pagar y siempre creemos que nos tienen que cobrar», resumió jocosamente.
Sallé criticó que muchas políticas de igualdad, y sobre todo las de empleo, se dirigen a mujeres en situaciones de marginación y no focalizan otros grupos específicos de la población femenina.
Igualmente, dijo que hay poca vinculación entre las políticas estandarizadas de empleo frente a las de desarrollo social y las de igualdad, lo que conspira contra su éxito.
Por ello, llamó a trabajar desde la universalidad de los temas de género y luego a particularizar en los contextos específicos; a pasar de políticas de presencia en el empleo a las de transformación, o sea, «cambiar la lógica de las políticas», precisó.
En pocas palabras, «dar el salto, de víctimas a protagonistas».