Parecen llegados los tiempos de unidad, de reconciliación. ¿Quién puede estar en contra? Sobre todo si uno es alguien preocupado por el conflicto palestino-israelí y ha llegado a la conclusión que el camino del sionismo es supremacista y racista. Que tal vez no empezó exactamente así, pero las tesis sionistas fueron llevando indefectiblemente a ese […]
Parecen llegados los tiempos de unidad, de reconciliación.
¿Quién puede estar en contra? Sobre todo si uno es alguien preocupado por el conflicto palestino-israelí y ha llegado a la conclusión que el camino del sionismo es supremacista y racista. Que tal vez no empezó exactamente así, pero las tesis sionistas fueron llevando indefectiblemente a ese movimiento hacia posiciones y actitudes incompartibles.
Se anuncian deliberaciones para unificar organizaciones palestinas que han estado enfrentadas desde hace décadas, sobre todo Al Fatah y OLP con Hamás.
Una Palestina laica, ladeada hacia el socialismo; una Palestina musulmana más recostada a la tradición islámica.
Medios de prensa favorables a la causa palestina festejan la superación de hostilidades entre la ANP y Hamás, por ejemplo Resumen Latinoamericano, con un artículo de Manuel Vázquez (APL), el 18 octubre de 2017.
Puede ser auspicioso, pero únicamente si avanzamos con veracidad, con datos históricamente válidos.
Por ejemplo, Vázquez nos habla de un conflicto desde 2006, «cuando Hamás ganó las elecciones palestina en Gaza […]». Equivocadísimo. Esas elecciones parecieron darle la mayoría a Hamás tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza, sólo que la ayuda de Israel, que apoyaba desde años atrás a la ANP, le permitió a ésta retener el gobierno en Cisjordania perdiendo las elecciones e incluso adueñarse del gobierno en la Franja de Gaza. Pero Hamás reaccionó arrebatándole los puestos de mando en la Franja, aunque no pudo sostener sus nombramientos en Cisjordania contra Israel y la ANP a la vez. Israel se encargó de perseguir y encarcelar a buena parte de los elegidos en la muy democrática jornada electoral de enero de 2006, evaluada por J. Carter como inobjetable.
Por eso mismo el remate de la frase citada: «[…] y estallaron confrontaciones violentas por momentos, entre ambos partidos» no es históricamente preciso. Lo que estalló fue una persecución de consuno entre el Estado de Israel y la ANP para impedir la asunción de varios candidatos elegidos, que fueron encarcelados en muchos casos. Desde entonces es que quedaron dos gobiernos paralelos: en la Franja de Gaza, Hamás y en la Cisjordania ocupada, la ANP.
Más adelante, el articulista recoge la posición de Netanyahu de que «para cualquier reconciliación palestina tenga el reconocimiento de Israel, ésta debe incluir, entre otros condicionantes, el desarme de Hamás.»
Vázquez parece resumir así la posición y los intereses de la ANP.
Con estricta lógica, a Netanyahu ni se le ocurrió reclamar el desarme de la ANP. Si son fuerzas, sobre todo policiales, armadas por Israel y entrenadas por militares estadounidenses para tener a raya a la población palestina. Sería tonto de Netanyahu reclamar tal desarme. Ahora, ¿no será tonto de Hamás aceptar el desarme de su gente y permitir que la ANP siga armada (para no hablar del ejército israelí, que está fuera de dichas negociaciones)?
Abordar una negociación es comprensible y respetable pero valerse de mentiras o escamoteos no auspicia nada bueno.
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