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Palestina

Historia y presente de un genocidio

Fuentes: Rebelión

En 1896 Théodore Herzl, uno de los promotores del sionismo, escribió: «Trataremos de animar a la población mísera a cruzar la frontera, consiguiéndole empleo en los países de tránsito, al tiempo que se lo negamos en nuestro propio país. El doble proceso de expropiación y de desplazamiento de los pobres debe ser conducido de forma […]

En 1896 Théodore Herzl, uno de los promotores del sionismo, escribió: «Trataremos de animar a la población mísera a cruzar la frontera, consiguiéndole empleo en los países de tránsito, al tiempo que se lo negamos en nuestro propio país. El doble proceso de expropiación y de desplazamiento de los pobres debe ser conducido de forma a la vez prudente y discreta».

Si el sionista Herzl escribe que a la «población mísera» hay que llevarla a la frontera y no dejarla volver, el conflicto ha ido creciendo, expropiaciones y expulsiones disparan los enfrentamientos. En 1915 Samouel Hugo Bergmann, sionista, escribía a Max Brod, (el también amigo del gran escritor Kafka): «Quiero, a pesar de todo, volver sobre lo que he dicho acerca de los árabes. Hablar de conquistar un país en forma no bismarquiana, o hablar como tú lo haces, de «santa» conquista, me entristece. Eso no es más que un fantasma, no puede ser más que la expresión de un sueño.

Es verdad que la primera etapa de la conquista se hizo, más que bajo el signo de la espada, bajo el del dinero que se daba al effendi. El effendi era el propietario legal, pero el resultado fue el mismo: la expulsión del que trabajaba la tierra. ¡Esta tierra que cultivamos hoy era antes cultivada por campesinos árabes!»

Con la Declaración Balfour en la mano el Fondo Nacional Judío va a pedir tierra sin habitantes, expulsar, expulsar y expulsar para que el colonialismo adquiera un tinte más racista que otras invasiones por el mundo, la tierra de Palestina quieren que sólo la habiten los colonos judíos. Los conflictos que se ocasionaban eran resueltos por el ejército inglés con la mayor violencia para expulsar a los agricultores palestinos que se resistían hasta el final. Contaban con que ya habían cambiado hasta las leyes y habían aprobado unas adecuadas al objetivo de vaciar Palestina. El imperio destruye las leyes antíguas e introduce las que van a legalizar la ocupación sionista: «Tres leyes rústicas -La Land Tenure y la Land Transfer Ordinance (1920) y la Mahlul Land Law (1922)- instituyeron formalmente la movilidad mercantil de la tierra y de su propiedad individual, aboliendo prácticamente todas las formas de propiedad colectiva (Mesha´a). Fueron estos cambios los que permitieron a los organismos sionistas la adquisición de tierras (Fondo Nacional Judío)». Conforme se va fortaleciendo el sionismo bajo la protección del ejército inglés y el compromiso de las potencias imperialistas, los ocupantes, los nuevos colonialistas emplean entre otras armas contra la población palestina «el boicot de la producción indígena (que) va a constituir el tercer capítulo de este proceso. «No era fácil -decía el diputado laborista israelí David Hacohen, recordando aquella época- hacer comprender a nuestros camaradas del Partido laborista inglés, ¡por qué arrojábamos gasolina sobre las cestas de tomates de las mujeres árabes». (Los entrecomillados pertenecen a «Palestina bajo Israel», de Ilan Halevi).

Han pasado más de cien años desde que el colonialista Théodore Herzl aleccionara a los suyos, ahora volvamos a nuestros días y, parafraseando a un pensador palestino, nos preguntamos: ¿En qué fuentes sacia su sed la conciencia de los sionistas?

La mujer que hace las veces de viceministra de Exteriores del ente israelí, Tzipi Hotovely, hace unos meses dejó un discurso a los sionistas encargados de vender la «especialidad» de Israel hoy, discurso que es todo un ejemplo:

«Toda la tierra de Israel, desde el mar Mediterráneo hasta el río Jordán, pertenece a los judíos».

¿Qué instrucciones discuten en los salones donde se reunen los sionistas?. Continuó:

«En un momento en que la propia existencia de Israel se esta poniendo en duda, es importante tener la razón».

¿Qué sueño desbordante de soberbia les lleva a negar la vida, el derecho y el país palestino ante los organismos internacionales defensores de la paz, del Derecho Internacional?. Aquí siguen las palabras de Tzipi Hotovely:

«La comunidad internacional se ocupa de consideraciones de justicia y moralidad. Tenemos que volver a la verdad básica de nuestro derecho a esta tierra: este país es nuestro, todo, no hemos venido aquí para pedir disculpas por eso».

¿Fundamentalismo religioso, o conocimiento? ¿Creencia o ciencia? ¿Supremacía racista, o respeto entre razas y pueblos? ¿Colonialismo y explotación de clase, o convivencia en justicia e igualdad? Sigue la viceministra sionista aleccionando con la irracionalidad a sus congéneres, para eso ahora echa mano de la Tora, el libro con el que interpreta su carisma ególatra y colonialista:

«Rashi dice que la Torá comienza con la historia de la creación del mundo, de modo que si las naciones del mundo vienen y te dice que eres un ocupante, debes responder que toda la tierra pertenecía al creador del mundo y cuando quiso, se la tomó a ellos y nos la dio a nosotros».

Si comparamos los discursos de los promotores del sionismo, como Hertz, con el de ésta tal Tzipi Hotolevy, encontramos que aunque distantes en el tiempo el componente principal es la hipocresía, la amoralidad, el robo como fin último. Por eso, mientras asesinan en Palestina, sus encargados de mentir en el mundo, así como sus medios de comunicación, insisten de un discurso a otro en la falta de principios humanos, ocultando sus asesinatos para hacer normal la ocupación colonial con el exterminio y la expulsión del pueblo palestino. Por contra criminalizan toda resistencia, empleandose de paso en mostrar una imagen de sufridos que están elevados por encima de la ONU o los Tribunales Internacionales.

Con el accionar y el discurso sionista no hay salida, es una maquinaria fuera de las concordancias de entendimiento racional, y por eso la denuncia y la oposición a este tipo de fascismo nos hace mejores, nos hace más humanos, nos une por un mundo en el que los pueblos tengamos poder.

Ramón Pedregal Casanova es autor de «Dietario de crisis», «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», y «Gaza 51 días».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.