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Israel amenaza con la ‘guerra abierta’

Fuentes: Al Ahram Weekly

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

El pasado martes, desde la ciudad de Bir Al-Sabaa, situada al sur, el Primer Ministro israelí Ehud Olmert declaró que Israel utilizaría todas sus fuerzas y capacidad armamentística contra los palestinos.

«Va a ser una guerra larga», dijo un irritado Olmert, que llamó «bestias salvajes y terroristas» a los combatientes de la resistencia palestina.

No paran de vocear nuevas amenazas en medio de oleadas de destrucción, ya que Israel continúa bombardeando Gaza por tierra, mar y aire, seleccionando como objetivos centrales eléctricas, casas de civiles, colegios y edificios gubernamentales.

Olmert no mencionó el hecho de que casi 1.000 niños y menores de edad palestinos han sido asesinados por las fuerzas israelíes ni que prosigue a toda velocidad el bombardeo sistemático de la infraestructura civil palestina.

El antiguo extremista del Likud también olvidó mencionar que su gobierno está impidiendo que la mayoría de los palestinos puedan disponer de alimentos y puedan llegar hasta sus puestos de trabajo, empujándoles cada vez más hacia un desastre humanitario sin precedentes, a la vez prometió hacer cuanto fuera necesario para liberar al soldado israelí secuestrado cerca de Gaza, asegurando estar dispuesto a hacer cualquier cosa, cualquier cosa excepto negociar.

Poco después de que Olmert hiciera esas aseveraciones, los aviones de combate israelíes volvían de nuevo al tajo sobre Gaza, bombardeando el edificio del Ministerio del Interior palestino y la escuela primaria de Al-Arkam, en el centro de la ciudad de Gaza.

El edificio del Ministerio del Interior resultó completamente destruido mientras que el colegio, construido al parecer con subvención europea, resultó seriamente dañado.

Israel dijo que los ataques eran en represalia por el lanzamiento, en la tarde del martes, de un proyectil casero Qassam que impactó en la ciudad de Ashkelon, situada al sur de Israel, aunque no causó víctimas ni daño alguno.

Los dirigentes políticos y militares israelíes insisten en que el lanzamiento de esos misiles caseros hacia importantes centros de población israelíes significa que los palestinos han cruzado otra línea roja. En su determinación por que los palestinos no puedan poseer ni la menor apariencia de fuerza que pudiera alterar las «reglas del juego» y socavar la carta blanca que se han abrogado para bombardear y asesinar palestinos a su antojo, los oficiales israelíes han empezado a hablar de utilizar tácticas «extremas» en un intento de aterrorizar a los palestinos hasta el punto de conseguir tenerlos totalmente sometidos.

El pasado miércoles, Zeev Boim, un cercano ayudante de Olmert y antiguo ministro adjunto de defensa, instó a cientos de miles de palestinos en el norte de Gaza a empezar a empaquetar sus cosas ¡o si no…!

«Por lo que a mí se refiere, los habitantes de Beit Lahya y Beit Nahum deberían empezar a empacar enseguida», se cita que manifestó Boim.

Avigdor Lieberman, otro miembro israelí de la Knesset, no vaciló en sugerir que la fuerza aérea israelí debía llevar a cabo un genocida bombardeo general de todos los centros de población palestinos.

Lieberman, un anterior ministro del gobierno, no es en modo alguno un personaje marginal. Está al frente del cuarto partido político más importante de Israel y sus puntos vista representan una fuerte corriente de «discurso nacionalista».

Mientras tanto, el ejército y la policía paramilitar israelíes continuaron con su exaltación del terror y de los sabotajes por toda Cisjordania, asaltando y destruyendo locales palestinos dedicados a la beneficencia, oficinas y, en algunos casos, pequeños comercios.

Los asaltos escogieron como objetivos internados, orfanatos, comités zakat (beneficencia) y clínicas dirigidas por organizaciones religiosas.

Poco antes del amanecer del miércoles, el ejército israelí rodeó en Ramallah el hogar de Abdul-Aziz Duweik, portavoz del parlamento palestino, aparentemente con el objetivo de secuestrarle para poder utilizarlo como un elemento más de presión en los intentos de Israel por liberar al soldado israelí prisionero. El asalto, que duró más de un hora, terminó cuando las tropas ocupantes averiguaron que Duweik no se encontraba en casa.

Israel ha detenido ya a más de 120 diputados, funcionarios gubernamentales y ministros palestinos y se ha llevado también a un grupo de activistas normales.

Muchos de los detenidos han sido internados en el tristemente célebre campo de detención Ofer, en Ramallah, mientras otros, incluidos cuatro ministros del gabinete palestino, han sido internados en confinamiento aislado en la prisión de Ramallah.

Frente a la escalada israelí de ataques y bombardeos diarios de objetivos civiles en Gaza, el gobierno palestino ha mantenido la serenidad.

El martes pasado, el Primer Ministro Haniyeh, al que algunos dirigentes israelíes amenazaron con asesinar, hizo un llamamiento a los captores del soldado israelí para que le trataran bien, y dijo que el gobierno estaba comprometido en intensos esfuerzos para poner fin a la crisis actual.

Haniyeh recordó a los secuestradores que el Islam prohíbe el maltrato de prisioneros en ninguna circunstancia.

«No podemos comportarnos como ellos, somos musulmanes», declaró.

Su llamamiento se produjo menos de 24 horas después de que Yusef AlQaradawi, destacado sabio musulmán, apelara a los captores para preservar la vida del soldado israelí, cuyo paradero desconocen tanto la Autoridad Palestina y su gobierno dirigido por Hamas.

Pero el gobierno israelí, ignorando olímpicamente esos gestos, continúa con sus intentos de intimidación, bombardeando a los palestinos hasta que se produzca sin condiciones la liberación del soldado preso. Aunque es improbable que los secuestradores del soldado se inclinen ante la estrategia israelí mientras más de 10.000 palestinos, incluidos 450 niños y docenas de mujeres, muchos de ellos retenidos sin acusaciones ni celebración de juicio, se pudren en las cárceles y campos de detención israelíes.

Texto original en inglés:

www.weekly.ahram.org.eg/2006/802/fr1.htm