“Klein entrenó a los hermanos Carlos y Fidel Castaño, los líderes de escuadrón que luego formarían las notoriamente violentas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Bajo el patrocinio de ricos terratenientes, narcotraficantes, ganaderos, políticos y militares colombianos, las AUC cometieron masacres espeluznantes en todo el país, incluso utilizando motosierras para asesinar y desmembrar a los campesinos, todo ello con el objetivo de aterrorizar a las comunidades para que huyeran de sus tierras.”
Dan Cohen, El rol de agentes israelíes en el genocidio político colombiano. Disponible en: https://misionverdad.com/traducciones/el-rol-de-agentes-israelies-en-el-genocidio-politico-colombiano
El Tiempo, un periódico oficial del establecimiento, publicaba el 10 de noviembre de 1998 una noticia con el este titular:“ Volvió el terror de la motosierra” y en sus primeros párrafos decía: “Doce muertos dejaba hasta ayer la incursión de cien paramilitares, que recorrieron el pasado fin de semana los corregimientos Santa Isabel, de Remedios, y El Tigre, de Vegachí. Los campesinos de estas poblaciones antioqueñas denunciaron que varios de sus vecinos fueron mutilados con motosierras y luego enterrados en fosas comunes por los paramilitares que se identificaron como el grupo R-20, una fracción de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)”. No se crea que esta información fue algo excepcional; por el contrario, noticias sobre el uso de la motosierra y otras formas bestiales de tortura fueron el pan cotidiano de este país durante largos e interminables años.
El hecho bestial de utilizar la motosierra para destrozar a seres humanos (concretamente guerrilleros, campesinos, líderes sociales y políticos de izquierda)fue una práctica recurrente por parte de los grupos paramilitares en este país, durante el período 1988-2010 y se extiende hasta el presente por la existencia de casas de pique en algunos lugares de Colombia. Esto es algo que debería producir una condena universal, similar a la que han recibido genocidios y otros crímenes de lesa humanidad, principalmente los llevados a cabo por la Alemania Nazi y como lo deberían recibir los crímenes genocidas del Estado de Israel.
La motosierra ha adquirido una presencia mediática en estos días, porque en las elecciones de Argentina el candidato ultraderechista Javier Milei la ha usado como unos de los símbolos distintivos de su campaña presidencial y, además, ha enarbolado la sangrienta bandera de Israel. Esta actualización de la motosierra en el panorama latinoamericano del momento nos sirve para recordar la tenebrosa relación entre Israel y los paramilitares colombianos, que convirtieron a ese aparato en un arma de tortura y muerte, como expresión del “aprendizaje” criollo de las técnicas criminales con marca de Israel.
ISRAEL INSTRUYE A ASESINOS PARAMILITARES
Los ideólogos e instructores en el uso de la motosierra como instrumento de terror fueron los militares y mercenarios de Israel que a finales de la década de 1980 adiestraron a sicarios y asesinos, que estaban ligados al Cartel de Medellín, a terratenientes y ganaderos del Magdalena Medio, a dirigentes políticos de Puerto Boyacá, a militares del Ejército colombiano y a otras instancias del Estado. Entre 1986 y 1988 hicieron su presencia en Colombia, militares y mercenarios del Ejército de Israel quienes vinieron a preparar un cuerpo de asesinos, con la consigna sionista de eliminar, usando todos los medios que estuvieran a su alcance, a los movimientos insurgentes, a sus bases sociales y a todas aquellas fuerzas o movimientos (de campesinos, trabajadores, estudiantes, profesores, pobladores urbanos) que fueran considerados “enemigos” del capitalismo a la colombiana.
Entre esos instructores y asesores se encontraban Rafael ‘Rafi’ Eitan, un miembro del espionaje del Estado de Israel, con un impresionante prontuario terrorista y contrainsurgente en varios países del mundo. Este individuo fue contratado, en forma secreta, como asesor del gobierno de Virgilio Barco [1986-1990] y según lo reveló el periodista Alberto Donadío, fue quien recomendó el exterminio de la Unión Patriota. Y no le quedaba difícil sugerir cómo eliminar a este partido político de izquierda, cuya fuerza en ese momento era importante en ciertas zonas rurales y en pequeños poblados del país, puesto que contaba con amplia experiencia en perseguir y exterminar palestinos en los territorios ocupados. Al mismo tiempo, Eitan intervino en la negociación y compra de aviones de Israel por parte del Ejército colombiano, ocasión durante la cual pilotos de Israel adiestraron a pilotos colombianos en el bombardeo de campesinos e insurgentes.
Otro de los mercenarios de Israel, el más nombrado de todos, es Yair Klein, quien también tiene un interminable prontuario criminal en diversos lugares del mundo. Y en Colombia fue el principal instructor de los asesinos del Magdalena Medio, que luego se van a dispersar por todo el territorio nacional, dejando en su andar una estela interminable de sangre y horror.
Klein, antes de llegar a Colombia, tenía entre sus principales acciones criminales el haber participado en las masacres de Sabrá y Chatila en el Líbano en 1982, al suministrar ayuda y asesoramiento a las milicias cristianas y falangistas que eran apoyadas por Israel. Fue instructor y proveedor del Frente Revolucionario Unidos de Sierra Leona, un grupo que asoló durante varios años a ese país, asesinó a miles de personas y sometió a las mujeres a esclavitud sexual.
Cuando Klein llegó a Colombia en 1987 entró en contacto con el teniente coronel de Israel Yithzakh Shoshani y otro israelita, Arik Afek, los cuales residían en Colombia desde hacía algunos años y eran agentes en la venta de equipos militares al estado colombiano. Este Ariel Afek fue encontrado muerto en 1990 en un automóvil que estaba en el Aeropuerto Internacional de Miami.
Klein llegó a Colombia en forma legal, con visa de “trabajo” concedida por el Estado colombiano, y fue traído por el Ministerio de Defensa, y desde allí hizo los contactos para organizar los tres cursos de formación de sicarios y asesinos. De estos intercambios estaban enterados tanto el Ministerio de Defensa de Israel como el Ministerio de Defensa de Colombia.
Los tres “cursos” de formación que Klein ofreció a los paramilitares congregaron en total a 270 sicarios (noventa por curso) y en esos cursos participaron tres coroneles del Ejército de Israel, a saber, Tzadaka Abraham, Teddy Melnik y Amatzia Shuali. Esos cursos de prácticas genocidas ‒de lo que los soldados y mercenarios de Israel tanto saben y aplican a diario contra los palestinos‒ duraban tres semanas, tiempo durante el cual los adiestraban en la lógica contrainsurgente de torturar, matar, desaparecer y exterminar a quienes eran considerados enemigos del “mundo libre” y de los “colombianos de bien”. Esos 270 alumnos de Jair Klein, al que se conoce en Colombia como el “profeta de la muerte” o el “padre de los escuadrones de la muerte”, tras terminar los cursos impartidos por los mercenarios israelíes y británicos salieron a “limpiar” el país de guerrilla y subversión. Inflamados como estaban de una ferviente concepción anticomunista, que se enseñó en Puerto Boyacá, donde se realizaron los primeros cursos de genocidio a la colombiana. De allí surgieron grupos de asesinos narcoparamilitares, entre ellos “Los Tiznados”, “Los Masetos” y “Los Grillos”, cuyos miembros se habían graduado con honores en masacrar y descuartizar a seres humanos con motosierras, machetes, hachas y martillos. En forma inmediata, procedieron a aplicar lo aprendido y dieron origen a un ciclo sangriento que convirtió a Colombia en el Israel de Sudamérica.
LOS AVENTAJADOS ALUMNOS CRIOLLOS DE JAIR KLEINCON MOTOSIERRA EN MANO
Entre los alumnos más aventajados de esos cursos‒como lo mostraron con su sadismo asesino al poco tiempo‒ se encontraban Fidel Castaño, Carlos Castaño, Alonso de Jesús Baquero alias Vladimir… todos los cuales adquirieron una celebre notoriedad por las masacres que efectuaron en el país en los años que siguieron a la instrucción que los mercenarios de Israel realizaron en Puerto Boyacá, en 1987 y 1988. En las masacres que realizaron estos paramilitares se utilizaron diversos instrumentos de tortura, y entre esos sobresalió la motosierra, usada para crear terror y despejar la tierra que iba a parar a manos de los nuevos y viejos terratenientes.
Carlos Castaño Gil, el principal cabecilla de los paramilitares, tenía una conexión directa con Israel. El mismo señaló que estudió en la Universidad Hebrea de Jerusalén en 1983-1984 y se formó también en escuelas militares de Israel. Allí se convirtió en un admirador del sionismo y consideró que con lo aprendido con los militares y mercenario de Israel era posible acabar con la subversión en Colombia. En una ocasión comentó:
«Admiro a los judíos por su valentía al enfrentar el antisemitismo, su estrategia de supervivencia en la diáspora, la seguridad de su sionismo, su misticismo, su religión, y sobre todo por su nacionalismo… Aprendí infinidad de temas en Israel y [a] ese país le debo una parte de mi cultura, mis logros tanto humanos como militares, y, aunque me repito, no aprendí sólo sobre entrenamiento militar en Israel.
Fue allí donde me convencí de que era posible derrotar a la guerrilla en Colombia. Empecé a ver cómo un pueblo podía defenderse del mundo entero. Comprendí cómo involucrar a alguien que tenía algo que perder en una guerra, convirtiendo a esa persona en el enemigo de mis enemigos. De hecho, la idea de las armas de ‘autodefensa’ la copié de los israelíes; cada ciudadano de ese país es un soldado en potencia».
En los cursos de Klein también participo un tal Jaime Eduardo Rueda Rocha, quien asesinó al candidato presidencial Luis Carlos Galán en agosto de 1989 e incluso el arma homicida, una ametralladora fabricada en Israel, fue suministrada por Klein al Cartel de Medellín.
Alias Vladimir, quien fue el organizador y perpetrador de varias masacres entre 1987 y 1989, en que fueron asesinados más de cien colombianos, recordaría años después en la cárcel sus nexos con Jair Klein, sobre quien tiene un gran concepto por su nivel de sadismo. Al respecto ha dicho:
“Klein nunca orientó sobre cómo hacer masacres, sino sobre aniquilamiento al enemigo y tomar control de la zona. Hacíamos masacres con el objetivo de impactar a toda la población al servicio de la guerrilla. […] La estrategia de desaparecer también nos dio mucho resultado, hubo personas que duraron meses detenidas y luego se liberaron. Pero otros corrieron mala suerte y fueron aniquilados”.
Agrega, que en los cursos de formación para masacrar que impartió Klein recibieron una clara instrucción de este mercenario: “el enemigo había que derrotarlo de raíz”.
Vladimir siempre ha sido presentado como el “mejor alumno” de Yair Klein y al respecto señaló:
“Yair Klein siempre me consideró un alumno aventajado. […] Ellos nos enseñaron la táctica inglesa y alemana, que consistía en que al enemigo había que exterminarlo de raíz. Nos dijeron que un guerrillero o un auxiliador de la guerrilla, ubicado en un sitio clave, nos podía hacer mucho daño. Entonces salimos como locos a perseguir a los colaboradores y al brazo armado de las Farc. Y les dimos muy duro. Al que detectábamos le dábamos. Fue apasionante ser alumno de Yair Klein”. Y añade que la contribución criminal del mercenario de Israel fue fundamental, porque “Antes del entrenamiento de Yair Klein éramos simples escopeteros que operábamos a la defensiva. Luego del curso de Klein consolidamos el plan del general FaroukYanine Díaz (militar fallecido señalado como aliado de los ‘paras’), quien buscaba el aniquilamiento de la subversión y la expansión de las autodefensas en todo el país”.
En la inspección de Larisa, en jurisdicción de Puerto Boyacá, se entrenaron a estos 270 asesinos por un criminal químicamente puro hecho en Israel para desgracia de Colombia y el mundo. Estos aprendices tenían la misión de replicar lo aprendido a otros criminales en todo el país y así lo hicieron. De esta manera, la estrategia genocida de Yair Klein y los mercenarios de Israel se difundió por el territorio nacional, que se iba llenando de sangre y horror en la medida en que se expandía la influencia de los sicarios formados en las escuelas tropicales, las que por lo demás no tenían nada que envidiarle a la Escuela de las Américas o a los centros de Entrenamiento de Israel.
En definitiva, los mercenario y militares de Israel, encabezados por Klein, son corresponsables de miles de asesinatos, torturas, desapariciones, desplazamientos de campesinos en Colombia, siendo el más conocido el del exterminio de la Unión Patriota, un genocidio político de 4500 de sus militantes.
COLOMBIA: EL ISRAEL DE SUDAMERICA
Desde hace décadas a Colombia se le denomina, con toda razón, el Israel de Sudamérica. Incluso, las clases dominantes y la mayor parte de los dirigentes políticos tradicionales se enorgullecen de ese apelativo. Un ejemplo de ello es el de Juan Manuel Santos, presidente entre 2010-2018 y Premio Nobel de la Paz [Muerte], quien decía sentirse muy orgulloso de que a nuestro país lo consideraran el Israel del continente.
Esto no es un asunto de pura retórica, puesto que en la práctica desde hace décadas se ha presentado una confluencia de intereses estratégicos entre las clases dominantes de Colombia, el Estado ylas Fuerzas Armadas con el Estado sionista de Israel y sus empresarios de la muerte. Israel vende a Colombia artefactos bélicos, y sus militares, mercenarios y pilotos participan en el adiestramiento de Ejército y Policía, además de sus proxis, es decir, los paramilitares.
Muchas técnicas de combate y represión que se usan en Colombia han sido copiadas de las prácticas genocidas que lleva a cabo el Estado de Israel con los palestinos. Entre esas técnicas sobresalen las torturas, que también aprendieron los narcoparamilitares e incluyeron el uso de la motosierra. Y esto en Colombia adquirió un despreciable nivel de reconocimiento social que hasta un ex presidente y ex presidiario ‒sobre el cual dijo Yair Klein que había pagado para entrenar a los escuadrones de la muerte en el Magdalena Medio‒es identificado con la motosierra. Entre los grandes legados del hacendado del Ubérrimo se cuentan dichos como los siguientes: “Todo uribeño lleva una motosierra en el corazón” [o mejor, tiene una motosierra por corazón] o “Mano firme, motosierra gigante”. Y en los días de brujas, entre los disfraces más llamativos está uno en el que aparece el expresidiario con una motosierra en la mano.
Igualmente, entre las “grandes enseñanzas” que Israel ha legado a Colombia se encuentra el bombardeo de civiles y de niños‒algo sobre lo que el estado genocida y sionista tiene una dilatada experiencia de varias décadas y, en estos instantes, realiza con saña asesina. Si, como se lee, en varias ocasiones la fuerza aérea de Colombia ha bombardeado a niños y ha matado a decenas en zonas rurales del país, como un botón de muestra sobre las afinidades criminales entre el Estado sionista y el Estado colombiano y las clases dominantes de ambos países.
CONCLUSION: EL NEOLIBERALISMO MOTOSIERRERO EN NUESTRA AMÉRICA
El candidato presidencial Javier Milei en Argentina ha enarbolado en estos días dos símbolos complementarios de muerte y terror: la bandera sionista de Israel y la motosierra. Nosotros los colombianos sí que tenemos experiencias dolorosas sobre los resultados nefastos que produce esa tétrica confluencia y por lo mismo vemos con preocupación la reaparición en el escenario político de un país del continente de tan tenebrosa alianza.
Hoy, cuando Israel lleva a cabo ante nuestros ojos, en vivo y en directo, el genocidio de la población palestina, evocamos el impacto criminal que ha tenido la intervención de mercenarios y militares de Israel en la formación de los grupos de asesinos paramilitares, que ensangrentaron este país y uno de cuyos símbolos de muerte más aterradores ha sido la motosierra.
No nos sorprende, si vemos el genocidio de niños, mujeres y hombres de Palestina, porque los israelitas han sido formados en esa mentalidad asesina y racista, y eso es lo que “enseñaron” a los paramilitares colombianos, que reprodujeron el odio y el desprecio hacia aquellos que osaban enfrentar al capitalismo colombiano. Yair Klein lo dice sin tapujos: “Los palestinos nos matan y nosotros también matamos palestinos, porque esa es una situación de guerra y quienes creen que en Colombia no hay guerra están totalmente equivocados”. Y con un cinismo típico de los sionistas de Israel, que mientras masacran niños y jóvenes, dicen que lo hacen por autodefenderse y proteger la única democracia de oriente medio, Yair Klein ha dicho esta perla de la infamia: “Las 270 personas que yo mismo entrené eran limpios, pero luego mucha gente criminal empezó a unirse a ellos porque eran muy buenos y querían aprender de ellos”. O como lo dijo en otra ocasión a un periodista de El Espectador, quien le preguntó:
— ¿Está arrepentido por lo hecho en Colombia y por lo que sus alumnos han consumado: muerte y destrucción? Y el mercenario respondió de esta manera:
— ¿Qué culpa tiene un ministro de Educación si sus alumnos fuman droga en las escuelas?
En síntesis, en Colombia la motosierra ‒cuyo uso fue promovido por la lógica genocida de los israelitas como Yair Klein y compañía‒ fue usada para matar gente, arrasar con selvas y bosques [un ecocidio continuado hasta el día de hoy], siendo su objetivo fundamental el de implantar el neoliberalismo puro y duro, a punta de motosierra y así eliminar y aterrorizar a los incomodos enemigos del capitalismo gore.
Eso es lo que podría consumarse en Argentina, si tenemos en cuenta que Javier Milei está de acuerdo con propuestas tan “humanitarias” como la de convertir la venta de órganos en un mercado e incluso ha dicho estar de acuerdo con la compre-venta de niños. Como puede verse, estas propuestas no están lejos de lo que hace Israel en Palestina, matar y desmembrar niños, aunque sea a través de los bombardeos indiscriminados. Al fin y al cabo, los dos proyectos coinciden en una elemento central: deshumanizar a los pobres e impulsar el infanticidio y el genocidio de aquellos considerados inútiles o inferiores.
Argentina debería mirarse el espejo colombiano, para entender lo que supone asumir una doble adscripción criminal: la de Israel y la motosierra. Podría pensarse que la comparación no tiene sentido, dado que en Argentina no existe movimiento insurgente, ni han ido mercenarios del Ejército de Israel a adiestrar asesinos en serie, pero el asunto está en el trasfondo esencial: la imposición del neoliberalismo puro y duro, el neoliberalismo motosierrero. Eso se logró en Colombia con la motosierra y la colaboración de Israel y en Argentina puede suceder lo mismo. Claro, puede decirse que las cosas han cambiado, porque en otros tiempos la conquista estaba simbolizada por la alianza entre la cruz y la espada, mientras que ahora, en tiempos posmodernos, esa alianza la representan dos símbolos genocidas, la motosierra y la bandera de la Estrella de David, con su componente religioso, puesto que recordemos que Israel dice que su Estado es de origen divino.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.