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¿Reconocimiento del estado palestino… o del estado israelí?

Israel mueve sus alfiles en el campo palestino

Fuentes: Rebelión

¡Líbrame Dios de mis amigos, que de mis enemigos me libro solo!   El pueblo palestino, los indisputables nativos de ese país de los últimos mil años por lo menos (y todas las investigaciones arqueo- y antropológicas llevan a pensar que de los milenios anteriores también, al punto de que de ellos procederían los primeros […]


¡Líbrame Dios de mis amigos, que de mis enemigos me libro solo!

 

El pueblo palestino, los indisputables nativos de ese país de los últimos mil años por lo menos (y todas las investigaciones arqueo- y antropológicas llevan a pensar que de los milenios anteriores también, al punto de que de ellos procederían los primeros judíos) ha tenido el terrible destino de haber sido primero invadido, desde comienzos de la década del ’80 del siglo XIX por un peculiar movimiento polìtico-ideológico, el sionismo, que al comienzo no mostró su carácter militar.

Por entonces Palestina no era sino una provincia colonial del imperio turco. Hacia la Gran Guerra de 1914-1918, los palestinos vieron el cambio de mando de los «poderes coloniales» pasando de la órbita turca a la inglesa, aunque entretanto proseguía la invasión callada, aunque cada vez más militarizada del sionismo y a causa de los trastornos, sacudones y tragedias causados por la pesadilla nazi en Europa primordialmente, los palestinos fueron constituidos como el «polo a tierra» de esa locura, sufriendo la descarga ahora masiva de judíos más o menos sionistas, sobrevivientes del antisemitismo nazi.

Así llegamos a 1948, con los natives palestinos despojados de su tierra y su cultura, por una ocupación sistemática y cerebralmente dirigida a borrarlos del mapa junto con sus ciudades y su paisaje, sus frutales, su pesca, sus tejidos. Ocupación llevada adelante, durante ahora otros 60 años mediante una coexistencia aparente con el establecimiento de un «estado judío» que proyectaba tan poca coexistencia como fuera posible.

La población palestina fue advirtiendo poco a poco ese destino. Hubo conatos violentos contra los avances sionistas, en las décadas del ’20 y del ’30. En 1936, las cosas pasaron a mayores, hubo tres años de enorme tensión social, que muchos consideran la primera intifada contra el establecimiento de lo que entonces se denominaba «hogar judío» y el planteo de los contendientes dejó claro quiénes eran los colonialistas y quienes los condenados a la esclavitud, la abyección, la reducción o la muerte: británicos y judíos sionistas contra nativos palestinos, musulmanes o cristianos y viceversa. Los judíos no sionistas, del antiguo yishuv,1 también sufrieron la violencia de los palestinos, aunque una parte de ellos fueron protegidos o asistidos por lugareños que los conocían y distinguían de los sionistas .

El poder colonial logró entonces arrasar con las capas políticamente más activas de entre los palestinos. Ya estábamos en 1939. La pesadilla nazi iba a nublar todavía más el panorama.

Si en 1948, todavía muchos podían creer que «los árabes» iban a luchar unitariamente por la «fracción» palestina invadida y ocupada, hubo dificultades para plasmar políticamente esa idea a pesar de que tenía considerable fuerza en las sociedades árabes de entonces. Tal vez el último intento, de panarabismo en el orden político, parcial y todo como fue, lo constituyó la RAU, de corta vida (1958-1961).

Como muy bien señala Shlomo Zand, el sionismo, ejerciendo el poder ideológico-económico-militar no ha podido, sin embargo, plasmar su proyecto:

«Si el sionismo no ha creado un pueblo judío mundial, y aún menos una nación judía, ha dado, sin embargo, nacimiento a dos pueblos, e incluso a dos nuevas naciones que desafortunadamente rehúsa reconocer, considerándolos vástagos ilegítimos.

«Existe hoy un pueblo palestino; creación directa del colonialismo, que aspira a su propia soberanía y lucha desesperadamente por lo que queda de su patria. Asimismo existe un pueblo israelí dispuesto a defender con entrega total su independencia nacional.»

Habría que completar el cuadro presentado por Zand diciendo que la acción del sionismo, tan íntimamente ligada a poderes coloniales (primero el Imperio Británico, luego Estados Unidos), ha generado también, un tercer «actor», al que probablemente no le corresponda el calificativo de «pueblo», pero que es indudablemente una comunidad en franco crecimiento: los judíos antisionistas, muchos laicos, de fuera pero también de dentro del Estado de Israel, que estiman irremisiblemente perdido, podrido, el fruto obtenido.

Entre ellos, nos parece ver crecer el sentimiento de hay que evitar estados monoétnicos, unirreligiosos o con otras exclusividades, y que más bien habría que volver a una vieja demanda de palestinos antirracistas: un estado palestino laico, multiétnico y multiconfesional.

Nos quedarían en ese caso muchísimos problemas. El más angustiante, por su potencialidad de violencia, es el del equivalente con los pies negros argelinos.

Pero antes, mucho antes de ello, en nuestro palpitante presente, lo que tenemos es un estado sionista que está extremando todas sus medidas para expulsar y seguir transfiriendo no sólo palestinos, sino ahora también la mano de obra semiesclava cuya venida programó hace dos o tres décadas para quebrar un poco más a los natives. Filipinos, malayos, centroamericanos y de otras regiones del Tercer Mundo constituyeron la mano de obra barata y pesada de la vida cotidiana israelí, pero con las décadas han generado hijos, y éstos muy a menudo tienen al hebreo como idioma principal, inevitablemente. Ahora se percibe la incorporación a la sociedad adulta israelí de tales, ya no inmigrantes, como sus padres −a veces de diverso origen− sino oriundos…

Los inmigrantes así traídos constituyen cientos de miles de habitantes actuales de Israel. Y la nueva generación ya está presente.

Con lo cual la ecuación planteada por Zand se ha complicado todavía un poco más.

Dentro de lo palestino, las cosas tampoco han sido nítidas o simples. Tras las rebeliones y motines anteriores a 1948 y la Nakba que diezmó a la sociedad y a sus organizaciones, los primeros pujos de resistencia sobrevinieron en la década de los ’60, la década del Che, de la Cuba revolucionaria, del Mayo francés, del auge de un Tercer Mundo enfrentado al mundo-tal-cual-es pero sobre todo y fundamentalmente al capitalismo occidental, racista, imperial… No es de extrañar que entonces los objetivos políticos y la lucha correspondiente adquirieran un perfil de época, con la guerrilla palestina que absorbía todas las luces mediáticas, aunque otros palestinos encararan otros tipo de lucha.

La lucha político-militar fue encarnada por la OLP, un mosaico de organizaciones más o menos diversas, aunque con un denominador común, que podríamos englobar como «la causa socialista». Al Fatah fue durante décadas su organización principal con un líder siempre único, Yaser Arafat. Esa lucha, aun con altibajos no fue sino una serie de derrotas, y cada una más aplastante que la anterior.

Una serie de exilios forzosos de una parte del pueblo palestino, por Jordania, Líbano, Túnez, Irak, que no hizo sino negar terminantemente, en los hechos, la tesis sionista de que para los palestinos toda la «patria» árabe era indistinta. Los palestinos expulsados, aunque en general fueron muy bien recibidos en las tierras vecinas procesaron conflictos políticos, a veces sangrientos y trágicos.

Parafraseando a Zand, podríamos decir que el sionismo también creó dos exilios y dos categorías de forasteros: el de los palestinos despojados de su terruño, obligados a instalarse siempre provisoriamente en unos cuantos países de la región árabe, y el de los judíos que siendo en EE.UU. estadounidenses, en Portugal, portugueses, en Uruguay, uruguayos, en Irak, iraquíes, pasaron a vivir a Israel, una tierra con la cual no tenían ni siquiera ancestros remotos en común. Como ha pasado con tantos judíos étnicamente caucásicos, o con sefaradíes que por siglos o milenios convivieron en los países árabes mediterráneos.2

La intifada de 1987 marcó el espíritu de la sociedad palestina, y en cierto sentido su renacimiento como pueblo en resistencia, como instancia colectiva, con una vanguardia mucho menos pesante y un protagonismo «callejero» mucho mayor. Renacimiento de aquellas luchas de los ’30.

El gobierno israelí, que a esa altura hacía rato había abandonado los ropajes socialde-mócratas de un racismo y un colonialismo cool para entrar en un régimen cada vez más «puro» al estilo sudafricano, y acercándose paso a paso a su contracara histórica, la del nazismo (al menos en sus primeras fases) con su política de «no iguales pero igual bien separados«, advirtió que el pueblo palestino se reasumía como sociedad, que salió a la calle, con piedras, con la reivindicación de no ser borrados del mapa, a preservar su sociedad, tan amenazada.

Esta rebelión, rechazo a la ocupación de las tierras palestinas fue contestada por la sociedad israelí mediante una muy dispuesta represión militar en toda la línea, enfrentando a jóvenes y niños que apedreaban, con fusiles, tanques, granadas y una peculiar pedagogía: los soldados israelíes les quebraban los brazos a quienes tiraban piedras. Supongo que amparados por aquel sentimiento de Golda Meir, de cuando era canciller de Israel y su gobierno reprimía a sangre y fuego a los ocupados palestinos que resistían el despojo: «no puedo perdonar a los árabes por lo que les obligan a nuestros muchachos a hacerles«.3

Con la intifada, cambió radicalmente el cuadro de situación para Israel. Ya no se trataba de enfrentar una dirección política palestina desde un gobierno de amplia aunque fluctuante base social; ahora se trataba de que la sociedad palestina o amplios sectores de ella empezaba a decir basta. Aunque le faltaba fuerza material y sobre todo militar para expresarlo.

Es el momento en que Israel aplica lo que tan claramente expusiera Franz Fanon pocos años antes:

«La violencia de las masas se opone vigorosamente a las fuerzas militares del ocupante, la situación empeora y se pudre. Los dirigentes en libertad se encuentran entonces en una situación difìcil. Convertidos de pronto en inútiles con su burocracia y su programa razonable se los ve […] intentar la suprema impostura de ‘hablar en nombre de la nación amordazada’. Por regla general, el colonialismo se lanza ávidamente sobre esa oportunidad, transforma esos inútiles en interlocutores y en cuatro segundos les otorga la independencia encargándolos de restablecer el orden.» 4

La puesta en escena para la cooptación de la dirección palestina no cumple punto por punto la secuencia de Fanon, por las especificidades de la situación palestino-israelí. La dirección palestina no estuvo tan ajena ante el levantamiento y sobre todo el otorgamiento de independencia tiene que ser mucho más simbólico y recortado, abstracto, eternamente diferido, puesto que para los colonialistas forjadores de «El Gran Israel» no se trata de ejercer del dominio sobre los palestinos, lo habitual de muchos colonialismos, sino únicamente sobre Palestina, sin palestinos, tratando de imponerle a la realidad aquella vieja consigna sionista de constituir «un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo».

Y la intifada, regada con miles de muertos, heridos y prisioneros, mantuvo en jaque la situación hasta prácticamente la apuesta a la «solución» en Oslo, para «restablecer el orden» en 1993. Se la pudo diagnosticar «agotada» entonces.

Dirección política palestina cooptada entonces para enfrentar a la sociedad palestina y remodelarla.

Indicios no faltaban. La estabilización de los elencos dirigentes, el nepotismo, la verticalidad, el manejo discrecional de fondos le fue permitiendo a la dirección palestina una serie de prebendas, como por ejemplo la creación de un cuerpo de representantes en el exterior, tanto ante organismos internacionales como asimilados a representaciones diplomáticas a escala nacional, todo ello fue consolidando una suerte de burocracia palestina, adueñándose de los diversos resortes administrativos del protoestado palestino, y fundamentalmente del control de las armas, de «la seguridad», peste de nuestro tiempo.

Cuando el gobierno israelí le propone a la OLP la constitución de una Autoridad Palestina, invitándolos a ver en la lontananza el demoradísimo «estado palestino» poniéndole «allá a lo lejos» a Jerusalén como capital de esa Palestina, tiene la sagacidad de aclarar que la AP significa una serie de cuerpos armados, una policía «interna», generosamente nutrida de presupuesto.

Y la constitución, siempre en la bruma de lo futuro, de un estado palestino con presidente, rey o titular asegurado, claro. Lo que Per Gahrton se preguntará si no es un «campo de prisioneros con autogobierno«.5

Israel también se ha valido del «divide y reinarás». Cuando en 1987 se entrevió la aparición de Hamas, islámicos, el gobierno sionista vio con buenos ojos la bifurcación de la resistencia entre palestinos laicos y socialistas y palestinos religiosos musulmanes.

Hamas apareció como red de apoyo social que tanto necesitaba la población palestina, sobre todo en 1987 con el estallido de la revuelta. Hamas trabajó en contención social y familiar, en educación, alimentación, salud y se ganó así un lugar.

Un lugar que Al Fatah había subestimado o menospreciado.

A partir de 1993, ante la resistencia de Hamas al sionismo cada vez más al rojo vivo, la AP cuenta con una policía palestina acordada con el Estado de Israel; el «divide y reinarás» toma la forma de financiar y estrenar a los cuerpos de seguridad palestinos, «laicos y socialistas» para reprimir al integrismo real o presunto.

Porque si bien los Acuerdos de Oslo de 1993 fueron un golpe brutal a la lucha contra la ocupación, no aniquiló, sin embargo la resistencia. La dirección israelí, apoyada y financiada por el principal poder planetario, el gobierno de EE.UU. y todo lo que éste administra de los fondos de toda la humanidad, no logró del todo su objetivo.

Porque los manejos del gobierno sionista pasan por la connivencia con las estructuras políticas que ellos sienten pueden influenciar. Pero lo que se ha dado a partir de 1987 es como un desplazamiento de la resistencia; desde las organizaciones políticas o mejor dicho político-militares; OLP, Frente del Rechazo, Hamas hacia la sociedad misma, la población hastiada de los vejámenes y la ocupación.

El mismo Arafat, que había aceptado tan ínfimo papel como mandatario de bantustán, no termina su proceso de genuflexión y enfrenta a Israel en el 2000 cuando se desencadena una vez más la resistencia popular al atropello y robo sistemático de tierras, espacios, bienes y recursos, sitios sagrados. El gobierno israelí lo reasumirá como enemigo, aunque, luego de tantas complicidades habidas, le fue fácil «intercambiar figuritas» y elegir a Abbas en lugar de Arafat para sus planes.

Entonces Ariel Sharon procurará «apurar el caballo» con una muy cerebral provocación, una más. Desfila como en «tierra conquistada» pisando lugares sacros islámicos y sobreviene una reacción social formidable: brota otra vez la resistencia, otra vez cívica y apenas violenta; son una vez más las piedras y ocasionales Molotov contra un ejército de ocupación provisto de las más sofisticadas y agresivas armas que la técnica bélica, en la cual Israel está a la vanguardia mundial, pone a su disposición.

El ejército de ocupación matará a 17 «protestatarios» el primer día. Arafat tendrá la dignidad -que sellará su muerte- de informar dentro y fuera de fronteras, palestinas e israelíes, que los heridos y muertos tenían, un 77 %, balazos de la cintura para arriba. Tiraban a matar.

La brutalización progresiva del sionismo avanza inexorable. Meir seguiría culpando, claro, a los refractarios a los planes de instalación decididos… por la Biblia.

Y las cartas se dan vuelta, quebrando imaginarios políticos: en Palestina empezamos a tener laicos corruptos y entreguistas6 y religiosos, integristas (o no tanto) resistentes contra la ocupación y el vejamen institucionalizado.

En enero de 2006, con elecciones superlimpias y bien controladas desde el mismísimo Primer Mundo, donde se supone que tienen «know how» para hacerlo, no gana el caballo del comisario; Mahmud Abbas y su claque. Tampoco gana el niño mimado del Banco Mundial, Salam Fayyad, que corría en paralelo y apenas cosecha el 2% de los votos de los palestinos que viven en «los territorios», y sí gana Hamas que se queda con 74 escaños contra 45 de Al Fatah. Existen otras expresiones y agrupaciones políticas, que escapan a tan triste dualismo, algunas incluso con una añeja actuación de resistencia e incluso con relevancia, pero su caudal electoral será entonces muy pequeño: 3 para el FPLP y 2 también para el FDLP. Ambos son frentes de resistencia palestina laica y socialista que lucharon siempre contra la hegemonía de Al Fatah dentro de la OLP, al menos en los tiempos de Arafat.

El gobierno israelí con el acuerdo tácito de la UE y de EE.UU. -los que tanto saben de democracia- deciden reconfigurar los resultados. A los electos de Hamas -todos candidatos a los que no se les conocían acusaciones por actos «terroristas», violentos o de resistencia, de los condenables por los satisfechos del mundo- se los persiguirá y encarcelará; a quienes tienen el segundo caudal de votos, Al Fatah, se los ratificará en el gobierno de la «Autoridad Palestina» y a quien sacara el menor caudal de votos, el Sr. Fayyad, se le dará el cargo clave del «gobierno» de la Autoridad Palestina.

No se le puede negar originalidad en la «redistribución de cargos» tras elecciones por nadie impugnadas. Digno de recordar, la actitud de escrupulosidad democrática de europeos, estadounidenses y sionistas.

La AP ya venía, como vimos, en pleno idilio con la seguridad israelí y estadounidense, porque la CIA y el MOSSAD le han ofrecido una serie de cursos de adiestramiento para «administrar la paz» y para «luchar contra el terrorismo». Lo dirá el general estadounidense Keith Dayton, el gran arquitecto de la refundición de los servicios palestinos de seguridad:

«No sé cuántos de ustedes lo saben, pero durante el último año y medio los palestinos se han comprometido en (…) lo que ellos denominan ofensivas de seguridad en toda Cisjordania, sorprendentemente bien coordinados con el ejército israelí, en un esfuerzo serio y sostenido dirigido al restablecimiento de la ley y el orden (…) y al restablecimiento de la Autoridad Palestina. Primero en Nablús, después en Yenín, Hebrón y Belén, han llamado la atención del establishment militar israelí gracias a su dedicación, su disciplina, su motivación y sus resultados».7

En los últimos años ha ido avanzando la «integración» entre el gobierno títere de Abbas, Fayyad y Cía. y los núcleos del poder israelo-estadounidense. Desde hace años, se ha ido creando una zanjón económico brutal entre Cisjordania, «invadida» de zonas francas e inversiones, y la Franja de Gaza bloqueada al límite subsistencial más abyecto; Cisjordania, con enclaves industriales y de «desarrollo» a manos de los palestinos «avivados» o «aggiornados» que se han hecho cargo de la instalación de celulares, de redes inalámbricas de todo tipo, al punto que hoy Cisjordania es presentada como uno de los territorios con mayor avance del PBI del mundo entero. Esto, que en una economía real y verdadera, debería hacernos temblar de pavor por lo que significa en estragos sociales y contaminación ambiental, en manos de los circuitos mediáticos «normales» se nos lo presenta como «un éxito económico». A contrastar siempre con la sobrevivencia vegetativa de los habitantes de la Franja de Gaza… ahondando la hendidura entre los bantustanes.

Significativamente, este «desarrollo» de Cisjordania es elogiado por la derecha prooccidental y sionista y por «la izquierda» que declara a la vez apoyar la causa palestina, como los gobiernos brasileño y argentino actuales.

En 2011 tenemos la última adquisición de Abbas: los equipos de seguridad privada Blackwater, un ejército mercenario que tuvo que ser retirado de Irak, ¡hasta de Irak! que sigue siendo tierra de indefensión, porque hasta el gobierno títere iraquí no tuvo más remedio que manifestar disgusto por los asesinatos a mansalva y reiterados de semejante «ejército» de soldiers of fortune −tal es el nombre que se atribuyen los mercenarios en algunos circuitos de la cultura dominante; en aquellos precisamente donde el dinero es todo−. Esa empresa de asesinos con muy altos sueldos, será la «socia» de la AP. El contrato habla de 84 mil millones de dólares. No es poca cosa, y no sabemos si es por cuatro años o apenas por el primero porque el contrato establece opción a otros tres. Es tal el monto que no resulta claro. Lo que sí resulta claro es que los palestinos muertos tal vez resulten caros, pero que no importa; los que pagamos somos nosotros, nosotros mismos, el resto del planeta. Porque ya se sabe que el presupuesto de Israel depende del de EE.UU. y el de EE.UU. de sus inversiones y réditos en el resto del mundo.

La radio Jai, de Buenos Aires, con su consigna identificatoria que habla de sus pretensiones y de la usurpación de una representatividad que los tiene sin cuidado, pretendiendo ser «la radio judía de América», tiene una frase que dice mucho más de lo que seguramente quisieron decir, porque explica impecablemente lo que es una traición, aunque apele a criticar a «los extremistas»: «Una organización política como Fatah podría llegar a un acuerdo con Israel, pero una organización religiosa extremista como Hamás no puede traicionar sus principios.» 8 Ah, bueno.

En este cuadro de situación, un académico, Ignacio Klich, pretende, en pleno enero de 2011, mostrarnos «la cuestión palestina» con ponderados puntos de vista. En la revista Debate nos habla de los esfuerzos de la AP, en «en su lucha por globalizar el reconocimiento a Palestina de sus tierras ocupadas por Israel desde la guerra de 1967«, frase que habla de «lucha», que buscamos y no hemos podido encontrar en lado alguno de la AP desde hace ya años.

En los simulacros de lucha que la AP, junto al gobierno norteamericano nos ha brindado, figura la «demanda» de tres meses de suspensión de las edificaciones mal llamadas judías en rigor, sionistas en Cisjordania, por ejemplo. Abbas reclama el cumplimiento de esa «tregua edilicia» para retomar «conversaciones de paz», otro eufemismo de la neohabla que se ha puesto en circulación en el conflicto palestino-israelí, donde «plomo fundido» −de triste recuerdo en sus usos inquisitoriales− se ha convertido en el descarado nombre de una «operación de limpieza étnica», con muertes a mansalva de civiles, niños, bebes, donde, por ejemplo, el ametrallamiento de barcazas pesqueras palestinas se hace invocando la seguridad… ¿de los peces?

Klich nos comunica que: «Los reconocimientos a un estado palestino son vistos por Abbas como un aliento a la estancada negociación con Israel, una vez que el premier Netanyahu acuerde suspender −temporal y acotadamente− la edificación hebrea allí.«

«Temporal y acotadamente»; observe el paciente lector las condiciones que le servirían a Abbas. Una puesta en escena en toda regla.

Pero Klich le sigue otorgando a Abbas el protagonismo de estas semisuspendidas «negociaciones». Ni lo abyecto de reclamar suspensión «temporal y acotada» de edificaciones, cuando el sionismo ha sembrado de tales toda Cisjordania, fragmentándola y rompiendo toda red social, comunicacional, geográfica. Ni por asomo aparece el verdadero papel cómplice de la AP respecto de los planes israelíes. No hay una mención de lo que acabamos de señalar sobre «el desarrollo satélite y parásito de Cisjordania, adecuado para reeditar los bantustanes sudafricanos, muchos de ellos también «excelentes emprendimientos económicos».

Klich escamotea el papel de Abbas y la AP lo cual revela su posición pro-israelí. Tal vez vergonzante, porque se va haciendo cada vez más difìcil ser progre y pro-israelí, algo «normal» hasta hace pocas décadas. Defender a la AP es defender uno de los frutos de la estrategia israelí.

Y a quienes aleguen que no nos corresponde a quienes no somos palestinos decidir «la interna política» palestina, lo cual es enteramente compartible, merece recordárseles que eso rige no sólo para críticos sino también para defensores de tal o cual dirección o representación política.

La íntima y ya añosa relación de la AP con los servicios policiales y militares israelíes y estadounidenses tiene por lo visto fuertes rebrotes. Si hasta ahora tales contactos eran para «desarrollar la seguridad de la ‘policía israelí de colonias’ en los territorios palestinos, una suerte de ejército cipayo,9 desde el 3 de enero del flamante año, Abbas «acordó» con el Dpto. de Estado, el ingreso al «territorio» de la AP del cuerpo militar que ya mencionamos.

El gobierno estadounidense o sus personeros establecieron un mínimo lavado de cara, rebautizando Blackwater como Xe Services, que tiene una red de empresas subsidiarias para tercerizar funciones. Una de ellas, International Developement Solutions −obsérvese lo abstracto del nombre− es a la que el gobierno de Obama le ha conferido el derecho a poner su pie en Cisjordania. Fuentes ligadas a Hamas evalúan que semejante presencia le permitirá a la policía de la AP «mejorar» su sadismo y «recursos técnicos» en la represión. A la luz de los antecedentes, no se puede decir que Hamas desvaríe, calumnie o invente.10

 

 

La huella de este nuevo episodio del strip-tease farandulesco y grotesco de la AP está en el papel que cumple la progresía que se proclama aliada de la causa palestina.

Que progresistas y amigos de Palestina se permitan calificar el análisis de Klich de «interesante» nos dice que estamos en problemas. Si un intelectual profesional como Klich ve con buenos ojos la dinamización económica de Cisjordania, estamos en problemas.

Nos tememos que el operativo de pinzas diseñado por la dirección sionista a principios de los ’90 está rindiendo sus frutos. Y que las voces que lo han sabido conjurar, como la de Edward Said, han sido sistemáticamente dejadas a un lado.11

¿Qué aliados les quedan a los nativos palestinos? Si ni ahora ni nunca han podido contar con EE.UU., ni con la UE, que se pretendía equidistante, ni con la dirección política palestina laica y socialista que ha optado por el colaboracionismo, ni con los hipercorruptos estados árabes que festonan toda el área árabe del mundo (los mares Mediterráneo y Rojo), ni tampoco con los «amigos judíos» de Paz Ahora, por ejemplo,12 lo único que pienso puede «ayudar» son las voces −y las acciones− sueltas, esforzadas, heroicas hoy al menos todavía pequeñas, del MSI, de las redes solidarias que están organizando desde hace años expediciones en barcos, en camiones a la asediada Franja de Gaza, de las redes de judíos antisionistas como IJAN, de algunos grupetes intransigentes dentro de Israel como Anarquistas contra el Muro, de los apoyos internacionalistas al boicot (BDS),13 pero no mucho más.

Salvo aquella vieja ley divina que dice que «los dioses enloquecen a quienes quieren perder«, otra forma de decir que ‘la soberbia pierde a los poderosos’. Como pasó con los nazis. Porque indudablemente la soberbia confunde el juicio de realidad de su portador que cree ser «el mejor» o «lo mejor». Estas últimas creencias son muy caras a cierto sionismo agresivo y altanero que ha tomado, al parecer definitivamente, el mando ideológico del movimiento sionista.

Y por eso un tipo de sionistas lúcidos como Uri Avneri, defensor de un estado israelí que procura respetar y proteger a los palestinos que viven en Israel y en los territorios aunque al mismo tiempo preservar el hecho colonial, nos revela su temor mayor: que esta dirección israelí cada vez más integrista lleve al suicidio del engendro nacional llamado Estado de Israel.

 

 

* Periodista, editor de futuros, www.revistafuturos.com.ar, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos, Facultad de Filosofìa y Letras, Universidad de Buenos Aires.

NOTAS

1 La población judía palestina anterior al sionismo.

2 Hay un testimonio personal y nítido hecho por Ruben Kotler, un judío nacido en Tucumán, Argentina: en

«Israel, una dictadura con vestimenta de democracia «, www.deigualaigual.net. Hay un reportaje formidablemente elocuente a Reuven Abergel, un árabe marroquí de religión judía, cofundador de los Panteras Negras israelíes: <http://www.youtube.com/watch?v=pYpR9DsRVJE>

3 La ezpeluznante frase que no deja ni siquiera una rendija de responsabilidad propia por hechos violentos y torturas es recogida en múltiples documentos directamente de la boca de Meir. Nosotros aquí la extrajimos del documental Matzpen, del cineasta Eran Torbiner y ya la habíamos publicado en «Nuevas tratativas de paz… o de ocupación».

4 Los condenados de la tierra, Editorial Aquí y Ahora, Montevideo, 1972. La obra original, Les dammés de la terre, se publica en 1961, año de la prematura muerte de Fanon, martinicano y médico psiquiatra, de leucemia, a los 36 años.

5 Palestinas frihetskamp [La lucha por la libertad de Palestina], Carlssons, Estocolmo, 2008.

6 No todos, claro; los que no están en tales tratativas, o están presos o miran todo desde el llano con impotencia.

7 Cit. p. Julian Salingue, en el blog «La historia del día»: Reflexiones sobre la ocupación israelí, la Autoridad Palestina y el futuro del movimiento nacional. Fte.: Discurso del general Dayton en el Washington Institute for Near East Policy, 7/5/2009, http://juliensalingue.over-blog.com/ext/http://www.washingtoninstitute.org/html/pdf/DaytonKeynote.pdf).

 

 

8 En su sitio web.

9 El British Empire en un momento advirtió la vastedad y el alcance de su colonizaciòn y conquista de la India que decuplicaba territorio y población metropolitana por lo cual, con verdadero criterio económico, decidió formar fuerzas de seguridad locales evitando la aplicación de tanta mano de obra british en el cuidado de sus intereses. Los cipayos estaban celosamente entrenados para defender al «amo», no a su tierra, ni a su gente (aunque el experimento hasta cierto punto falló).

10 Jeff Stein, en The Washington Post, 7 ene 2011,   Tania Kepler, Alternative Information Center (AIC), 13 enero 2011.

11 En Buenos Aires, podríamos ejemplificar con los esclarecedores títulos editados por Editorial Canaán, vale decir por su editor, Saad Chedid.

12 Véase mi «Sionistas por la pax», difundido en 2007 en sitios-e.

13 Movimiento BDS, boicot-desinversión-sanciones, que iniciara un núcleo de palestinos en 2005 pero que ha ido ocupando un papel cada vez más relevante antes las acciones cada vez más genocidas del colonialismo israelí. En nuestra América apenas lo percibimos, pero se advierte su huella, aunque muy hostigado por los gobiernos, en muchos países del llamado Primer Mundo; Inglaterra, Francia, España, Suecia…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.