El 7 de octubre de 2023, mientras Atef Abu Saif nadaba en el mar Mediterráneo, reparó en los cohetes y explosiones que sonaban en todas direcciones. Había dormido en casa de su hermana Halima, en Beit Lahia, en la Franja de Gaza. Interpretó los cohetes como maniobras de entrenamiento del ejército israelí. Sus acompañantes –su cuñado, su hermano y su hijo Yasser de 15 años, que había decidido viajar desde Cisjordania para visitar a sus abuelos– no tardaron en percatarse de que algo grave ocurría. Salieron en coche de la playa rumbo a la ciudad de Gaza. Unas horas después de llegar a la Casa de la Prensa, Atef ya sabe que ha estallado una guerra brutal. Comienza a escribir. “Narraba los hechos y hacía crónicas para mí mismo, pensando que un día, como novelista, usaría el material. No quería escribir un libro. Pero una semana después del comienzo de la guerra, me di cuenta de que podía morir”, asegura el escritor, en entrevista personal concedida a CTXT durante la Festa Literária Internacional de Paraty (FLIP), celebrada en el sur del estado de Río de Janeiro.
Atef Abu Saif –autor de cinco novelas, dos libros de cuentos y de dos ensayos– se lanzó a registrar compulsivamente la ferocidad del ataque israelí contra la población civil. Escribía en su ordenador, en el teléfono móvil. Grababa mensajes en árabe e inglés que iba enviando a sus editores. A veces, caminaba tres kilómetros hasta alcanzar el wifi de un puesto de la Cruz Roja. Otras, se arriesgaba a acercarse a los tanques israelíes para captar señal, “algo peligroso” que le tocaba hacer por su “responsabilidad de escritor”. “Los medios de comunicación en inglés y árabe no me daban demasiado espacio. Entonces, resolví escribirlo todo. La ciudad de Gaza estaba siendo asesinada, y con ella nuestra memoria. Me dije, si muero, quiero que me recuerden. Sentía que podía morir en cualquier instante”, afirma Atef.
Hasta que cruzó con su hijo Yasser la frontera de Egipto para regresar a su hogar en Cisjordania, Atef escribió a diario durante noventa días. El resultado es Quiero estar despierto cuando muera. Diario de un genocidio, un libro de carácter urgente lanzado por una alianza internacional de editoriales que lo publicaron en julio “de forma simultánea para denunciar la situación de la población palestina y pedir el alto al fuego”: Blackie Books (castellano y catalán); Berria (euskera), Comma Press (Reino Unido), Beacon Books (Estados Unidos) y Jacana (África del Sur) en inglés; Angústúra (islandés), Noura Books (indonesio), Chiheisha Publishing (japonés), Società Informazione (italiano), Elefante (portugués), Second Thesis (coreano) y Pinar Publications (turco). “Mediante la escritura, podemos mantener los lugares vivos, podemos recordar calles que ahora son escombros, las casas que ahora han sido aplastadas”, escribe Atef en el libro.
“No somos números”. Atef nació en 1973 en el campo de refugiados de Jabalia, en la Franja de Gaza. Desde la primera Intifada, tiene fragmentos de balas en su cuerpo. “Tenía quince años cuando me dispararon los soldados israelíes y me incrustaron en el hígado esos fragmentos. El cirujano británico calmaba a mi madre y le dijo: Su hijo va a sobrevivir. Cada vez que encuentro a la muerte frente a mí, en el medio de la calle, intento juntar mi coraje y convencerme de que voy a sobrevivir, así como el cirujano inglés le dijo a mi madre que lo haría. Pero esta vez es distinto. Sé que no puedo mentir. Lo veo por todos lados, es la muerte, puedo sentirla. Puedo tocarla”, escribe. En la guerra de 2014, Atef publicó el artículo We are not numbers, que acabó convirtiéndose en el eslogan de la Autoridad Nacional Palestina y propiciando el proyecto wearenotnumbers.org, en el que escritores visibilizan la vida de palestinos ocultada por los números. “Los números ocultan nuestra vida. Para los asesinos no somos seres humanos. No existen nuestras memorias e historias. Somos números. Si lees que quince palestinos han muerto en un ataque israelí, son quince vidas, quince historias de amor. Quince memorias de juventud. Quince casas. Quince sentimientos de pérdida. Quince palestinos que están esperando en la fila de la panadería para alimentar a su familia”, asegura Atef asertivo.
Quiero estar despierto cuando muera es una pormenorizada crónica. Según pasan los días de guerra, la Franja de Gaza se convierte en un cementerio a tumba abierta. Los niños escriben sus nombres en la piel de su cuerpo para que sus familias encuentren sus cadáveres si mueren. Los edificios caen “como columnas de humo”. La ciudad de Gaza se transforma en “un vertedero de gomas y escombros”. La comida escasea. Se multiplican las filas. Una para el agua. Otra para el pan. Otra para cargar los teléfonos móviles. Se acumulan cadáveres por doquier. En las calles, “niños confundidos, hombres enfadados, mujeres cansadas”. Ovejas y cabras hambrientas deambulan por la ciudad. La gente no camina, corre. Un hombre usa zapatos de mujer porque “son más cómodos”. Zumbidos de drones. Estruendo constante de explosiones. Las bombas destrozan hospitales, escuelas, campos de refugiados, el Centro Cultural al-Shawa, los Centros de Prensa. Los misiles arrasan siete panaderías, mercadillos y puestos de vendedores callejeros. Alguna noche, Atef se va a dormir sin apenas haber probado un bocado de comida. A veces, cae en la cama tras treinta y seis horas sin pegar ojo. Intentar salvar vidas es más importante que dormir.
A lo largo del diario, el lector va siendo consciente de la destrucción de la ciudad de Gaza. Muchos habitantes yacen muertos bajo escombros, sin posibilidad de rescate. “Todo a nuestro alrededor está muerto y en silencio. Solo hay cuervos y algún que otro perro perdido rebuscando entre los escombros. Los israelíes quieren que toda Gaza tenga este aspecto. Insoportable. Infernal. El objetivo es siempre hacernos retroceder en el tiempo, hacer que la ciudad vuelva a parecer pobre y fea”, escribe Atef. “Cuando estaba escribiendo el libro, Gaza era un ser violado, cortado en pedazos. A día de hoy, la ciudad de Gaza no existe. No hay un solo apartamento en Gaza en el que puedas permanecer. Me refiero a que tenga ventanas, puertas, paredes. Todo ha sido destruido total o parcialmente”, asegura Atef. En el libro, describe la destrucción de su barrio, de los callejones y pasadizos de Jabalia, como “el final de una película de guerra”. “Incluso los israelíes admiten que su énfasis está ahora en el ‘daño’, no en la ‘precisión’”, escribe. Su casa natal, en la que escribió su primer cuento sobre un viejo que amaba contar historias, pero había olvidado todos los finales, está totalmente destruida.
La huida a pie que Atef realiza con su hijo para abandonar el norte de Gaza hacia el sur, atravesando el nuevo “telón de acero” diseñado por Israel, es una de las escenas más duras del diario: “Esparcidos al azar, a ambos lados del camino, hay decenas y decenas de cadáveres. Pudriéndose. Fundiéndose, parece, en el suelo. El olor es horrible. Una mano se extiende hacia nosotros desde la ventanilla de un coche calcinado, como si me estuviese suplicando algo. Cuerpos sin cabeza aquí. Cabezas cortadas allá. Miembros y partes de cuerpos tirados y abandonados a su suerte. No mires, vuelvo a decirle a Yasser. Sigue caminando, hijo”.
Arrasar la cultura. El día que los soldados israelíes irrumpieron en el apartamento histórico de Atef en Gaza, se quedaron sorprendidos ante su colección de tres mil libros. Uno de los soldados, arrancó de la pared una reproducción de La Mona Lisa de Leonardo da Vinci. “No les gusta la idea de que tenemos educación, de que tenemos una cultura, de que somos cultos. Cuando Napoleón Bonaparte ocupó Palestina usó el palacio Pasha durante tres días como su oficina, pero el ejército israelí lo destruyó con tanques”, afirma con tono apesadumbrado. Atef Abu Saif, ministro de Cultura entre 2019 y abril de 2024, denuncia cómo Israel ha destruido intencionadamente cualquier manifestación cultural de Gaza. En una entrevista de febrero de 2024, ya alertaba sobre la destrucción de doce museos y de la Biblioteca Municipal de Gaza, uno de los mayores acervos de documentación sobre la vida en Gaza y Palestina antes de la creación de Israel en 1948. “¿Por qué bombardean la iglesia más antigua de Gaza, la tercera más antigua del mundo?, ¿por qué destruyen el puerto fenicio o templos de cinco mil años de antigüedad?, ¿por qué nadie está mencionado una palabra de todo esto? No solo están asesinando a la gente y a un lugar, sino la historia. Israel quiere eliminar nuestra historia y memoria. Además, no es nuestra historia, es la historia de la humanidad”, asegura el escritor.
Atef no duda en calificar la guerra de Gaza como genocidio. “Hasta qué punto debe ser asimétrica la guerra para que deje de ser guerra. Es solo una masacre”, escribe. Acusa a Israel, con su “salvaje y sangriento ejército”, de limpieza étnica y de terrorismo de estado. “El genocidio, como no me canso de explicar a los europeos, no significa que mates a todo el mundo, sino que tengas las intenciones de hacerlo. De acuerdo con la ley internacional, genocidio es impedir la entrada de comida y medicina. Recordemos que el tercer día de la ocupación, cuando se evacuaba el norte de Gaza, un ministro israelí dijo que querían construir allí un parque de atracciones, una especie de Disneylandia en el que hacer barbacoas. Esa idea no se la han quitado de la cabeza”, sostiene Atef.
El escritor no duda en responsabilizar a Estados Unidos y a las potencias occidentales del genocidio. “Israel es su hijo mimado. Estamos pagando el precio de los errores europeos de la segunda guerra mundial”, matiza. En el libro, Atef cuenta cómo en 1948, el estado judío vio la luz sembrando el caos en Palestina: “800.000 árabes fueron expulsados a la fuerza de sus hogares, los hombres ejecutados, las mujeres violadas, las aldeas incendiadas, pueblos enteros masacrados. El terror fue lo que destruyó esa mitad de Palestina, y lo que alumbró al nuevo país (…) Mi abuela se vio obligada a abandonar su hermosa casa de Jaffa, pensando que regresaría en pocos días. De eso hace setenta y cinco años”. La escalada bélica comandada por Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, es en su opinión una cortina de humo: “La expansión de la guerra es una manera de escapar de la presión de una guerra civil. Cuando comienzan una guerra en Líbano ya nadie les pide acabar con la guerra en Gaza. El objetivo de la guerra es la guerra en sí misma. Con Irán estará todo bajo control, su objetivo verdadero es Gaza”.
El futuro de Palestina. Atef, miembro del partido político Fatah, heredero del antiguo Frente Nacional de la Liberación Palestina, considera que no se puede diseñar el futuro de Palestina excluyendo a Hamás. “No hay futuro sin Hamás. La gente decidirá si Hamás gestionó bien el 7 de octubre y sus consecuencias. Las encuestas dicen que los gazatíes no están contentos con Hamás. Están pagando el precio y no se están escuchando sus voces. Pero para la mayoría de palestinos del mundo, aunque no estén de acuerdo con algunas acciones, el 7 de octubre es un acto heroico. Sabremos más de todo esto cuando haya una discusión abierta y elecciones, algo que no están permitiendo”, afirma Atef.
En cierto momento de la entrevista, Atef baja su tono. El cansancio se adueña de su rostro. Explica que vio a su familia morir en esta guerra. Más de cien familiares asesinados. Su padre murió en abril, por falta de medicinas. Confiesa que podría estar muerto si hubiera aceptado una invitación de su hermanastra. “Aquella noche debería haberla pasado con ellos. Todavía guardo el SMS en el que me decía: Hey, están aquí mis sobrinos. Ven a pasar la noche con nosotros. Hoy, toda la familia está muerta», confiesa con resignación. Cuando parece que va desplomarse, Atef reflota su ánimo, como si estuviera agarrándose al salvavidas de un trecho de su propio libro: “Y cuando escuchas que otra persona ha muerto significa que tú, por el contrario, sigues vivo”.
El exministro se recompone. Sonríe. Saca fuerzas de flaqueza. Reconoce que todo suma para parar el genocidio. Su libro. Esta entrevista. La iniciativa judicial que lidera Sudáfrica. Que España reconozca el Estado palestino. Las manifestaciones de apoyo. “El mundo tiene que romper la narrativa de Israel de que esto es en defensa propia”, escribió en el libro. “La cuestión no es estar con los palestinos o con los israelíes –afirma con ánimo recobrado– sino contigo mismo como ser humano. ¿Estás con el genocidio o en contra?, ¿a favor o en contra matar a niños inocentes? No te estoy pidiendo que estés con nosotros, sino que estés contigo, con tu ética”.
La última página de Quiero estar despierto cuando muera corre por parte de los editores: “El 30 de diciembre, Atef y su hijo, que había cumplido dieciséis años tan solo dos días antes, lograron cruzar la frontera egipcia y ponerse a salvo. Muchos de sus familiares y amigos siguen atrapados en la Franja. La suegra de Atef, Haja, murió de frío en una tienda de Rafah mientras cerrábamos la maqueta de este diario. El genocidio dura ya 235 días”. Cuando CTXT publica este texto, el genocidio ya dura 398 días.