Traducido para Rebelión por Felisa Sastre
En el límite norte de Jerusalén, en la carretera que conduce a la ciudad palestina de Ramala, tres enormes muros de cemento convergen alrededor de un laberinto, rápidamente construido, de verjas, torniquetes e instalaciones a prueba de bombas,
Cuando en las próximas semanas se termine la construcción de Qalandiya, se cerrarán los huecos que quedan en el enorme Muro de Segregación de 8 metros de altura, y aquellos, a quienes todavía se permite pasar de un sector al otro de la ciudad, quedarán encarrilados a través de un laberinto de controles de identidad y de seguridad que recuerdan a los de las fronteras internacionales.
El ejército israelí está construyendo sin alharacas desde hace meses esta frontera, así como otros puestos similares de control a lo largo de la nueva «barrera de seguridad» que está rodeando Jerusalén, mientras la atención del mundo se polariza en el traslado de los colonos judíos de la franja de Gaza ordenado por el primer ministro israelí.
Sin embargo estos puestos fronterizos de facto son sólo uno de los elemento de una red de construcciones evidentemente dirigidas a rehacer las fronteras de Israel, situándolas muy adentro de los territorios palestinos; a asegurar que toda la ciudad de Jerusalén sea la capital israelí; y a hacerlo con rapidez para evitar que el tema sea motivo de negociación. Mientras los líderes extranjeros, incluido Toni Blair, alababan el mes pasado el «coraje» de Sharon al abandonar la franja de Gaza, Israel aceleraba la construcción del Muro en Cisjordania, expropiando más tierras de las que había abandonado en Gaza, y construyendo miles de nuevas viviendas en las colonias judías.
«Se trata de un intercambio: la franja de Gaza por los bloques para los colonos; la franja de Gaza por tierras palestinas; la franja de Gaza por fronteras impuestas unilateralmente», afirma Dror Etkes, director de la organización israelí Settlement Watch (Observatorio de las Colonias), «ellos no saben hasta dónde pueden llegar, por eso están construyendo como maníacos».
El punto clave de la estrategia es el Muro de 420 millas construido en Cisjordania, que muchos políticos israelíes consideran va a constituir la futura frontera. Su trazado habilita grandes zonas para la expansión de las principales colonias judías, de Ariel, Maale Adumin y Gush Etzion, y expropia franjas de tierra al separarlas de sus dueños.
Paralelamente, las nuevas construcciones en las colonias judías durante los primeros cuatro meses de este año superan en casi el 83 % de las del mismo periodo de 2004. En las colonias de Cisjordania se encuentran en construcción unas 4.000 viviendas y se han aprobado miles de ellas más en los barrios de Ariel y Maale Adumin que se adentran en el interior de los territorios ocupados. El número total de colonos ha aumentado también este año en unos 14.000 establecidos en Cisjordania mientras que sólo 8.500 se han visto obligados a abandonar Gaza.
Israel continúa, asimismo, ampliando el territorio que pretende retener. Sólo en julio, se ha apoderado de más tierras en Cisjordania de las que ha abandonado en Gaza, al retirarse de unas 19 millas cuadradas de superficie mientras se apoderaba de 23 millas cuadradas de Cisjordania alrededor de Maale Adumin.
La estrategia de Israel consiste en «reforzar el control sobre zonas que van a constituir una parte inseparable del Estado de Israel», afirmó el primer ministro tras la retirada de Gaza.
El mes pasado, en una reunión de los aliados de su partido, el Likud, aseguraba que era importante ampliar las colonias sin llamar la atención del mundo. «No es necesario hablar; lo que precisamos es construir y lo estamos haciendo sin hablar», declaró. Pocos días después, uno de los consejeros principales del primer ministro, Eyal Arad, defendió públicamente «una estrategia unilateral que fije las fronteras permanentes del Estado de Israel».
El mayor impacto de las últimas actuaciones israelíes se ha centrado en Jerusalén y sus alrededores, al mismo tiempo que intensificaba la construcción del Muro en las zonas más controvertidas de su trazado.
«Lo que estamos observando es la aceleración de la construcción del Muro «, declaró David Shearer, responsable de la Oficina de la ONU para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios en Jerusalén.
Con el Muro, se está aislando Jerusalén del resto de Cisjordania. Los desplazamientos en Jerusalén se llevarán a cabo mediante una tarjeta magnética y un sistema muy sofisticado de controles. El acceso del que disfrutaban los palestinos a sus puestos de trabajo, a algunas de las mejores escuelas, y a los hospitales va a ser ahora rigurosamente restringido».
El Muro de hormigón que atraviesa Jerusalén establece enclaves árabes en la ciudad, limita el crecimiento de los barrios no judíos y la separa de los 200.000 palestinos que residen en Cisjordania.
Jerusalén Este todavía va a quedar más aislada del resto de Cisjordania por las actuaciones encaminadas a unir la ciudad con la colonia de Maale Adumin, utilizando el Muro para delimitar la frontera. El resultado será el rodear por completo las zonas árabes de Jerusalén con enormes barriadas judías y situar la frontera de Israel atravesando casi por el medio Cisjordania y, en la práctica, separando el norte y el sur del territorio palestino por su zona más estrecha.
Organizaciones como Crisis Group advierten de que podrían producirse consecuencias explosivas. «Las actuales políticas en la ciudad y sus alrededores complicarán enormemente, y quizás condenarán al fracaso, las tentativas futuras de resolver el conflicto mediante el establecimiento en Jerusalén Este de una capital palestina viable, e impedirán la continuidad territorial de un Estado palestino», afirman en un reciente informe.
«Las medidas que se están adoptando en la actualidad van en contra de cualquier solución viable basada en el establecimiento de dos estados, y no va a reforzar la seguridad de Israel; todo lo contrario, va a socavarla; va a debilitar a los palestinos pragmáticos al incorporar a centenares de miles de palestinos al lado israelí del Muro y sembrar la semilla para el crecimiento de la radicalización».
En los últimos años, ambas Partes han aceptado, a grandes rasgos, que un acuerdo negociado dejaría en manos judías las principales colonias próximas a Jerusalén. El año pasado, Bush escribió a Sharon asegurándole que no se esperaba que Israel volviera a las fronteras de 1967 » a la vista de las nuevas realidades sobre el terreno, entre las que se incluyen los ya existentes grandes núcleos de población israelí».
Sin embargo, Daniel Seidemann, un abogado israelí que ha planteado demandas relativas al Muro, afirma que el Gobierno ha trabajado para imponer hechos consumados en todo el territorio posible mientras los gobiernos extranjeros huyen de la crítica a Sharon por miedo a poner en peligro la retirada de Gaza.
«Lo que está ocurriendo es evidente. Está claro que el Muro se está usando para establecer la frontera que Sharon cree puede conseguir de los estadounidenses», afirma.
Sharon parece que cuenta con el silencio de las capitales estadounidense y europeas porque el próximo año se enfrenta a unas elecciones generales que Washington querría que ganara a su principal adversario de la ultraderecha, Binyamin Netanyahu.
Los dirigentes palestinos creen que Sharon tiene escaso interés en negociar porque los palestinos no abandonarán su exigencia sobre Jerusalén Este y las grandes zonas de tierra que quiere anexionarse.
Sin embargo, Yossi Beilin, un antiguo ministro del Gabinete israelí y negociador en el proceso de paz, dijo que la ausencia de presión por parte de Washington y de los otros miembros del Cuarteto en la supervisión del plan de paz previsto en la «Hoja de Ruta» , deja las manos libres a Sharon para modificar las fronteras de Israel. «El compromiso con la hoja de ruta es una caricatura; se trata simplemente de palabras que se lleva el viento», afirmó Beilin.
«Soy muy pesimista porque observo las enormes diferencias entre los discursos – la enorme importancia que tiene la Hoja de Ruta en la agenda y cómo los gobiernos extranjeros afirman que se van a ocupar de ella- y lo que ocurre en el terreno: nada. Sharon hace lo que quiere.
Este artículo se publicó en The Guardian, el 18 de octubre de 2005