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Palestina

Jenín sigue llorando a Juliano Mer-Khamis

Fuentes: Rebelión

Este cobarde asesinato cometido por radicales islamistas es una puñalada en el corazón a todos aquellos que estamos comprometidos con la causa del pueblo palestino.

El alevoso asesinato de Juliano a manos de los radicales islamistas en Jenín en el mes de abril del año pasado aún nos sigue estremeciendo. Nadie puede comprender por qué cometieron un crimen tan ruin y perverso. Lo cierto es que había recibido amenazas e incluso en un par de ocasiones incendiaron el Teatro de la Libertad pero él no se dio por aludido y valientemente decidió desafiar el reto de los grupos afines a Hamas y la Yihad Islámica. Lo acusaron de «corromper a la juventud y propagar ideas contrarias al islam» «un infiltrado judío instructor de colaboracionistas». Por este motivo lo condenaron a muerte y sin compasión ejecutaron a sangre fría al actor y director de teatro israelo-palestino. ¡Cómo es posible que un judío venga a sembrar la cizaña en los territorios ocupados! ¡Qué se habrá creído ese antiguo paracaidistas de las fuerzas especiales del Tzáhal! Es intolerable que en un escenario se mezclen mujeres y hombres en actitudes poco decorosas o que unos niños interpreten el papel de cerdos en la representación de la «Rebelión en la Granja». Esta es una advertencia para todos aquellos intrusos o infieles extranjeros que vienen a entrometerse en asuntos que no les incumbe.

Poner en tela de juicio la religión, las tradiciones ancestrales, la familia y la autoridad patriarcal es una provocación imperdonable. Soliviantar a los jóvenes lanzando críticas veladas contra los fundamentos más sagrados de la sociedad musulmana, irreverente. Desde luego que es lícito rebelarse, sí, pero sólo contra el enemigo sionista. Exigir un cambio social haciendo énfasis en la igualdad de género, el laicismo o denunciando la corrupción de la ANP, inadmisible. La ortodoxia islamista considera el arte poco menos que pecaminoso, es «haram» porque despierta el libertinaje y las tentaciones de la carne. En Palestina el arte es visto con menosprecio, es algo inútil pues no produce ninguna rentabilidad económica. A los artistas se les considera unos bohemios muy proclives a violar los principios éticos y morales que rigen los estrictos códigos sociales.

A Juliano le advirtieron que no volviera a Jenín, que los palestinos no necesitaban redentores ni mesías o, de lo contrario, que se atuviera a las consecuencias. ¿Qué se le ha perdido aquí a este individuo hijo de padre cristiano-palestino y madre judía, un infiel «kufar», anarquista y comunista? Pero él ya no podía dar un paso atrás pues se consideraba uno más de ellos. No se dejó intimidar y pago cara su osadía. Esta muerte ha dejado huérfano el proyecto de resistencia pacífica más importante de los últimos tiempos. Él afirmaba que «la tercera intifada sería cultural, una intifada donde no se dispararían balas sino poemas». Reconstrucción o autodestrucción, he ahí el dilema.

Con esto queda demostrado que educar para la paz y el respeto a la vida es una quimera. Menos aquí en Jenín donde se hallan cercados por muros de hormigón, metidos en una jaula y continuamente agredidos por el ejército de ocupación ¿para qué sirve el arte, el teatro, el cine? No son más que expresiones de la decadente sociedad occidental -afirman los Chejs (autoridades religiosas). El pueblo palestino ha sufrido tremendo trauma psicológico producto de las guerras y el despojo, ha corrido mucha sangre, millones de personas condenadas al exilio, miles de muertos, prisioneros, torturados. Se ha generado infinito dolor que rezuma rabia y desprecio. Cómo olvidar aquel día 3 de abril de 2002 -en la segunda intifada- cuando Ariel Sharon dio la orden de arrasar el campo de refugiados Jenín, centro neurálgico de la resistencia armada palestina, causando una espantosa masacre. «Que escriban su historia en las lápidas de los cementerios». Los jóvenes deben asumir su papel revolucionario, vengar a los caídos y convertirse en guerreros invencibles que reconquisten Al Quds, Jerusalén. El objetivo prioritario: borrar del mapa al estado de Israel. Por eso es preferible patrocinar escuelas de mártires, instruir suicidas, bombas humanas que se inmolen en nombre de Alah. Esas fantasías del cine y el teatro desmovilizan al personal y mutilan la conciencia. Lo principal es orar en las mezquitas y prepararse para la yihad. En las dos intifadas salieron desde Yenín más de 25 suicidas que cometieron sangrientos atentados en suelo israelí.

Es duro reconorerlo pero las posibilidades de entendimiento entre las dos comunidades son prácticamente nulas. Existen obstáculos infranqueables: facciones Palestinas que se niegan a negociar con el enemigo o grupos ultraortodoxos judíos que jamás darán su brazo a torcer. Nadie quieren ceder ni transigir en sus reivindicaciones. Cualquier concesión al enemigo sería vista como una traición.

Juliano se declaraba ciento por ciento Palestino y también ciento por ciento judío. Su actitud contestataria era bien conocida ya que en ocasiones criticó públicamente a las autoridades sionistas por su política de apartheid, los asesinatos selectivos, demoliciones, o la sistemática construcción de colonias en los territorios ocupados. Para reafirmar dicho compromiso junto con Zacaria Zubeidi, antiguo líder de las brigadas de los  Mártires de Al-Aqsa, Jonatan Stanczak y Dror Feiler fundaron en Jenín el Teatro de la Libertad en el año 2006. Su principal objetivo desarrollar procesos creativos que contribuyan a la reconstrucción física y espiritual de las víctimas del conflicto. De todos es bien sabido el trauma causado a los niños y los jóvenes que en carne propia han sufrido todo el rigor de la agresión armada. El mejor antídoto para sacarlos de ese entorno enajenante, de ese círculo vicioso donde impera la desesperanza, la frustración y el fracaso es la expresión artística y la terapia de grupo.

¿Es posible la coexistencia pacífica entre el pueblo israelí y el palestino? Tal vez suene algo utópico pero hay que correr el riesgo y eso es lo que intentaba hacer él. ¿Podrán convivir en paz y armonía en un sólo país ambos pueblos como ya lo hicieran en el pasado? ¿es válido apostar por un proyecto de futuro? ¿o es que acaso no hay futuro? Abrir un diálogo entre árabes e israelíes escenificado por la sociedad civil y no por la clase política, un pacto sin intermediarios es la clave, romper el inmovilismo, los muros mentales y los rencores atávicos. Este es un conflicto iniciado hace más de cien años por el sionismo internacional en su afán por conquistar y colonizar la tierra prometida. Un plan muy bien diseñado que contó con el aval de las potencias mundiales y las Naciones Unidas. La declaración de Balfour (fechada el 2 de noviembre de 1917) es un claro ejemplo de ésto. En ese entonces el ministro de exteriores británico, Arthur James Balfour, le envió una carta a Lord Rothschild, un líder de la comunidad judía de Gran Bretaña, en la que expresaba la «simpatía británica con las aspiraciones judías sionistas» y la aprobación del «establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío».

El estado de Israel con todo el descaro ha decidido suspender todas las negociaciones de paz. Lo primordial para ellos son los hechos consumados. Gracias a las victorias militares en las guerras del 1948, 1956, 1967 y 1973 han conseguido apoderarse de la práctica totalidad del territorio palestino. ¿Cómo hacer frente a un ejército poderosísimo dotado de armamento de última generación y tecnología punta al que no le tiembla la mano a la hora de apretar el gatillo y eliminar a sus enemigos? ¿A base de comandos suicidas y cohetes artesanales tal vez? Según Simón Peres «los derrotados deben comprender que Jerusalén es la capital eterna e indivisible del gran Eretz Israel», ni hablar del desmantelamiento de las colonias ilegales o el regreso de los refugiados -últimamente el mismo Abu Mazen ha declarado que renuncia a esta exigencia. Con EEUU y la Unión Europea guardándoles la espalda no hay nada que hacer. Ellos saben que han ganado la partida y lo único que les preocupa es expandir sus colonias y judaizar al pueblo palestino. Dejar que pase el tiempo, que inexorable pase el tiempo y se cumplan las profecías de la Torá.

Palestina es deficitaria en recursos de agua, electricidad o hidrocarburos, depende por completo de la economía israelí y, sobre todo, de las dádivas repartidas por la ONU, los países donantes, las Ongs y demás organismos de ayuda humanitaria. Hoy de nada valen los discursos revolucionarios de los años setenta cuando Yasser Arafat y de tantos líderes de la OLP y Al Fatah prometían alcanzar la victoria y eliminar de raíz el «cáncer del sionismo». A estas alturas del siglo XXI la situación geopolítica ha cambiado drásticamente: se acabó la guerra fría, el bloque soviético se ha extinguido y el capitalismo sin oposición alguna se erige majestuoso como el sistema hegemónico a nivel mundial.

El 4 de abril del 2011, cuando Juliano tras una intensa jornada de trabajo se disponía a regresar a su casa en Haifa fue tiroteado en el interior de su auto por varios encapuchados. A consecuencia de las gravísimas heridas causadas por los disparos, murió en el acto. De esta forma mataron también una vía de reconciliación entre dos sociedades históricamente enfrentadas. Qué importa un muerto más en este desquiciado conflicto, argumentarán los más fríos analistas.

¿Cuántos voluntarios no llegan del exterior costeándose el viaje, su manutención, desafiando los controles aduaneros? Miles de cooperantes procedentes de medio mundo dispuestos a solidarizarse con el pueblo palestino, e incluso, en ocasiones, hasta entregar su propia vida -como sucedió con Rachel Corrie aplastada por una excavadora cuando pretendía detener las sistemáticas demoliciones de viviendas ordenadas por el gobierno israelí en la franja de Gaza. Una actitud altruista que los enaltece aunque a veces la recompensa sea regresar a su tierra natal en un ataúd.

Todavía estábamos conmocionados por tan luctuosa noticia cuando de repente una semana después, el 15 de abril, fue secuestrado en Gaza, por un grupo salafista afin a Al Qaeda, el activista italiano Vittorio Arrigoni miembro del Movimiento de Solidaridad Internacional. Sus captores exigían la puesta en libertad de varios de sus compañeros detenidos en las cárceles de Hamas, entre los que se encontraba su líder Abu Al Whaleed Al Maqdisi. Vittorio se había convertido en un símbolo de resistencia, en un defensor de los derechos del pueblo palestino en especial de la asediada franja de Gaza. Su compromiso era incondicional hasta el punto de elegir el puesto más sacrificado: escudo humano para que los agricultores pudieran cultivar sus campos o los pescadores salieran a faenar en la mar. Aunque, como en el caso de Juliano, de poco le sirvieron tan meritorios antecedentes pues sus captores cruelmente lo estrangularon bajo la acusación de «difundir vicios occidentales entre la juventud gazatí». Es un cristiano, un hereje, un europeo o cruzado perteneciente a un mundo hostil a la «umma musulmana». Estereotipos y prejuicios a los que se conceden mucha credibilidad.

Todos los que luchamos por una Palestina libre, activistas, cooperantes, voluntarios, periodistas, realizadores, intelectuales sentimos como si nos hubieran propinado una puñalada en el corazón. Estas no son dos muertes más que se contabilizan en las macabras estadísticas. No, sin duda en un mundo donde capea a sus anchas el desdén y la indiferencia han eliminado a unos personajes irrepetibles. Jenín sigue llorando a Juliano, un año y medio después lo llora desconsoladamente. Así lo comprobé en mi visita hace una semana al Teatro de la Libertad -que por cierto sigue funcionando a pesar del duro golpe recibido y a las redadas a que se ve sometido por el ejército hebreo que lo allana muy a menudo en busca de potenciales «terroristas». La amargura y la tristeza se palpa en el ambiente, todos sus amigos y conocidos no pueden disimular el profundo dolor que les embarga.

Como era de esperar el crimen de Juliano sigue sin esclarecerse, los culpables han conseguido su objetivo: aterrorizar y coartar la libertad de expresión imponiendo la inquisitorial censura. También algunos manipuladores especulan con que todo esto hace parte de una conspiración del Mossad. Claro, lo más comodo es cargarle el muerto al enemigo y cínicamente eludir las responsabilidades. Estos rumores intoxican aún más la resolución de un caso que nos tememos se archive por imposible.

Hoy en Jenín, como en el resto de Palestina, la situación socio-económica es desesperante, y en el campo de refugiados, aún peor. El bloqueo israelí los tiene asfixiados. Los pobladores afirman sin tapujos que están preparados para la Tercera Intifada pero esta vez no contra los judíos, sino contra al propio gobierno de la ANP. Las protestas populares acusan al primer ministro Salam Fayad. y el presidente Mahmoud Abbas «the six million dollar man» (apodo que le han puesto por la mansión que se compró en Ramala fruto de sus turbios negocios humanitarios) de alta traición a la patria.

No hay vuelta de hoja, el gobierno palestino se encuentra en bancarrota y no le queda otra opción que hincarse de rodillas y estirar la mano rogándole a sus valedores, Arabia Saudita, los países del Golfo Pérsico, Estados Unidos o la Unión Europea que le remitan con urgencia las divisas necesarias para capear el temporal. La verdad es que 120.000 funcionarios de la administración no cobran su sueldo desde hace meses, los conductores de taxis o del transporte público se echaron a la huelga porque la gasolina se ha puesto por las nubes. -el litro subió de 6 a 8 shékel, es decir, a 1.50 euros. Con salarios mensuales de 300 euros o 1600 shékel no hay quien sostenga una familia y deben hacer milagros para sobrevivir dignamente. Para colmo el desempleo se eleva por encima del 50% y el encarecimiento de los productos básicos sigue su escalada. Jenín no aguanta más, sus habitantes desesperados intentan tramitar un permiso de trabajo, la tarjeta azul, expedida por las autoridades israelíes que les permita laborar en los asentamientos donde hay una gran demanda de obreros de la construcción, basureros, jardineros o agricultores. Los sueldos se duplican y al menos pueden dar de comer a sus familias sin mayores sobresaltos.

En este gueto jaula custodiado por los carceleros israelíes reina desde hace décadas el estado de sitio. La estrategia del gobierno Netanyahu para doblegar la resistencia es la del palo y la zanahoria. O sea, si se portan bien gozarán de los parabienes de la sociedad de consumo: los teléfonos móviles, televisiones de plasma, computadores, centros comerciales bien surtidos o de lo contrario, cualquier atisbo de rebeldía, traerá como respuesta el castigo colectivo. Se intenta domar el legítimo derecho a la resistencia, amansarlos para que comprendan cuales son las reglas del juego y se olviden de sus «delirantes reivindicaciones». «Acuérdense: si tiran piedras recibirán a cambio misiles y bombazos».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.