Tres rabinos estadounidenses, pertenecientes al movimiento antisionista Neturei Karta International, llegaron ayer a Estambul para sumarse al movimiento mundial de denuncia contra Israel por su asalto a la «Flota de la Libertad» cuyo destino era Gaza. Todo un gesto de dignidad y de coherencia intelectual. A su llegada a la sede central de la Fundación […]
Tres rabinos estadounidenses, pertenecientes al movimiento antisionista Neturei Karta International, llegaron ayer a Estambul para sumarse al movimiento mundial de denuncia contra Israel por su asalto a la «Flota de la Libertad» cuyo destino era Gaza. Todo un gesto de dignidad y de coherencia intelectual.
A su llegada a la sede central de la Fundación de Ayuda Humanitaria IHH, organizadores del convoy atacado, el rabino Yisroel Dovid Weiss expresó a Rebelión su resuelta oposición a la existencia del estado de Israel y su determinación de trabajar para que los crímenes cometidos por éste no queden impunes.
«Condenamos rotundamente esta atrocidad que ha sido perpetrada contra Turquía y los activistas de Derechos Humanos que viajaban en los barcos» afirmó el religioso en referencia al ataque llevado a cabo por Israel en la madrugada del pasado lunes.
Añadió que todos sus esfuerzos se centran ahora en conseguir «de una manera rápida y pacífica el desmantelamiento del estado de Israel y una (Franja de) Gaza en paz», de este modo «judíos, musulmanes y cristianos podremos vivir en armonía».
Para Weiss el judaísmo es una religión pacífica y no así el estado hebreo «que fue creado para atemorizar a la gente».
Durante la rueda de prensa que tuvo lugar con posterioridad, los líderes religiosos desplegaron una pancarta donde se podía leer «el judaísmo rechaza el estado de Israel y sus atrocidades» y portaban sobre sus trajes unas pequeñas etiquetas con la leyenda «un judío no un sionista».
El presidente de la organización IHH lo había expresado momentos antes a la prensa: «Con nosotros [en los barcos asaltados] había gente de todos los rincones del mundo. Derechistas, izquierdistas, liberales, conservadores, ateos, islamistas, musulmanes, cristianos, judíos y budistas. Era una iniciativa pacífica y civil organizada por personas con conciencia, que iban desarmadas».
En la misma línea se expresaron los tres cooperantes españoles cuando ayer explicaban a este periódico que el clima de convivencia en el barco fue excelente pese a reunir a personas de muy diferentes culturas, ideologías y religiones.
Justificar el horror
Y mientras todo esto sucedía en Turquía, en el estado español un individuo que se dice diplomático, Raphael Schultz, para más señas representante del estado sionista de Israel, justificaba en El Periódico el uso de las armas porque «toda esa gente está ideológicamente muy en contra del estado de Israel». Tan en contra estaban que las tropas de elite, que se lanzaron a sangre y fuego contra los voluntarios humanitarios, llevaban una lista con 16 personas de las que iban a bordo a las que era necesario asesinar. Todas ellas connotados activistas de la defensa de los derechos del pueblo palestino y algunos de los cuales son ciudadanos israelíes. Cuando Schultz definió a las víctimas como «violentos disfrazados de pacifistas» estaba ocultando que entre esos «objetivos» militares se hallaba por ejemplo Hylarion Capycci, arzobispo católico melkita israelí; o que sus valorosos soldados golpearon y tiraron por el suelo al arzobispo de Jerusalén, un anciano de más de 90 años, que también viajaba en el barco; por no hablar de esa cifra de muertos que a él le parece despreciable y en la que evita incluir el número indeterminado de desaparecidos que más pronto que tarde se conocerá con exactitud.
Porque, efectivamente, hay muertos con disparos de bala en la cabeza realizados a menos de un metro como lo demuestran las pruebas forenses. Ejecuciones sumarias de personas cuya mayor y más peligrosa arma era su ideología, como bien reconoce el embajador. Y hay testigos que vieron cómo soldados israelíes lanzaban al mar cuerpos. Pero para eso Schultz no dio respuestas.
De modo que la operación militar fue minuciosamente preparada y organizada con la ayuda de los servicios de inteligencia. Sabían quiénes iban en el convoy y qué hacían. «Un día antes del ataque -relató el activista Manuel Tapial- vimos que un avión espía no tripulado (drone) sobrevolaba los barcos».
El discurso sionista es ahora desprestigiar a la Fundación IHH, «una organización terrorista» dicen de ella. Y se multiplican los artículos de las raholas y los albiacs para maquillar el rostro criminal de un estado terrorista como es el de Israel. Pero lo cierto es que la ONG turca ha socorrido tanto a las víctimas del terremoto de Haití, como a los damnificados de seísmos en Italia y Grecia, del tifón Katrina en Estados Unidos, además de llevar ayuda humanitaria a Afganistán, Irak, Bosnia y diversos estados de África. «Nuestras cuentas son claras y abiertas» aseguró el jueves Bülent Yildirim, presidente de IHH.
Pero por si esto no fuera suficiente, Israel pretende justificar la barbarie con la tesis de que estaban siendo invadidos; en palabras de su embajador: «cuando entra un violento en tu casa y te ataca y luego…». Ayer Yildirim presentó un documento que certifica que las coordenadas de los barcos a las 1.31 GMT del pasado lunes, 31 de mayo, (hora en que fue asaltado) eran 32º 49′ 40,80» Norte y 33º 31′ 55,20» Este, lo cual quiere decir que las embarcaciones se hallaban en aguas internacionales.
Así lo explicó el dirigente de IHH: «viajábamos en aguas internacionales, de las que nadie es propietario. Ignorando el derecho internacional y la legalidad marítima que se ha dado la Humanidad durante miles de años, [Israel] actuó no con la responsabilidad y la seriedad de un Estado, sino como una organización terrorista» y sentenció que los responsables israelíes por el abordaje a la Flota de la Libertad debe ser juzgados como «los nazis por los crímenes cometidos contra los judíos» y «los serbios por las matanzas de bosnios».
Antonio Cuesta es corresponsal de la agencia Prensa Latina en Turquía
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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