Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
A la sombra del teatro montado por el Primer Ministro Benjamin Netanyahu en las Naciones Unidas la pasada semana, armado con su viñeta con el dibujo de la bomba iraní, las autoridades israelíes lanzaron una iniciativa mucho más sigilosa pero igualmente combativa para aniquilar cualquier esperanza de proceso de paz que hubiera podido sobrevivir.
Por primera vez en su historia, Israel está tratando de equiparar a los millones de palestinos que malviven en campos de refugiados por todo el Oriente Medio, con los millones de ciudadanos israelíes descendientes de judíos que vivían en los países árabes antes del establecimiento de Israel en 1948.
Según el Viceministro de Asuntos Exteriores de Israel, Danny Ayalon, cuyos padres eran originarios de Iraq y que se ha puesto al frente de esa campaña del gobierno, casi un millón de judíos huyeron de países como Iraq, Egipto, Marruecos y Yemen. Esa cifra excede el número generalmente aceptado de 750.000 refugiados palestinos como consecuencia de la guerra de 1948.
El objetivo de Israel está muy claro: confía en persuadir a la comunidad internacional de que el sufrimiento de los refugiados palestinos queda de hecho anulado por las experiencias de los «refugiados judíos». Si a lo largo de todos los años posteriores no ha podido hacerse nada por los judíos árabes, entonces los palestinos no deberían confiar tampoco en restitución alguna.
Ese ha sido el mensaje implícito en las últimas semanas de una campaña lanzada en los medios sociales denominada «Soy un refugiado», que incluye videos de Youtube en los que los judíos dicen haber vivido aterrorizados en los Estados árabes después de 1948. Ayalon ha anunciado también planes para la creación de un nuevo día de conmemoración nacional, el Día del Refugiado Judío.
Fue este mes cuando el Ministro de Asuntos Exteriores israelí y las organizaciones judías estadounidenses lanzaron la iniciativa durante la celebración de una conferencia en Nueva York pocos días antes de las sesiones de apertura de la Asamblea General de la ONU.
La elección que Israel ha hecho del escenario -las Naciones Unidas- no es accidental. La campaña está diseñada sobre todo para amortiguar la medida anunciada por el Presidente palestino Mahmud Abbas en su discurso de la pasada semana en la Asamblea General de empezar a buscar en la ONU un status para Palestina como estado no-miembro.
Después de que la oposición de EEUU obligara el año pasado a los palestinos a abortar su intento de que el Consejo de Seguridad reconociera su estatalidad, se confiaba en que Abbas retrasara hasta noviembre su nueva petición, una vez terminada la campaña electoral estadounidense, para evitarle nuevas dificultades al Presidente Obama.
La intención de Abbas ha incitado a Israel a tomar la ofensiva.
Cualquiera que dude del cinismo de la preocupación del gobierno israelí por los judíos árabes solo tiene que seguir el rastro del origen de la campaña. La primera vez que se pensó en lanzar esa campaña fue en el año 2009, cuando Netanyahu se vio obligado -bajo las presiones de Obama- a dar un discurso apoyando la estatalidad palestina. Inmediatamente después, Netanyahu le pidió al Consejo de Seguridad Nacional (CSN), cuyo papel incluye evaluar las amenazas estratégicas planteadas por los palestinos, que sopesara los méritos de defender el caso de los judíos árabes en los foros internacionales.
La valoración del CSN es que los judíos árabes, conocidos en Israel como Mizrahim y que suponen una pequeña mayoría del total de la población judía, deberían pasar a ser una cuestión central en el proceso de paz. Como Israel sabe, eso crearía un bloqueo permanente a cualquier acuerdo.
El CSN ha propuesto demandas imposibles: la contrición de todos los Estados árabes antes de que pueda alcanzarse un acuerdo con los palestinos; disociar el estatus de refugiado y el derecho al retorno; así como el derecho de los judíos árabes a mayores compensaciones que los refugiados palestinos, debido a sus superiores riquezas.
Israel está también trabajando en otros frentes para socavar el caso de los refugiados palestinos. Sus lobbys en EEUU están exigiendo el desmantelamiento de la UNRWA, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Hay presiones bipartidistas cada vez mayores en el Congreso de EEUU para que solo se registre como refugiados a los palestinos personalmente desplazados de sus hogares en 1948, despojando de ese estatus a millones de sus descendientes. A la vez que otra -y al parecer contradictoria- medida legislativa insistiría en que se les garantizara a los judíos árabes el mismo estatus de refugiado que a los palestinos.
Los palestinos se oponen profundamente a cualquier vinculación entre los judíos árabes y los refugiados palestinos. Sostienen, en particular, que no puede hacérseles responsables de lo que sucedió en otros países. La justicia para los refugiados palestinos está totalmente separada de la justicia para los judíos árabes.
Además, muchos, cuando no la mayoría, de los judíos árabes dejaron sus hogares voluntariamente, a diferencia de los palestinos, para empezar una nueva vida en Israel. Incluso donde hubo tensiones que obligaron a huir a los judíos, como en Iraq, es duro reconocer que fue siempre como consecuencia de enfrentamientos étnicos. Hay firmes pruebas de que la agencia de espionaje israelí, el Mossad, emprendió operaciones de falsa bandera en los Estados árabes para exacerbar el miedo y la hostilidad necesarios que impulsaran a los judíos árabes a marcharse a Israel.
Asimismo, la proclama de Israel de que tiene derecho a representar a los judíos árabes colectivamente y reclamar compensaciones en su nombre ignora la realidad de que Israel fue espléndidamente compensado por absorber a los judíos, tanto mediante masivas reparaciones tras las guerra, por parte de países como Alemania, como mediante miles de millones de dólares en donaciones anuales provenientes de EEUU.
Pero hay una razón mucho más importante para sentirse escéptico ante esta campaña. Clasificar a los judíos árabes como «refugiados» entra en contradicicón con la justificación principal utilizada por los sionistas para la creación de Israel: esa es la patria natural de todos los judíos y el único lugar donde pueden sentirse a salvo. Como el ex Primer Ministro israelí, Ran Hacohen, observó en una ocasión: «Vine a instancias del sionismo, debido a la atracción que esta tierra ejerce y debido a la idea de redención. Nadie va a definirme como refugiado».
El gobierno de Netanyahu está elaborando, pues, un argumento profundamente antisionista, que se ha visto obligado a adoptar debido a su propia intransigencia en el proceso de paz.
Su negativa a aceptar un pequeño Estado palestino en las fronteras de 1967 significa que la comunidad global se ve obligada a volver a evaluar los sucesos de 1948. Para la mayoría de los judíos árabes, ese período es ya un capítulo cerrado. Para la mayoría de los refugiados palestinos, sigue siendo una herida abierta.
Jonathan Cook ha ganado el Premio Especial al Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son: » Israel and the Clash of Civilizations: Iraq , Iran and the Plan to Remake the Middle East » (Pluto Press) y «Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair» (Zed Books). Su página en Internet es: www.jkcook.net
Fuente original: http://www.counterpunch.org/2012/10/02/israels-refugee-pawns/