Traducción de J.M.
«Una mayoría de israelíes para reemprender la recolonización de Cisjordania» es el título de un despacho proveniente de Jerusalén, fechado el 14 de septiembre. Ha trascendido que más de la mitad de las personas interrogadas (51%) «estima que el primer ministro Benjamín Netaniyahu debe reanudar la construcción al final de la moratoria, el 26 de septiembre. El 39% es favorable a la continuidad del congelamiento parcial de la colonización, el 10% no tiene opinión». Este sondeo fue realizado por el periódico Yediot Aharonot .
El pequeño problema es que fueron seleccionadas solamente judíos israelíes, lo que significa que no se ha preguntado la opinión de 1.500.000 palestinos que son ciudadanos de Israel y que constituyen aproximadamente el 20% de la población. Por lo tanto, el título del comunicado de la AFP es de hecho falso, pero, a su vez, ilustra bien el término «Estado judío», un estado en el cual los ciudadanos no judíos no tienen voz ni importa su opinión.
Durante el proceso de Oslo, algunos diputados de derecha exigieron al gobierno de Rabin que toda decisión importante que se refiera a los territorios ocupados, para ser adoptada, debería contar con una «mayoría judía» en el parlamento, lo que quiere decir que no se tomarían en cuenta los votos de los diputados palestinos. Es cierto que para Israel no existe la nacionalidad israelí, la denominación es ciudadanos judíos o no judíos.
Nacido en Varsovia, Israël Shahak emigró a Palestina en el año 1945 después de pasar dos años en el campo de concentración de Bergen-Belsen. Profesor de química en la universidad hebrea de Jerusalén, se convirtió en presidente de la Liga de los Derechos del Hombre y del ciudadano, en el año 1970. En un valiente libro publicado en francés en el año 1975, titulado El racismo del Estado de Israel, obra para la cual sería hoy dudoso encontrar un editor, se hacía la siguiente pregunta: «¿Qué es un estado judío?» Guy Authier, 1975), y esbozaba la siguiente respuesta:
«La mayoría de los escritos relativos a Israel y especialmente los que se refieren a su propósito de fijar fronteras, sufren de un vacío fundamental: ignoran el hecho de que el Estado de Israel no es -ni en principio ni de hecho-, un estado israelí, tampoco un estado de los israelíes, es un estado judío.»
Ninguna estadística es propia de los israelíes.
«No solamente son inexistentes los israelíes en Israel, sino que también los animales y las plantas están divididos en judíos y no judíos. Oficialmente, el estado de Israel censa y califica a las vacas y los carneros, los tomates y el trigo como ‘productos judíos’ y ‘no judíos’.»
Es necesaria toda la ignorancia de Bernard Kouchner para hablar de un «pueblo israelí» a quien Europa debía garantizar «su seguridad y su identidad judía» («A quand l’Etat palestinien?«, Le Monde , 23 de febrero de 2010).
Israel es la única democracia que hace una distinción entre ciudadanía y nacionalidad: todos los portadores de la ciudadanía (ezrahut) tienen, en principio, iguales derechos, pero solamente los judíos son beneficiarios de la nacionalidad (le’um). En 1970, Shimon Agranat, presidente de la Corte Suprema, confirmó que no se puede hablar de la «nacionalidad israelí», ya que no existe la nación israelí separada de la nación judía y que Israel tampoco es solamente el estado de sus ciudadanos judíos, sino que es el estado de todos los judíos del mundo. Uzi Ornan, profesor de lingüística, intentó una acción en el año 2000 para revertir esta sentencia, pero sus posibilidades son casi nulas.
Se entiende mejor porque los Palestinos no pueden reconocer el carácter judío del Estado de Israel, que los llevaría a ser ciudadanos de segunda en ese estado. Es sorprendente que los dirigentes estadounidenses y europeos, así como numerosos intelectuales, exijan de la Autoridad Palestina plegarse a la exigencia de los israelíes.
http://blog.mondediplo.net/2010-09-17-Juifs-ou-Israeliens
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