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Juicio a la Intifada

Fuentes: The Electronic Intifada

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

El cuarto aniversario de la violenta represión israelí de la insurrección palestina, que ha coincidido con la última masacre de palestinos en la franja de Gaza, ha motivado múltiples análisis, muchos de ellos coincidentes- de forma ilusoria- en que la Intifada ha sido «contraproducente» para los palestinos, e incluso, «un fracaso».

El analista de Ha’aretz, Bradley Burston, ha publicado un artículo con el título «La guerra que los palestinos no podían perder…y han perdido». El Secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, se preguntaba ante Al-Jazira «¿Qué ha conseguido el pueblo palestino con la Intifada? ¿Ha supuesto algún progreso para la instauración de un Estado palestino? ¿Ha derrotado a Israel en el campo de batalla?» A lo que, tras afirmar que no, añadió: «Ha llegado el momento de terminar con este proceso. Es el momento de dar fin a la Intifada».

Las preguntas de las que se sirvió el Sr. Powell para evaluar el éxito o el fracaso palestino son absurdas e intencionadas. Nadie esperaba que los palestinos pudieran derrotar a un Israel sideralmente superior y apoyado por las fuerzas armadas estadounidenses. Pero como la actual resistencia pone de manifiesto día a día, ni los palestinos están a punto de tirar la toalla ni los israelíes a un paso de la victoria. A pesar de las matanzas y crueldad israelíes durante décadas, los palestinos siguen enteros; jamás han renunciado a sus derechos, ni se han resignado a vivir permanentemente bajo la dictadura israelí.

Los palestinos, en efecto, han pagado un desgarrador precio en muertes y destrucción infligidas por Israel en estos últimos cuatro años, pero no es ésa la única manera de evaluar la Intifada. El Sr. Powell no se preguntó acerca de qué habían ganado los palestinos durante los más de diez años de «proceso de paz » y «hoja de ruta» patrocinados por los Estados Unidos. Él conocía bien la respuesta: a lo largo de ese periodo, Israel ha continuado- con la connivencia estadounidense- con el robo y la colonización de lo poco que les quedaba de su tierra, a un ritmo cada vez más acelerado, aniquilando las esperanzas de un Estado palestino independiente, que los Estados Unidos proclamaban apoyar. La Intifada ni interrumpió ni hizo descarrilar el proceso de paz, como alegan los revisionistas: llegó mucho después de que el proceso de paz hubiera fracasado, y fue una consecuencia directa de su fracaso. Mientras los palestinos vean que ni las potencias occidentales ni las leyes internacionales les protegen siempre habrá grupos que lleguen a la conclusión de que su único recurso es que Israel pague el mayor coste posible, sin importarles lo que les cueste a ellos. Eso es lo que aviva el fuego para llevar a cabo contraataques contra civiles israelíes, y la disposición a morir en su realización. En unas circunstancias en las que Israel no les ha dejado nada que perder, algunos palestinos consideran que esos atentados son la única forma que tienen para nivelar las pérdidas en la batalla.

Powell tampoco preguntó en qué medida Israel, con su brutalidad y colonización implacables, ha impedido que los israelíes vivan tranquilos y disfruten del botín de la desposesión y privación de sus derechos fundamentales a los palestinos. Además de perder más de mil vidas, Israel está inmersa en la corrupción, el paro, la pobreza y la emigración masiva como consecuencia de su guerra para mantener a los palestinos bajo la ocupación.

Sin embargo, está de moda señalar, como otra evidencia del fracaso de la Intifada, la brusca caída del nivel de vida de los palestinos, tal como ha hecho en su columna del 3 de octubre el periodista del New York Times, Stephen Erlanger. Este desplome económico,- como han señalado numerosos organismos de las Naciones Unidas y la Unión Europea desde hace años- es el resultado de los castigos colectivos de Israel sobre la población. Pero, en lugar de condenar las medidas ilegales del ocupante, hay quien prefiere culpar a las víctimas de lo que les ha pasado. Erlanger cita un reciente informe del International Crisis Group (ICG) en el que se afirma «aunque la ocupación y los enfrentamientos con Israel -que inician su quinto año- proporcionen el contexto, el problema palestino hoy es decididamente interno». El ICG, que parece existir exclusivamente para aportar una credibilidad falsa a los más mezquinos tópicos que sirvan al poder, ha elaborado, una vez más, un informe en el que se ofrecen hipótesis ideales como alternativa a la dura realidad, pero sin la menor sugerencia de cómo llegar a ellas, y, en la práctica, cargando toda la responsabilidad sobre la parte más débil.

Apologías tan claras sobre Israel no resultan nuevas. Desde los primeros días de lo que empezó siendo una insurrección pacífica- a la que Israel respondió con un millón de proyectiles en el primer mes de protestas-, los analistas israelíes y estadounidenses han estado diciendo que los intentos de detener la resistencia tendrían éxito rápidamente. Unos pocos asesinatos más, unos cuantos misiles más, unos centenares más de casas demolidas, algo más de hambre y angustia, y los palestinos comprenderán el mensaje y se convencerán que lo mejor que pueden hacer es someterse a la ocupación.

Desde cualquier punto de vista que se enfoque, en una guerra entre una potencia colonial y un pueblo autóctono, los palestinos se encuentran en situación similar a la de aquellos que les han precedido. En el Sudeste asiático, Estados Unidos mató a cincuenta vietnamitas, cambodianos y laosanios por cada estadounidense muerto en la guerra, pero aún así sufrió una derrota estratégica total. En Argelia, los franceses mataron en una relación semejante y fueron derrotados. En Sudáfrica, el régimen del apartheid asesinó a centenares de negros sudafricanos por cada blanco muerto en la guerra pero no pudo sobrevivir. Tampoco las masacres y atrocidades en Irak en los años 20, o en la India en los cuarenta, salvaron al gobierno colonial británico establecido. En las guerras coloniales los colonizados siempre pagan un precio más alto que sus dominadores extranjeros. Los estadounidenses y los británicos, una vez más, están viviendo en sus carnes que una masiva superioridad militar no significa la victoria en el «nuevo» Irak.

Pero Israel se niega tercamente a aprender de ninguna experiencia y ahorrar con ello vidas judías y árabes. Cuanto más se ha deteriorado su situación todavía más brutalidad contra ha empleado contra los palestinos, si bien con resultados más insignificantes desde su punto de vista. Estratégicamente, Israel se encuentra en un callejón sin salida. A pesar de toda la parafernalia sobre la «retirada», ha intensificado su ofensiva en Gaza pero ni puede mantenerse allí ni abandonarla. La única razón que mueve a Sharon a aludir a la retirada de Gaza es la de reducir el coste de la ocupación y consolidar sus conquistas en Cisjordania, pero la tenacidad de la resistencia en Gaza y Cisjordania evidencia que mientras Israel mantenga su colonización sobre un solo centímetro de los territorios ocupados se verá obligada a permanecer en todos ellos. La lógica de la política israelí exige cada vez más profundización en la ocupación y más actuaciones salvajes.

John Dugard, profesor sudafricano de derecho, y comisionado especial de derechos humanos de Naciones Unidas en los territorios palestinos, en el informe presentado a la Asamblea General el pasado mes de agosto, afirma que Israel ha establecido «un régimen de apartheid» en los territorios ocupados «peor que el existió en Sudáfrica». Dugard tiene buenos motivos para conocerlo ya que formó parte de la Comisión para la Reconciliación posterior al régimen del apartheid en su país.

En contraste con la franqueza de Dugard está la cobardía absoluta de aquellos que defienden en abstracto las leyes internacionales los derechos humanos. El apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel es el ejemplo más extremo y tendencioso, pero ya ni llama la atención ni produce decepción. Incluso la Unión Europea, que durante años presentó una actitud imparcial ante el conflicto, ha abandonado desde hace tiempo todo tipo de tentativas serias. Ahora, los estados europeos se limitan a hacer declaraciones vacías sobre su adhesión a «la hoja de ruta» y a pedir a los palestinos que lleven a cabo «reformas», no porque crean lo más mínimo en que estén relacionadas con la solución sino porque son conscientes de que, si denunciaran que el verdadero problema es la intransigencia de Israel, se verían obligados a una embarazosa petición de sanciones contra un Gobierno al margen de la ley que no acepta límites a su conducta.

Hace poco, el Primer Ministro del Reino Unido, Tony Blair- paladín de la democracia, de los derechos humanos y de la libertad en Irak- se comprometió personalmente a hacer todo lo posible para resolver el conflicto entre Palestina e Israel. Antes de la invasión de Irak, hizo la misma promesa a los Servicios Árabes de la BBC al responder a las dudas sobre las actuaciones occidentales en el pasado, afirmando que la escéptica opinión pública del Mundo Árabe tenía que esperar y juzgarle por sus hechos. Ha pasado más de un año desde entonces, y Blair no ha hecho nada en absoluto salvo rechazar enérgicamente todos los intentos de conseguir que a los palestinos se les reconocieran sus derechos ante el foro por la paz del Tribunal de Justicia de La Haya.

La consecuencia de todo ello es que Israel se ha envalentonado más, con la seguridad de que puede hacer lo que le plazca. Salvo las muestras de descontento provenientes de funcionarios árabes e internacionales, nadie ha tomado ninguna medida contra él. Nunca las infames palabras de Ben Gurión han tenido más vigencia: «Lo que importa no es lo digan los Gentiles sino lo que Israel haga».

Quienes quieren celebrar el aniversario de la Intifada analizando la dura realidad, en lugar de desilusionarse, podrían hacer las siguientes predicciones: no habrá un Estado palestino al lado de Israel porque es imposible en las circunstancias que ha creado Israel. Pero dentro de otros cuatro años, se verá claramente que Israel no podrá seguir existiendo como un «Estado judío», superpuesto a una mayoría de palestinos que se niegan a aceptar el estatuto inferior que Israel les ha asignado, y que los palestinos continuarán resistiendo cualesquiera que sean los medios de los que dispongan.

Mientras tanto, podemos esperar una mayor y horrible violencia que no disminuirá por las condenas rituales. Y, cuanto más acorralada se sienta Israel, se incrementarán dramáticamente las posibilidades de que trate de resolver su problema existencial no sólo a expensas de los palestinos sino extendiendo el conflicto a sus vecinos.

6 de octubre de 2004

El Embajador Hasan Abu Numah ha sido representante permanente de Jordania ante Naciones Unidas. Ali Abunimah es co-fundador de The Electronic Intifada y Electronic Iraq.