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Juicio político por parte del pueblo

Fuentes:

Escasea el valor en Washington D.C. Las realidades de la guerra en Iraq piden a gritos el derrocamiento de un gobierno que es culpable de delitos de muertes, mutilaciones, torturas, humillaciones y caos. Pero todo lo que se escucha en la capital de la nación, fuente de esas catástrofes, es un lloriqueo del Partido Demócrata, […]

Escasea el valor en Washington D.C. Las realidades de la guerra en Iraq piden a gritos el derrocamiento de un gobierno que es culpable de delitos de muertes, mutilaciones, torturas, humillaciones y caos. Pero todo lo que se escucha en la capital de la nación, fuente de esas catástrofes, es un lloriqueo del Partido Demócrata, que murmura y cotorrea sobre «unidad» y «trabajo en conjunto de los dos partidos» en un contexto que exige acciones audaces para revertir de manera inmediata el actual curso de los acontecimientos.

Estos son los Demócratas que arribaron al poder en noviembre gracias a los electores que están hartos de la guerra, furiosos con el gobierno de Bush, y que cuentan con la nueva mayoría en el Congreso para representar a los electores. Pero si se fuera a restaurar la cordura en nuestras políticas nacionales, sólo podría lograrse mediante una gran agitación popular, presionando tanto a los Republicanos como a los Demócratas para actuar acorde a la voluntad nacional.

La Declaración de Independencia, que se cita como documento pero se ignora como guía de acción, necesita ser leída desde púlpitos y podios, en las esquinas de las calles y en las estaciones de radio de las comunidades en toda la nación. Sus palabras, olvidadas durante más de dos siglos, necesitan convertirse en un llamado a llevar a cabo acciones por primera vez desde que fuera leída a las multitudes en los primeros y emocionantes días de la Revolución Usamericana: «Siempre que cualquier forma de gobierno se vuelva en contra de estos fines, el pueblo tiene el derecho de cambiarla o de abolirla y de instaurar un gobierno nuevo».

Los «fines» a los que se hace referencia en la Declaración son el derecho igual para todos a la «vida, libertad y logro de la felicidad». La verdad es que ningún gobierno en la historia de la nación ha sido fiel a esos fines. En la historia de nuestros gobiernos, constantemente se ha favorecido a los ricos, se ha ignorado a los pobres y se ha recurrido a una gran violencia para lograr intereses de expansión continental y mundial.

Aún ahora parece existir un salvajismo especial que acompaña la actual violación de los derechos humanos en este país y en el mundo. Ya hemos contado con gobiernos represivos antes, pero ninguno de ellos ha legislado el fin del habeas corpus ni ha apoyado la tortura de manera abierta ni ha declarado la posibilidad de una guerra sin fin. Ningún gobierno ha ignorado con tanta indiferencia la voluntad del pueblo y ha reafirmado el derecho del Presidente a hacer caso omiso a la Constitución, incluso a no tomar en cuenta leyes aprobadas por el Congreso.

Nos encontramos entonces en el momento propicio para una campaña nacional a favor de la realización de un juicio político contra Bush y contra el vicepresidente Cheney. El representante John Conyers, quién llevó a cabo audiencias de gran envergadura e inició una resolución para juicio político cuando los Republicanos tenían el control del Congreso, es hoy el jefe del Comité Judicial de la Cámara de Representantes y se encuentra en posición de luchar por tal resolución. Evidentemente lo han silenciado sus colegas Demócratas quienes sabiamente esgrimieron en su contra el habitual problema político sobre el «realismo» (mientras ignoran la realidad que les golpea en la cara) y la política siendo «el arte de lo posible» (mientras ponen límites a lo que es posible).

Sé que no soy el primero en hablar de juicio político. En realidad, y a juzgar por los sondeos de opinión del pública, existen millones de usamericanos que en realidad representan la mayoría de los encuestados que se han declarado a favor si se muestra que el presidente mintió para llevarnos a la guerra (una realidad que está fuera de dudas). Se han editado al menos media docena de libros acerca del juicio político, y algunos de nuestros mejores periodistas han discutido elocuentemente de ello, entre ellos cabe destacar a John Nichols y a Lewis Lapham. Además, en un nuevo libro titulado Estados Unidos contra George W. Bush y otros, Elizabeth de la Vega, exfiscal federal hizo una «acusación» real, al presentar el caso, en detalles devastadores, ante un gran jurado ficticio.

Existe un próximo paso lógico en este desarrollo de un movimiento para lograr un juicio político: la convocatoria de las «vistas del juicio político por parte del pueblo» en todo el país. Esto reviste una especial importancia dada la timidez del Partido Demócrata. Tales vistas judiciales pasarían por encima del Congreso que no está representando la voluntad del pueblo y constituirían un ejemplo que inspire la democracia en la base.

Estas vistas judiciales serían el equivalente contemporáneo de las reuniones clandestinas que marcaron la resistencia a la Corona Británica en los años que llevaron a la Revolución Usamericana. La historia de la Revolución Usamericana por lo general se cuenta alrededor de Lexington y Concord, en lo relacionado con las batallas y los Padres Fundadores. Lo que olvidan es que los colonos usamericanos, incapaces de presentar recursos por agravio ante las instituciones oficiales del gobierno, tomaron esos asuntos en sus propias manos, aún antes de que tuvieran lugar las primeras batallas de la Guerra Revolucionaria.

En 1772, las reuniones en los pueblos de Massachusetts crearon Comités de Correspondencia y al siguiente año se creó un comité similar en Virginia. El primer Congreso Continental que comenzó en 1774 representó el reconocimiento de que era necesario un cuerpo extrajudicial para representar los intereses del pueblo. En 1774 y 1775 a lo largo de todas las colonias, se instauraron instituciones paralelas fuera del marco de las instituciones oficiales del gobierno.

En toda la historia de la nación, la incapacidad del gobierno de brindar justicia ha llevado a la creación de organizaciones de base, con frecuencia ad hoc, y disueltas una vez que cumplieron sus propósitos. Por ejemplo, luego de aprobada la Ley de Fuga de Esclavos, y conociendo que no se podía contar con el gobierno nacional para revocar la ley, grupos en contra de la esclavitud compuestos por personas blancas y negras se organizaron para anular la ley mediante acciones de desobediencia civil. Celebraron reuniones, hicieron planes, y organizaron el rescate de esclavos fugitivos que se encontraban en peligro de ser devueltos a sus amos.

En las precarias condiciones económicas de 1933 y 1934, antes de que el gobierno de Roosevelt hiciera algo para ayudar a las personas necesitadas, se crearon en todo el país grupos locales para exigir al gobierno que tomara medidas. Surgieron los Consejos de Desempleados, grupos de inquilinos lucharon contra el desalojo, y cientos de miles de personas en el país crearon organizaciones de autoayuda para el intercambio de mercancías y servicios para que las personas pudieran sobrevivir.

Más recientemente, recordamos los grupos de paz de los años ochenta, quienes se esparcieron en cientos de comunidades en todo el país y lograron que los ayuntamientos y las legislaturas estatales aprobaran resoluciones a favor del congelamiento de las armas nucleares. Por otra parte las organizaciones locales han tenido éxito en lograr que en más de 400 ayuntamientos se tomara una postura en contra de la Ley Patriótica.

Las vistas de juicio político en todo el país pueden alentar y fortalecer el movimiento pacifista. Aparecerían en los titulares y presionarían a miembros reacios del Congreso y de ambos partidos para que hagan lo que estipula la Constitución en estos casos y lo que exigen las circunstancias: el juicio político y la destitución de George Bush y de Dick Cheney. La simple acción de llevar a colación el tema en cientos de comunidades y en los distritos congresionales pudiera tener un efecto importante y pudiera ser un signo de que todavía existe la democracia, a pesar de todos los intentos de destruirla en estos tiempos de guerra.

Howard Zinn es el autor del recientemente publicado «A Power Governments Cannot Suppress». Para más información sobre cómo ser parte del esfuerzo por lograr el juicio político, favor de consultar www.afterdowningstreet.org.

Traducción Cubadebate