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No hace falta ser un gran conocedor de la problemática de la región para intuir que los comicios han puesto de manifiesto la radicalización de las sociedades israelí y palestina

¿Kadima?

Fuentes: www.elcorresponsal.com

Si algo tienen en común los politólogos occidentales y los gobernantes de Medio Oriente es su afán por deshojar margaritas. Un ejercicio fácil, teniendo en cuenta la innegable capacidad de ambos de acomodarse a la dinámica del círculo vicioso. Y más aún, cuando se trata de contestar a la pregunta: ¿facilitarán los resultados de las […]

Si algo tienen en común los politólogos occidentales y los gobernantes de Medio Oriente es su afán por deshojar margaritas. Un ejercicio fácil, teniendo en cuenta la innegable capacidad de ambos de acomodarse a la dinámica del círculo vicioso. Y más aún, cuando se trata de contestar a la pregunta: ¿facilitarán los resultados de las elecciones celebradas en Israel y los Territorios Palestinos la reactivación del proceso de paz en Medio Oriente?

El análisis de los «expertos» provoca a veces irónicas sonrisas, sarcásticas respuestas. No hace falta ser un gran conocedor de la problemática de la región para intuir que los comicios han puesto de manifiesto la radicalización de las sociedades israelí y palestina.

Los habitantes del Estado judío han avalado el unilateralismo de Ariel Sharon. A su vez, los palestinos han apoyado el radicalismo de Hamas, agrupación religiosa que propugna la creación de un Estado islámico en la Palestina histórica, es decir, en Israel y los territorios ocupados por el ejército hebreo en 1967. ¿Simple casualidad? No, en absoluto; los israelíes han depositado su confianza en el proyecto del único estadista que ha logrado combatir eficazmente la violencia. Sus vecinos de Cisjordania y Gaza han apostado por la única formación política que puede enorgullecerse de haber denunciado y combatido la corrupción instaurada por la vieja guardia de Al Fatah.

Los datos facilitados a finales de enero por el Banco Mundial reflejan una situación catastrófica: el desempleo afecta al 40% de la población activa de los territorios. Más del 67% de los palestinos viven por debajo del límite de pobreza. La congelación de la ayuda internacional destinada a la ANP podría desembocar en el impago de los sueldos de 150.000 funcionarios, provocando el desmantelamiento de los servicios públicos: sanidad, educación, órganos de seguridad, etc. El malestar generalizado generaría una nueva oleada de violencia. ¿Cui prodest?

Los israelíes han preferido castigar a los partidos tradicionales -Laborismo o Likud- potenciando la presencia en el escenario político de corrientes sui generis, como el Kadima (Adelante, en castellano) de Sharon-Olmert o el Partido de los Pensionistas, liderado por un ex periodista y diplomático perteneciente al establishment político hebreo. Una opción ésta que refleja el malestar permanante de la ausencia de políticas sociales.

Menos coherente aún parece la estrategia del futuro gobierno, encabezado por el líder de Kadima, Ehud Olmert. Las formaciones que integrarán la coalición no han sido capaces de presentar propuestas válidas o aceptables. Daniel Pipes, el politólogo pro-sionista de la Administración Bush, resume de la siguiente manera los programas de gobierno de los distintos partidos políticos israelíes: Unilateralismo, construcción del muro, retiradas parciales de Cisjordania, contempladas por líderes de Kadima, Sharon y Olmert; alquiler por un período de 99 años (¡tal Guantánamo!) de las ciudades de Cisjordania, caballo de batalla de Amir Paretz y el Partido Laborista; elaboración de un Plan de Desarrollo Económico de Palestina, supervisado por Shimon Péres; compromiso territorial, vuelta a los Acuerdos de Oslo, exigido por el sector del laborismo; creación de un «Plan Marshall» para Palestina, supervisado por el Congreso de EE.UU.; retirada a las fronteras de 1967, contemplada por la izquierda israelí; aplicación por parte de la ANP de un programa de «buen gobierno», aplicando las recetas de Nathan Sharansky; recuperar y aplicar el concepto «Jordania es Palestina», defendido por la derecha israelí, y expulsar a los palestinos de Cisjordania, exigencia de la extrema derecha.

En este contexto, cabe preguntarse cuál será la estrategia global y «consensuada» del futuro gobierno de Tel Aviv. Míster Pipes, que no duda en aportar soluciones «milagrosas», propone la siguiente línea de conducta, «convencer a los palestinos de que han perdido la batalla, que tienen que aceptar las decisiones impuestas por Israel». Y para no echar más leña al fuego de sus colegas huntingtonianos, añade: «no hace falta persuadir al resto de los árabes; ya se encargarán los palestinos de hacerles aceptar la derrota». ¿Kadima? Todo un programa.

La fuente: el autor es escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París). Su artículo se reproduce por gentileza del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), de Madrid.

 

Noticia original:

http://www.elcorresponsal.com/modules.php?name=ElCorresponsal_Articulos&file=articulo&req_sectionid=1&req_articleid=1535