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La agonía de las refugiadas sirias

Fuentes: Asharq Al-Awsat

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Sólo nos llegan noticias terribles sobre la situación de las mujeres y niños en Siria y en los campos de refugiados en Jordania, Líbano y Turquía. En el interior de Siria, las mujeres -incluso las de edad avanzada- son víctimas de secuestro, asesinato, tortura y un sinfín de cosas inimaginables. ¿Por qué estos temas no se discuten a fondo en la Liga Árabe? Porque también forman parte de los crímenes del régimen de Asad.

Entre las muchas horribles atrocidades perpetradas por el régimen, el calvario sufrido por las madres sirias sigue siendo el más atroz. Madres indefensas angustiadas por sus hijas, hijos, maridos y familias. Vi una madre, tan débil que ni siquiera podía ya llorar, que sólo dejaba escapar gemidos y su voz parecía la de una anciana. Abrumada por el dolor, esa madre contaba cómo los matones de Asad secuestraron a su hija de veinte años ante sus propios ojos, insultándola y amenazando con violarla, indiferentes a sus súplicas y a sus peticiones de misericordia. La acongojada madre decía: «Hubiera preferido que la hubieran matado frente a mí, al menos no me sentiría continuamente acosada por las horribles visiones del daño que pueden hacerle. Hubiera preferido que muriera a que tenga que vivir entre esas bestias».

Esas tristes historias de mujeres que están desaparecidas o han sido encarceladas, torturadas y violadas sólo reflejan una parte de esta dura realidad; debido a la sensibilidad extrema del tema, las familias de las mujeres prefieren mantenerse en silencio. El régimen está utilizando a las mujeres para chantajear moralmente a sus padres, hermanos y maridos; esos delitos aseguran el colapso de la moral familiar. El maltrato a las mujeres -y la historia está llena de ejemplos parecidos- se pone de manifiesto en la conducta de los matones iraníes y sirios de Asad, reflejando la conducta del régimen, que ha caído tan bajo que sus acciones no tienen precedentes en la historia moderna. Ni siquiera en las guerras mundiales fueron testigos de delitos tan graves contra las mujeres.

Lo que resulta más frustrante es el hecho de que las mujeres que huyen de Siria por miedo a la persecución del régimen no están mejor fuera. Esas mujeres están sujetas a un chantaje de tipo diferente, que es insidioso porque parece ser cortés. Según un informe del Consejo Nacional para la Mujer en El Cairo, 12.000 mujeres sirias se casaron el pasado año con hombres egipcios recibiendo tan sólo unas pocas libras sirias como dote de la novia. Sólo alrededor de 150 de esos matrimonios están documentados, es decir, la mayoría de esos matrimonios no están reconocidos legalmente o como mucho son matrimonios consuetudinarios. ¡Es una cifra enorme!

Una podría comprender que se celebraran matrimonios dentro de los campos de refugiados, las relaciones emocionales entre los dos géneros pueden florecer incluso en las peores circunstancias. Sin embargo, es inconcebible que las numerosas propuestas de matrimonio que llegan de Turquía, Jordania, Egipto y los Estados del Golfo se justifiquen sobre la base de salvar las dignidades de esas mujeres y rescatarlas de la carga de la pobreza y la inseguridad.

Las propuestas parecen generosas, pero son sospechosas: muchas mujeres de otros países árabes e islámicos, como Sudán y Somalia, han soportado los horrores de la guerra y el desplazamiento sin recibir tantas propuestas de matrimonio a semejante velocidad. Además, la ayuda se puede prestar sin necesidad de proponer matrimonio. Esas propuestas no salvan el honor de una mujer ni la protegen de la carga de la pobreza, no son sino otra forma de chantajear a las familias sirias.

De hecho, intenté en vano encontrar una excusa o pretexto que justificaran esos matrimonios. Pero se trata absolutamente de un cruel chantaje; no es un acto de caballerosidad. Llegué a pensar que las mujeres sirias que aceptaban esos matrimonios manifestaban su consentimiento en cierto modo; sin embargo, el informe que he mencionado anteriormente me ha llevado a pensar de forma diferente. El hecho de que miles de esos matrimonios no estén registrados debe reflejar una penosa realidad social que no es muy diferente a la causada por los matones del régimen. Incluso los matrimonios que están registrados no reflejan necesariamente que las mujeres hayan realmente dado su consentimiento, teniendo en cuenta las trágicas circunstancias de su país.

Es una pena que tenga que decir estas cosas; sin embargo, creo que lo que las mujeres refugiadas sirias están soportando ha puesto de manifiesto la fraudulenta caballerosidad de muchos hombres árabes y, sobre todo, de quienes justifican su malicia alegando que tratan de «salvar» a esas mujeres. En realidad, no intentan sino beneficiarse de su desgracia para disponer de esposas que se vieron obligadas a escapar de las terribles condiciones de la vida cotidiana en los campos de refugiados. Esos matrimonios son una ganga para muchos de esos pretendientes, dado los bajos gastos y las bajas dotes de la novia que conllevan; otros buscan la belleza física por la que son famosas las mujeres sirias. Y también hay otros que buscan en esas mujeres sometidas una oportunidad para exteriorizar su falsa hombría y perversiones psicológicas. Por desgracia, la ayuda humanitaria no figura entre los objetivos de esos pretendientes. Esos matrimonios no ayudan a las mujeres sino que las esclavizan. No se trata de una exitosa empresa comercial. No es más que tráfico de seres humanos.

¡Lo que está sucediendo es una vergüenza!

La Dra. Amal Al-Hazzani es profesora adjunta en la Universidad Rey Saud de Riad.

Fuente original: http://www.aawsat.net/2013/04/article55300207