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La agresión contra Palestina se agrava en las cárceles

Fuentes: Rebelión

El sufrimiento en Palestina va más allá de la muerte masiva, el desplazamiento y la hambruna. En las cárceles israelíes, la entidad sionista ha librado y sigue librando una guerra contra los y las prisioneras políticas palestinas, creando condiciones que hacen que la vida en prisión sea cada vez más dura.

Tras el 7 de octubre, el ejército israelí tomó el control de las cárceles, mientras que a los miembros de los Servicios Penitenciarios se les dio vía libre para tratar duramente a los prisioneros palestinos dentro de las cárceles. Desde entonces las condiciones han empeorado sustancialmente, aplicándose medidas represivas sin precedentes a tal escala, algunos detenidos que habían experimentado las cárceles de la ocupación en los años setenta y ochenta, han señalado que “no habían visto nada parecido a los de los últimos meses en las cárceles de la ocupación”.

Antes de esa fecha Israel retenía a más de 5000 presos en sus prisiones, unos 1300 bajo detención administrativa sin cargos, pero en los últimos meses más de 7000 palestinos y palestinas han sido detenidas. A día de hoy, unos 10000 palestinos se encuentran recluidos, entre ellos 78 mujeres, unos 250 menores y cerca de 3500 detenidos sin cargos.

A pesar de las dificultades para lograr “testimonios documentados”, en las últimas semanas se están sucediendo las noticias e informes que apuntan a la violación sistemática de los derechos humanos para con la población palestina en prisión. Sda Teiman, en el norte del Néguev; Anatot, al noreste de Jerusalén en la ocupada Cisjordania; o Gush Etzion, al norte de Hebrón, son nombres señalados con rojo en la memoria de Palestina.

Así, el New York Times ha señalado los métodos de tortura en la base militar de Sda Teiman, convertida en uno de los centros de detención israelí para palestinos. Según los informes, “las personas detenidas son sometidas a descargas eléctricas, a portar pañales en lugar de ir a los baños, se les ha insertado varillas de metal por el ano, ataques de perros, temperaturas extremas o mantenidas en cuartos oscuros durante meses”.

Desde La CNN se ha señalado que en ese mismo centro “los prisioneros palestinos han sido sometidos a una serie de prácticas medievales”. También algunos medios israelíes, haciendo alarde de esos métodos y conscientes tal vez de su impunidad, han transmitido escenas de abusos y tratos degradantes.

La propia ONU emitió en febrero un informe en el que, por primera vez, ésta, reconoce que las fuerzas israelíes están cometiendo abusos sexuales contra detenidos y que al menos dos detenidas palestinas habían sido violadas.

Esa brutal represión ha venido acompañada de un grave deterioro de las condiciones de vida en prisión. Como señalan algunas fuentes, “además de los actos de tortura y humillación, las autoridades penitenciarias están desarrollando una estrategia destinada a acabar con la determinación palestina”. Así, se han restringido los alimentos (20 personas reciben lo de dos) y también ha empeorado su calidad, las celdas están superpobladas, teniéndose que turnar los detenidos para dormir en una cama, obligados a permanecer casi todo el día encerrados en las celdas, sufren una grave escasez de ropa, negligencias médicas, y se ha reducido el acceso al agua (obligándolos a beber agua con gran cantidad de cloro y productos químicos). 

La situación de los y las menores también es dramática. Israel detiene entre 500 y 700 niños y niñas palestinas cada año, bajo un sistema de detención basado en la tortura y el maltrato hacia los menores. 3 de cada 4 experimentan violencia física desde el momento de su arresto, y en la casi totalidad de los casos no cuentan con la presencia de un familiar o un abogado presentes durante los interrogatorios. Además, en el 84% de los casos no son informados de sus derechos.

Muchos de ellos son sacados de sus casas en redadas nocturnas, con los ojos vendados, atados o esposados, e, introducidos en un vehículo militar donde sufren más abusos físicos y emocionales. Al ser sometidos al régimen de aislamiento, se les interroga sin la presencia de un abogado o un familiar, y, son obligados a firmar confesiones (a menudo en hebreo, un idioma que no entienden).

Normalmente, comparecen ante los tribunales militares entre las 24 y 96 horas posteriores a su detención, y es la primera vez que ven a sus padres o a su abogado. Los jueces militares rara vez rechazan las confesiones obtenidas mediante tortura y coacción.

El niño palestino más joven detenido tenía 6 años, y el periodo documentado de detención en aislamiento más largo es de 45 días, y el tiempo medio en aislamiento es de 13 días. Por lo general son acusados de arrojar piedras, lo que conlleva una pena máxima de 10 o 20 años (aunque suelen ser entre 1 y 4 meses de prisión para los menores entre 14 y 17 años), y según las circunstancias.

Esta situación llevó a UNICEF a señalar que “los malos tratos en el sistema de detención militar israelí siguen siendo generalizados e institucionalizados durante todo el proceso en torno a la detención de niños por parte de los militares israelíes”.

Los dirigentes israelíes han anunciado por boca de Benyamin Netanyahu, que, según sus estimaciones, “miles de palestinos serían arrestados durante este año, a pesar de la falta de espacio en las prisiones israelíes”.

La imagen que surge es la de una estrategia israelí encaminada a situar a los presos y presas políticas palestinas en condiciones animales, calculadas para torturarlas, humillarlas, y en algunos casos provocarles la muerte. En marzo, el diario israelí Haaretz señaló que hasta esa fecha 27 palestinos habían muerto estando bajo detención.

La vida cotidiana que habían organizado y por la que tanto habían luchado los y las presas palestinas, ha desaparecido. Se han confiscado los libros y otros materiales personales, no se les permite ningún tipo de actividad, no se reconocen su representación, los asaltos en las celdas se repiten casi todos los días, “hemos sido puestos intencionadamente en una situación de inseguridad, hambre y frío”.

Como resumía un preso palestino en una carta sacada a escondidas de la prisión de Ofer, “la paz sea con vosotros, de vuestros hermanos en las tumbas vivientes de la prisión de Ofer. No hablaremos de nuestra condición, pues basta con decirles que estamos muertos en vida”.

Txente Rekondo.- Analista internacional

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.